Grandes y pequeños saqueos
En la situación de absoluta incertidumbre que reina al cierre de esta edición -jueves 1, hora 23- es posible confiar, entre otros, en el secretario del Tesoro de Estados Unidos. La decisión de respaldar económicamente a Uruguay existe, pero seguramente el apoyo no llegará antes de las 13 horas del lunes 5. ¿Se prolongará el feriado bancario o se levantará? En este caso, ¿bajo qué condiciones? Y hablando de condiciones, ¿cuáles son las que impondrá el fmi para brindar asistencia extra a Uruguay? ¿Es por la rigidez de esas condiciones que el presidente convocó a los principales líderes políticos? ¿Qué hará la izquierda ante el compromiso de respaldar o reventar? ¿O será que la cumbre de Suárez era únicamente para respaldar una respuesta común ante los saqueos con minúscula, los de los almacenes, y no los de los bancos?
Daniel Gatti / BRECHA
Trece saqueos a supermercados confirmados entre miércoles y jueves; varios
más frustrados; decenas de policías movilizados por la periferia
de Montevideo ante la avalancha de denuncias; comercios cerrados en "prevención"
de nuevos ataques en toda la capital (BRECHA presenció cómo, este
jueves, en Pocitos, el comisario de la seccional décima recomendó
a los propietarios de un supermercado que cerrara antes de las diez de la noche,
ante el temor de "asonadas"); enfrentamientos entre policías y "saqueadores",
decenas de detenidos... Todo parece indicar que en esta semana de todos los cambios,
de todos los peligros (véase nota de Marcelo Pereira) otro punto de inflexión
se habría producido, esta vez netamente "social".
En las esferas de poder, y en algunos medios de prensa, la lectura que se hace
de los asaltos a supermercados de miércoles y jueves es puramente instrumental.
Se estaría ante hechos organizados con premeditación y alevosía,
coordinados, ejecutados con un fin "disolvente". El ministro del Interior, Guillermo
Stirling, que el miércoles se había mostrado prudente luego del
primer saqueo, "no violento", cometido contra un comercio de La Aguada, el jueves
ya fue tajante: aquí hubo personas, dijo, que actuaron "de manera perfectamente
sincronizada". Es imposible, agregó, que se hayan producido tantos hechos
de esa magnitud en un mismo día, casi a las mismas horas, en puntos de
la capital distantes entre sí. Se está intentando minar "nuestra
forma de convivencia", se está buscando "desestabilizar" y "anarquizar"
el país, y eso no será tolerado, advirtió. Un día
antes, el vicepresidente de la República, Luis Hierro López, se
había guardado de toda prudencia, y ya tenía la convicción
de que tras los asaltos (en realidad, a esa altura, tras "el asalto", el de San
Martín y Yatay), había gato encerrado. "Todo hace pensar que esto
ha sido previsto y organizado, que no se debe a una situación espontánea",
declaraba el dirigente del Foro Batllista al semanario Búsqueda. Y fundamentaba
su opinión, por un lado, en que los asaltos a los comercios montevideanos
fueron demasiado rápidamente divulgados por canales de la televisión
argentina y habían sido "previstos" por "sectores radicales", y por otro
a que en Uruguay no hay hambre. "La situación aquí -decía
muy seriamente Hierro- no es tan extrema como para que familias desesperadas se
vean necesitadas de asaltar un supermercado". El jueves Stirling se explayaría
en el mismo sentido: en Uruguay el Estado brinda a los pobres medios suficientes
como para que coman. Y si no es el Estado central es la Intendencia, y si no es
la Intendencia son las organizaciones no gubernamentales. ¿Por qué tendrían
que robar comida entonces, eh?
Pocos días antes, el diario La República había informado
que en el barrio montevideano de Conciliación varios niños habían
comido pasto durante todo un fin de semana porque sus padres no tienen con qué
alimentarlos sábados y domingos, los días en que los chicos no concurren
a los comedores escolares.
La argentinización es la tesis manejada desde el gobierno. Y no como consecuencia
de situaciones sociales y económicas similares que conducirían a
reacciones similares de algunos sectores, sino simplemente por efecto espejo.
Así como en la visión del Ejecutivo la crisis económica nacional
se debe esencialmente a un "contagio" del exterior, sobre todo de Argentina, los
saqueos y robos de comercios se deberían a la "muy grande capacidad de
imitación" de los uruguayos respecto a todo lo que viene de la otra orilla,
al decir de Stirling. El hambre nos la habrían contagiado, la desocupación
también, y la aftosa, y la crisis bancaria, y el aumento de la carne. Y
los escraches, y los saqueos. Hasta fuimos eliminados del Mundial en la primera
ronda, igual que ellos.
Y si no son los argentinos son los grupos organizados (¿organizados por argentinos?).
El miércoles, la caza a quienes podrían eventualmente estar detrás
de tanto intolerable desmán y ataque a nuestro estilo de convivencia fue
desatada por diversos medios de prensa. Búsqueda rastreó cuanta
declaración pudieran haber hecho dirigentes "radicales" previendo los saqueos,
o quizás alentándolos. En la volada, echó mano a dichos del
"ex guerrillero" Jorge Zabalza, quien hace dos años afirmó que "algún
día" en Uruguay la situación social llevaría a que se produjera
"un primer saqueo a un supermercado". Y que tuvo la osadía de repetirlo
ayer mismo. "Las condiciones están dadas" para que saqueos como el de La
Aguada, el miércoles 31,"se repitan", vaticinó. Otro "ex guerrillero
tupamaro", Julio Marenales, dijo más o menos lo mismo el 11 de julio: "hay
uruguayos con hambre que no están dispuestos a morir de rodillas" y podrían
verse llevados a actos como el saqueo de supermercados. Y también echó
mano el semanario a un comunicado emitido el miércoles por la Unión
Frenteamplista, integrada, entre otros grupos, por el Partido por la Victoria
del Pueblo, en el que revistan otros "ex guerrilleros". "Están conduciendo
a la desesperación a grandes sectores de nuestro pueblo, que no puede aceptar
pasivamente el hambre y que la forma de combatirla sea 'comer pasto'", decía
el texto. Olvidaba el semanario echar mano a afirmaciones del verano pasado del
economista Jorge Caumont, que durante años escribió en sus propias
páginas. En una columna publicada en el diario El País el 13 de
febrero, cuando nadie sospechaba que algún día en Uruguay se pudiera
llegar a hablar de feriado bancario, ni de caída de la plaza financiera,
y mucho menos de saqueos, Caumont pronosticaba "cacerolazos y de todo" para julio,
agosto y setiembre en nuestro bendito país. Interrogado al respecto un
día después por el periodista Emiliano Cotelo en el programa En
perspectiva de radio El Espectador, el economista, del más puro cuño
liberal para más datos, estaba seguro que a mediados de año habría
en Uruguay una situación económica y social que podría dar
lugar a protestas sociales de gran envergadura. "Cuando voy por la calle hoy día
ya veo carteles donde se anuncia la disconformidad con el nivel de gasto público.
Esta es una primera fase de un movimiento que puede culminar dentro de seis o
siete meses, cuando el gasto y la producción disminuyan relativamente más
(...) y culminen con apreturas significativas de la población".
Pero, además, ¿podría extrañar tanto que hubiera niveles
de organización, algún tipo de movimiento, que probablemente trascienda
a las estructuras políticas tradicionales, detrás de los saqueos
a supermercados? ¿Hay alguien que pueda sorprenderse de que las protestas sociales
comiencen a multiplicarse y a ascender en grados de violencia a medida que la
situación se hace cada vez más intolerable para cada vez más
gente? ¿El gran saqueo a que fue sometido el país es parangonable, para
la sociedad en su conjunto, a los relativamente pequeños saqueos del miércoles
y el jueves?
En el reino del rumor en que se ha convertido este país en los últimos
tiempos, una de las especulaciones que se hacían respecto a la razón
de la convocatoria de la reunión de líderes políticos de
la noche de ayer hablaba de la implantación de medidas de seguridad. Delirio
o no, la especulación reflejaba un clima. Desde hace un tiempo, se asiste
aquí a intentos de "criminalización" de la protesta, cualquiera
sea la forma que ésta adquiera. Y a llamados a la mano dura, a alertas
lanzados a las Fuerzas Armadas para que se preparen para "cualquier eventualidad".
Los pasos que se den desde el gobierno, en diversos ámbitos, en los próximos
días, marcarán la cancha de manera decisiva. n
A Suárez
Un ambiente muy espeso
Con el telón de fondo del descalabro financiero, pero sobre todo a raíz de la sucesión de saqueos de ayer jueves, a comercios en distintos barrios de la capital, el presidente Jorge Batlle convocó de urgencia, a las ocho de la noche a una reunión con los principales líderes partidarios en la residencia presidencial. Al inédito encuentro, que terminaba al cierre de esta edición, asistieron los ex presidentes Luis Alberto Lacalle (Partido Nacional) y Julio María Sanguinetti (Foro Batllista, pc), el líder del ep-fa, Tabaré Vázquez, el vicepresidente Luis Hierro López y el equipo económico en pleno (el trío actualmente conformado por Alejandro Atchugarry, Ariel Davrieux y Julio de Brun). Al término del encuentro, a su vez, Vázquez habrá de reunirse con la agrupación parlamentaria de su fuerza política, a fin de analizar, también con carácter urgente, este delicadísimo cuadro político-social que comenzó a dibujarse a media tarde de ayer, jueves.
En ámbitos políticos se especulaba que las motivaciones de la urgente convocatoria estaban relacionadas con la dramática situación económico financiera, y sus no menos dramáticas derivaciones en el plano social, con una frenética sucesión de saqueos por parte de una creciente multitud. La enorme aprensión en ámbitos de gobierno por este cuadro de situación motivó que el ministro del Interior, Guillermo Stirling, ante una pregunta del periodista Néber Araújo, no descartara la aplicación de medidas constitucionales de excepción (léase "medidas prontas de seguridad"), para enfrentar los "desbordes sociales".
"Ésa es una decisión que corresponde al presidente de la República", dijo Stirling.
A las diez y media de la noche, Lacalle, Sanguinetti y Vázquez salieron como habían entrado: en sus autos y sin largar prenda.