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La encrucijada argentina
Por José Cademartori /El Siglo, Chile
Nuestros vecinos se encuentran en un cruce de caminos y aunque demore la
decisión, no hay mucho tiempo para alargar la agonía. Una alternativa
conduce a profundizar el modelo económico hasta ahora seguido, a convertir
al país, cada vez más, en proveedor de materias primas y a someterlo
por completo a la dependencia de Estados Unidos. La otra, es salirse del rígido
molde neoliberal, retomar el camino de la industrialización y construir
su propio desarrollo nacional independiente.
El primer rumbo significa empobrecer más a sus trabajadores, diezmar
a sus capas medias y reducir sus conquistas culturales. Esto es lo que en
Washington llaman "nivelar el campo de juego", o sea, reducir los costos argentinos
al nivel de otros países más pobres. Profundizar el modelo significa
que si la convertibilidad fracasó, entonces hay que ir a la dolarización.
Así, todo el dinero para el funcionamiento de la economía, quedará
en manos de Estados Unidos. Todo será más fácil para
las transnacionales norteamericanas frente a sus rivales europeos. De paso
se dará un golpe mortal al MERCOSUR.
El segundo camino se inspira en el tomado por Argentina, Chile y México
en los años treinta del siglo pasado. En esa época, nuestros
países sufrían las consecuencias de la Gran Depresión,
quedaron sin oro, sin dólares, la economía paralizada, millones
de cesantes. Entonces se adoptó la decisión audaz de seguir
otro camino, distinto al recomendado por la ortodoxia. Construir una economía
propia, impulsar la industrialización, salirse del patrón oro
y tener su propia moneda. En treinta años, estos países no sólo
se recuperaron, sino se situaron a la cabeza del mundo en desarrollo, ejemplo
del que se sirvieron los tigres asiáticos para impulsar su propia y
exitosa industrialización. Lamentablemente los economistas y los políticos
gobernantes de los siguientes treinta años abandonaron el camino propio
y se sometieron cada vez más a los dictados norteamericanos. Hoy Chile
se encuentra estancado con el valor de sus materias primas por el suelo, México
cae en picada, después de someterse a Estados Unidos por el Nafta,
Argentina sin un dólar ni un peso, liquidado su patrimonio público,
saqueados los ahorros personales y con la pobreza, el desempleo y el hambre
a niveles insoportables.
El primer camino es empujado personalmente por Bus, seguido por el FMI, respaldado
por los grupos financieros internacionales. Menem, uno de los causantes de
la bancarrota argentina, es el principal abogado de la dolarización.
Duhalde vacila. Lo tienta la oferta de nuevos préstamos para salir
momentáneamente del atolladero. Pero, si se entrega, como es probable,
tendría que transformarse en un violento Fujimori y aplicar mano dura,
para mantener a raya al irritado pueblo argentino, nada dispuesto a soportar
nuevos sacrificios, mientras sus políticos corruptos siguen en el poder.
En tal caso, Duhalde no podría durar y sería obligado a renunciar
como De la Rúa.
El segundo camino que puede llevar a la reactivación a un plazo breve,
podría ser iniciado, si Duhalde se decide a cumplir con sus promesas
iniciales. No pago de la Deuda Externa, salida gradual, regulada y con justicia
social, de la convertibilidad, "pesificar" la economía interna, garantizar
la devolución de los depósitos, plan inmediato de alimentación
popular, proyectos de empleo masivos de emergencia, subsidios para los desocupados,
impuesto a las compañías petroleras privatizadas, congelación
de las tarifas de servicios públicos, prioridad para el sector productivo,
en vez del financiero. Que los platos rotos los paguen quienes más
se beneficiaron del sistema neoliberal, los bancos, los inversionistas foráneos,
los grupos monopólicos. Una medida positiva ya adoptada es la devolución
al Banco Central de su autonomía para emitir circulante, sin sujeción
al dólar. También el establecimiento de dos tipos de cambio.
Ambas han provocado irritación al capital financiero. En este camino,
el único patriótico, hay que estar dispuesto a tomar medidas
drásticas, como la intervención fiscal de los bancos, si éstos
boicotean las medidas ordenadas. (Hasta Pinochet lo hizo en Chile) Pero esto
no es todo. El pueblo reclama a voz en cuello, sanciones a los corruptos,
renovación de la Corte Suprema, proceso a los que ordenaron la represión,
nuevas formas de participación democrática.
Lo principal para la salida patriótica es contar con el más
vasto apoyo nacional y popular. Las condiciones son ahora más favorables,
desde el momento en que maduró la conciencia en amplias masas, de que
el poder está en el pueblo mismo, movilizado. Para concretar esta salida
se necesita un programa claro, concreto, realista y secuenciado. La Izquierda
argentina puede contar con un grupo bien calificado de especialistas y académicos,
en economía y otras disciplinas que pueden proponerlo. Pero la Izquierda
necesita unificar sus fuerzas dispersas. Es la única no contaminada
y puede colocarse a la cabeza de las movilizaciones, ganar la confianza popular,
indicando las medidas que deben tomarse, los objetivos a lograr, los pasos
tácticos a seguir. No obstante, no basta la Izquierda sola. Ella necesita
concertarse con otras fuerzas sociales y políticas que rechazan también
el neoliberalismo y están dispuestos a seguir el camino patriótico.
Los dirigentes y partidos argentinos de Izquierda tienen un desafío
y una oportunidad única. De su habilidad para forjar alianzas y acuerdos,
de su perseverancia para llevarlos a la práctica, de su sinceridad
y desprendimiento para ganarse la confianza de la población, dependerá
abrirle un nuevo camino a los argentinos, y, de paso, a todas las fuerzas
democráticas y progresistas del continente.