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VENEZUELA, LA REVOLUCIÓN, EL GOLPE, EL PORVENIR.
Por Cuauhtémoc Amezcua Dromundo.
1. Contexto histórico regional.
Todos los países de América Latina y el Caribe, sin excepción, fueron objeto de un régimen colonial que se prolongó por tres siglos, en la mayoría de los casos. En algunos cien años más, como en Cuba. Toda la región fue objeto del mismo trato. Las potencias europeas durante todo ese tiempo saquearon nuestras riquezas naturales y el fruto del trabajo de sus habitantes. España, desde lo que hoy es México hasta el Cono Sur. Portugal también, sobre el enorme territorio de lo que hoy es Brasil. Y Francia, Inglaterra y Holanda en la zona caribeña.
La consecuencia económica inmediata fue que con eso impidieron y, peor todavía, hicieron que se diera en sentido inverso el proceso de acumulación previa, que es necesario para el desarrollo industrial. Pero hubo otras consecuencias graves, en lo económico, en lo político y en lo social. Con el saqueo, también hundieron a nuestros pueblos en la pobreza. Además, impusieron estructuras sociales muy injustas, con enormes diferencias entre unos y otros sectores de la población. En la cúspide, un puñado de europeos con todos los lujos, hasta el exceso, antecesores de las oligarquías criollas. En el fondo, con un abismo de por medio, las masas empobrecidas de la ciudad y del campo. La élite, pequeña por su número, sobre explotó a las mayorías. Y también las humilló. En fin, el régimen colonial impidió a nuestros pueblos diseñar sus sociedades y construir su destino según sus anhelos. Los privó del ejercicio del derecho a la autodeterminación.
Por eso nuestros pueblos se alzaron en heroicas luchas por su liberación. Necesitaban la independencia, no como una cuestión sólo formal. La exigían porque aspiraban a ser los dueños de sus territorios y sus recursos; y de su fuerza de trabajo. Ya no querían ser saqueados. Requerían destrabar sus fuerzas productivas. Requerían establecer nuevas relaciones en el seno de la sociedad. Aspiraban a establecer reglas justas, que dieran base a sociedades prósperas. Para eso les era necesario el pleno ejercicio de su autodeterminación. Todos estos anhelos quedaron plasmados para la historia en documentos valiosos de las luchas por la independencia en toda la región, y en las proclamas de nuestros próceres más lúcidos. Como José María Morelos y José Martí, por citar dos a título de ejemplo.
No bien nuestros pueblos iban saliendo de aquella dependencia colonial que les fue funesta, tras heroicas luchas, cayeron en otra, de tipo neocolonial. Esta que todavía hoy se mantiene sin solución. La que nos impuso, sobre todo, Estados Unidos, potencia que acabó venciendo en la disputa por el dominio imperialista de la región a Inglaterra y otras, que se lo habían disputado. Desde entonces, Washington ha visto a nuestra región como si fuera su propiedad privada. Como su patio trasero, según le han llamado los yanquis, desdeñosos. Un espacio que pertenece a los dueños de la casa y que está fuera, pero contiguo a ella. Un espacio que no es para habitar ni para disfrutar. Que sirve para fines prácticos que van desde cultivar hortalizas hasta tirar los desperdicios. Así ven a América Latina y el Caribe. En eso la han querido convertir.
La dependencia neocolonial en el fondo no es diferente de la anterior. Tan sólo se vale de otros medios. Los capitales cuentan ahora tanto como antes los ejércitos de ocupación. Los gerentes, tanto como antes los virreyes. Con nuevos mecanismos dio curso al saqueo de nuestras riquezas naturales, tan brutal como en otros tiempos, o más. E impidió el desarrollo de nuestras economías. También mantuvo un esquema de distribución del producto social muy injusto. Y siguió impidiendo la autodeterminación y, con ello, evitando los cambios políticos y sociales a los que nuestros pueblos aspiraban.
2. Nuestra América en lucha por su segunda y definitiva independencia.
Por eso y desde entonces nuestros pueblos sufren de todas esas carencias. Falta de libertad, democracia, bienestar, justicia y desarrollo. Son problemas todos que vienen de siglos atrás. Son problemas en cuya raíz está la dependencia. La imposibilidad de que nuestros pueblos tomen su destino en sus manos. En tanto no se resuelva la dependencia, los demás problemas no tienen solución. Es la punta de la madeja.
Esta es, en pocas palabras, la historia común de todos los pueblos de Nuestra América[i]. De Venezuela, de México, de Argentina. De todos. Es nuestro ayer que cimienta nuestro hoy. Sobre él tenemos que construir nuestro porvenir. Tenemos por eso una tarea común de urgente realización: la conquista de nuestra segunda y definitiva independencia. Es decir, el logro de la autodeterminación de nuestros pueblos. El acceso al derecho de decidir, nuestros pueblos, por sí mismos, sin imposiciones del exterior. El derecho a diseñar sus sociedades, a formular sus normas de convivencia, a desarrollar sus fuerzas productivas, a disponer de sus recursos para su propio beneficio.
Nuestra segunda y definitiva independencia. En esa batalla estuvimos inmersos a todo lo largo del siglo XX. Y seguimos en ella en lo que va del siglo XXI, que se inicia. Esta es la tarea común de los pueblos de Nuestra América y de sus fuerzas avanzadas todas en nuestra etapa histórica.
La Revolución Mexicana de 1910 fue la primera de las grandes gestas de nuestros pueblos en ese camino y con ese fin. Fue un estallido violento. Una lucha armada en la que participaron las masas populares, que desplazó grandes contingentes por todo el territorio nacional. Fue también, en momentos, una lucha guerrillera hábil, certera. Produjo importantes jefes militares de origen campesino y popular. Fue una lucha en la que las ideas tuvieron un papel vigoroso. No hay revolución verdadera en la que la batalla de las ideas esté ausente, o en la que no desempeñe una función central. Tuvo una larga etapa constructiva en la que fue desarrollando las nuevas instituciones, transformando la sociedad con altibajos, con tropiezos, con avances y retrocesos. Con traiciones. Sus grandes enemigos lo fueron siempre el imperialismo yanqui y sus servidores de dentro del país. Hoy está postrada, su obra destruida, en gran parte, luego de dos décadas de políticas neoliberales. Sin embargo, sus banderas son vigentes. La plena independencia económica y política de México con respecto del imperialismo. El desarrollo de nuestras fuerzas productivas. La elevación del nivel de vida del pueblo. La justa distribución del producto social. La instauración de un régimen democrático. En todos esos aspectos hubo avances, algunos notables. Sus frutos fueron valiosos y sus experiencias, muy ricas.
Luego, a lo largo de todo el siglo XX hubo otras luchas de gran significación en distintos países nuestros, animadas por el mismo propósito de romper la dependencia para siempre, que es el propósito histórico de nuestro tiempo. Las ha habido por todas partes. En América Central, en el Caribe. En la región andina. En el Cono Sur. Cada una de estas luchas ha tenido sus rasgos propios. Las ha habido pacíficas, como en Chile, con Salvador Allende y la Unidad Popular. Las ha habido guerrilleras, varias de ellas. También insurrecciones de militares con conciencia social y popular. De entre estas luchas revolucionarias, unas han ido más allá que otras. Algunas tomaron el gobierno e iniciaron el proceso de cambio de las instituciones para después caer frente al enemigo contrarrevolucionario. Otras no han logrado ese propósito aun. En fin. Todas han hecho aportes a la experiencia común de nuestros pueblos.
Una sola de las revoluciones de Nuestra América, hasta hoy, ha llegado al objetivo de la independencia plena, al ejercicio cabal de la autodeterminación y la soberanía por su pueblo: la Revolución Cubana. Por eso es justa la denominación que se le dio de primer territorio libre de América. Por eso mismo concita el odio del imperialismo. Por eso la mantiene bloqueada por más de cuatro décadas ya, de manera criminal. Por eso urde patrañas en su contra y la arremete de todas las formas posibles día con día. Porque para el imperialismo es inconcebible tamaña osadía. Y por eso mismo merece la defensa sin tregua por parte de todos nuestros pueblos. Sin escatimar esfuerzos. Porque no nos es ajena. Porque nos es común y muy valiosa. Porque es nuestra lucha. Porque es la trinchera más avanzada de todos nosotros. Por eso sigue teniendo razón Lombardo Toledano: "defender a Cuba es defender a México y América Latina".
3. La Revolución Bolivariana en Venezuela. Su importancia. Sus singularidades.
La Revolución Bolivariana en Venezuela es una de estas luchas que hermanan a nuestros pueblos. Forma parte del mismo torrente que recorre toda la región. Su objetivo central es el mismo: romper la dependencia. Lograr para su pueblo el derecho de regir su vida social y edificar su porvenir sin injerencia del exterior. Construir una sociedad justa.
De entre estas luchas liberadoras, la Revolución Bolivariana destaca por razones diversas. Sobre todo por su momento histórico. Surge en una fase en la que el imperialismo se ostentaba como si fuera el vencedor definitivo sobre nuestros pueblos. Como si ya hubiera sepultado nuestros anhelos de libertad y nuestras esperanzas de construir una vida mejor. Como si no quedara más que resignarnos al saqueo aun más desmesurado; a la total apertura de nuestros mercados; a la entrega de todas nuestras riquezas a sus capitales. A todo eso que han diseñado las agencias creadas para consolidar el yugo, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. A todo eso que han impuesto contra la voluntad de nuestros pueblos. Surge en plena fase de la globalización neoliberal. Cuando ya no está la Unión Soviética y no existe, por tanto, ninguna fuerza que frene los excesos de los yanquis y equilibre al mundo. Y al surgir en este momento histórico concreto, y avanzar con éxito, como lo ha hecho, estimula la esperanza de liberación de todos nuestros pueblos y los alienta a impulsar su lucha con el mayor empeño. Porque demuestra que sí hay porvenir. Que aun en esta etapa es posible que surjan y avancen las luchas de nuestros pueblos, con grandes expectativas.
Otra singularidad. La Revolución Bolivariana de Venezuela se da en un país en el que no había dictadura militar desde hacía cuatro décadas, a diferencia de la mayoría de los de la región. En un país en el que durante los últimos cuarenta años los intereses del imperialismo y de la oligarquía criolla se habían impuesto y consolidado sin necesidad de las bayonetas, ya. Ahora, el medio eran las urnas. Venezuela fue un país pionero en el ejercicio de un nuevo mecanismo ideado por los poderosos para mantener y consolidar su dominio neocolonial: la democracia representativa neoliberal. En esta "democracia" cuentan la alternancia y la alta competitividad entre los partidos. Cuentan los procedimientos, pero no cuenta el pueblo. Es una falsa democracia en la que la participación de éste se reduce a ir a votar un solo día cada equis años. Y en ese proceso todo se controla. Nada es libre. El imperialismo y la burguesía local, que le sirve, no quieren correr ningún riesgo. Porque, ¿qué tal si de repente el pueblo elige un gobierno independiente, patriótico, que deje de estar al servicio de ellos, los poderosos? ¿Qué tal si se repite la decisión popular de Chile, con Salvador Allende? Por eso, para evitarlo, toman mediadas de control. En primer lugar, las establecen en el sistema electoral y en el régimen de partidos. Reglas rígidas, dados cargados. En segundo lugar, utilizan la mercadotecnia, la ingeniería de mercado y la sicología de masas. Con esos medios inducen el sentido del voto en sectores numerosos de la población y aseguran los resultados, quién gana y quién pierde. La televisión y la radio, en menos magnitud la prensa, juegan un papel inductor y mediatizador. En tercer lugar, promueven la uniformidad de los "partidos", mecanismo que asegura que todos, llegado el caso, hagan lo mismo, sirvan a los mismos intereses, los del imperialismo. Todos los que participan en los procesos electorales con posibilidades de hacer mayoría. Esto incluye la oportuna domesticación de los que pasaron de la izquierda a la tercera vía. Esos partidos que con frecuencia se llenan la boca hablando de "democracia", pero que ya hace tiempo no hablan de dependencia. Tampoco de imperialismo. Ya no les interesan esas cosas. Ahora sueñan que los imperialistas los dejen llegar, y a cambio les ofrecen su lealtad.
Esa es la "democracia" representativa neoliberal. Una versión decadente de la democracia representativa liberal, la de la etapa ascendente de la burguesía. Una versión perversa. Ese nuevo diseño para el control y la mediatización de los pueblos, que el imperialismo ensayó en algunos países, Venezuela entre ellos, y luego lo extendió a toda la región. Y lo acompañó de una intensa propaganda para confundir, para hacer creer a los pueblos que ese engendro es la democracia. Que es un gran avance. Algo así como la panacea para resolver todos los males: la pobreza, la injusticia, la incertidumbre. Que todos o casi todos estamos transitando a ella. Que al votar se excluye a los malos gobernantes y se les cambia por otros, que lo harán bien para no ser excluidos. Esa falsa democracia ya la conocemos también en México. Pero tiene poco tiempo y todavía engaña a algunos sectores. Todavía hay quienes no advierten el engaño. En este aspecto estamos cuarenta años atrás del pueblo venezolano.
En Venezuela, con esos usos de apariencia democrática, el imperialismo y sus lacayos sostenían un régimen neocolonial y lo agravaron con la implantación de las políticas neoliberales. Un régimen de saqueo despiadado del petróleo y los demás recursos naturales. De atrofia de las fuerzas productivas del país. De miseria creciente, que llegó a afectar a ocho de cada diez venezolanos. De delincuencia e inseguridad. De corrupción sin medida en la capa gobernante. No los de un partido. Los de todos. Sin excepción. Porque los uniformaron antes de aceptarlos dentro del régimen de partidos que se diseñó para tal fin. Porque varios fueron domesticados antes de ser aceptados. Y los que no pudieron domesticar, fueron relegados, en el sistema electoral diseñado, a ocupar espacios reducidos, apenas simbólicos. Proceso igual, en el fondo, que el que se da en los demás países de la región, por cierto. México también.
Todo eso llevó a un estallido insurreccional popular por el hambre y la miseria. Igual que ha sucedido después en Argentina y en otras partes. Allá, en Caracas, fue en febrero de 1989. El gobierno de Carlos Andrés Pérez ordenó la represión brutal de los hambrientos. Y contra ella se expresó la insurgencia militar de Hugo Chávez Frías, contra ese gobierno espurio y contra esas medidas anti populares. Por ese acto, luego el imperialismo y la oligarquía le han llamado "militar golpista". Pero en nada se parece a los golpistas de Chile y de Argentina. Ni de los demás países de América Latina, que derrocaron gobiernos como el de Salvador Allende, u otros que tenían como rasgo común el de enfrentar al imperialismo. Esos sí eran golpistas. Militares de casta, ligados con Estados Unidos y las oligarquías. Los que luego instauraron dictaduras al servicio de Washington. Los que aplastaron a sus pueblos y los bañaron en sangre. Nada en común tiene Chávez con ellos. Sí, en cambio, tiene afinidad con otro tipo de militares, de signo contrario. Con los militares jóvenes, vinculados a los anhelos de sus pueblos. Como Caamaño, como Torrijos, como Velasco Alvarado y muchos otros de la región, que se pusieron al servicio de la soberanía de Nuestra América. Igual que lo habían hecho nuestros próceres siglos atrás, muchos de ellos también militares.
Con esos antecedentes, la Revolución Bolivariana de Venezuela llegó al gobierno por medio de las urnas, en diciembre de 1998. Algo así no se veía desde el caso de Chile, en la década de los setentas. Allá, en otro momento histórico, había ganado la Izquierda Unida, con Salvador Allende a la cabeza. Ahora, en Venezuela, las masas del pueblo también logran imponer su voluntad en las urnas. A pesar de que a Hugo Chávez no lo postuló ninguno de los partidos "grandes", sino una amplia alianza de partidos "chicos", a la que dieron el nombre de Polo Patriótico. A pesar del sistema electoral y del régimen de partidos, ambos diseñados para asegurar la alternancia entre neoliberales. A pesar de la existencia de una feroz campaña de medios para inducir el voto en sentido contrario. A pesar de que llegaron a la amenaza de que no vendrían las inversiones y de que habría fuga de capitales. Y a pesar de que los partidos todos del establishment acabaron por unirse con un solo candidato y maniobraron juntos contra Chávez. El triunfo electoral de Hugo Chávez fue por amplia mayoría, 58% de los votos, y con las reglas del enemigo. A pesar de los dados cargados. Por primera vez, en varias décadas, un pueblo de nuestra región fue capaz de vencer todos los trucos que han inventado los poderosos para manipular su voluntad por medio de una sofisticada mercadotecnia, de la ingeniería de mercado y de la sicología de masas. Y todas sus otras mañas. Después de Allende en Chile, hasta antes de Chávez en Venezuela, el imperialismo y la oligarquía habían derrotado uno a uno todos los intentos electorales que no fueran de su agrado. Aun los más tibios, los más moderados.
No fue la única vez en que el pueblo fue a un proceso electivo. Para impulsar su revolución lo hizo una y otra vez. En abril de 1999 aprobó que se convocara al Constituyente, según lo había propuesto Chávez en su campaña. Era imposible fincar un gobierno que sirva a un pueblo soberano sobre normas hechas para garantizar lo contrario, que el régimen sirviera a las fuerzas del exterior y a sus lacayos internos. Hacía falta ahora el nuevo instrumento jurídico. El pueblo ganó el referéndum. Ganó también la integración del Constituyente, y de modo abrumador. Sólo siete bancas obtuvo la derecha, de un total de 130. Luego, a fines de año, ratificó la Carta en otro referéndum. Y en mayo de 2000, en las llamadas mega elecciones, eligió a sus nuevas autoridades de todos los niveles, según el nuevo marco legal. Otra vez eligió a Chávez. No hay otro caso de apoyo democrático electoral ratificado por el pueblo tantas veces, como éste. En contraste, el lenguaje del enemigo fue más mendaz. Chávez, dice la propaganda, es un autócrata que encabeza un gobierno autoritario. Un enemigo de la democracia.
4. Esencia, relevancia y actualidad de los ideales de la Revolución Bolivariana.
La Revolución de Venezuela, cuyo principal dirigente es Hugo Chávez, se proclama seguidora de los ideales de Simón Bolívar. De sus ideas, cuyos ejes son dos: la unidad y la independencia de América Latina. Otros dos próceres de la historia completan el paradigma bolivariano. Simón Rodríguez, maestro de Bolívar, ideólogo de la revolución de independencia, y Ezequiel Zamora, genio militar, político y hombre de ideas avanzadas. Los ideales de Bolívar implicaban romper las ataduras con respecto de la metrópoli española. Pero no sólo eso. Implicaban también evitar la caída de nuestras naciones en las manos ávidas de Washington. Ese peligro lo advirtió con clarividencia. Sus ideales implicaban la unidad de todos los pueblos de la región en pie de igualdad, sin hegemonías. La anfictionía o unidad verdadera, entre iguales. Por eso puso su esperanza en el Congreso Anfictiónico, al que convocó en 1826, en Panamá. Porque el Libertador veía que sólo la unidad generaría la fuerza para lograr la libertad. Y que la independencia sin la unidad, a fin de cuentas, no sería posible. Como no lo fue, en efecto. Las ideas de Bolívar tenían además un contenido social profundo[ii]. Por todo eso tienen hoy vigencia plena. Como las de Morelos. Como las de Juárez. Como las de Villa y Zapata. Como las de Martí. Como las de los otros próceres de la Patria Grande, tantos de ellos cuyo pensamiento se adelantó en muchos aspectos a la etapa en que les tocó vivir y combatir.
La vigencia que tiene el pensamiento bolivariano en nuestros días, también la advierten los enemigos de nuestros pueblos, y les preocupa. Se han apresurado, por eso, a condenarlo. Lo ven como amenaza para su proyecto neocolonial. En un estudio de peso entre los núcleos yanquis de poder, sobre todo en el seno del Partido Republicano, como lo son los llamados documentos de Santa Fe[iii], se dice que las ideas del bolivarismo constituyen hoy el mayor peligro.
La ideología de la Revolución Bolivariana de Venezuela no es el socialismo. Pero no es enemiga del socialismo. No es el pensamiento marxista leninista, pero no está en su contra, lo respeta. Está por la libertad. Está por la independencia y la soberanía. Está por la igualdad y la justicia. Está contra el neoliberalismo. Está por la democracia verdadera, de fondo -democracia participativa, según la define la Constitución- en la que el pueblo no se limite en sus derechos sólo al día de la votación. En la que el pueblo sea quien manda y sus intereses los que determinen las políticas y las acciones de los gobiernos. No la falsa democracia con la que hoy nos engañan para que dejemos de luchar. En todo esto coinciden el pensamiento bolivariano y el marxista. Su mayor coincidencia radica en la convicción de que la tarea esencial de nuestros pueblos hoy es la lucha por la segunda y definitiva independencia de Nuestra América. Esta es una tarea común, de frente amplio. Podemos convergir en ella muchas fuerzas, clases sociales diversas, militantes de distintas corrientes filosóficas. Y debemos ir juntos, en amplia alianza. Igual que ocurrió en la lucha por la primera independencia. Esa es una lección vigente de la Historia.
5. Las causas del conflicto. Los orígenes de la conspiración.
El imperialismo y la oligarquía conspiran contra la Revolución Bolivariana de Venezuela. Así ha sido desde un principio. La intromisión de la embajada de Estados Unidos se dio desde la primera campaña electoral de Hugo Chávez. Aportó asesorías para armar una campaña de inducción al voto. El mensaje fue que la peor opción sería la de Chávez. Se trataba de un "militar golpista". De llegar al gobierno, dejarían de fluir las inversiones externas y hasta se daría la huída en masa de los capitales. Habría desempleo y miseria. La oligarquía dio gran difusión a esa campaña. Unos y otros, imperialistas y oligarcas, fracasaron, no desistieron, sin embargo. Siguen conspirando. Cada vez más. Ya lo proclamó el Documento de Santa Fe IV, el bolivarismo es el mayor peligro. Y éste no es un simple estudio académico. Para los republicanos, estos textos son guías para la acción. Han orientado magnicidios, conspiraciones golpistas, guerras sucias, crímenes de todo tipo. La Historia da cuenta de todo esto.[iv]
Uno de los grandes temas que disgustan al imperialismo yanqui es el de la política petrolera del gobierno de Hugo Chávez. Estados Unidos es un consumidor desorbitado. En los años recientes, dado el virtual agotamiento de sus yacimientos propios, cada vez más depende de los suministros del exterior. Su economía gira en torno al petróleo, sobre todo en materia de producción y de transporte. El otro eje de la economía de Estados Unidos es la producción y la venta de armas. Pero este negocio también depende en gran medida del petróleo. La economía de ese país entra en bonanza cuando el precio internacional del petróleo baja, y sufre descalabros cuando ese precio sube. Por eso, entre sus objetivos prioritarios está el de apoderarse del petróleo del mundo. Le urge asegurarlo al menor precio. Tenerlo a su voluntad, en la cantidad que requiera. Sin condición alguna.
Por todo esto, al imperialismo yanqui le resulta intolerable que un gobierno, como el de Hugo Chávez, siga una política independiente en materia de petróleo. Que vea sobre todo por el bien de Venezuela y de su economía. Que cuide del correcto aprovechamiento de esa fuente de riqueza que es fundamental para su país. Que busque la estabilidad de precios en el mercado mundial, y no su abatimiento; y que haya tenido significativo éxito. Que se haya convertido en un factor de reactivación de la OPEP. Que en ese camino busque el acuerdo con todos los demás países productores, incluidos algunos que el gobierno belicoso de George W. Bush anotó en la lista del "eje del mal". Ya en febrero George Tenet, director de la CIA, declaró ante el Comité de Inteligencia del Senado: "estoy particularmente preocupado por Venezuela, nuestro tercer suministrador de petróleo". Washington quiere el petróleo de Venezuela privatizado. Ese es el hecho. Y el de México. Y el de todas partes. Lo quiere bajo su control total. Allí está un foco de agudo conflicto, porque la Revolución Bolivariana no se muestra dispuesta a ceder a pretensiones semejantes.
Otro foco de conflicto agudo está en el Área de Libre Comercio de las Américas, ALCA. Este es un proyecto estratégico vital para la potencia yanqui. Un mecanismo para hacer frente a la crisis de su economía y para fortalecer su posición en la lucha ínter imperialista frente a la Unión Europea y Japón, por el dominio del mundo. El ALCA es un aparato para establecer el control de Estados Unidos sobre el petróleo de la región, el gas y el uranio. También sobre el agua y sobre la biodiversidad, que han sido señaladas como los negocios que habrán de ser los más rentables del siglo XXI que se inicia. Con el ALCA busca asegurar el libre flujo de sus mercancías y, sobre todo, sus capitales, desde Alaska hasta la Tierra del Fuego. Busca someter aún más la economía de toda la región, subordinarla de un modo pleno. El ALCA implica acabar con todo vestigio de soberanía y de autodeterminación de nuestros pueblos. Llevar hasta sus últimas consecuencias el viejo plan del monroísmo de apropiarse de todo el continente, de sus riquezas naturales. Se trata de un proyecto anexionista, como bien le llamó Fidel Castro.[v] Además, busca cancelar los anhelos de Simón Bolívar y de José Martí, y de casi todos nuestros próceres. Pretende cerrar para siempre la posibilidad de una integración entre nosotros mismos, sin injerencias.
Por todo eso, el ALCA es la antítesis del ideario y de los objetivos de la Revolución Bolivariana. El reverso de la medalla. El choque es inevitable. Por ello, el presidente Hugo Chávez ha sido la voz discordante en medio de un coro de aduladores. El único de los participantes de la llamada Cumbre de las Américas celebrada en Québec que no se sumó a los elogios a este plan, sino que le puso objeciones. Por eso Chávez impulsa y promueve una integración latinoamericana distinta y contraria al ALCA. Una con soberanía e igualdad. Una que no implique subordinación y menos la anexión al poderoso. Una entre nosotros, para nuestro beneficio. En ese camino solicitó el ingreso de Venezuela al MERCOSUR. Este quizá no sea lo que nuestros pueblos requieren, pero es visto por Washington con malos ojos, como una especie de rival del ALCA.
Un tercer foco de conflicto muy agudo es el que gira en torno a Cuba. Para el imperialismo yanqui este país, su pueblo, es el enemigo principal. Su afán por destruir su Revolución pareciera enfermizo. Su empeño por poner de rodillas a ese pueblo, por acabar con su autodeterminación, lo lleva a toda clase de excesos. La gallardía de un país pequeñito, desde los puntos de vista de su extensión territorial y de su magnitud demográfica, que sin embargo no se subordina, que tiene la capacidad y la entereza de desafiar al mayor poder militar de la historia, allí a noventa millas, le es intolerable. Que se mantenga firme, aun en el mundo de hoy, unipolar, que no haya caído y que aun avance en su desarrollo, no le cabe en la cabeza. Que construya un régimen social distinto, según sus propios ideales y sus experiencias propias, sin copia alguna, le es intolerable. Constituye un ejemplo que, a juicio del imperialismo, no se debe dar. Otros lo querrán seguir. No se puede admitir que haya quienes no se postren sumisos. No se puede dejar que existan quienes toman su libertad, su destino en sus propias manos, como lo hace el pueblo de Cuba. Por eso ha lanzado una nueva, feroz ofensiva. Para aislar todavía más a Cuba. Para eso se ha valido de los gobiernos serviles, que hoy abundan. Hasta el de México, que en otra época, en manos de otras fuerzas, era el único que mantuvo la dignidad. Para la Revolución Bolivariana, al revés. Cuba tiene el derecho de darse el régimen que mejor convenga a los intereses de los cubanos. Cuba merece amistad y respeto. Ambos presidentes, Chávez y Fidel, son amigos. Ambos gobiernos mantienen excelentes relaciones de amistad e intercambio. Ambos pueblos son hermanos. Como lo somos todos los de nuestra región.
En el centro de todo el conflicto, como se puede apreciar, está el asunto de la soberanía. Este es un derecho que asiste a Venezuela y que Washington se obstina en negarle. Igual que a todos los demás. Sólo que a diferencia de otros, el gobierno de Hugo Chávez se propone ejercer ese derecho en todos los frentes. También en los temas del petróleo, el ALCA y Cuba. Por eso la conspiración. Por eso el golpe.
Pero el conflicto se agravaría aun más. El 20 de septiembre de 2002 fue el discurso de George W. Bush ante el Congreso de su país. Aquél en el que anunció que a partir de ese momento tomaba en sus manos el mando del mundo entero, y que desconocía, por tanto, la soberanía de todos los Estados del orbe. Nadie, en lo sucesivo, tendría derecho a decidir su conducta. Estados Unidos entraba en guerra, supuestamente contra el terrorismo, y exigía a todos los países subordinación total. Todos tendrían que contribuir de una u otra manera a esta "alianza mundial contra el terrorismo". Ay del que se atreviera a desafiar este gobierno de facto universal. Sería visto como enemigo. E inició los bombardeos contra Afganistán. El 29 de octubre, Chávez deploró los ataques aéreos sobre la población civil de ese país débil. Lamentó que se sacrificaran vidas inocentes. Que se atacara el terrorismo con el terrorismo. Con esto, otro Estado, además de Cuba, se atrevió a dar una opinión discordante a la de quien había proclamado que no las admitía; que nadie tenía el derecho de pensar ni de opinar de manera distinta. La reacción de Washington fue violenta. Amenazó con romper las relaciones y llamó a su embajadora Donna Hrinak "a consultas". En los hechos fue un ultimátum. La exigencia de alineación incondicional era para todos; y mucho más para los países de América Latina. Venezuela no sería una excepción.
6. Las 49 leyes y los prolegómenos del golpe.
Si para el imperialismo es intolerable que Chávez asuma una conducta soberana e independiente, para la oligarquía lo es que toque sus intereses. Sus integrantes se irritaron sobre todo cuando, el 13 de noviembre, el presidente puso en marcha un conjunto de reformas que tomaron cuerpo en 49 nuevas leyes. De ellas, sobre todo, la Ley de Tierras, la Ley de Pesca y la Ley de Hidrocarburos.
Por medio de la Ley de Tierras se pone en marcha la Reforma Agraria que está prevista en la Constitución Bolivariana y que es necesaria. El rezago histórico de Venezuela en este aspecto es enorme. Esta ley faculta al Estado para redistribuir las tierras cuyos propietarios no puedan respaldar que su posesión es legal; que no puedan mostrar que no fue obtenida por medio del despojo o por otros ilícitos. Afecta también a los latifundios mayores de cinco mil hectáreas y a las tierras que se mantienen improductivas. La Ley de Tierras es un instrumento de justicia social elemental. Sin él sería imposible abatir la miseria que afecta al ochenta por ciento de la población. Y sería imposible conquistar la soberanía alimentaria. Otras medidas más se habrán de requerir. Pero ya ésta, siendo aun superficial frente a lo que se necesita, irritó a los terratenientes, acostumbrados como estaban a la impunidad.
La Ley de Pesca amplía la zona de protección costera de 3 a 6 millas, donde no se permite la pesca de arrastre. Con ello favorece a los pequeños pescadores y protege el equilibrio ecológico.
La Ley de Hidrocarburos revierte veinte años de políticas de liberalización y apertura en el sector petrolero. Viene a ser por ello una especie de segunda nacionalización de la industria petrolera. O por lo menos la confirmación de la vigencia de la primera. Por eso ésta, de entre todo el paquete de las cuarenta y nueve leyes, sin duda es la que más disgustó al imperialismo yanqui. Sobre todo al grupo petrolero que llegó al gobierno con Bush, luego del escandaloso fraude electoral que tuvo su epicentro en Miami.
El paquete de 49 leyes puso en febril actividad a la oligarquía. Lanzó el llamado a una marcha de "un millón" de personas hacia Miraflores, para el 7 de diciembre. Sería para "sacar a Chávez de la presidencia por la buena o por la mala". Los partidos que por cuarenta años se alternaron el gobierno y acabaron como simples instrumentos del neoliberalismo, Acción Democrática y COPEI, se sumaron al llamado. Otros, que se incorporaron después al conjunto, como los grupos denominados Primero Justicia y Bandera Roja, con oportunismo. La televisión y la prensa arreciaron el llamado repetitivo a que todo mundo se sumara a esa marcha. Para entonces la conspiración actuaba con descaro. También la alta jerarquía de la Iglesia se sumó. Aun así, lejos quedaron de poder reunir el "millón" de asistentes que anunciaron. Su marcha fue grande, pero mucho menor de ese número. La superó la otra marcha, simultánea, la de apoyo a Chávez. El pueblo salió a la calle a defender el proceso con calor. Lo habían convocado los partidos que apoyan a Chávez: V República, Patria Para Todos, el Partido Comunista de Venezuela, entre otros. El intento golpista fracasó. Pero ya habían desatado la escalada.
El siguiente paso fue el llamado a un paro para el 10 de diciembre. El presidente de la Federación de las Cámaras Patronales, Fedecámaras, Pedro Carmona Estanga, anunció un paro total de actividades, en protesta por las 49 leyes. La cúpula sindical corrupta de la CTV apoyó el llamado. El objetivo seguía siendo el mismo; derrocar a Chávez y acabar con la Revolución Bolivariana. Querían crear un clima de tensión e inestabilidad como preámbulo del golpe. Querían repetir en su esencia el esquema que habían seguido en Chile, contra el gobierno de Allende. La televisión y la prensa arreciaron su papel de promotores de primera fila. Sobre todo el poderoso grupo Cisneros. El escándalo era su tarea. Exagerar o de plano fabricar los actos que dieran la impresión de que la mayoría repudiaba al gobierno y sus acciones. Simular que existía un estado de crisis de confianza. Ocultar las enormes muestras de apoyo al gobierno, silenciarlas. El paro también fracasó, a pesar del despliegue.
Entre tanto, la SIP, Sociedad Interamericana de Prensa, también se sumó. Dijo que el gobierno de Chávez hostigaba a los medios. Que no respetaba la "libertad de prensa". Las manifestaciones del pueblo, que exigían a la televisión y la prensa que informaran con objetividad, fueron su pretexto. La SIP ha sido partícipe en otros golpes y conspiraciones contra los pueblos de Nuestra América. Es el club que agrupa a los dueños de los medios, enriquecidos por el manejo ilegítimo de la información.
Durante todo ese mes siguió la batalla entre los golpistas y los defensores del proceso revolucionario. El día 8 hubo una concentración indígena en Caracas para defender a la Constitución Bolivariana, que incorporó por primera vez en la historia de la República los derechos de los aborígenes. El 10 fue oficialmente promulgada la Ley de Tierras en un acto en la ciudad de Santa Inés, en el interior del país. El mismo día hubo una toma de Caracas por los campesinos para apoyar la nueva Ley de Tierras y enfrentar los intentos de la burguesía y el imperialismo. El 17, en un gran acto político, Chávez juramentó a decenas de miles de "Círculos Bolivarianos" de todo el país[vi]. Los golpistas convocaron a nuevos paros generales de labores. Pero los tuvieron que posponer varias veces por el escaso eco. Y promovieron marchas paralelas a las que realizaba el pueblo. Se entró a una etapa en la que ambos bandos medían fuerzas casi a diario, unos para derrocar a Chávez, otros para defenderlo, en cuanto a capacidad de movilización popular. El mismo cuadro siguió en enero.
En febrero, el State Department dio la señal que esperaban los golpistas. Colin Powell, el secretario de Estado, declaró que su gobierno estaba a disgusto con las políticas de Chávez. Otro funcionario fue más explícito. Según una nota del Washington Post, dijo que "si Chávez no arregla las cosas pronto, no terminará su mandato". Había que arreciar la ofensiva. El momento había llegado.
Fue por esos mismos días que Washington logró imponer una caída del precio en el mercado petrolero mundial, que afectó la economía de Venezuela. Con ello se desató la fuga de capitales que llegó a 23,000 millones de dólares. El dólar fue puesto en flotación, para contrarrestarla. Al mismo tiempo se puso en marcha otro capítulo del show: la fase de los "desafíos" de los militares. Un coronel hoy, un capitán mañana, luego un contralmirante, uno tras otro iba apareciendo frente a las cámaras de la televisión, pidiendo la renuncia a Chávez. Con ese fondo, los medios lanzaron la nota sobre la inminencia de un golpe de Estado, a causa del disgusto popular. El despliegue al respecto fue interno e internacional. Se trataba de crear el ambiente que hiciera creíble lo que vendría después. El golpe verdadero. Para prepararlo les era útil generar un clima de incertidumbre. Así lo habían diseñado el imperialismo y la burguesía criolla. Por la otra parte, hacia fines de febrero hubo grandes movilizaciones populares de apoyo a Chávez. En marzo siguió la lucha. Los golpistas por un lado, el pueblo, sus fuerzas avanzadas por otro, desplegando su esfuerzo. Según la campaña de medios, la caída de Chávez estaba ya a la vuelta de la esquina.
7. El golpe y sus autores.
Los contactos de la oligarquía fueron con los núcleos de la mafia de Miami, con los cuerpos del espionaje yanqui y con gente del State Department. Con todos ellos conspiraron. Varios testimonios vinculan en particular a John Maisto con la planeación del golpe y señalan como autor del plan al tenebroso Otto Reich. Fuentes de Washington reconocen esa autoría, con cinismo. Ambos fueron embajadores en Caracas y tienen trato familiar con todos los otros implicados. El primero es ahora el encargado para América Latina del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca. El segundo es subsecretario de Asuntos Americanos del gobierno de Bush. Reich ha estado ligado desde tiempo atrás con la CIA y con la mafia de Miami. Además, fue un elemento activo en el apoyo con armas a cambio de drogas que dio la CIA a la Contra de Nicaragua. Aquél famoso escándalo Irán-Contras.
Otro gobierno además del yanqui se mezcló en el asunto. El de Aznar. El embajador de Madrid, Manuel Viturro de la Torre, anduvo en las reuniones previas y posteriores con los actores del golpe, junto con el de Washington, Charles S. Schapiro. Este último había sido designado apenas semanas antes. Cuenta con larga experiencia en tareas como esa. Ya antes, durante el golpe contra Allende, fue agregado militar en Chile. También se desempeñó como agregado militar en El Salvador y en Nicaragua durante la guerra sucia. El teniente coronel James Rodger y el coronel Ronald McCammon, fueron los asesores del golpe, asignados por Washington[vii]. Estuvieron acuartelados en el quinto piso del Fuerte Tiuna. Desde allí coordinaron con los militares y con los otros conjurados.
Pedro Carmona Estanga, de la cúpula de Fedecámaras, y la dirección corrupta e ilegal de la CTV jugaron su papel. Anunciaron un paro general de actividades de 24 horas para el 6 de abril. Ahora el pretexto era apoyar a los gerentes de Petróleos de Venezuela, PDVSA, que habían sido destituidos. Estos gerentes habían tratado de suspender de manera ilegal el funcionamiento de ésa que es la principal empresa económica del país, por eso los habían despedido. Ahora los escuálidos[viii] exigían se reinstalara a los gerentes. Y que se fuera Chávez. No lograron que el paro fuera total. Sin embargo, lo prorrogaron por 48 horas y luego, el 10 de abril, lo declararon indefinido. Y convocaron a otra marcha contra Chávez que, ya efectuándose, desviaron hacia Miraflores, sede del gobierno, para tumbar a Chávez. Al mismo tiempo convocaron a los militares a dar el golpe. Los medios se descararon aún más. La televisión llamaba a la insurrección de modo abierto. Todo lo manipulaba. Presentaba a los enemigos de Chávez como si fueran la mayoría del pueblo exigiendo su renuncia. Ocultaba el enorme apoyo popular al gobierno y a la Revolución Bolivariana. Más todavía: anunciaba ya, desde temprana hora, hechos violentos que no se habían dado. Incluso, que ya Chávez habría sido detenido. Ese mismo día, a las 6:45 de la tarde, el presidente Chávez usó su facultad de convocar a los medios televisivos en cadena nacional. Denunció la farsa. Reveló cómo esos mismos medios instaban a la violencia y al avance de la marcha opositora hacia Miraflores. Desmintió que hubiera sido detenido y llamó a la población a la calma. Las cadenas de televisión, salvo el canal estatal, sabotearon el mensaje. Para ese fin dividieron la pantalla. En una mitad aparecía el mandatario, a menudo sólo en imagen, le quitaban la voz. En la otra, escenas de las manifestaciones. Los comentaristas se encargaban de explicar a su modo los hechos, al gusto de los golpistas. Y luego de plano dejaron de transmitir la alocución del mandatario y dieron cobertura total a los caceroleros. El gobierno, en uso de sus facultades, ordenó tomar el control de las antenas y restaurar el mensaje del presidente. Eso ocurrió por unos minutos. Luego fue al revés. Los golpistas sacaron del aire en definitiva el mensaje presidencial.
Entre los marchistas, azuzados a asaltar el Palacio, iban efectivos de la Policía Metropolitana, incrustados, vestidos de civil. Este cuerpo depende de la Alcaldía Mayor de Caracas, a cargo de Alfredo Peña, enemigo de Chávez. Grupos nutridos del pueblo se habían reunido en torno a Miraflores a defender al gobierno legítimo, como otras veces. Hubo disparos. "Son contra la marcha de protesta", dijo la televisión. "El gobierno reprime al pueblo", añadió. "Se derramó sangre inocente y ya no podemos seguir a Chávez en estas circunstancias", arguyeron los militares golpistas. "Exigimos que renuncie". Ese fue el pretexto. Ellos sabían la verdad, que luego se generalizó. Los muertos y heridos fueron sobre todo chavistas. Contra ellos fueron los disparos en número mayor, aunque también los hubo en defensa propia. Dispararon los francotiradores que estaban dispuestos para ese fin, gente de Alfredo Peña. Tenían entre sus órdenes incluso la de matar a Chávez y al vicepresidente, Diosdado Cabello. El magnicidio era parte del plan criminal. La televisión seguía su papel. "Chávez renunció". "Huyó del país". "Hay vacío de poder". Así lo difundía al país y al mundo. Los noticieros de la televisión mexicana, alimentados por corresponsales de Venevisión, se hicieron eco de la mentira. La dieron por cierta. Aunque nada de eso era verdad.
Militares traidores estuvieron coludidos en el plan. Desobedecieron a Chávez. Ignoraron sus instrucciones. Traicionaron al Presidente de la República, al Estado, a la Constitución, al pueblo. Le exigieron que renunciara. No lo hizo. Lo amenazaron con la mayor violencia, con bombardear Miraflores, con anegar en sangre a Venezuela. Secuestraron al presidente. Lo llevaron al Fuerte Tiuna. Efraín Vásquez, general cercano a los intereses de Estados Unidos, entrenado en ese país, usurpó el puesto. Apareció en la televisión como Comandante en Jefe del Ejército. Nunca lo fue. Dijo su texto, lo que le habían preparado quienes urdieron el plan. Que no era un golpe de Estado. Que era un acto de solidaridad con el pueblo de Venezuela. ¡Qué cínico!
Para Washington ese punto del plan era vital. Aparentar que no hubo golpe de Estado. De otra manera caería en su propia trampa, habida cuenta que poco antes había impuesto a la OEA la llamada Carta Democrática. De hecho, fue una exigencia planteada en Québec en relación con el ALCA. Parte del mecanismo para aislar a Cuba y excluir a cualquier otro gobierno revolucionario, en el futuro. Sólo los gobiernos surgidos de las urnas tienen cabida, se dijo. Pero ahora, ¿cómo ajustar ambas maniobras, la del ALCA y la del golpe contra Chávez? Fingir que el golpe no lo fue. Que hubo una muerte trágica de Chávez. O en su caso, una renuncia del mandatario, como resultado del repudio popular. Que se generó un vacío de poder. Que frente a esa emergencia se designó un gobierno provisional. Ese era el guión. Por eso quisieron matar a Chávez, era lo que más les convenía. Y al vicepresidente. De otro modo no se daría el caso del vacío de poder.
Pedro Carmona fue designado. Efraín Vásquez y los otros militares irían en puestos clave, pero no al frente. Había que cuidar las apariencias. El gobierno sería de transición. Llamaría a elecciones en un año. Restituiría la democracia. Así lo declaró. Sin embargo, el gobierno de facto mostró su rostro fascista, desde luego. En las horas siguientes emprendió la persecución de los chavistas. Eliminar al vicepresidente, entre otros, seguía siendo prioritario. Y a numerosos diputados. Había que asesinar al mayor número de cuadros políticos. De otro modo el golpe podría fracasar. Las casas de los ministros fueron allanadas. La violencia golpista también se expresó contra Cuba. Su embajada fue asediada. En vano. Atemorizar al personal, no lo lograron. Está fogueado en la lucha contra el coloso imperialista.
Pero Pedro Carmona se engolosinó y se apartó del plan. En contra de lo diseñado, disolvió el Congreso. Con eso evitaba ceder las posiciones prometidas a otros grupos conjurados, que ayudarían a hacer mayoría en la Asamblea, sobre todo luego del secuestro de numerosos diputados leales, o incluso su asesinato, según los planes. Otto Reich lo regañó, encolerizado. Lo llamó directo, por teléfono, desde Washington. Es un acto "estúpido", le arrojó en el rostro al "presidente" lacayo. Carmona también había disuelto los poderes Judicial y Electoral. Con esas medidas dejó en una situación incómoda a Washington. ¿Cómo fingir que no hubo golpe de Estado en estas condiciones? ¿Qué hacer con el asunto de la Carta Democrática? No obstante, el gobierno de Bush expresó su júbilo por el golpe. Y el de Aznar también. Entre los jefes de gobierno atrapados por sus tratos con Washington también quedó Fox, quien justificó lo sucedido por la "errática política económica" de Chávez. Posición distinta, digna, fue la de los embajadores de México en Caracas y en la OEA. Ambos condenaron el golpe. No son gente de Fox. Ni de Castañeda. El Grupo de Río expresó una tímida condena. Nadie se acordó de la famosa Carta Democrática.
8. La movilización del pueblo restituye a Chávez en el gobierno. La Revolución Bolivariana sigue adelante.
La movilización del pueblo hizo fracasar a los golpistas. Enfrentando todos los riesgos, acudieron al Fuerte Tiuna a exigir el respeto a la vida del presidente Chávez, su liberación y su restitución en el puesto para el cual fue electo. Y fueron al Palacio de Miraflores, a echar a los golpistas. Y se manifestaron también en las calles, en las plazas, en todas partes. Estas no eran las marchas de caceroleros de la burguesía, defendiendo privilegios e impunidades. No eran las minorías iracundas por los cambios sociales que les afectaban. No iban enfundadas en finas ropas. No olían a perfumes costosos. Ahora era la masa popular. Los desheredados que venían de los barrios olvidados, de los pueblos abandonados. Desde la noche misma del 12. Primero unos pocos. Luego muchos más. Al fin, muchedumbres. 300,000 sólo en torno a Miraflores. La televisión golpista optó por ignorarlos, como antes, como siempre. Su programación del día siguiente, cuando las masas populares estaban en la calle, fue anodina. Como si no pasara nada en el país. Contrastó con la insidiosa y violenta, del día del golpe. Los golpistas se asustaron, Carmona el primero de ellos. Huyeron de Palacio. Los jóvenes oficiales reaccionaron. Los patriotas. Los bolivarianos. Los que no tienen compromisos con la oligarquía ni esperan favores del imperialismo. Los militares chavistas, que se sumaron a las exigencias del pueblo. Respeto a la vida del presidente. Respeto a la Constitución. Fueron oportunos.
Chávez nunca renunció. También eso fue un engaño. Siempre fue el presidente, en todo momento lo siguió siendo. "Soy un presidente preso", logró decir a su hija María Gabriela. Diosdado Cabello la instó a informarlo al mundo. A denunciar los hechos. Ella lo hizo así. El engaño se fue al suelo.
La victoria sobre los golpistas es un hecho que tiene el más alto valor político y social. Es un hecho histórico. Es una victoria del pueblo, de la clase trabajadora, de sus fuerzas avanzadas. La Revolución Bolivariana sigue adelante. No lograron derrotarla, como querían. Es por ello también un serio revés para el imperialismo yanqui, para su afán de dominio sobre Nuestra América. Pero debemos estar alertas. No es, sin embargo, un resultado definitivo ni irreversible. Washington y el capital financiero no quedarán conformes. Tampoco la oligarquía. Volverán a la carga, una y otra vez, todas las que puedan. Seguirán conspirando. Insistirán en tratar de destruir la revolución; en volver a apoderarse del país y sus recursos naturales; en volver a subyugar a ese pueblo hermano.
Por eso es que hoy, más que antes, hay que estar alertas. El porvenir está abierto. Es un porvenir de lucha sin tregua, rumbo a la victoria definitiva. Exige, sí, de más organización de todo el pueblo. Mejor articulación de las múltiples fuerzas que concurren en un proceso como ese. Exige ampliar la alianza lo más posible y restar aliados al enemigo. Exige asumir la lucha con la mayor firmeza. Evitar toda concesión al enemigo. Evitar cualquier signo de debilidad. Exige superar las deficiencias, que hoy conoce mejor el enemigo y tratará de aprovechar. Exige también de una más eficaz y militante solidaridad por parte de todos los comunistas del mundo y de todas las fuerzas progresistas. Exige de la unidad, sobre todo de quienes estamos en la misma trinchera en concreto, la de la lucha por la segunda y definitiva liberación de Nuestra América. La batalla continúa. Unidos seremos invencibles.
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[i] Así denominó José Martí a la región de América Latina y el Caribe, Nuestra América, nuestra patria común, en contraste con la otra, la imperialista y saqueadora.
[ii] Fidel Castro hizo un excelente extracto de citas de Simón Bolívar que dejan en claro la riqueza y actualidad de su pensamiento, en su discurso pronunciado, al recibir la Orden Congreso de Angostura, en la Plaza Bolívar, Ciudad Bolívar, Venezuela, el 11 de agosto de 2001. Fue publicado íntegramente en Teoría y Práctica número 8, con el título de Bolívar y la unidad de América Latina.
[iii] El planteamiento se hace en el Documento de Santa Fe IV.
[iv] El mencionado Documento de Santa Fe IV no es un simple estudio académico ni una mera declaración. Para las administraciones republicanas han sido guías para la acción, que han orientado numerosas acciones desestabilizadoras, conspiraciones golpistas y magnicidios. A propósito de lo que significan estos documentos de Santa Fe, la periodista democrática Enriqueta Cabrera escribió: "En agosto de 1988 se hizo público el segundo documento del Comité de Santa Fe, bajo el título de Santa Fe II: una estrategia para América Latina en los noventa, suscrito por cuatro políticos de ultraderecha estadounidense: Lynn Bouchey, Roger W. Fountaine, David C. Jordan y el general Gordon Summer. Ocho años antes los santafesinos junto con Lewis Tambs habían publicado el primer documento de Santa Fe, la mayoría de cuyos postulados fueron adoptados como políticas de la administración Reagan hacia América Latina: Granada fue invadida y se impuso el tan buscado roll back o retroceso al punto de partida al pueblo granadino. Nicaragua sufrió durante los dos períodos de la administración de Ronald Reagan una severa y continuada agresión tanto en el terreno económico como en el político e ideológico y de manera sobresaliente en el militar. Estados Unidos combatió al sandinismo a través de un ejército mercenario, la contra, cuya base operativa fue territorio hondureño fronterizo con Nicaragua. Dos relevantes personajes de la política latinoamericana habían sido mencionados por aquel primer documento santafesino, como elementos opuestos a la política exterior estadounidense: Jaime Roldós, presidente de Ecuador, y el general Omar Torrijos, jefe de las fuerzas armadas panameñas. En mayo de 1981, un año después de aparecido el documento, murió en un inexplicable accidente aéreo Jaime Roldós. Dos meses más tarde el 31 de julio murió también el general Omar Torrijos en un sospechoso y similar accidente aéreo. Los personajes del llamado Comité de Santa Fe ocuparon posiciones públicas durante la administración Reagan. Roger W. Fountaine fue asesor en seguridad nacional para asuntos latinoamericanos... Lewis Tambs fue sucesivamente embajador de Estados Unidos en Colombia y Costa Rica. El escándalo Irán-contras destapó la intervención de Tambs, quien había logrado obtener del presidente Mong la autorización para que la CIA construyera un aeropuerto en la provincia de Guanacaste fronteriza con Nicaragua, que sirviera de base logística a la contra... el general retirado Gordon Summer fue asesor para la temática regional en el departamento de Estado... Santa Fe II: una estrategia para América Latina en los noventa... plantea de nueva cuenta una política intolerante y agresiva para las relaciones entre Estados Unidos y lo que es considerado como su área de influencia, donde no pueden existir sino países con soberanía limitada, América Latina y el Caribe... (no es el único grupo que escribe esta clase de estudios)... puesto que ya es costumbre que cada cuatro años, coincidiendo con el cambio de administración en Estados Unidos, grupos de intelectuales, políticos y académicos conocidos como think tanks emitan documentos, análisis y recomendaciones..." Cabrera, Enriqueta. "Santa Fe II: un nuevo modelo de intervención", en Cabrera, Enriqueta, (comp.) Respuestas a Santa Fe II. México, Publicaciones Mexicanas, S.C.L., 1989, pp. 11-21.
[v] Fidel Castro. Evitemos la anexión de América Latina y el Caribe. Discurso pronunciado por el Presidente de Cuba, el 1° de mayo de 2001, en la Plaza de la Revolución, publicado en el número 6 de Teoría y Práctica.
[vi] Carolus Wimmer. El paro empresarial: un momento decisivo en el proceso revolucionario venezolano, publicado en el número 8 de Teoría y Práctica.
[vii] Así lo testimonió el diputado Venezolano Roger Rondón. También coincidió con esa versión el ex agente de los servicios secretos de la Marina de Estados Unidos Wayne Madsen, según lo declaró al periódico londinense The Guardian, del 29 de abril.
[viii] Así denominó Chávez al conjunto de reaccionarios que se oponían a la Revolución Bolivariana y conspiraban contra su gobierno.