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Latinoamérica

7 de febrero del 2002
Clases, taras y cacerolas (II)

Guillermo Almeyra
La Jornada

L
a mundialización dirigida por el capital financiero ha cambiado las características de las clases sociales, su peso respectivo, el modo de pensar y de actuar de buena parte de sus integrantes, las relaciones entre ellas. La desocupación estructural, por ejemplo, golpeó fuertemente la capacidad de reacción del movimiento obrero. La política y la ciudadanía fueron expropiadas por la fusión entre los sectores gobernantes y los verdaderos decididores, que estaban en el exterior.
La política "normal" institucionalizada perdió atractivo y justificación, la política real se refugió en las calles y la democracia en el territorio. De ahí el renacimiento de las asambleas barriales, de los cabildos abiertos, de los ingredientes del Cordobazo y de las luchas populares por la Independencia. El "pueblo" de hoy cuenta con obreros y hasta con la CTA (la tercera central sindical), pero no tiene como eje el movimiento obrero, sino la alianza siempre cambiante entre los diversos sectores provenientes del mismo, como los desocupados, los jubilados, los marginados, y los diversos sectores y estratos de las clases medias, que se intersectan con los trabajadores en la parte más pobre y ahora son lumpenoligarquía y lumpenburguesía en la más rica. El carácter de estos sectores es, pues, decisivo y no depende de taras genéticas definitivas y eternas, sino de la interacción con las demás clases y sectores y de su aprendizaje en la lucha contra el enemigo común.
Ahora bien, la sociedad argentina en su conjunto está pasando por una saludable aunque terrible escuela política. Ya no cree ser un pedazo de Europa exiliado en América. Ha perdido las ilusiones que unían a Estados Unidos y a Europa a un vasto sector de clasemedieros e intelectuales (desde Borges y Bioy Casares hasta el mismo Cortázar) que veían al pueblo común como monstruos. Ya Dios no es más argentino, como creían tantos. Y los ídolos han caído. Ha caído el mito del Estado, se han derrumbado el del "populismo" peronista y también el del carácter honesto y democrático del radicalismo. Con la confianza en el sector financiero ha caído también aquélla en el mercado internacional, y no hablemos de la confianza en el patriotismo de militares y políticos de profesión. Por el contrario, se ha extendido fuertemente y por años la solidaridad y ahora crece la autorganización, la voluntad de independencia del capital financiero internacional, de autodeterminación, todo lo cual es incompatible con el neoliberalismo como doctrina y con la dominación del capital financiero internacional como práctica.
En los hechos, las asambleas en las que las clases medias con sus cacerolas son las protagonistas, inventan una nueva ciudadanía y formulan de a poco una alternativa. Esto puede tener repercusiones y resultados de gran importancia. Está lejos de haber una situación revolucionaria o prerrevolucionaria como sostienen algunos, pero hay un proceso de desarrollo, por un lado, de un doble poder virtual entre las cacerolas y el gobierno del capital y, por el otro, de maduración política colectiva y de surgimiento, a partir de ella, de nuevas organizaciones y direcciones políticas sin las cuales resulta vano exigir la nacionalización de los bancos, el no pago de la deuda, la restatización de las empresas fundamentales para el desarrollo, la cárcel para los ladrones, el fin de la corrupción, la redistribución de las finanzas públicas, o sea lo que piden todas las asambleas.
Estados Unidos no teme que Argentina se declare en quiebra, porque el monto de la misma sería apenas superior al de la Enron. Lo que teme es que "contagie" a sus vecinos la búsqueda de una alternativa. Por eso, de común acuerdo con todos los que sirvieron a Washington y hoy gobiernan, está haciendo todo lo posible por infiltrar y esterilizar las asambleas, por estimular provocatoriamente falsas salidas aceleradas, por cabildear en los cuarteles hasta ahora mudos. Es ingenuo por eso creer que porque los militares están desprestigiados y son odiados dejaron de existir y de pesar. Una cosa es que estén divididos, por el nacionalismo y por el corralito, por el repudio a las relaciones carnales que reinstaura Ruckhauf, por el temor y la división de la Iglesia católica, y otra que no sigan considerándose "la reserva de la República". Sólo podrán ser aún más divididos y, además, neutralizados, si se profundiza la evolución política programática, se formula un plan alternativo viable, posible, a corto y mediano plazos, basado en la defensa de la sociedad y la identidad nacionales, pero a partir del desarrollo económico, cultural, social, político, del mercado interno, es decir, de los trabajadores argentinos. En la alianza con las clases medias figura también arrastrar un sector de base de las clases medias en uniforme o en sotana. Sobre todo, ahora que hay un conflicto entre la Corte Suprema -que debe ser enjuiciada- y Duhalde y la primera abre el corralito para evitar ser defenestrada y separar la clase media del resto del país, creando la posibilidad de toda clase de aventuras.
galmeyra@jornada.com.mx


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