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9 de julio del 2002
Bolivia: Con el cocalero Evo Morales
"No quieren erradicar la coca sino al campesino"
Washington Estellano, Brecha 5-6-02
De padre quechua y madre aymara, Morales es el fundador del Movimiento
Al Socialismo (MAS). Ex diputado desaforado por dirigir al combativo movimiento
cocalero, hoy dirige la Confederación del Trópico, una verdadera
sorpresa en las elecciones bolivianas del domingo pasado.
En el Chapare, feudo tropical del dirigente cocalero Evo Morales, hay 800 Umopares,
tropas de policía de elite, que desde 1998 garantizan el cumplimiento
del Plan Dignidad contra el narcotráfico, a los que se deben sumar dos
mil conscriptos en tareas de apoyo. La provincia está bajo estado de
guerra. La población parece mostrarse reacia a la ocupación militar
y pide la firma de nuevos acuerdos. Las tentativas hechas en la década
pasada para introducir cultivos alternativos han fracasado. Los últimos
gobiernos pusieron en marcha planes que pretendían una reducción
anual de 5.000 hectáreas de plantaciones, ofreciendo compensaciones de
entre 1.500 y 2.000 dólares por hectárea. Cifras considerables,
pero que no lograban resolver la cuestión del sustento económico.
El sindicato de cultivadores de hojas de coca afirma que banana, maracuyá,
palmito, piña y pimienta, los principales productos alternativos, en
realidad no tienen mercado y que las economías del norte no han hecho
nada por crearlo.
Estados Unidos financia el plan con 200 millones de dólares y participa
en su supervisión y ejecución con consejeros, técnicos
e instructores de la DEA. El ex presidente Hugo Banzer había propuesto
garantizar los cultivos destinados al consumo tradicional y eliminar las "excedencias".
Se trata de 38 mil de las 50 mil hectáreas de coca, que representan el
sustento de las 40 mil familias cocaleras del Chapare. A los campesinos dispuestos
a colaborar se les habría compensado con montos mínimos. La movilización
fue masiva: bloqueos de caminos, marchas y protestas. La represión fue
durísima: el sindicato denuncia que desde 1998 hubo 49 muertos, 2.500
heridos y 4.500 arrestos. El clímax del conflicto se registró
en septiembre de 2000, cuando la insurrección logró frenar la
construcción de nuevos cuarteles. El costo fue de 15 muertos y 30 heridos.
Entre ellos, Isaac Mejía Arce, un muchacho de 19 años que fue
detenido y falleció a causa de las torturas sufridas.
La reacción campesina fue a su vez violenta. A partir de 1995 se habían
fundado unidades denominadas Policía Sindical, con tareas de vigilancia
interna y lucha contra las erradicaciones. En los choques de septiembre aparecieron
grupos armados que organizaron emboscadas, diseminaron bombas caseras y capturaron
rehenes entre los militares. En los informes oficiales los sindicatos son definidos
como "bandas de narcoterroristas". En realidad se trata de núcleos autónomos
de autodefensa contra lo que los campesinos definen como "genocidio": la política
"Coca cero" ocultaría la intención de erradicar a los campesinos
del Chapare en provecho de empresas trasnacionales.
-Primero nos organizamos en un centro juvenil y armamos una coordinadora. Luego
nos dimos cuenta de que los partidos por los que votábamos cuando llegaban
al poder nos castigaban.
Decidimos constituir nuestro propio instrumento político. Ahora hay conciencia
ideológica, identidad y capacidad de organización, cosa que el
gobierno ha visto peligroso y quiso hacer desaparecer. En el Trópico
hemos conseguido seis de los siete municipios.
(El mas cosechó, en 1997 cuando Morales fue elegido diputado, el 70 por
ciento de los votos del Chapare.)
Para nosotros el Plan Dignidad, igual que el Plan Colombia y el Puebla-Panamá,
son planes de guerra, dirigidos al exterminio de los pueblos indígenas.
Como el proceso avanza se dan cuenta de que están fracasando y se evidencian
discrepancias entre el mismo gobierno, pero nosotros, además de la represión,
tenemos que soportar el terrorismo jurídico. A mí la policía
nacional, las fuerzas armadas y algunos empresarios me plantean procesos con
acusaciones de hasta 30 años de cárcel: organización subversiva,
asesinato, secuestro. De los seis "ejecutivos" que tenemos en Chapare, cuatro
están procesados. Te pongo un ejemplo paradójico: el año
pasado una dirigente estaba en Praga durante el bloqueo de caminos, pero igualmente
fue imputada.
-En el último año los diarios publicaron noticias en referencia
a la presencia en Chapare de milicias armadas, asaltos y secuestros. ¿Qué
está pasando?
-Hay algo de eso. En cada año hubo más campesinos muertos que
uniformados muertos; en 2000 la relación se volcó. Es un parámetro
de lo que está pasando: frente a la injusticia, el pueblo tiene derecho
a la rebelión. No existen guerrilleros en el Chapare, pero hay grupos
de autodefensa y, a pesar de las instrucciones de los dirigentes, algunos toman
la iniciativa. Del otro lado la represión se ha hecho insostenible. Las
denuncias de violaciones de los derechos humanos son diarias. Durante las operaciones
se saquea, se ocupan predios públicos, se queman viviendas. Ayer me informaron
que están procesando por alzamiento armado a cinco profesores de San
Salvador y Guadalupe que defendieron el derecho a la educación. Cuando
llegan los militares toman el puesto sanitario, la escuela y hacen dormitorios
para los oficiales.
-¿En concreto, qué formas de lucha emplean?
-Bloqueo de caminos, concentraciones, formas de resistencia pasiva. Buscamos
informar a la opinión pública sobre lo que está aconteciendo
y convidamos a la prensa a estar presente.
-¿Fue inevitable la ruptura con el gobierno? ¿No pueden aceptar planes dirigidos
a introducir gradualmente los cultivos alternativos? -Hablar de Coca cero es
como hablar de Apocalipsis andino. Mientras haya quechua y aymara, nunca habrá
Coca cero, porque la coca es una parte esencial de nuestra cultura. Los compañeros
dicen: "Estarán cortando la planta de coca, pero no están cortando
nuestras manos". El desarrollo alternativo nunca lo fue. "Alternativo" significa
lograr producciones que sean iguales o mejores que la coca, pero esto no puede
ser por cuestiones de política macroeconómica. La libre importación
sigue arruinando nuestra producción. El gobierno incentivaba el cultivo
de arroz, pero el arroz de Brasil era más barato: entonces era mejor
sembrar coca. Yo estoy convencido de que el sistema requiere la coca. Quieren
erradicación, erradicación… Pero no se trata de lucha contra el
narcotráfico; son intereses geopolíticos. La droga es una excusa
para que Estados Unidos mejore su control sobre nuestros países. Por
el Chapare va a pasar el camino interoceánico, hay yacimientos de petróleo
y gas. Tienen miedo de que los levantamientos indígenas puedan perjudicar
sus intereses. El objetivo es sacar a los campesinos de sus campos. No queremos
esta plata.
-Los arrestos por posesión de pasta base entre los cocaleros van en aumento.
¿No se acentúa el riesgo que el movimiento vaya a vincularse con los
narcotraficantes?
-Se nos acusa de que el 90 por ciento de la coca del Chapare va a los narcos.
Mentira. Cuando la coca sube, un 40 por ciento tal vez vaya al mercado ilegal,
pero eso no significa que el cultivador tenga una relación directa con
el narcotráfico. No se puede santificar a todo el movimiento y es difícil
evaluar las proporciones del fenómeno. Hay sindicados que pusieron multas
a los transgresores. Se podrían controlar los flujos ilegales con el
trámite de las confederaciones, pero las autoridades no quieren. En realidad
es el gobierno el que fomenta el narcotráfico a través de los
policías.
-¿Existe conciencia entre los campesinos de las consecuencias de la actual producción
masiva de cocaína?
-Tiene que quedar claro que nosotros nunca hemos defendido el narcotráfico.
Por eso aceptamos el principio de la reducción, que se produzca sólo
para el mercado legal. El problema del tráfico internacional es por otro
lado vinculado a los consumidores. Se precisa que Europa y Estados Unidos combatan
el consumo. Los quechuas y los aymaras son totalmente extraños a la cultura
de la cocaína.
-¿Cuál es el planteo de la Confederación para alcanzar una real
pacificación en el Chapare?
-Si el gobierno quiere acabar con la violencia y enfrentar la pobreza tiene
que reconocer una pequeña extensión de coca por familia, destinada
al consumo legal. En segundo lugar, precisa industrializar los productos regionales.
Se trata de fruta tropical, la cual podría ser trabajada y comercializada
en el exterior. Felizmente, el 80 por ciento de nuestros campesinos tienen títulos
de propiedad. La actual política de incentivo a los empresarios es otra
forma de fomentar el narcotráfico: las grandes empresas quitan el mercado
al pequeño productor, que vuelve a la coca.