25 de agosto del 2002
El chantaje gringo
Humberto Tobón y Tobón
Estados Unidos no sólo alardea con su poder militar, económico
y político. Lo hace efectivo y es implacable con aquellas naciones que
no se someten a su voluntad. La última gran arremetida de Bush contra
la libre determinación de los pueblos, es la presión para que
se firmen acuerdos bilaterales donde los signatarios del Estatuto de Roma se
comprometan a no llamar ni entregar a militares norteamericanos con el fin de
que sean juzgados por sus crímenes de guerra por la Corte Penal Internacional.
Los únicos dos países que han aceptado estas exigencias son Rumania
e Israel.
En esa misma dinámica de la diplomacia del terror a la cual están
acostumbrados los gringos, el subsecretario de Estado para Asuntos Políticos,
Marc Grossman, «le ordenó» a Colombia que firmara un acuerdo con ellos
para proteger a las fuerzas militares de los Estados Unidos y a sus funcionarios
que viven y trabajan aquí, de lo que él llamó «persecuciones
políticas por parte de este tribunal".
Los «carniceros de Afganistán y Kosovo» están buscando a toda
costa aprovecharse a través de acuerdos bilaterales del artículo
98 del Estatuto de Roma, que dice: «La Corte no dará curso a una solicitud
de entrega o de asistencia en virtud de la cual el Estado requerido deba actuar
en forma incompatible con las obligaciones que le imponga el derecho internacional
con respecto a la inmunidad de un Estado o la inmunidad diplomática de
una persona o un bien de un tercer Estado, salvo que la Corte obtenga anteriormente
la cooperación de ese tercer Estado para la renuncia a la inmunidad»
Colombia es el país número 77 del mundo que ratificó el
Estatuto de Roma, el cual crea la Corte Penal Internacional, la que entró
en vigencia hace 50 días, a pesar de las presiones norteamericanas para
evitar que este instrumento del derecho internacional se pusiera en práctica.
La CPI es una corte permanente que investigará y llevará ante
la justicia a los individuos, no a los Estados, responsables de cometer las
violaciones más graves al derecho internacional humanitario: genocidio,
crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad y una vez que
sea definida, la agresión. La Corte no será retroactiva, aplicándose
sólo a aquellos crímenes cometidos después del 1 de julio
del 2002, además será complementaria a los sistemas de justicia
nacionales, actuando sólo cuando los Estados son incapaces o no tienen
la voluntad de investigar o juzgar tales crímenes.
Las buenas intenciones que acompañaron al gobierno y el Congreso colombiano
en firmar este tratado y al «compromiso de garantizar la justicia y el establecimiento
de responsabilidades para todos» como lo expresó William Pace, Coordinador
General de la Coalición de ONGs por la Corte Penal Internacional, pueden
quedarse sólo en eso, ya que el país está enfrentado a
una grave disyuntiva ante las indebidas presiones de los gringos.
De un lado podemos salirnos de la coyuntura diciendo que «estamos defendiendo
la vigencia de los derechos humanos» y quedar muy bien con la comunidad de naciones
y enfrentar la ira estadounidense, que podrían disminuir su ayuda militar,
técnica y social y votar negativamente contra nosotros en los organismos
multilaterales de crédito; o suscribir el acuerdo bilateral y quedar
ante el mundo como un país títere del «Tío Sam».
Todo apunta a señalar que el gobierno de Alvaro Uribe se la jugará
por la segunda opción, así nuestra dignidad nacional quede pisoteada.
En efecto, el vicepresidente Francisco Santos, expresó que «hay que respetar
las políticas y actitudes de Estados Unidos en esta materia» Adicionalmente,
el vocero gubernamental ha aceptado nuestra dependencia casi total de aquel
que es el más grande proveedor de ayuda militar para enfrentar la guerra
interna y el comprador del 40 por ciento de nuestras exportaciones. Pero más
allá de esto, existe una razón de mayor peso que está a
punto de postrar al país: la decisión del Congreso de Estados
Unidos de aprobar una ley que congeló la ayuda militar a aquellos países
que ratificaron la CPI hasta que no firme, cada uno, el acuerdo bilateral de
"no extradición".
La dependencia nacional frente a las decisiones norteamericanas se nota, además,
en la intervención cada vez más directa de los Generales, los
funcionarios del Departamento de Estado, los asesores de la DEA y las declaraciones
de prensa que entrega casi a diario la embajadora cogobernante Ann Paterson.
Por todas estas circunstancias, muy seguramente ya no sean dos sino tres los
países en el mundo que ceden ante el mandato perentorio de los Estados
Unidos, que retiró su firma del Estatuto de Roma el 6 de mayo; logró
que el 12 de julio el Consejo de Seguridad aprobara una resolución que
concede inmunidad frente a la competencia de la Corte, a las misiones estadounidenses
de mantenimiento de la paz de la ONU por un año; y la promulgación
el 2 de agosto de una ley conocida como la «Invasión de La Haya»