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9 de julio del 2002
Chile: La autotragedia del fallo sobre Pinochet
En el país de Ricardo
Pedro A. Avendaño
Servicio Informativo "Alai-amlatina"
Fue un segundo, sólo un segundo de angustiosa certeza, inevitable
a pesar de pensar repetidas veces y en silencio, como cuando uno es niño
y quiere que los deseos se cumplan, que no vendría el fallo definitivo,
que los escribas de los tribunales, que los habitantes de Palacio, que los honorables
y que por supuesto, Ricardo, considerarían los miles de días de
terror, a los desaparecidos, los cuarteles clandestinos, los muertos en las
calles, las horas perdidas de varias generaciones, el destierro, acaso uno de
los más atroces castigos. Pero en este país, las más odiosas
certezas siempre se hacen realidad, así como todo fue vendido, cedido
o arrendado, así como Lavín se deshace de los derechos de agua,
como si fuera la llave de su casa, así como Ricardo y sus ayudantes se
esfuerzan en negociar todo lo posible para autojustificar su mano hacia las
Corporaciones industriales, hacia los banqueros, hacia el poder, creyendo que
con ello son partícipes de la modernización del mundo, sin sospechar
o sospechando acaso, que no son sino operetas de un circo cuyos hilos se manejan
a la sombra de la avaricia, de esta misma manera Pinochet entró a la
legalidad una vez más.
Ahora ya no era necesario ni siquiera ser parte de la exclusiva cámara
de los senadores designados que lo protegió mientras fue necesario. Todo
el arte de la política se resumió en un segundo y el Capitán
General en un generoso gesto hacia la patria y la reconciliación, se
fue del senado, no sin antes enviar una carta que expone sus razones para la
siempre codiciada historia.
El Capitán general está demente, es decir, loco, falto de juicio,
débil mentalmente; sin embargo, ¿Cuándo comenzó esta locura?
¿El día que lo apresaron en Londres?; ¿o cuando preparó la traición?,
¿o cuando mataron al General Prat bajo sus órdenes y a Letelier? o ¿cuando
la DINA y después la CNI torturaba y asesinaba? ¿Cuándo?
Esta locura es parte de la tragedia que vivimos por tantos años y que
ahora se eleva a categoría de sentencia definitiva y legal. Esta locura
del Capitán General formó parte de nuestras vidas, de nuestros
miedos, de nuestros amigos y amigas que un día desaparecieron para formar
parte después del Memorial.
Mi generación y otras fue parte de esa locura, de esa demencia, de este
sin sentido y cuando los años han pasado, todavía nos come la
piel, los ojos, las manos, se nos entra por cada uno de los poros. Este país
perdió el sentido hace más tiempo que el que declara Pinochet.
Pactaron un transición a espalda de todos nosotros, por el bien de la
patria dijeron, se sentaron en los escaños de representación para
conducirnos a este nuevo siglo sin salvajismos y al amparo del dinero y de la
industria, pero olvidaron al hombre y a la mujer y a los niños y a las
nuevas generaciones y lo más importante, olvidaron que no se puede vivir
sin dignidad y que no hay lugar en este planeta para escapar a la vergüenza.
Pinochet tiene una locura de transición, una locura pactada, una demencia
conveniente. Descansa tranquilo ya a la sombra de sus guardaespaldas, en el
fuero de los ex presidentes, en el reguardo de las Fuerzas Armadas. Posiblemente,
su enjuiciamiento sí hubiera escandalizado a la clase política,
hubiera removido consciencias y hubiera hecho recordar frases, promesas, consignas
que ahora son parte de un pasado que muchos se esfuerzan por olvidar. ¿Acaso,
Ricardo habrá pensado que esto afectaría el Acuerdo con la UE,
que nos hubiera acercado al desplome una vez más de América Latina
?
La autotragedia consiste precisamente en esto, una profecía autocumplida,
todos sabíamos para dónde iba, todas las ruedas de la política
giraban hacia allá. Chile, es una inmensa rueda que gira al compás
de una música que se inventó en otra parte. Danzamos en un escenario
prestado, cuya realidad sólo aflora cuando de grandes intereses se trata.
Escribo esta crónica de manera amarga, no puedo y no soy parte del nuevo
hombre global, moderno, rápido, pragmático. Por el contrario,
me voy haciendo viejo lentamente y mis pies no me llevan a la subida del carro.
Pueden decir que esto es parte de los gritos de siempre, de los que añoran
el pasado, de los ingenuos. No importa, porque a la larga la historia no se
nueve sólo con las certezas de lo concreto, se mueve también con
los sueños, con los imposibles. Que descanse Augusto junto a los que
le ayudaron, que descanse Ricardo y sus asesores, que descansen los ministros
y los diputados y los senadores, que descanse la derecha y los renovados, que
descansen todos los que olvidaron, porque mientras ellos celebran en sus habitaciones,
Nosotros, los mismos y los Nuevos Nosotros, estaremos tejiendo sueños
en la carreta de la vida. En una de esas, quien sabe, si la justicia se hermana
con la historia y el general se cae de la cama y Ricardo recupera ese, como
decirlo... dedo?