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Latinoamérica

Está en chino

León Bendesky / La Jornada

La producción de las industrias maquiladoras de exportación se inició en México hace casi 40 años. Hoy ese esquema se está agotando. Y es un problema más para la economía mexicana que no se recupera decisivamente de la caída del año pasado y, menos aún, crece de modo sostenido.
Las maquiladoras cumplieron en los últimos años un papel relevante para contener el déficit de comercio exterior que aparece en los periodos de crecimiento. Las exportaciones de este segmento de la industria manufacturera compensaron de manera significativa el rápido aumento de las importaciones del resto, previniendo la presión de la escasez de divisas.
En conjunto la industria manufacturera es altamente dependiente de las importaciones, tanto para la producción interna como para las exportaciones. Sobresale, así, el carácter eminentemente exportador de la maquila, aunque el contenido de insumos nacionales sea prácticamente nulo. El valor agregado de esta actividad se concentra especialmente en los salarios de los trabajadores.
La disposición geográfica de la frontera norte del país ha sido favorable para la instalación de maquiladoras que envían los productos trasformados a las plantas o centros de distribución en Estados Unidos. Esto ha sido eficiente para ramas de producción como la textil, la electrónica, eléctrica y de autopartes, e incluso para la industria automotriz, aunque formalmente no se defina como maquiladora.
La dinámica de este segmento se fue convirtiendo en un fuerte atractivo para los gobiernos estatales y locales en todo el país como forma de promover el empleo. Todos querían atraer maquiladoras a su estado o municipio, y se convertía en una cuestión de estatus, una forma de mostrar que se participaba de un negocio que se volvió en realidad más vistoso que rentable como objetivo del desarrollo. Para justificar esta fijación por atraer alguna maquiladora se usaban todo tipo de argumentos, algunos de ellos que se repiten mecánicamente, como el ya famoso y desgastado "Diamante de Porter", que se volvió parte inherente del discurso de los promotores, siempre dispuestos a ofrecer alguna concesión que no se hacía al resto de las empresas.
Las maquiladoras generan ocupación, que llegó a un máximo del orden de 1.3 millones de empleos en 2000, con cerca de 4 mil establecimientos. Se ha discutido mucho acerca del nivel salarial y las condiciones de trabajo en esas empresas, sobre todo de las mujeres. Ese es un aspecto central de cómo funciona ese segmento de la producción. Debería parecer cuando menos curioso el hecho de que en muchas ciudades del norte del país se quejaran los empresarios maquiladores y las autoridades gubernamentales de la gran rotación laboral y de que no podían llenar las vacantes, pero que, al mismo tiempo, hubiera un constante flujo de personas dispuestas a cruzar ilegalmente la frontera y hasta morir en el intento.
Ahora se están perdiendo empleos -más de 100 mil plazas- y empresas -más de 500- en las maquiladoras. Esto ocurre por primera vez desde que se inició este tipo de producción. Ello no tiene que ver directamente con la desaceleración de la economía estadunidense: desde noviembre de 2000, mes tras mes, se registra una caída absoluta del empleo. En el sector del calzado la caída proviene desde agosto de 1999, y en 2000 se aprecia en los productos químicos desde marzo, juguetes desde mayo, y en prendas de vestir, equipo de transporte, aparatos y materiales eléctricos y electrónicos desde mediados de ese año.
La principal ventaja que ofrecía México a las maquiladoras de exportación era el nivel salarial, muy por debajo del que se paga por un trabajo igual en Estados Unidos. La ventaja de la cercanía, que tiene que ver con los costos de transporte, se ha vuelto irrelevante para muchos productos, véase el reciente caso de Phillips que se va a Asia. Pero el caso es que el salario de los trabajadores mexicanos se ha vuelto ya muy caro en términos internacionales y no sólo por la apreciación reciente del peso, sino en términos estructurales frente a lo que se paga en otros países, principalmente en China.
Que los salarios mexicanos se hayan hecho caros internacionalmente es una expresión de las condiciones de los mercados globales. Contra China no se puede competir en ese terreno porque esa economía no produce para ganar, sino para mantener niveles de subsistencia, en particular entre sus trabajadores, algo similar ocurre en otros países del sur de Asia. En otros casos las maquiladoras de mayor contenido tecnológico no se están instalando aquí, sino que prefieren Centroamérica.
Este es otro claro indicio de la necesidad de cambiar radicalmente la política de promoción industrial en el país. Antes no existía por convicción de las autoridades, y ahora la que se aplica no es suficiente, ni la convicción por hacerlo parece evidente. El caso de las maquiladoras puede ser el inicio de un fuerte efecto adverso para la economía mexicana ahora que China es ya parte de la Organización Mundial de Comercio. Todo esto expresa una situación más general de rigidez productiva y de las políticas públicas que afectan a la economía. No hay mucho tiempo para reaccionar, la situación está en chino, y lo que no se va a poder es querer enfrentarla a costa del salario y de las prestaciones sociales de los trabajadores.