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GUERRA FRIA EN MEXICO II
En 1974 no hubo un solo día en que no se llevaran a
nadie, narra la luchadora social
La del cínico e hipócrita Echeverría,
la peor época en desapariciones, afirma Rosario Ibarra
En los 60 el conflicto no era del gobierno contra los universitarios o los comunistas,
sino que había una gran división ideológica, una fractura
social clarísima en el país, dice Soledad Loaeza
INVESTIGACION REALIZADA POR MIREYA CUELLAR, ALONSO URRUTIA, VICTOR BALLINAS
Y GUSTAVO CASTILLO
Vistos a contraluz, los 60 y 70 muestran una vez más que la historia,
como la vida, nunca es lineal ni está trazada sólo en blancos
y negros. Rosario Ibarra, tenaz en su lucha por que el Estado responda por los
desaparecidos políticos, y Soledad Loaeza, quien escudriña
en el periodo de Gustavo Díaz Ordaz, protagonista clave de aquella época,
contribuyen desde sus perspectivas a entender ese pasado reciente.
Testimonio y análisis, vivencia e investigación, mezcla que presenta
hechos y datos... que permite atar cabos.
"Permiso para matar"
Rosario Ibarra de Piedra ha recibido tantos reveses buscando a los desaparecidos
políticos, que es escasa su fe en las posibilidades esclarecedoras de
las más de 5 mil cajas con los archivos de algunas dependencias gubernamentales
-correspondientes a los años 60, 70 y parte de los 80-, que en breve
se pondrán a disposición del público en el Archivo General
de la Nación.
Podría darse el caso -comenta no muy convencida- de que los archivos
demuestren que muchos de los desaparecidos eran perseguidos, que había
órdenes de aprehensión en su contra y hasta que fueron detenidos
por la Procuraduría General de la República (PGR) o por la Dirección
Federal de Seguridad (DFS) sin que nunca fueran presentados formalmente como
presos, y entonces el gobierno "tendría que respondernos por ellos, tendría
la obligación de decirnos dónde están", pero lo más
probable es que nos encontremos, prevé, frente a "una sarta de inventos"
o con archivos totalmente saqueados.
"Peor aún, como son tan proclives a aprender de las policías de
Estados Unidos y allá la FBI cuando abre sus archivos al público...
tacha con plumón negro gran parte de los renglones, de tal manera que
sólo deja ver lo que desea, raya lo que le parece que no se debe conocer",
apunta.
La posición de Rosario Ibarra -tiene casi una vida buscando a su hijo
Jesús Piedra, militante de la Liga Comunista 23 de Septiembre que desapareció
en 1975- no es gratuita.
Oscar Flores Sánchez, el procurador general de la República de
José López Portillo, "nos entregó un informe sobre los
desaparecidos, que si no fuese tan doloroso para nosotros sería de dar
risa; las madres, hermanas, hijas... fuimos citadas a su oficina y una por una
pasamos a ver un documento donde sólo podíamos consultar el caso
de nuestro familiar, y decía: 'fulanito de tal, participó en un
enfrentamiento, iba herido de la pierna izquierda y lo subieron a un coche de
tales características...' Al final, contamos 14 casos de desaparecidos
que fueron heridos en el mismo enfrentamiento, sangraban de la misma pierna
y fueron subidos en un coche de las mismas características".
Del caso de Jesús Piedra, su madre recibió tres versiones "oficiales"
sobre su supuesto paradero, todas ellas de fechas anteriores a cuando ella vio
por última vez al joven guerrillero perseguido por la policía
debido a su participación en los asaltos que organizaba la liga. "A mi
hijo lo agarraron un 18 de abril de 1975 y todos los informes de origen gubernamental
sobre su paradero databan de 1974, ¿crees que puedo confiar entonces en documentos
oficiales?
"Esos fueron los informes oficiales de Flores Sánchez, de los que ni
siquiera nos daban una copia, de los que nos hacían transcribir a una
por una de las esposas o madres lo referente a nuestro desaparecido y tapaban
todo lo demás, para que no lo viéramos, en la más obtusa
de las posiciones. Como si nosotras al salir no fuéramos a comparar lo
que habíamos copiado. El dichoso informe no tenía sello o membrete
oficial, era una hoja cualquiera que le ordenaron redactar a alguien... un machote",
describe.
Y hojeando copias de los archivos de la PGR de esos años, a los que ha
tenido acceso La Jornada, señala: "¡Mira! Aquí está
un informe sobre Ignacio Salas Obregón (alias Oseas, líder
de la Liga Comunista 23 de Septiembre). Dice: 'Delitos: conspiración
y acopio de armas. Situación Jurídica: prófugo de orden
de aprehensión decretada el 9 de septiembre de 1974'. Pues eso no es
cierto, ocho meses antes había sido detenido. Lo habían detenido
aquí, en Valle de Ceylán (norte de la ciudad de México).
Tenemos testimonios de eso porque fue capturado herido y llevado al Hospital
Central Militar, y desde Monterrey trajeron a Héctor Escamilla Lira (otro
preso de la liga), por órdenes del procurador Filiberto de la Garza,
para que lo identificara. Ahí se pierde su rastro. En esa fecha que señala
la PGR él ya estaba en sus manos".
-¿Cuál considera que fue la peor época en materia de desapariciones?
-La de Echeverría. Con esa no hay co
mparación, aunque con López Portillo quedaron algunos resabios.
-Pero Echeverría ha dicho que no sabe nada y que no tuvo nada que ver.
-Porque es un cínico. Es un maestro del cinismo. Y además es un
hipócrita; rompió relaciones con Francisco Franco (el dictador
español que murió en 1975) y con Augusto Pinochet, mientras la
policía y el Ejército hacían en México lo mismo
que la Triple A y la Dina. Era terrible, la tortura era la misma, exactamente
la misma. Así que no ande mintiendo, porque tenemos muchos testimonios.
"En 1974, durante su gobierno, no hubo un solo día del año, en
promedio, que no hubiera desapariciones. En El Quemado, pueblo de Guerrero,
se llevaron a todos los varones que encontraron, de ahí sólo quedó
un hombre, porque ese día no estaba en el lugar.
"Echeverría es un descarado. Una vez, durante una gira por Guerrero,
le gritó una señora: 'Señor Presidente, me faltan dos hijos
y un nieto'. Y volteó con aquellos ojos tan horribles y le respondió
a la señora: 'A los asesinos no los vamos a perdonar'. ¿Qué era
él? ¿Un Ministerio Público?, ¿un juez?, ¿verdugo?, todo quería
ser él. Con ese grito estaba dando a todos los policías que tenía
ahí, a su alrededor, permiso para matar."
La fractura ideológica...
Soledad Loaeza se ha acercado a esos años como investigadora. Estudiosa
del Partido Acción Nacional, de las clases medias mexicanas y en este
momento del sexenio de Gustavo Díaz Ordaz (1964-70), apunta que muchos
de los archivos de la época deben leerse en el contexto de la guerra
fría. Hay que pensar que en 1966, en su informe al Comité
Central del Partido Comunista de la Unión Soviética, Leonid Brezhnev
expresa que "México es uno de los países donde los comunistas
dirigen grupos guerrilleros, y son escritores, intelectuales y universitarios".
El comunismo, prosigue Loaeza, "era la pesadilla de los estadunidenses"; tenía
"aterrado" a Díaz Ordaz, que era anticomunista, pero, por sus discursos
y declaraciones de la época, "le puedo asegurar que no lo veía
como un peligro para el país".
Hace un recuento de los hechos previos al 68 y recuerda el asalto al cuartel
de Ciudad Madera en 1965; la huelga universitaria contra el rector Chávez
en 1966; la
presencia del Ejército en la Universidad de Michoacán; la desaparición
de poderes en Sonora; las reuniones de la Organización Latinoamericana
de Solidaridad, a la que van como delegados Raquel Tibol y Carlos Perzaval.
"Y esos grupos dicen: 'la revolución es el camino en América Latina',
y sabe qué pasa, que cuando el Partido Comunista Mexicano toma esa línea,
adopta la lucha armada, Heberto Castillo dice: 'No, nosotros a eso no le entramos,
con la revolución no se juega', y Arnoldo Martínez Verdugo denuncia
al general Cárdenas y a Vicente Lombardo Toledano como instrumentos imperialistas."
Cuando la revolución cubana se declara socialista, señala, la
guerra fría llega a América Latina. Hasta 1961 ésta
ocurría en Europa, era ahí donde estaban siempre al borde de la
guerra...
-¿Podemos justificar la represión tan terrible de los años posteriores
diciendo que fue resultado de la guerra fría?
-No. Nadie quiere restarle responsabilidad al Presidente en los hechos de 1968,
por ejemplo. Era un Presidente con mucho miedo y sintió que la situación
era tan frágil que abrir un poquito el sistema podría llevar a
la pérdida total del control, y eso lo asustaba muchísimo. Entonces
se combinó el miedo de Díaz Ordaz con la mano dura de Echeverría.
Había mucho nerviosismo.
"Hay un hecho que me llama la atención: en 1961 hubo en Puebla un movimiento
estudiantil y Díaz Ordaz era poblano y secretario de Gobernación.
Los empresarios de esa entidad les declararon la guerra a los estudiantes. Los
querían matar, pero en serio. Fueron a ver a Díaz Ordaz y le dijeron
que los estudiantes eran comunistas y había que hacer algo con ellos.
Les pidió prudencia y no les compró la versión. Después,
hubo un momento, como el de la película Canoa (en ese pueblo,
azuzados por el cura, los campesinos lincharon a un grupo de excursionistas
a los que confundieron con "comunistas"), en la que el arzobispo Márquez
y Tóriz dijo a los párrocos de la sierra que los comunistas estaban
en la universidad y les iban a quitar la tierra a los campesinos, y los sacerdotes
organizaron que los campesinos fueran a la ciudad de Puebla a matar estudiantes,
Díaz Ordaz intervino y el Ejército impidió la entrada de
los campesinos a la ciudad.
"Cuando leí esto, me pregunté: '¿qué le pasó a este
hombre que en 1961 salvó la vida a los estudiantes de Puebla y en 68
entró a la historia como un asesino de estudiantes?'"
-¿Qué le pasó?
-La respuesta no está en Díaz Ordaz, está fuera de él.
En la radicalización de ciertos sectores de la izquierda, en la fractura
interna que vivía el PRI, aunque se le quiera presentar como algo monolítico,
en la presión de Estados Unidos...
A diferencia de Echeverría, Díaz Ordaz había dado señales,
apunta Loaeza, de que creía en las reformas electorales. El impulsó
las diputaciones de partido, apoyó a Madrazo en sus intentos por reformar
el PRI y Echeverría le movió el piso junto con un grupo de gobernadores,
y fue él quien dio al traste con el intento de reforma, porque Echeverría
no creía en las elecciones, sino en la fuerza del Estado.
-Pero Echeverría fue para muchos un Presidente de izquierda...
-Ese es un favor que le debe a un grupo de intelectuales y universitarios. La
historia reciente está llena de mitos, de lugares comunes, de manipulaciones,
y por eso es un terreno movedizo. Esa fue la imagen que él se construyó
con el apoyo de muchos universitarios de izquierda, muchos de ellos asociados
al Movimiento de Liberación Nacional. El lema del grupo que lo apoyaba
-expresado por Carlos Fuentes- fue: "Echeverría o el fascismo". Resulta
muy extraño que haya gente que afirme que el único responsable
de lo ocurrido en 68 sea Díaz Ordaz.
Tampoco -agrega- hay que irse con la versión tremendamente parcial de
que toda la sociedad mexicana era pro comunista en esa época. "No había
clases medias revolucionarias, estaban aterradas, y lo último que querían
era que México se 'contagiara'. Hubo una muy amplia movilización
católica. El vehículo de la guerra fría contra el
comunismo fue la Iglesia, que organizó toda una movilización de
derecha que no consiguió la izquierda. En la década de los 60
el conflicto no era del gobierno contra los universitarios o los comunistas,
lo que había era una gran división ideológica, una fractura
social clarísima en México. No es cierto que todos los mexicanos
eran de izquierda, de la misma manera que no todos los franceses fueron de la
resistencia."
Después vino la guerra entre el Estado mexicano como tal y los grupos
que optaron por la vía armada.
La imagen de unanimidad
En 1976 el país mostraba una falsa unanimidad. José López
Portillo hacía campaña como candidato único a la Presidencia
(ni los panistas tuvieron aspirante), mientras la cárcel de Lecumberri
albergaba a decenas de presos políticos. Echeverría envió
entonces al Congreso una iniciativa de ley de amnistía para los presos
del movimiento estudiantil del 68 -muchos habían obtenido la libertad
bajo protesta desde 1971- y, dos años después, López Portillo
hizo lo propio cuando los familiares de los presos políticos y desaparecidos
hicieron una huelga de hambre en la Catedral Metropolitana, en agosto de 1978.
López Portillo decretó una amnistía general para los presos
políticos, aunque se recurrió a todo tipo de eufemismos (el gobierno
nunca les reconoció esa calidad), como decir que se trataba de presos
de delitos comunes cometidos por motivaciones políticas. "Entonces salieron
como mil 500 presos, se dejaron de ejecutar 2 mil órdenes de aprehensión,
regresaron 57 exiliados, pero no logramos encontrar desaparecidos luego luego",
recuerda Rosario Ibarra, protagonista en aquella huelga.
Al año siguiente empezaron a aparecer algunos de los reportados en las
listas. Los soltaban, nunca admitieron que los tenían; los liberaban
en una central camionera, en un parque, en una calle cualquiera. De ellos son
los testimonios de la tortura, de la ¿vida? en las cárceles clandestinas,
de la reclusión en el Campo Militar Número Uno o en la base militar
de Icacos, en Acapulco.
De la Madrid se lavó las manos...
El ex presidente Miguel de la Madrid es otro personaje que ha dicho que no sabe
nada de los desaparecidos. Sin embargo, Rosario Ibarra recuerda que durante
una entrevista con él, celebrada en 1985, después de los terremotos
de septiembre, el jefe del Ejecutivo le pidió escuchar testimonios vivos
de alguno de aquellos jóvenes que habían caído en las manos
de la (DFS). Y le llevaron a Mario Cartagena, El Guaymas.
Alrededor de una mesa de Los Pinos estuvieron, además del presidente,
Manuel Bartlett, Jorge Carrillo Olea, Sergio García Ramírez y
tres madres de desaparecidos.
Mario Alvaro Cartagena, militante del Movimiento de Acción Revolucionaria
(MAR), recuerda con nitidez. El vio aún viva a Alicia de los Ríos
Merino el 5 de abril de 1978 (militante de la Liga Comunista 23 de Septiembre
y desaparecida desde hace 23 años). "La vi con vida, como lo estoy viendo
a usted, expresó a De la Madrid."
Agregó: "Fui herido en un enfrentamiento y me trasladaron en calidad
de delincuente a la Cruz Roja de Polanco. Pero por alguna razón se enteraron
de que era guerrillero y me sacaron de la Cruz Roja y me llevaron al Campo Militar
Número Uno. Yo decía llamarme Floriberto García Clavel...
y entonces trajeron a Alicia de los Ríos, estaba delgada, demacrada,
se veía muy mal. Ella me identificó y para que un compañero
hiciera eso es que estaba muy dañado. Parecía ida."
También narró a De la Madrid y a los otros miembros del gabinete
los métodos de los más célebres policías de la Dirección
Federal de Seguridad. La carta de presentación de los torturadores era:
"Yo soy José Salomón Tanús...o Miguel Nazar Haro... quien
puede darte o quitarte la vida".
Después de escuchar el relato, De la Madrid pidió a Cartagena
que se trasladara al Campo Militar Número Uno, donde un procurador militar
recogería su testimonio: "Recorrimos parte del campo -señaló
Cartagena-; le dije 'estuve en tal y cual parte, con tal fecha y ahí
vi a fulano... a sutano'. 'Pues qué raro, aquí no entran civiles',
me replicó. '¡Claro! -reviré- aquí no entran civiles, aquí
a todos nos traen a fuerza'".
Durante el gobierno de Miguel de la Madrid el grupo Eureka registró 57
desapariciones, de las cuales 38 se resolvieron con la presentación o
aparición de los afectados. Desde entonces, comenta Ibarra de Piedra,
"ya no recuperamos a nadie. Los presos políticos eran 370 en esa época
y fueron saliendo poquito a poquito. Ignacio Morales Lechuga y Jorge Carrillo
Olea operaron para que se redujeran las penas, salían en libertad bajo
fianza o condicionada, cosas así y caso por caso".
-¿Con Carlos Salinas cuántos desaparecidos enlistaron?
-Doce nada más. Pero en ese sexenio hubo muertos, muchos muertos. Las
cuentas que tenía José Alvarez Icaza, de Cencos, eran como de
500 muertos; el PRD dice que tan sólo entre sus militantes fueron más
de 600. El primer desaparecido de Salinas fue José Ramón García
Gómez, a quien se llevaron el 16 de diciembre de 1988.
De un encuentro que tuvo Carlos Salinas con los familiares de desaparecidos,
la Presidencia de la República envió a los organismos internacionales
de derechos humanos una foto con la imagen del mandatario saludando a Rosario
Ibarra. "No me la hacen dos veces", asegura Ibarra, al explicar por qué
eludió recientemente un beso del presidente Vicente Fox.