29 de agosto del 2002
La economía desastrosa del contraterrorismo en Colombia
Héctor Mondragón
ZNet en español
La embajadora de Estados Unidos exigió que el Ejército
colombiano llame a filas a los reservistas; el gobierno de Pastrana dijo que
no podía hacerlo por falta de presupuesto; pero la ministra de Defensa
de Uribe Vélez se apresuró a anunciar que el nuevo gobierno sí
llamara a 40 mil reservistas. Además armará una red de un millón
de civiles. El dinero saldrá de una reforma tributaria que facilitaría
unos mil millones de dólares para fines militares y otro tanto para cubrir
el déficit del resto del presupuesto nacional.
Aun en medio de una crisis económica, que dura cinco años, Colombia
registra la tasa de desempleo más alta de Latinoamérica. Las reformas
tributarias se han sucedido ininterrumpidamente en cada uno de los últimos
tres gobiernos. La deuda externa se ha duplicado en la última década
y el 82 por ciento de los recaudos de impuestos los dedica el Estado a pagar
deudas.
Con el presupuesto dedicado al máximo a los gastos de guerra y al pago
de la deuda, los siete puntos sociales que adornan el programa de gobierno de
Uribe Vélez se mostrarán como pura demagogia. No quedará
casi nada para lo social, excepto tal vez para la clientela político-militar
alrededor de los partidarios del gobierno y su red de informantes civiles.
Aunque un espectro de reactivación económica surja trás
de los contratistas militares, buena parte de los recursos se irán del
país a pagar costosos armamentos y equipos sofisticados. Al mismo tiempo
esta reactivación por mano militar chocará con los compromisos
que debe asumir el país para el ingreso al ALCA. Si la libre importación
ha arruinado la agricultura y la industria, con los nuevos tratados de libre
comercio los efectos serían demoledores y contrarrestarían los
beneficios de la prórroga del tratado de preferencias arancelarias para
el área andina (ATPA).
La aprobación por el Congreso de Estados Unidos de la Vía Rápida
para el establecimiento de los acuerdos de libre comercio coloca a Colombia
en el primer lugar en el turno y amenaza convertirla en uno de los primeros
países suramericanos absorbido por el libre comercio norteamericano,
dos años antes del ALCA. De hecho, Canadá también anuncia
que firmará un acuerdo de libre comercio con Colombia.
¿Cómo hablar de "libre" comercio, cuando los productos agropecuarios
de Estados Unidos reciben gigantescos subsidios? Grandes propietarios, como
los productores de azúcar, que se verán afectados por los nuevos
tratados, ya se preparan para apoderarse de la producción de los pequeños,
como pasa con la popular "panela" (concentrado de miel de caña de azúcar).
Se desatará una reacción en cadena que complicará la situación
rural. Aunque Uribe ha ofrecido repoblar de cultivos de algodón las tierras,
no ha explicado cómo podrá hacerlo compitiendo con el algodón
norteamericano. Los planes de cultivo de la palma africana seguirían,
pero condenados por la tendencia a la baja de los precios internacionales del
aceite. A mayor quiebra agrícola mayor violencia y más cultivos
ilegales en el campo.
Para los pobladores urbanos las perspectivas son peores. Se anuncia un alza
de tarifas de electricidad del 22 al 30 por ciento, para compensar el descenso
de los subsidios y promocionar las privatizaciones. En la costa Atlántica
aun antes de esta alza ya ha estallado el conflicto social porque las comunidades
pobres no alcanzan a pagar las actuales tarifas. Todos los días hay choques
con la empresa privatizada y frecuentemente ocurren bloqueos masivos de vías.
Esta situación se generalizaría en el país con las alzas.
Para los asalariados se anuncia un reajuste de las cuotas para los fondos de
pensiones y un aumento de la edad de jubilación, para satisfacer al sector
financiero ya apoderado de la seguridad social. Se quiere además anular
los contratos colectivos sobre pensiones logrados por algunos sectores como
los petroleros y maestros. El nuevo sistema de salud privatizado está
al borde del colapso porque el Estado no gira sus aportes a los fondos de solidaridad
y tiene una deuda gigante con las clínicas y hospitales privados.
La operación contraterrorista de Uribe, a diferencia del simple terror
paramilitar aplicado hasta ahora, además de reaparecer un paramilitarismo
legal, exige un maquillaje para relegitimar a la clase gobernante y deslegitimar
la rebelión. Una parte de esta operación se realiza gracias a
las acciones de la guerrilla que afectan cada vez más a la población
civil; otra parte la realizan las manipulaciones de imagen de los medios de
comunicación y; otra corre por cuenta de supuestos planes anticorrupción
encabezados por la llamada reforma política mediante referendo.
Analizado el proyecto de reforma se detecta el objetivo de exterminar constitucionalmente
a los sectores opositores o independientes, con la reducción de congresistas
al lado del establecimiento de porcentajes mínimos de votación.
La corrupción supuestamente eliminada sería la de los parlamentarios,
pero a costa de entregar más poderes al presidente que se apoderaría
del fono de regalías petroleras, aboliendo también una fuente
de corrupción regional a costa de abrir una de corrupción presidencial,
mientras que a la inversa la supresión de los institutos agropecuarios
se hace a nombre de combatir la corrupción central a cambio de fortalecer
la local.
Todas estas maniobras tienen un punto débil que las desplomará
como castillo de naipes: la realidad económica y la lucha popular que
genera. Como ha pasado en Bolivia, Venezuela, Atenco (México), Argentina,
Paraguay o Uruguay, llegará un momento en que la movilización
popular no se podrá ocultar. Pero, desafortunadamente con el disfraz
del contraterrorismo, esa movilización podrá ser criminalizada
y reprimida gracias a la declaración del Estado de Conmoción Interior
y a la proyectada reinstitucionalización del Estado de Sitio. Una represión
exitosa en Colombia abriría un camino de terror para aplastar toda la
lucha continental contra el neoliberalismo y el ALCA. Es lo que impedirían
una construcción exitosa del movimiento de masas antineoliberal en Colombia
y una real solidaridad internacional.