La red de informantes empezó a operar
en el Cesar León Valencia / EL TIEMPO
Dio su primer resultado al frustrar un secuestro en una carretera. Está
integrada por 1.220 ciudadanos que mantendrán en secreto su colaboración
con las autoridades.
UIna semana antes de que esta estrategia de seguridad fuera puesta en funcionamiento
por el nuevo Gobierno, un vecino encubierto y un teléfono celular prestado
fueron suficientes para evitar el plagio.
Este informante, un anónimo vecino de una zona cercana a San Juan del
Cesar, suministró a la Policía los datos necesarios para que el
Gaula rescatara a dos secuestrados que permanecían en poder de una banda
de delincuentes.
Aunque su debut se hizo antes de que el presidente Álvaro Uribe instalara
oficialmente la red, la Policía del departamento considera este hecho
como el primer triunfo de esta estrategia que empieza a rodar en el país
en medio de dificultades de recursos tecnológicos, la agudización
del conflicto y las reservas de organizaciones y expertos en derechos humanos.
El impacto que este primer grupo de 1.220 informantes, lanzado el pasado jueves,
tenga sobre la vida cotidiana del Cesar será clave para establecer si
efectivamente esta fórmula de involucrar más activamente a la
población civil en la lucha contra el delito común y los grupos
alzados en armas va por el camino adecuado, como lo sostiene el Gobierno.
Para el coronel Orlando Páez, comandante de la Policía del Cesar,
no deben existir temores en relación con las capacidades de los civiles
que fueron escogidos para ser colaboradores. Páez señaló
que los 470 miembros de la red de informantes en las vías y los 750 de
la red de informantes rurales fueron escogidos luego de un riguroso análisis
de seguridad.
Todos pasaron, además, por una etapa de capacitación en técnicas
de recolección de información, en clasificación de los
rasgos morfológicos de las personas y en procedimientos para rendir informes
con el lenguaje técnico de la Policía. Su labor será encubierta
para disminuir los riesgos de represalias y sus datos permanecen custodiados
en una base de datos. Esa condición de colaboradores secretos, que permite
al tendero de la esquina, al jornalero de la finca y a la señora del
restaurante proteger sus vidas, despierta a la vez el riesgo de que usen su
condición para hacer acusaciones anónimas sin fundamento, dice
el ex asesor presidencial de paz Daniel García-Peña.
"Sobre el informante debe haber una supervisión rigurosa y una tarea
de contrainteligencia para evitar que los asuntos personales puedan convertirse
en problemas de Estado. Por ejemplo, cómo evitar que por un lío
pasional un informante termine señalando a un inocente como guerrillero",
señala García-Peña.
El coronel Páez descarta de plano esa posibilidad argumentando que todas
las informaciones serán evaluadas por personal experto antes de tomar
una decisión. "No habrá cacería de brujas", dice.
El dilema de las armas
Aunque los informantes no portarán armas, García-Peña no
descarta que en algún momento las pidan o que las consigan por sus propios
medios para protegerse de la reacción de los grupos ilegales.
Este es uno de los puntos críticos que deberá resolver el Gobierno.
Lo que está claro por ahora es que Uribe las ha prohibido tajantemente
para los informantes civiles y que no las descarta para los soldados y policías
de apoyo, que integrarán otro sistema de vigilantes de vías y
zonas rurales.
Los soldados y policías de apoyo, que se constituirán en una estrategia
complementaria de la red de informantes civiles, serán personas que sin
abandonar sus parcelas o sus casas junto a las carreteras se vincularán
voluntariamente a la Fuerza Pública y recibirán una paga inferior
al salario mínimo por suministrar información y contribuir a la
seguridad de sus zonas.
Esta figura está basada en el servicio militar campesino, incluida en
la ley de reclutamiento que impulsó en 1993 el entonces ministro de Defensa
y hoy senador Rafael Pardo. Esta norma permite a los campesinos pagar el servicio
en tiempo parcial, en sus fincas y cumpliendo labores sociales.
Para Pardo es claro que si se acude a esta norma, los soldados y policías
de apoyo deben portar armas porque estarían pagando el servicio militar
obligatorio. Además, deben usar uniformes.
Pero el Gobierno teme que en las zonas de alta violencia un soldado campesino
sea asesinado por la guerrilla con el fin de robarle el fusil. En todo caso,
el dilema de las armas también depende de la disponibilidad de recursos,
pues primero el Ministerio de Defensa debe resolver de dónde sacará
el dinero para pagarles a los primeros 100.000 soldados y policías de
apoyo, que deben estar listos antes de finalizar el año y que costarían
15.450 millones de pesos al mes, en caso de que se les remunere con medio salario
mínimo.
Prueba de fuego
Lo que sí está claro es que Uribe se la jugará toda por
hacer que la población civil "se defina" y que tome partido a favor de
la democracia amenazada, aunque esta táctica genere cuestionamientos
de ONG como Amnistía Internacional que creen ver en ella el fin de la
neutralidad de los civiles y la profundización de la guerra.
Según Camilo González, presidente del Instituto Nacional de Paz,
es difícil creer que con este tipo de vinculación de los civiles
se logrará derrotar a la guerrilla, pues experiencias similares que se
vivieron en países como Guatemala solo contribuyeron a incrementar la
barbarie.
Pero Luis Carlos Restrepo, alto comisionado de Paz, dice que el Gobierno no
está jugando a borrar las fronteras de la neutralidad, sino a pedir la
colaboración voluntaria en el marco de los respetos de los derechos fundamentales.
"Mi oficina, por ejemplo, capacitará a los soldados de apoyo en solución
pacífica de conflictos, tolerancia y convivencia", señala.
Mientras se define si Valle del Cauca, Nariño y Bolívar son los
próximos departamentos en aplicar el sistema, el defensor del Pueblo,
Eduardo Cifuentes, espera ver su funcionamiento en la práctica antes
de hacer un pronunciamiento a fondo.
Con este panorama, las redes de informantes tienen por delante el reto de ganarse
el respeto de sus críticos, la tarea de conseguir nuevos miles de integrantes
dispuestos a asumir todos los riesgos y la obligación de demostrar, como
lo pidió Uribe, transparencia de cara a las comunidades nacional e internacional.