Las dos estrategias de las FARC
Por León Valencia / EL TIEMPO
En estos días hemos vuelto a oír de labios de algunos militares
que las acciones de terror de las Farc expresan la debilidad de esta guerrilla.
Que la decisión de recurrir al secuestro de líderes políticos,
al sabotaje económico y a los atentados en las ciudades esconden la incapacidad
para enfrentarse al Ejército. Grave error de los generales.
Aun si estas valoraciones tienen como fin golpear la imagen de esta organización
y minimizar su potencial militar ante la opinión pública y no
constituyen una verdadera apreciación estratégica de las Fuerzas
Armadas, no es bueno hacerlas. Lo mejor es actuar con realismo y desnudar ante
el país los avances de la guerrilla. Lo mejor es que la gente sepa la
realidad de la guerra.
La toma del avión de Aires y el secuestro de Jorge Eduardo Gechem Turbay
en febrero, la forma como se llevaron de la Asamblea del Valle a los diputados
y ahora el singular ataque con granadas de mortero a la Casa de Nariño,
son un verdadero salto en el accionar de las Farc. Vamos a ponerlo en una figura:
es como si se hubieran reunido en una sola organización todas las habilidades
de la guerrilla campesina con la capacidad urbana y la audacia del M-19 en los
años ochenta.
Fuerza de presión
Jaime Bateman Cayón, el legendario guerrillero fundador del M-19, se
retiró de las Farc criticando el conservadurismo de esta guerrilla, señalando
su carácter vegetativo y su mera condición de fuerza de presión
y por eso se lanzó a plantear un reto al Estado en el escenario urbano
y luego, sin abandonar este terreno, se fue al campo a tratar de construir un
ejército y una retaguardia. El M-19, claro está, combinaba estas
perspectivas militares con una atención especial a la publicidad política
y con un esfuerzo por respetar la población civil.
Al parecer las Farc no desdeñaron completamente esta experiencia. Lo
que estamos viendo es que las Farc se tornaron en una fuerza especialmente ofensiva.
Primero se dedicaron a desarrollar su ejército guerrillero en el campo
y a forjar un amplio control territorial en algunas zonas del país y
ahora se lanzan a ensayar una guerra en las ciudades en la que utilizan las
milicias para una labor de penetración en los barrios y las fuerzas especiales
para ataques a objetivos civiles o militares especialmente cuidados por la Fuerza
Pública.
Actitud desalmada
No podemos engañarnos, las Farc conservan su jefatura intacta en el campo
y continúan creciendo y expandiéndose como ejército guerrillero
y a la vez están mostrando que desde allí pueden lanzar fuerzas
especializadas hacia la ciudad. Es decir, ganan esa gran capacidad de perturbación
que alcanzó el M-19 en otros tiempos sin perder la fortaleza de guerrilla
campesina.
Ni el dolor y la condena que suscitan la actitud desalmada de las Farc frente
a la población civil, ni la rabia que generan estas acciones en las fuerzas
armadas, pueden ocultar la grave amenaza militar que significan.