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9 de julio del 2002
Las remesas de los/as emigrantes son más altas que el gasto social
Ecuador vive de los/as que se van
Alberto Acosta y David Villamar
Quincenario Tintají, Quito, E mail: tintaji@tintaji.org
Durante los últimos años, las remesas de los emigrantes
ecuatorianos/as han registrado un notable incremento, convirtiéndose
en un puntal para la economía de Ecuador.
Según la Dirección Nacional de Migración, 504.203 ecuatorianos
-más del 10 por ciento de la población económicamente activa-
salieron del país entre 1999 y 2000. La gran mayoría pertenecen
a los sectores medios y bajos de la sociedad.
Al encontrar en el extranjero una fuente de ingresos, los compatriotas están
en posibilidad de enviar a sus familias una porción de ese ingreso, generando
un flujo de recursos hacia el Ecuador: las remesas.
La medición de las remesas es compleja, debido a la diversidad de formas
en que se envían (transferencias a través del sistema bancario
o empresas especializadas, correos clandestinos o envíos con familiares).
Pero se complica todavía más por causa de la emigración
informal que no aparece en las estadísticas. Esto explica la dificultad
para acceder a una información fidedigna. Por eso, es necesario considerar
que las cifras sobre remesas que proporciona el gobierno son estimaciones y
es muy probable que estén subvaloradas.
Evolución de las remesas de los emigrantes
Mientras mayor sea la corriente migratoria, el flujo de remesas tenderá
a incrementarse y más relevante será su medición para efectos
de un análisis económico. Sin embargo, no hay que olvidar que
un proceso social es siempre irregular, por lo que no es prudente asumir que
el flujo de remesas se mantendrá inalterado en el tiempo.
En el año 1991, cuando la emigración no era tan significativa,
los ecuatorianos que habían salido del país enviaron aproximadamente
109 millones de dólares.
Este monto no representaba ni siquiera el 1 por ciento del Producto Interno
Bruto (PIB), mientras que en el mismo año, las exportaciones petroleras
alcanzaron un 10 por ciento del PIB y las bananeras un 6 por ciento.
Diez años más tarde, en 2000, dichas remesas alcanzaron la cifra
de 1.364 millones de dólares y subieron a un 10 por ciento del PIB. Este
monto fue superior al logrado con las exportaciones de banano, que se mantuvieron
en un 6 por ciento, mientras que el petróleo, que se benefició
en dicho año de elevados precios en el mercado internacional, alcanzó
un 18 por ciento. En el 2001, aunque las remesas subieron a 1.430 millones,
su relación con el PIB bajó a 8 por ciento debido al notorio incremento
de éste.
En todo caso, las cifras son elocuentes: entre 1991 y 2001 el flujo de remesas
de los emigrantes se incrementó más de13 veces.
Remesas e inversión extranjera
Los recursos provenientes de las remesas en estos últimos años,
fueron ampliamente superiores a los representados por la inversión extranjera,
aún cuando ésta creció casi al doble entre 2000 y 2001
(de 720 millones de dólares a 1.330 millones de dólares) a causa
de los recursos requeridos para la construcción del Oleoducto de Crudos
Pesados (OCP).
Otra forma de medir la importancia de las remesas en las cuentas externas del
país es relacionarlas con las exportaciones, de las que dependen los
ingresos de gran parte de la población. Los envíos de los emigrantes
superan tanto las exportaciones de productos agropecuarios tradicionales como
de productos industriales. Su dinámica de crecimiento en esta década
ha sido muy superior a la del sector petrolero y a la del sector agropecuario.
Por otra parte las remesas, vía incremento de liquidez, generan presiones
inflacionarias en los principales destinos como Cuenca, por ejemplo, que es
la ciudad más cara del país, pero a su vez la de menor desempleo.
Esta persistencia de la inflación resulta preocupante cuando se habla
de una economía dolarizada, que ha llegado a ser una de las más
caras de América Latina.
¿Un sustituto del gasto social?
Durante las dos últimas décadas, la continuada aplicación
por parte del Estado, de recetas neoliberales alentadas por el Fondo Monetario
Internacional (FMI), ha mostrado su incapacidad para solucionar los problemas
económicos del país. Además, ha dado como resultado la
continua disminución del gasto social, aparejada al incremento del servicio
de la deuda externa.
El gasto social en la última década ha pasado del 4.4 por ciento
del PIB en 1991 a 3.8 en 2001. Mientras tanto, el servicio de la deuda externa
casi duplicó su participación en ese periodo al pasar de 5.2 por
ciento a 9.5. Esta disminución sostenida del gasto social es cómplice
del aumento de la pobreza y del deterioro en la distribución del ingreso.
En esta realidad, las remesas constituyen una válvula de escape a la
crisis económica.
Basándose en parámetros lógicos de movilidad social, puede
afirmarse que los emigrantes envían el dinero hacia sectores de condición
social similar. De esto se deduce que los destinatarios de las remesas son asimismo
sectores medios y bajos de la sociedad.
Ahora bien, la participación de las remesas en el PIB ha pasado de un
modesto 1 por ciento en 1991 a 8 por ciento en 2001, valor que corresponde al
doble del gasto social del Estado y que es recibido por los familiares de los
emigrantes de manera directa. Esos recursos dieron oxígeno a la economía,
en especial a las provincias meridionales de la Sierra, como Azuay, Cañar
y Loja, donde seis de cada 10 habitantes tienen familiares viviendo en el exterior.
A esa zona fueron unos 650 millones de dólares de los más de 1.364
millones ingresados en el 2000.
Así, puede afirmarse que el efecto interno de las remesas es por un lado,
"darle algo de cuerda y movilidad" al Estado, permitiéndole reducir el
gasto social y destinar más recursos al servicio de la deuda o a subsidiar
la incapacidad de la banca, según sea la prioridad del momento. Por otro
lado, las remesas incrementan los ingresos de los sectores desfavorecidos, propiciando
un aumento en los niveles de consumo. En 2000 y 2001, los envíos de los
emigrantes representaron respectivamente un 16 por ciento y 11 por ciento del
nivel de consumo de los hogares.
Puede verse entonces, que la reactivación económica de Ecuador
tiene más de un talón de Aquiles. En gran parte, la economía
ha sido sostenida por el flujo de remesas de los últimos años.
Sin embargo, la situación podría agravarse si los envíos
dejan de crecer o incluso declinan. Por lo tanto, ni la reactivación
es una certeza, ni las remesas una panacea.