|
22 de julio del 2002
Chile: Manchas rojas en los tribunales
Gladys Marín M.
El Mostrador
"Y el rojo, gota a gota, iba creciendo..."
Pablo Neruda, Canto General
El gobierno de la Concertación se jugó por entero ante
la Corte Suprema para que existiera sobreseimiento. La operación entre
bambalinas incluyó al Parlamento, con Zaldívar a la cabeza, quien
se ha jactado de haber jugado un rol protagónico en esta "negociación".
Que Pinochet se mantuviera en el actual Senado francamente me daría lo
mismo, porque un loco más en la llamada cámara alta es un loco
más.
Pero todos sabemos que se trata de cosas mucho más profundas: es la impunidad
y la vergüenza de que Pinochet haya asumido como senador. Su renuncia y
todo el show de opereta que se ha montado es algo tremendamente hipócrita,
una cobardía de marca mayor, una burla que nos imponen como si todos
los chilenos fuéramos unos idiotas.
Partamos de un dato inicial: todas, todas las fuerzas del sistema se han conjugado
para salvar a Pinochet, al mismo dictador acusado por el mundo entero de crímenes
de lesa humanidad y de terrorismo de Estado.
La moneda de cambio ha sido el sobreseimiento por la renuncia al Senado. Sin
embargo, el dictador sigue con fuero, con vigilancia y protección especial,
con la dieta parlamentaria, con la jubilación de ex comandante en jefe.
Se le mantiene y se le reconoce "el gesto", y todos los poderes del sistema
se alegran de que así sea.
El gobierno de la Concertación se jugó por entero ante la Corte
Suprema para que existiera sobreseimiento. La operación entre bambalinas
incluyó al Parlamento, con Zaldívar a la cabeza, quien se ha jactado
de haber jugado un rol protagónico en esta "negociación". La Iglesia
ha terminado por darle la bendición al montaje, al recibir la carta:
uno se pregunta cómo esa carta no quemó las manos del cardenal
que se ha prestado para ser el emisario.
Aquí, al igual que el año 1973, el Poder Judicial ha sido cómplice,
se ha jugado por ocultar los crímenes. La Corte Suprema, en un acto de
provocación y obsecuencia ante el militarismo, la derecha y el gobierno,
sobreseyó a Pinochet para establecer la impunidad. El actual comandante
en jefe del Ejército jugó un rol político activísimo
en todo esto, al igual que el gobierno de Lagos, no solo ahora, sino como parte
de un plan mayor para "cerrar la transición". Esto mientras la ministra
de defensa dice en Europa que en Chile las Fuerzas Armadas están subordinadas
al poder civil, y vivimos una situación totalmente normal.
Es la "normalidad" del silencio cómplice, de la mentira de los lanzados
al mar, de las víctimas de la caravana de la muerte, que seguirán
clamando justicia; de los detenidos desaparecidos; de los miles de ejecutados;
de los miles de torturados y de la tortura que sigue encima de todos nosotros.
Es la "normalidad" de la denegación de justicia, que efectivamente involucra
al Estado y a todos sus poderes en un delito que deberá ser conocido
y sancionado por cortes internacionales y por el derecho que todavía
respetan las naciones civilizadas, en que lo menos formalmente no se han desentendido
de ese llamado "poder judicial", como lo hecho ahora, tan descaradamente, el
Estado chileno actual.
Es la continuación de la "mesa de diálogo", porque también
en ese momento se entregó una mentira, una descarada mentira. Pero todo
venía de antes, para salvarlo de las querellas judiciales que presentamos,
de las acusaciones judiciales en España, y en Londres, y de la demanda
creciente de un movimiento nacional por verdad y justicia que sacudió
las conciencias internacionales.
Todos los esfuerzos por traer a Pinochet desde Londres y luego salvarlo de ser
procesado ahora se muestran con mayor claridad, así como los protagonistas
y gestores de tamaña impunidad y burla.
Pinochet ratifica ahora con carta el carácter de lo que ha sido siempre:
un traidor y un cobarde, porque nunca ha sido capaz de enfrentar los juicios,
nunca ha sido capaz de enfrentar un tribunal, nunca ha sido capaz siquiera de
defender lo que él dice es su inocencia.
Como parte de su burla, avalada por todos los poderes del sistema, él
dice que los crímenes los cometió "por amor" y " por inspiración
divina". "Contienda civil absolutamente ajena al Ejército me impulsó
a actuar en septiembre", afirma. Mentira, lo impulsó el dinero de Washington,
la acción norteamericana y la traición a Salvador Allende, la
ambición sin límites que lo ha llevado a ser un sujeto sin principios,
sin ética, sin dios ni ley.
Las manchas de pintura roja en el palacio de los tribunales, donde tiene su
sede la Corte Suprema y que fueron lanzadas por indignados manifestantes, crecerán
en todo el territorio como expresión de legítima protesta. Son
el símbolo que denuncia a quienes pretenden imponer una burla, que no
aceptaremos.
Las manchas rojas en la sede de la "justicia" chilena son la señal de
que aquí no habrá ni perdón ni olvido, porque eso sería
hipotecar la dignidad de Chile, la de millones que lucharon por un país
mejor y la de millones que vendrán en el futuro.
politicaconosur