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Viejos y nuevos movimientos:
La construcción interna
Raúl Zibechi
Brecha. Uruguay, febrero del 2002.
Tanto los especialistas como los activistas coincidieron, en los múltiples
debates sobre los nuevos movimientos sociales, en el cuidado y dedicación
que merece el trabajo hacia el interior de cada colectivo, en el que deben
tejerse relaciones que anticipan la sociedad por la que luchan.
El análisis de los movimientos sucedidos desde Seattle, la comprensión
de sus características, así como el establecimiento de nuevos
objetivos tras los sucesos del 11 de setiembre, insumieron decenas de conferencias,
seminarios y talleres. En ellos destacaron algunos activistas de movimientos
de base que, por su claridad y capacidad de concreción, aportaron frescura
al debate.
Jennifer, una joven activista de Seattle, desgranó al borde del río
Guaíba, en un viejo almacén portuario que albergó los
debates sobre los nuevos movimientos sociales, una sencilla y sólida
lectura de las actividades en las que participa. "Tuvimos éxito porque
fuimos creativos, pero a menudo eso la gente lo olvida. Y fuimos creativos
porque nos atrevimos a sacar nuestra cultura a la calle, no sólo las
marionetas y los cabezudos, y ésa fue nuestra herramienta principal",
sostiene. Atribuye la capacidad que tuvieron para dar rápidas respuestas
ante situaciones cambiantes al hecho de que "no teníamos a nadie encima
que actuara como un comité central".
Cuando se refiere a "nuestra cultura" destaca"la felicidad que nos produce
trabajar en pequeños grupos, en los que todos nos conocemos y nos podemos
comunicar", algo que en Estados Unidos se ha convertido en una seña
de identidad de los nuevos movimientos. Aunque no renuncia a las alianzas
que permiten y alientan las grandes manifestaciones, Jennifer insiste en que
la fortaleza del movimiento consiste tanto en "la flexibilidad como en no
tener jeraquías" y en la capacidad de "construir relaciones que atraviesen
las diferencias ideológicas, en base a pequeños grupos".
Vittorio, italiano integrante del Foro de Génova, sostuvo que en su
país el actual movimiento tiene raíces en las batallas de los
obreros de Fiat en los años sesenta. Entre los centenares de grupos
que integran los foros locales en Italia, "nuestro principal acuerdo es cómo
organizarnos" , dice. En este punto coincide en que uno de los principales
debates es sobre la democracia interna, y considera que el objetivo, a largo
plazo, es "trabajar por una nueva cultura y por la hegemonía cultural".
El también italiano Pepe de Cristóforo, secretario general de
las juventudes de Rifondazione Comunista, fue toda una sorpresa. Pese a pertenecer
a un partido "tradicional", los militantes de ese grupo han sido aceptados
por todos los sectores del movimiento antiglobalización, quizá
por su explícita renuncia a la lucha por la hegemonía. Esos
jóvenes forman parte de un amplio movimiento, Los Desobedientes, en
el que confluyen anarquistas, pacifistas y cristianos de base. "Es un nuevo
movimiento que se organiza territorialmente, ya sea en los centros sociales
o en otros grupos, en el que confluyen sobre todo jóvenes atenazados
por la precariedad en el empleo, lo que les da otra visión del mundo.
No hay dirigentes en el sentido tradicional, sino una coordinación
flexible que puede durar un mes o seis o no sabemos cuánto. No nos
importa demasiado el hacia dónde sino el cómo", asegura.
Ante la pregunta de qué hacen los comunistas en un movimiento que va
tan a contrapelo de sus tradiciones y de la ortodoxia, Pepe señala:
"Descubrimos que no somos autosuficientes, que necesitamos a los demás
para crear una izquierda alternativa abierta a grandes diferencias culturales
porque los comunistas no vamos a cambiar el mundo solos. Nuestro punto de
referencia no es ni Lenin ni la Tercera Internacional sino el zapatismo, que
no quiere tomar el poder pero lo pone en cuestión en concreto en cada
espacio social".
LOS ESPECIALISTAS
Entre los ponentes "serios" intervino el sociólogo filipino Walden
Bello, dirigente de la organización Focus on the Global South. Para
Bello, en los nuevos movimientos existe una correspondencia entre las formas
de organizarse y las metas que se persiguen, en "la forma como elegimos los
dirigentes y en cómo pensamos la sociedad del futuro". Encuentra que
la diversidad es palpable en el terreno de la representación y que
ahora las organizaciones se estructuran apenas sobre uno o dos temas y no
sobre amplias bases programáticas como antaño. "No tienen ambiciones
en generar por sí mismas situaciones como las tienen los partidos políticos",
señaló. Bello cree que lo central es la cuestión de los
valores, tema que fue objeto de una concurrida y aplaudida conferencia de
Frei Betto y Michael Löwy. Al finalizar, Bello puso el dedo en la llaga
de uno de los problemas internos que atraviesan a los movimientos actuales:
"¿Qué se hace cuando hay unos pocos que no adhieren a los principios
de la desobediencia civil pacífica?". Éste, y el "problema de
la institucionalización", que "termina matando la democracia", es uno
de los temas pendientes en Porto Alegre.
El economista egipcio Samir Amin prefirió enfocar sus baterías
en temas más clásicos, y se explayó sobre el imperialismo
y el papel de los países centrales, lo que denomina la tríada
Estados Unidos, Japón y Europa. Sostiene que actualmente se ha militarizado
la globalización y que "el imperialismo no puede gobernar el mundo
sin entrar en guerra permanente con el Sur". Cree que el principal objetivo
del movimiento antiglobalización es "unir a los verdaderos reformistas
y a los radicales, a los antimperialistas y a los que están contra
el hegemonismo".
El mexicano Pablo González Casanova y el estadounidense Immanuel Wallerstein
dedicaron tiempo a comparar las revoluciones de 1848 y 1968. "Aquí
hay más de mil movimientos antisistémicos representados, cosa
que era impensable en el siglo xix o a comienzos del xx", dijo Wallerstein.
Recordó la antigua estrategia "en dos etapas" (tomar el poder y luego
cambiar la sociedad), que compartieron tanto comunistas, socialdemócratas
y movimientos de liberación nacional, asegurando que aunque llegaron
al poder en un tercio del planeta no transformaron el mundo en el sentido
de la emancipación. Y concluyó que los actuales movimientos
sociales presentan tres características diferenciadoras: no existe
más una sola prioridad, hay tolerancia entre los diferentes movimientos
y se rechaza tanto la idea de la centralización como la teoría
leninista de considerar a los movimientos como "correas de trasmisión"
del partido.
Todos somos delegados
En la asamblea final de los movimientos sociales se abrió un espacio
para las intervenciones del público. Allí tomó la palabra
una joven llamada Emma, miembro de los movimientos sociales de Barcelona,
para trasladar el punto de vista de los "jóvenes anticapitalistas"
reunidos en el campamento de la juventud.
Allí, entre concierto y concierto, entre marcha y marcha, dijo, "hemos
aprendido a escucharnos, a valorar las experiencias de los compañeros
en Estados Unidos, en Argentina, en Canadá, en Asia, en todo el mundo".
En el campamento están, según Emma, las personas que forman
parte del movimiento por la base y que comparten un planteo de ruptura. "Desde
el campamento exigimos que el fsm rechace claramente la institucionalización
que estamos sufriendo. Los jóvenes rechazamos la presencia de las instituciones
en el foro y dentro del movimiento en general y tenemos un planteamiento de
ruptura con un sistema corrupto, injusto y genocida. Queremos construir un
mundo de abajo a arriba y no de arriba a abajo. No sabemos qué mundo
queremos por eso es tan importante tener espacios como el del campamento de
la juventud, donde podemos discutir", señaló. Para esta joven
española el fsm reproduce a veces lo mismo que el movimiento rechaza.
"Nosotros queremos una sociedad de iguales. (...) Por eso hoy montamos una
marcha para ocupar la sala vip del foro porque en este movimiento somos diversos
pero somos iguales. Aquí todos somos vip, no unos pocos", sostuvo.
En su opinión el foro "no debe estar sólo en la puc o en Araujo
Viana, debe estar en la calle, en las marchas contra el alca, en los cacerolazos".
Según la CTA
"El sindicalismo puede ser funcional al sistema" La crisis argentina estuvo
en el centro del Foro Social Mundial, aunque los delegados de ese país
carecieron de figuras de relieve. Correspondió a la Central de los
Trabajadores Argentinos (cta) hilvanar el análisis más convincente
sobre el movimiento actual. Juan González, dirigente de la Asociación
de Trabajadores del Estado, fundador de esa central disidente, recorrió
el camino seguido desde la instalación de la dictadura militar en 1976.
González ejemplificó los objetivos del modelo con unos pocos
datos: en 1976 había 22 millones de argentinos y 2 millones de pobres.
Hoy los argentinos son 37 millones y los pobres ascienden a 15 millones. La
deuda externa era de 7 mil millones de dólares en 1976, y en 2001 trepó
hasta los 140 mil millones.
El punto neurálgico de su análisis lo enfocó en los propios
sindicatos. En una población activa de 13 millones hay apenas 3,5 millones
de ocupados. "Un modelo sindical que solamente apuesta a organizar a este
sector, apuesta a la debilidad de la clase trabajadora y es funcional al sistema",
destacó González. De ahí que la cta se haya propuesto
no sólo consolidar los sindicatos sino "reconstruir la unidad de clase
a través de un estado de debate permanente entre los que resisten,
pero no sólo desde los espacios laborales sino también desde
los territoriales", en los que surgieron los piqueteros y luego las asambleas
de caceroleros.
De esa forma se propusieron suturar la fractura social entre desocupados y
empleados y, sobre todo, "reconstruir la identidad del trabajo. Para ello
es necesario tener trabajo y tener salario. De ahí que hayamos hecho
un plebiscito para instaurar el salario social, porque está relacionado
con la identidad de la clase trabajadora".
Lo novedoso de la situación actual, estima González, es que
cuando el gobierno apeló nuevamente al terror, al instaurar el estado
de sitio el 19 de diciembre, "se produjo un quiebre del disciplinamiento,
lo que equivale a decir que ese día se produjo el fin real de la dictadura".
Ahora los sectores populares "se hallan en estado deliberante", porque "lo
que está en crisis es la representatividad política, no sólo
en el sentido de que hay malos representantes y hay que buscar buenos". Un
punto que pone en evidencia que la crisis de fondo es "una crisis de identidad
de los representados".