|
Textos para una Justicia Universal
Guatemala: Laboratorio
estadounidense del terror
Como saben, recientemente se produjo la admision a tramite del recurso de casacion interpuesto ante el Tribunal Supremo de España por las acusaciones populares y contra el auto de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional, que el 13 de diciembre de 2000 estimo que no procedia el ejercicio de la jurisdiccion española en el enjuiciamiento del genocidio guatemalteco. La causa Guatemala, que queda ahora pendiente de que se fije la vista para su resolucion, supone una consolidacion de las espectativas en torno a la jurisdicción universal y su aplicación en la actuación judicial española.
Con tal motivo, difundimos un extraordinario análisis documental, elaborado por la Fundación Rigoberta Menchú Tum, donde se recoge en toda su dimensión lo que fue el primer peldaño de la Operación Cóndor y el plan sistemático de exterminio en América Latina propugnado por los EEUU. Al leerlo, bueno es recordar que todos los crímenes que se detallan en estas páginas siguen impunes, así como las decenas de miles datados por la Comisión para el Esclarecimiento Histórico. Nuestro agradecimiento al Dr. Xavier Criou por enviarnos el texto.
La intervención norteamericana en Guatemala en 1954, para derrocar al
gobierno democrático de Jacobo Árbenz ha sido ampliamente documentada.
Está probada hasta la saciedad la participación directa de la
CIA en la planificación de los actos para desestabilizar aquel gobierno
y su responsabilidad en la organización, entrenamiento y financiamiento
del grupo de mercenarios que, con el flamante nombre de "Ejército de
Liberación" sirvió para encubrir la traición del alto mando
del Ejército Nacional. Han sido publicados abundantes documentos con
el detalle del papel desempeñado en la intervención por los hermanos
John Foster Dulles y Allen Dulles, uno como Secretario del Departamento de Estado
y otro como alto funcionario de la United Fruit Company. Los pormenores de la
historia están registrados, entre muchos otros, en los libros de Luis
Cardoza y Aragón ("La revolución guatemalteca", Edit. del Pensativo,
Guatemala 1994), Manuel Galich ("Por qué lucha Guatemala", Edit. Cultura,
Guatemala 1994) y Guillermo Toriello Garrido ("La batalla de Guatemala", Edit.
Cuadernos Americanos, México 1955). Uno de los estudios recientes mejor
documentados, es el libro de Piero Gleijeses "Shatered Hope. The Guatemala Revolution
and the United States", publicado por la Princeton Universitary Press en 1991.
La desclasificación en años recientes de documentos del Pentágono,
el Congreso, la CIA y el FBI de los Estados Unidos, ha servido para hilar fino
en la reconstrucción de los hechos. Y por si algo hacía falta,
ahí está la "petición de disculpas" por aquella intervención
política, financiera y militar, formulada públicamente por el
propio presidente William Clinton en los últimos años de su administración.
Al respecto, en su libro "De Centauros y Palomas: El Proceso de Paz Guatemalteco"
(FLACSO-Guatemala, 2000), la investigadora estadounidense Susanne Jonas expresa
lo siguiente: "MARZO DE 1999: LAS DISCULPAS DE CLINTON". "Para estados Unidos
es muy importante que yo declare sin ambages que el apoyo a las fuerzas militares
o las unidades de inteligencia que participaron en esa clase de represión
violenta y generalizada descrita en el informe (de la Comisión para el
Esclarecimiento Histórico ) fue una equivocación y estados Unidos
no debe repetir ese error. En cambio, debemos, y lo haremos, seguir apoyando
el proceso de paz y reconciliación de Guatemala"..(Presidente William
Clinton, 11 de marzo de 1999)"" Continua diciendo Susanne Jonas: "Esas son palabras
que nadie se hubiera imaginado oír de un presidente estadounidense. No
obstante, el Presidente Clinton las dijo en un histórico encuentro con
los representantes de sociedad civil guatemalteca (durante su visita a Guatemala
los días 10 y 11 de marzo de 1999, apenas dos semanas después
de la publicación del Informe de la Comisión para el Esclarecimiento
Histórico CEH)..."
Hay dos razones para mencionar estas referencias tan generales. La primera,
recordar que desde 1954, hace 47 años, la intervención estadounidense
en Guatemala ha sido activa y permanente, principalmente para asesorar, entrenar,
financiar y equipar al ejército de este país. La segunda, aclarar
que los delitos de genocidio y terrorismo de Estado cometidos en Guatemala,
se inician con esa intervención imperialista hace casi medio siglo, y
no como reacción "desproporcionada" del Estado frente a la resistencia
y rebelión popular. Esta aclaración es vital para dejar establecidos
el papel y la responsabilidad de los Estados Unidos en los crímenes de
lesa humanidad cometidos en Guatemala.
EL TENEBROSO AÑO 1966
Aunque en algunos círculos se debate si se puede hablar de la Guatemala
de los años sesenta como un antecedente directo de lo que ocurrió
en la década siguiente en el Cono Sur y en particular de la "Operación
Cóndor", es indiscutible que se trata de un precedente muy importante.
Más aún, habría que revisar si no se trata de una referencia
ineludible e incluso vinculante entre aquella realidad y lo que vino después.
Tal como lo han documentado varios autores, en 1966 aparecen por primera vez
en Guatemala y en América Latina los escuadrones de la muerte, el secuestro
político masivo, la tortura sin límites y la desaparición
definitiva de los prisioneros políticos, lanzándolos "vivos o
muertos" al mar o al cráter de un volcán activo.
Los grupos paramilitares existieron siempre en el mundo, lo mismo que el empleo
de esbirros y matones a sueldo por parte de los militares de numerosos países.
El papel que como torturadores cumplieron en Guatemala los "Bernabé Linares"
o los "Siete Litros" fue terrible y tenebroso, pero de alguna manera siempre
fue oficial. Lo novedoso del método iniciado por el ejército de
Guatemala en 1966 con la aparición de la Mano Blanca, es la creación
de una estructura secreta e ilegal, pero al mismo tiempo orgánica, disciplinada
y vertical, encargada de realizar el trabajo sucio de la represión. Eso
incluye el discurso público de "condena y persecución a los grupos
armados ilegales y clandestinos, vengan de donde vengan y sin importar su signo
ideológico", para aparentar deslindes e inocencia oficial. Implica también
la extensión acelerada del terror y la absoluta falta de límites
para su actuación. La represión ya no tiene obstáculos,
no se detiene ante formalismos, leyes o estructuras de ninguna naturaleza, pues
el Estado y en particular el ejército y los demás cuerpos de seguridad
son aparentemente ajenos a esos "actos y excesos extremistas".
En Guatemala inicialmente ensayaron poner una cara visible al frente de los
escuadrones de la muerte. Raúl Lorenzana fue el más conocido de
ellos, pero ante sus intentos por lograr cierto margen de autonomía,
lo asesinaron y nunca más volvieron a insistir en la fórmula.
El mando directo sobre ese tipo de estructuras, lo asumieron oficiales con mucha
autoridad como los coroneles Rafael Arriaga Bosque, Carlos Arana Osorio, Maximiliano
Serrano y Máximo Zepeda, entre otros. Los escuadrones de la muerte se
fueron perfeccionando, cambiándoles de nombre periódicamente y
ampliando o reduciendo el número de unidades, en dependencia de los planes
represivos. Las detenciones ilegales y los prisioneros políticos también
existieron desde siempre. Sin embargo, por lo general, tarde o temprano el Estado
aceptaba los hechos y los opositores aparecían, en la mayoría
de los casos maltrechos a causa de las torturas. Cuando los prisioneros aparecían
muertos, por lo general se justificaba con la aplicación de la "Ley Fuga".
La diferencia sustancial con el método del "secuestro político"
iniciado por el ejército guatemalteco en 1966, radica en la decisión
política previa de desaparecer definitivamente al detenido. Con la implantación
de este método de represión política, el terrorismo de
Estado experimentó una escalada tan grande, que permite hablar en América
Latina de un antes y un después del 1966 guatemalteco.
Apareada al hecho del "secuestro político", la práctica de la
tortura sufre también una escalada espantosa. Con la determinación
explícita de que el secuestrado nunca aparecerá con vida, se abre
para los torturadores la posibilidad de atormentar al reo hasta extremos inimaginables.
El límite de la tortura llega solamente con la muerte del secuestrado.
Para arrancar la información deseada por los represores, los verdugos
pueden incluso matar frente al reo a otros secuestrados, para terminar de quebrar
su voluntad. En esas condiciones, se multiplicaron y proyectaron a niveles indecibles
las patologías y desviaciones de todo tipo en los torturadores.
La desaparición definitiva de los secuestrados tiene múltiples
implicaciones que han sido estudiadas en varios países de América
Latina. A los represores les deja por lo menos dos opciones para multiplicar
el efecto aterrador. En unos casos no dejando rastro alguno, mediante el lanzamiento
de los cuerpos de los secuestrados, vivos, moribundos o muertos, a las fosas
clandestinas, el mar o el cráter de un volcán activo. En otros
casos, mediante la cobertura nominal de los escuadrones de la muerte, haciendo
aparecer los cuerpos torturados y mutilados, en lugares públicos escogidos
para ampliar el mensaje de terror.
El caso emblemático del inicio de la aplicación en Guatemala de
este conjunto de métodos, es el secuestro masivo, la tortura, la muerte
y desaparición de un grupo de más de 30 mujeres y hombres, opositores
políticos del gobierno militar. Se le conoce desde entonces como el caso
de los "28 desaparecidos", secuestrados todos durante los primeros días
del mes de marzo de 1966. Los datos más precisos sobre este caso, en
el que el número de víctimas pudo llegar hasta 35, se encuentran
en el libro "LOS QUE SIEMPRE ESTARÁN EN NINGUNA PARTE, La desaparición
forzada en Guatemala", del investigador guatemalteco Carlos Figueroa Ibarra
(México, D.F. 1999, pp 46-61). El escritor uruguayo Eduardo Galeano también
se refiere detalladamente a este caso en su libro "GUATEMALA PAÍS OCUPADO"
(1967, pp 60-61). Los cuerpos de varios de estos líderes opositores fueron
arrojados al mar, en aguas territoriales del océano pacífico,
desde un avión de la Fuerza Aérea Guatemalteca piloteado por el
coronel de aviación Octavio Zea Carrascosa. Algunos de los secuestrados
que lograron sobrevivir, aparecieron meses después en cárceles
de Nicaragua y El Salvador, víctimas de los planes secretos de cooperación
establecidos entre los gobiernos militares y los ejércitos de Centro
América.
El empleo de ese conjunto de métodos significó, necesariamente,
una abierta opción por la ilegalidad por parte del Estado. Se trató
de una decisión política, producto del análisis y la planificación,
para privilegiar la violación sistemática del aparato legal existente.
No es que al incrementarse la represión se haya desoído el mandato
legal; todas las atrocidades se cometieron, desde el principio, a sabiendas
de que el Estado optaba de ahí en adelante por la vía de la ilegalidad.
LA MANO DE LA "EMBAJADA"
Aunque la intervención de la Embajada de los Estados Unidos siempre estuvo
presente desde 1954, este conjunto de métodos se fueron afinando en Guatemala
entre 1966 y 1970, con la participación directa de asesores norteamericanos
de la CIA y el Pentágono. Podemos afirmar, en ese sentido, que Guatemala
fue una especie de "laboratorio del terror" que sirvió para perfeccionar
nuevos métodos de represión y experiencias de terror oficial,
que los asesores estadounidenses transmitieron posteriormente a los demás
ejércitos del continente. La Escuela de las Américas, Fort Gulick,
Fort Benning y Fort Leavenwort fueron algunos de los centros de adiestramiento
del ejército de los Estados Unidos, en donde en los años siguientes
se entrenó en esos sistemas de terror a miles de jóvenes oficiales
latinoamericanos. Una forma complementaria para la transmisión de las
experiencias acumuladas en ese "laboratorio del terror", financiado y asesorado
por los Estados Unidos, pudo ser el envío de oficiales militares guatemaltecos
en calidad de "becados" a las escuelas militares de Chile, Argentina, Uruguay
y Brasil. Aunque este extremo debe investigarse a fondo, hay numerosos indicios
en esa dirección.
La aplicación casi calcada y sistemática de esos métodos
en la década de los años 70 en Chile, Argentina, Uruguay, Paraguay,
Bolivia y Brasil, entre otros países, y su "enriquecimiento" sobre la
base a la asesoría francesa e italiana, permite reafirmar la importancia
de la experiencia de terrorismo de Estado que, bajo la asesoría estadounidense,
aportó el ejército de Guatemala desde la segunda mitad de la década
de los sesenta. Lo anterior nos lleva, necesariamente, a la interrogante sobre
las razones de fondo y "el fin último" de los Estados Unidos al expandir
el uso de esas metodologías e incrementar su intervención en América
Latina. Mucho se ha escrito sobre la estrategia estadounidense tendente a disciplinar
la economía y la política de los países del sub continente,
al nuevo orden producto de los resultados de la segunda guerra mundial y la
"guerra fría". Hoy se puede apreciar con más claridad la relación
secuencial entre la aplicación de la "Doctrina de Seguridad Nacional",
la expansión del neo liberalismo y la pregonada globalización
conseguida hacia el final del siglo XX.
LOS ALBORES DEL CÓNDOR
En el libro de Stella Calloni "Operación Cóndor, pacto criminal"
(Ediciones La Jornada, Ciudad de México 2001) se registran algunos datos
interesantes en la línea de las presentes notas. En las páginas
77 y 78 de su libro, Calloni refiere que durante la última parte del
exilio de Perón en España, su secretario particular, el tenebroso
José López Rega, trabó amistad con el agregado militar
de la Embajada de Guatemala en Madrid. Se trataba del coronel Máximo
Zepeda, quien había jugado un papel de primera línea en la creación
de los escuadrones de la muerte a partir de 1966 en Guatemala. Apoyándose
en las investigaciones del periodista y escritor argentino Ignacio González
Janzen, contenidas en su libro "La Triple A", Stella Calloni dice textualmente:
"Entre los contactos que López Rega trajo desde Madrid, uno es clave:
su amistad con el embajador estadounidense en España Robert Hill, quien
fue uno de los políticos-empresarios que durante la administración
del presidente Dwigth Eisenhower participó activamente en la invasión
contra Guatemala para derrocar al gobierno popular del presidente Jacobo Arbenz.
Esto explica también las buenas relaciones de los jefes de los Escuadrones
de la Muerte guatemaltecos con sus pares de la región. Con Hill tenían
un contacto de primera. Hill designó a uno de sus asistentes para mantener
una relación permanente con López Rega y eran usuales los encuentros
de ambos en el bar del hotel Ritz. Fue allí donde fueron presentados
López Rega y el coronel guatemalteco Máximo Zepeda, fundador y
jefe del escuadrón de la muerte Nueva Organización Anticomunista
(NOA), que dejó miles de víctimas en ese país. Los intereses
de ambos coincidían, por distintos caminos, en la lucha contra lo que
llamaban la "infiltración marxista" en el peronismo, cuando surgió
al interior de ese partido un vasto movimiento progresista y la guerrilla de
Los Montoneros. Zepeda era uno de los más conocidos criminales de la
región centroamericana. Fue en los años sesenta que en Guatemala
se produjeron las primeras desapariciones masivas en América Latina cuando
un grupo de disidentes fue secuestrado en ese país... Guatemala "fue
el laboratorio de la CIA en materia de terrorismo derechista" con un saldo de
miles de muertos y desaparecidos. Un registro elemental de las bandas guatemaltecas
que actuaron durante un cuarto de siglo, desde la famosa Mano Blanca..., da
cuenta del buen laboratorio que tuvieron allí los hombres de la CIA.
Los escuadrones al "estilo Guatemala" fueron reproducidos en diversos países,
como El Salvador, donde proliferaron en los años setenta y ochenta. En
Madrid, en esas noches... se podía comparar a la Argentina con Indonesia,
clave, como hemos visto, en los antecedentes de las acciones masivas criminales,
como fue el golpe contra Sukarno, quien desde el punto de vista "ideologista"
de los halcones estadounidenses tenía similitudes con Perón. Es
Lógico suponer que la CIA y sus amigos pensaron que había que
"limpiar" el entorno de Perón. El coronel Zepeda "no solo entregó
a López Rega algunos informes sobre el Plan Yakarta", sino que lo puso
al corriente de los apoyos que podría recibir de la CIA para organizar
a sus fuerzas de choque y para coordinar un levantamiento de militares anticomunistas".
Según los manuales que López Rega trajo era necesario eliminar
uno por uno a los dirigentes políticos sindicales, a los religiosos progresistas,
a los periodistas opositores, a los cuadros medios destacados en tareas de movilización,
agitación y propaganda, e indiscriminadamente al activismo para aterrorizar
al conjunto. "En Argentina no vamos a necesitar un millón de muertos
como en Indonesia porque con diez mil se resuelve el problema", le dijo López
Rega al coronel Jorge Osinde en una reunión en la que se discutía
la creación de una fuerza de choque como la que recomendó Zepeda"
Pero la tarea de la CIA no concluyó entonces sino que, en 1973, la agencia
propuso que el "amigo americano" de López Rega, el embajador Robert Hill,
fuera trasladado a Buenos Aires. Así, los republicanos de Nixon enviaron
a la Argentina a un hombre que estaba al día en los entramados de las
redes criminales. A través de López Rega y otros amigos tenían
las puertas abiertas para las "operaciones" en Argentina".
En la página 79 de su libro, Stella Calloni agrega: "...El escritor y
periodista Rodolfo J. Walsh llevaba adelante una minuciosa investigación
sobre la historia de López Rega, la CIA y la Triple A que quedó
inconclusa por su desaparición y muerte durante la dictadura..." Al escribir
sobre esta investigación inconclusa de Walsh, el periodista Horacio Verbitsky
recuerda que, en referencia a América Latina, mencionaba a la organización
Mano Blanca, "creada en 1966 por la estación de la CIA en Guatemala,
que luego de asesinar a tres mil personas se extendió a Santo Domingo"
y ya en 1970 se realizó en Argentina un primer intento por implementar
la metodología de la Mano Blanca, cuando se produjo el secuestro de un
cónsul paraguayo y, como contrapartida, el mismo intento con un diplomático
soviético.
En la página 223 de su libro, Calloni señala: "Guanaes Serrano
y, especialmente, Campos Alum (represores uruguayos) por sus vínculos
con la Liga Anticomunista Mundial, tenían excelentes relaciones con los
dirigentes de los Escuadrones de la Muerte, los paramilitares y los ejércitos
represivos de Centroamérica. En Guatemala, los servicios de inteligencia
argentinos tenían una sede muy particular y desde allí trabajaban
en toda la región, muchas veces bajo el disfraz de agencias periodísticas
como fue el caso de una llamada BAIPRESS. Algunos de sus agentes llegaron a
infiltrarse en las filas de los refugiados de los distintos países del
área para realizar espionaje".
Respecto a las extensiones del Cóndor, en la página 239 del mismo
libro leemos: "La modalidad se extendió a El Salvador. A cualquier hora,
en cualquier momento los asesinos sacaban de su casa a los disidentes. En 1980,
Francisco Peña Gómez, líder de la socialdemocracia de la
República Dominicana, denunció, junto a los políticos salvadoreños
de su misma línea: Guillermo Manuel Ungo y Héctor Oquelí,
que tenían pruebas de la preparación de un atentado en su contra
y que grupos cubanos de Miami que habían entrado a su país, lo
estaban vigilando. "Son los mismos que participaron en el asesinato de Orlando
Letelier en Washington y esto es parte de la Operación Cóndor",
dijo Peña Gómez, quien tenía los datos y los nombres de
quienes habían llegado a preparar su muerte".
Al respecto abunda Valentín Mahskin en su libro "Operación Cóndor"
(Editorial Cartago, Buenos Aires 1985). Por su parte Stella Calloni agrega:
"Guillermo Ungo denunció allí mismo que las investigaciones realizadas
y algunos datos que él traía desde Washington determinaban que
esos mismos grupos habían actuado en el asesinato de los jefes políticos
de Guatemala". Ungo se refería a la ejecución extrajudicial, entre
otros, de los líderes socialdemócratas Manuel Colom Argueta y
Alberto Fuentes Morh.
EL PROYECTO POLÍTICO DE LOS MILITARES GUATEMALTECOS
Existe un libro de gran valor e importancia, titulado "Las intimidades del proyecto
político de los militares en Guatemala". Fue escrito por Jennifer Schirmer,
profesora de estudios sociales en la Universidad de Harvard, asociada al Centro
para Asuntos Internacionales en Harvard. Dicho libro fue publicado por la Facultad
Latinoamericana de Ciencias Sociales -FLACSO-Guatemala, en 1999. El estudio
está construido sobre la base de entrevistas con 50 oficiales del ejército
(entre ellos seis ministros de la Defensa y Jefes de Estado), entre enero de
1986 y noviembre de 1996. En la página 265, citando una entrevista con
el General Héctor Gramajo, alto oficial contrainsurgente y exministro
de la Defensa, la investigadora escribe: "Según Gramajo, "Quien nos entrenó
mucho en Inteligencia, fue Argentina"" Como parte de este nuevo "manejo" de
la situación, desde 1980 por lo menos, se incluyó el control del
uso del agua y de la electricidad en las casas de sospechosos en la ciudad de
Guatemala, mediante un sistema computarizado israelí situado dentro del
Estado Mayor Presidencial, en el anexo que está detrás del Palacio
Nacional. Este sistema se combinaba con una sofisticada red computarizada de
análisis, desarrollada durante la "guerra sucia" en Argentina. Podía
localizar al mismo tiempo que proporcionar direcciones de los edificios que
tenían cuentas altas por consumo de electricidad y agua o que aumentaban
su uso durante la noche, por lo que se suponía que se llevaban a cabo
reuniones clandestinas, o que estaba funcionando una imprenta ilegal.
En la página 300, en la nota de referencia número 8, se lee: "En
este mismo periodo, agosto de 1981, la CIA y el asesor especial del Secretario
de Estado de los Estados Unidos (y ex Subdirector de la CIA), el Embajador Plenipotenciario
Vernon Walters, arregló una reunión en la ciudad de Guatemala
con el fin de integrar a la antigua Guardia de Somoza con los Contras y para
que oficiales del ejército de Argentina sirvieran de asesores y capacitadores
(quienes fueron luego reemplazados por personal de la CIA). (Declaración
jurada de Edgar Chamorro, desertor de la Contra, en el juicio Nicaragua versus
EEUU, Tribunal Internacional de Justicia de La Haya, 5 de septiembre de 1985).
Además, según varios informes, a finales de septiembre de 1981,
Walters se reunió con el General Lucas García mientras que el
Capitán de Navío de los Estados Unidos Jean Thurber se reunía
con el Jefe del Estado Mayor, Benedicto Lucas García -Televisión
Nacional, 28 de septiembre de 1981-.
En la página 279 se lee: "Al pedirle a un director de la D-2 (Inteligencia
Militar) que describiera brevemente las estructuras de Inteligencia durante
los últimos treinta años dijo: "Es sencillo. De los años
60 a 90 era una estructura de la CIA. Por supuesto, estamos hablando de la CIA,
después DEA, pero definitivamente, era porque el ejército guatemalteco
tenía que servir a los intereses norteamericanos. Nosotros, en realidad,
no teníamos por qué pelear esta guerra"" (Capitán de Navío
Julio Alberto Yon Rivera, entrevista de 1996.)
En la página 296 se lee: "El informe de la Junta de Supervisión
de los Servicios de Inteligencia de los Estados Unidos. La Junta de Supervisión
de los Servicios de Inteligencia de los EEUU (Intelligence Oversight Board,
IOB), que en 1996 investigaba las actividades desarrolladas por la CIA en Guatemala
entre los años 1984 y 1995, confirma que la CIA no sólo mantuvo
una "estrecha relación" con los servicios de seguridad guatemaltecos,
especialmente la G2 y "El Archivo", sino que la Dirección de Operaciones
(Directatorate for Operations, DO) en la sede de la CIA, estaba consciente de
que "se podía dar credibilidad a las acusaciones contra sus informantes
y enlaces por haber ordenado, planificado o participado en graves violaciones
de los derechos humanos, tales como asesinatos, ejecuciones extrajudiciales,
tortura o secuestros, mientras servían como informantes" y que la Agencia
encubría esos crímenes. De hecho, "continuaban las atroces violaciones",
y "algunos de los contactos más cercanos de la CIA en los servicios de
seguridad continúan siendo parte del problema""(IOB Report, 1996:20).
No sólo se nos dice que la DO "intencionalmente no le dio" esa información
a las Comisiones de Supervisión del Congreso (página 3 y 20),
sino que también se nos informa que los jefes de la estación de
la CIA no respetaban la obligación de presentar informes semestrales
sobre derechos humanos ante el Congreso (P.27). Asimismo, los jefes de la Estación
"seguían considerando que los insurgentes comunistas.era el principal
enemigo", y al gobierno guatemalteco y los servicios de seguridad como "socios
en la lucha contra este enemigo común"" (p.20). Por lo tanto, los Jefes
de la Estación de la CIA en Guatemala y de la DO en Washington, por lo
menos durante diez años, sino desde 1966, cuando se estableció
la G-2, actuaron bajo el supuesto de que miles y miles de guatemaltecos y varios
estadounidenses y europeos, seguirían siendo torturados, desaparecidos,
y asesinados por sus propios "informantes", mientras que en sus informes al
Congreso manifestaban "estar apoyando la transición y el fortalecimiento
del gobierno democrático civil, estimulando el respeto de los derechos
humanos y del Estado de Derecho, luchando contra la insurgencia comunista y,
en años recientes, acompañando el proceso de paz""
LA MEMORIA DEL SILENCIO
Como parte de los acuerdos de paz establecidos entre el gobierno de Guatemala
y las fuerzas insurgentes de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca
-URNG-, se constituyó la Comisión para el Esclarecimiento Histórico
-CEH- encargada de investigar las graves violaciones a los derechos humanos
cometidas durante el periodo del enfrentamiento armado interno. Las partes acordaron
dejar en manos del Secretario General de la ONU la integración de dicha
comisión y el suministro de los recursos humanos, materiales y financieros
para el desarrollo de su actividad. El Secretario General nombró al académico
alemán Profesor Christian Tomuschat para encabezar la Comisión.
El Profesor Tomuschat escogió a su vez a dos destacados ciudadanos guatemaltecos,
el abogado Alfredo Balsells Tojo y la pedagoga Maya Otilia Lux de Cotí
para completar la Comisión. Esta versión guatemalteca de "comisión
de la verdad" tuvo como principal peculiaridad contar con el respaldo, asesoría
y seguimiento de las Naciones Unidas, lo que le dio mayor independencia para
el cumplimiento de su misión. En febrero de 1999, la Comisión
entregó los doce tomos del informe "Guatemala Memoria del Silencio" al
Secretario General de la ONU, a las partes signatarias de los acuerdos de paz,
al pueblo de Guatemala y a la Comunidad Internacional. Internamente en Guatemala
y en el ámbito internacional, se ha valorado dicho informe como uno de
los mejores productos que han arrojado las distintas comisiones de la verdad
establecidas en diversos países que han sufrido graves conflictos internos.
Se ha ponderado reiteradamente el carácter objetivo y el rigor científico
del trabajo realizado por la CEH.
El Tomo V del Informe contiene las conclusiones y recomendaciones de la Comisión
para el Esclarecimiento Histórico. Todas ellas son importantes y constituyen
un todo articulado. Por su relación con el tema que se aborda en estas
notas, resulta oportuno citar algunas de dichas conclusiones:
Con el estallido del enfrentamiento armado interno en 1962, Guatemala entró
en una etapa sumamente trágica y devastadora de su historia, de enormes
costos en términos humanos, materiales, institucionales y morales. En
su labor de documentación de las violaciones de los derechos humanos
y hechos de violencia vinculados al enfrentamiento armado, la Comisión
para el Esclarecimiento Histórico (CEH) registró un total de 42.275
víctimas, incluyendo hombres, mujeres y niños. De ellas, 23.671
corresponden a víctimas de ejecuciones arbitrarias y 6.159 a víctimas
de desaparición forzada. De las víctimas plenamente identificadas,
el 83% eran mayas y el 17% eran ladinos.
2. Combinando estos datos con otros estudios realizados sobre la violencia política
en Guatemala, la CEH estima que el saldo en muertos y desaparecidos del enfrentamiento
fratricida llegó a más de doscientas mil personas.
13. La CEH reconoce que el avance de la sociedad y del Estado hacia la polarización,
la militarización y la guerra intestina no sólo fueron efectos
procedentes de la historia nacional. La Guerra Fría tuvo también
influencia especial. La política anticomunista promovida por los Estados
Unidos en el marco de sus relaciones exteriores recibió un decidido apoyo
de los partidos políticos de derecha y los diversos sectores de poder
guatemaltecos, mientras aquel país se mostró dispuesto a brindar
su respaldo a regímenes militares fuertes en su traspatio estratégico.
En el caso guatemalteco se concretó en el plano militar mediante asistencia
destinada a reforzar los aparatos de Inteligencia nacionales y entrenar a la
oficialidad en la guerra contrainsurgente, factores claves que incidieron en
las violaciones de los derechos humanos durante el enfrentamiento armado.
15. Durante el período del enfrentamiento armado la noción de
"enemigo interno", intrínseca a la Doctrina de Seguridad Nacional, se
volvió cada vez más amplia para el Estado. Esta doctrina se convirtió,
a la vez, en razón de ser del Ejército y en política de
Estado durante varias décadas. Mediante su investigación, la CEH
recogió uno de los efectos más devastadores de esta política:
las fuerzas del Estado y grupos paramilitares afines fueron responsables del
93% de las violaciones documentadas por la CEH, incluyendo el 92% de las ejecuciones
arbitrarias y el 91% de las desapariciones forzadas. Las víctimas comprenden
a hombres, mujeres y niños de todos los estratos del país: obreros,
profesionales, religiosos, políticos, campesinos, estudiantes y académicos;
la gran mayoría en términos étnicos, pertenecientes al
pueblo maya.
86. Mediante las masacres y denominadas operaciones de tierra arrasada, planificadas
por las fuerzas del Estado, se exterminaron por completo comunidades mayas,
así como destruyeron sus viviendas, ganado, cosechas y otros elementos
de sobrevivencia. La CEH registró 626 masacres atribuibles a estas fuerzas.
108. El marco jurídico adoptado por la CEH para analizar la eventual
comisión de actos de genocidio en Guatemala durante el enfrentamiento
armado interno es la Convención para la Prevención y la Sanción
del Delito de Genocidio, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas
el 9 de diciembre de 1948 y ratificada por el Estado de Guatemala en virtud
del Decreto 704, el 30 de noviembre de 1949.
109. El artículo II de dicho instrumento jurídico define el delito
de genocidio y sus requisitos en los términos siguientes: "Se entiende
por genocidio cualquiera de los actos mencionados a continuación perpetrados
con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional,
étnico, racial o religioso, como tal:
a) Matanza de miembros del grupo; b) Lesión grave a la integridad física
o mental de los miembros del grupo; c) Sometimiento intencional del grupo a
condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física,
total o parcial; d) Medidas destinadas a impedir los nacimientos en el seno
del grupo; e) Traslado por fuerza de niños del grupo a otro grupo".
Sobre esta base, se definen dos elementos fundamentales constitutivos del delito:
la intencionalidad y que los hechos cometidos sean al menos uno de los cinco
citados en el anterior artículo.
Si bien en el Informe de la CEH no hay referencias directas y explícitas
respecto de la "Operación Cóndor", sí aparecen diversos
temas que están directamente relacionados. El acápite 13, del
capítulo III "La Inteligencia", del Tomo II "Las violaciones de los derechos
humanos y los hechos de violencia", del Informe de la CEH dice:
1032. Al igual que sucedió en otros países latinoamericanos, diversos
gobiernos de los Estados Unidos fueron quienes transmitieron la Doctrina de
Seguridad Nacional, apoyando de esta manera la reestructuración de la
Inteligencia en Guatemala. La instrucción de oficiales en asuntos de
Inteligencia y la creación del Centro Regional de Telecomunicaciones
en la Presidencia de la República son dos de los ejemplos más
ilustrativos sobre el particular.
1033. Algunos oficiales y suboficiales guatemaltecos asistieron a cursos básicos
y avanzados de Inteligencia y Contrainteligencia en la Escuela de las Américas
del Comando Sur del Ejército de los Estados Unidos. Además, en
la formación de algunos oficiales se utilizaron manuales de las escuelas
estadounidenses. La CEH tuvo acceso a algunos de ellos, escritos en español.
Como ejemplo, el manual Terrorismo y guerrilla urbana dice que "otra función
de los agentes de CI [contrainteligencia] es recomendarblancos de CI para ser
neutralizados ... ejemplos de estos blancos son oficiales de gobierno, líderes
políticos..."
1034. El Centro Regional de Telecomunicaciones, posteriormente conocido como
La Regional, fue creado en 1964 en el marco de la Conferencia de Ejércitos
de Centroamérica (CONDECA) con el apoyo del programa de Public Safety
Division USAID Guatemala, de los Estados Unidos, que pretendía la coordinación
de los sistemas de seguridad a través de la conexión de telecomunicaciones
de los países centroamericanos para supervisar y restringir las actividades
de circulación, financiación y propaganda de personas sospechosas
de ser comunistas. 1035. La Regional fue una unidad que no solo facilitó
las comunicaciones entre las diversas unidades policiales y militares, sino
que fue todo un sistema que coordinó y unificó el registro y la
circulación de información de las personas enemigas de los intereses
políticos dominantes, para que a partir de su análisis, se realizaran
operaciones policiales o militares tanto de carácter convencional como
clandestino. Como ya se indicó, la Regional se convirtió en una
de las principales unidades de Inteligencia durante el enfrentamiento armado.
Esta unidad también recibió asesoría técnica de
Israel y Argentina en el período de Romeo Lucas García.
1037. A finales de la década de los setenta, a partir de la suspensión
de la ayuda militar por parte del Gobierno estadounidense de Jimmy Carter, los
gobiernos de Argentina, Colombia, Chile y Taiwán otorgaron asesoría
al Ejército de Guatemala en instrucción a los oficiales de Inteligencia.
De manera más particular, en Taiwan se formaron oficiales en Inteligencia
estratégica; en Colombia oficiales asistieron a cursos de analistas e
interrogadores y Argentina, en colaboración con militares chilenos e
israelíes, asesoró a cuerpos armados guatemaltecos en Inteligencia.
Hacia 1981 alrededor de 200 miembros de la Policía y el Ejército
fueron enviados a Buenos Aires, donde recibieron entrenamiento en técnicas
avanzadas de Inteligencia, incluyendo el uso de técnicas de interrogación.
"La asesoría argentina a la Dirección de Inteligencia fue decisiva
en la ofensiva del Ejército contra la estructura de la guerrilla. Los
argentinos introdujeron el rastreo computarizado de llamadas telefónicas
y revisión de facturas de luz y otras cuentas de servicios. Esta técnica
ayudó en identificar casas de seguridad de la guerrilla basada, por ejemplo,
en un alto grado de consumo de energía eléctrica". En el mismo
Tomo II del Informe "Memoria del Silencio", bajo el subtítuto "La Labor
de Inteligencia" y en clara referencia a la asesoría militar argentina,
dice:
2088. La desaparición forzada formó parte de las operaciones de
Inteligencia y por lo tanto, en su implementación también se perseguía
un objetivo de esta naturaleza. Este objetivo, que supone la obtención
de informaciones sobre las actividades y planes del "enemigo", halló
en la tortura sistemática su principal fuente de suministro. Sin embargo,
antes de efectuar el apresamiento de la víctima, ya se había desplegado
sobre ella, su familia, la comunidad o la organización a la que pertenecía,
un control de las actividades y rutinas que podían facilitar y asegurar
su detención. Esta labor de Inteligencia previa, quedó al descubierto
en el manejo habitual de listados de nombres por parte de los agentes del Estado,
en la intimidación de prisioneros para conseguir que denunciaran a otras
personas y en las actuaciones de delatores encapuchados conducidos hasta aldeas
y comunidades.
2089. La labor de Inteligencia continuaba recayendo sobre la familia o la organización
a las que pertenecía la víctima, incluso una vez verificada la
captura de ésta última. El control de los lugares habituales que
frecuentaba el detenido desaparecido, junto a la información que se lograba
extraer de la víctima mediante torturas, permitía que los agentes
del Estado apresaran a otras víctimas. El resultado: nuevas ejecuciones
arbitrarias y desapariciones forzadas.
2091. La obtención de informaciones sobre los planes del "enemigo interno"
no se dirigió únicamente contra las organizaciones insurgentes
de Guatemala, asimismo abarcó a los partidos políticos, sindicatos,
organizaciones estudiantiles, gremiales, populares, de derechos humanos, catequistas,
cooperativistas, promotores de educación, de salud y a la población
maya. Sin embargo, la captura de algún miembro de la guerrilla era valorada
de forma distinta.
2092. Un documento desclasificado de la CIA, titulado "Comentarios sobre el
proceso" utilizado por el Ejército guatemalteco para explotar el valor
de la Inteligencia de guerrilleros capturados, expresa textualmente: "Que el
Ejército guatemalteco y la Inteligencia militar (G-2) han empleado un
sistema para explotar la Inteligencia táctica de guerrilleros capturados,
lo que fue adaptado de los métodos utilizados por los militares argentinos
durante los años de la guerra civil argentina".
LOS ASESORES MILITARES ARGENTINOS
El excelente libro de Ariel C. Armony de la Universidad de Pittsburgh, "La Argentina,
los Estados Unidos y la Cruzada Anti-Comunista en América Central, 1977-1984"
(Editorial Universidad Nacional de Quilmes, 1999), aporta datos fundamentales
sobre este tema. Afirma que "desde el nacimiento de la contrainsurgencia promovida
por los Estados Unidos en los años sesenta hasta la guerra de tierra
arrasada de principios de los años ochenta, Guatemala había aparecido
como un "campo de pruebas ideal" para la contrarrevolución".
Agrega que "la Argentina se convirtió en uno de los principales proveedores
de instrucción para las unidades de elite del ejército guatemalteco.
En octubre de 1981, las autoridades militares de ambos países firmaron
un convenio secreto por el que aumentaba la participación argentina en
la empresa antiinsurgente. Como parte de este programa de asistencia, unos doscientos
oficiales del ejército y la policía de Guatemala se trasladaron
a Buenos Aires para recibir un entrenamiento avanzado en Inteligencia, incluido
el uso de "técnicas de interrogatorio"."
Señala que "a principios de 1980, en respuesta a una solicitud de asesoramiento
en guerra contrainsurgente hecha por el régimen de Lucas García,
llegó a Guatemala una misión militar argentina compuesta por oficiales
del ejército y la Armada. En colaboración con asesores militares
de Israel y Chile, los argentinos instruyeron a las fuerzas de elite guatemaltecas
en técnicas de Inteligencia avanzadas. El personal militar argentino
trabajó con escuadrones de la muerte apañados por el gobierno,
especialmente con el Ejército Secreto Anticomunista (ESA)". Concretamente
afirma que "conducido por un teniente coronel retirado, Santiago Hoya, el grupo
de tareas argentino tuvo una responsabilidad directa en el asesinato y desaparición
de campesinos y disidentes políticos guatemaltecos. La misión
central del escuadrón era el secuestro de argentinos acusados de subversivos
que estaban exiliados en América Central. Entre sus miembros, que eran
veteranos de la guerra sucia en la Argentina, se encontraban Juan Martín
Ciga Correa, ex asesor de la EEBI nicaragüense, y Zarattini, enlace con
las fuerzas de seguridad salvadoreñas e integrante del grupo Comando
Argentino que operó en Nicaragua durante los últimos meses de
Somoza". "Uno de los lugartenientes de Hoya era Héctor Francés,
que a fines de 1982, tras ser capturado por los Sandinistas, reveló detalles
claves de las operaciones clandestinas argentinas. Haciéndose pasar por
empleados de las empresas Bridas y El Ganadero, los agentes del Batallón
601 permanecieron en Guatemala hasta fines de 1981".
Esos mismos oficiales argentinos actuaron también en Honduras, cumpliendo
tareas similares. En su libro Ariel C. Armony asienta que "uno de esos asesores
que trabajó con grupos paramilitares hondureños fue el agente
del Batallón 601 Ciga Correa. Este, ex integrante de la Triple A, había
colaborado con la Dirección de Información Nacional (DINA) de
Chile en el asesinato del General Carlos Prats, Comandante en Jefe del ejército
chileno durante el gobierno de Salvador Allende, cometido en Buenos Aires en
septiembre de 1974. También actuó como instructor en la EEBI de
Somoza y más tarde como tesorero del Batallón 601 en América
Central. Era miembro del grupo de tareas argentino que operaba desde la Ciudad
de Guatemala con el objetivo de capturar a presuntos guerrilleros argentinos
en el así llamado Triángulo de Hierro (Guatemala, El Salvador
y Honduras). Más adelante se le identificó como uno de los oficiales
del ejército argentino que adiestró a una unidad paramilitar hondureña
conocida como Grupo de los 14, predecesora (junto con el Grupo de los 10) del
Batallón 3-16".
Señala que "la descripción de Ciga Correa se basa en estas fuentes:
Uno Más Uno, 19 de agosto de 1980; transcripción de la declaración
de Héctor Francés, pág. 5; Declaración jurada de
Barrera Martínez, págs. 189 y 191; Andersen, Dossier Secreto...,
pág. 119 y 284; Pauletti, Cómo los nazis..., pág. 405.
Véase también Verbitsky, La Posguerra sucia..., 127-130 y 132-140"
Armony afirma que "Héctor Francés, el agente del Batallón
601 que actuó como asesor de Inteligencia en Costa Rica con la misión
de organizar una red de apoyo a la operación antisandinista, identificó
a Ciga Correa como uno de los pagadores de los asesores argentinos en Honduras".
El autor del libro conserva en sus archivos la transcripción del testimonio
video grabado de Héctor Francés ante autoridades sandinistas,
el 6 de diciembre de 1982. Sin duda, las raíces y las ramificaciones
de la "Operación Cóndor" son más profundas y extendidas
de lo que hasta ahora sabemos e imaginamos. Está claro que apenas estamos
atisbando una parte de esa conspiración terrorista de proporciones gigantescas.
Esa deberá ser también la medida de los esfuerzos en la lucha
para que no queden impunes esos crímenes contra la humanidad.
Gustavo Meoño Brenner Director Fundador FUNDACIÓN RIGOBERTA MENCHÚ
TUM Tepoztlán, Morelos, febrero del 2002
REDH (Red Solidaria por los Derechos Humanos)