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Latinoamérica


17 de octubre del 2002

Venezuela en vilo

José Steinsleger
La Jornada

Despuntaba el siglo XX y Estados Unidos abogaba en México por el "libre comercio" (segunda Conferencia Panamericana, 1901); en Cuba las tropas yanquis de ocupación nombraban como primer presidente al títere Tomás Estrada Palma (1902); en Colombia la guerra civil dejaba 100 mil muertos (1899- 1902), y en Venezuela la oligarquía conspiraba contra el "castrismo", el gobierno de Cipriano Castro, que defendía la soberanía del país ante el naciente capitalismo petrolero internacional.
Como en el bolero, "la historia vuelve a repetirse..." Pero lejos de coincidencias del azar, pasado y presente se funden en un denominador común: la ininterrumpida política de agresión imperialista contra los pueblos de América Latina. Washington se apresta a la inauguración del Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA, 2005), el Plan Colombia amenaza con desangrar el subcontinente y en Venezuela la oligarquía criolla conspira contra el gobierno de Hugo Chávez, siete veces refrendado en las urnas, desde 1998.
¿Quiénes fomentan la "lucha de clases" cuando derechas como la venezolana exigen sangre y plomo para las mayorías? ¿Qué más tolerancia que la del gobierno chavista? ¿Tiene el presidente de Venezuela en su haber mil muertos y millares de heridos como el que desató el rufián Carlos Andrés Pérez en febrero de 1989? ¿Ignoran las "democracias" del mundo que el pueblo venezolano no está dispuesto a que se le envíe al matadero tal como ocurrió tras la caída de Arbenz en Guatemala (1954), Perón en Argentina (1955) y Allende en Chile (1973)? ¿Qué carajos proponen las cancillerías del "pragmatismo" diplomático ante un país "hermano" al borde de la guerra civil? Hace exactamente 100 años, cuando el régimen liberal de Cipriano Castro, que ni siquiera era "socialista" ni había acometido reformas progresistas en favor del pueblo, pero mantenía mínimas posiciones de dignidad nacional, y cuando Inglaterra, Alemania e Italia bloquearon las costas del país para exigir indemnización por los daños sufridos a sus súbditos en el transcurso de la guerra civil, el hecho provocó alarma en toda América Latina.
Gobiernos oligárquicos como el de Julio A. Roca, de Argentina, y el de Germán Riesco, de Chile, advirtieron de su intención de intervenir en el conflicto, a más de apoyar la Doctrina Drago (del canciller argentino Luis María Drago), que sostiene que la deuda pública de un Estado no puede ser motivo de intervención armada por parte del Estado acreedor ni dar lugar a ocupación de territorios.
Castro era entonces asediado por las huestes del banquero Manuel Antonio Mattos, así como las de Pedro Carmona lo hicieron el 11 de abril contra Chávez y el 13 de octubre la llamada Coordinadora Democrática más un conocido truhán de la política venezolana: Enrique Tejera Paris, cuyos afanes conspirativos se remontan a octubre de 1945, fecha en la que los "demócratas" financiados por la Standard Oil y la Shell derrocaron el gobierno de Isaías Medina Anguita (1941-45).
El pecado de Anguita consistió en no tolerar la instalación de bases militares de Estados Unidos en territorio nacional. Asimismo, firmó la ley de reversión petrolera de 1943 (distorsionada en la primera administración de Carlos Andrés Pérez) y asumió posiciones claramente nacionalistas, a pesar de las presiones de los embajadores de Estados Unidos, Inglaterra y Noruega.
Por su lado, Tejera Paris fue implicado en el magnicidio del coronel Carlos Delgado Chalbaud, hecho ocurrido en noviembre de 1950 a manos de los servicios de inteligencia británicos. Funcionario de Naciones Unidas, senador, secretario político de Acción Democrática, director ejecutivo del FMI y magnate accionista de distintas empresas, Tejera Paris recibió el 5 de julio pasado (día de la independencia de Venezuela), la Gran Cruz del Mérito Civil de manos del rey Juan Carlos de España, primer país que reconoció el efímero gobierno de facto del empresario Pedro Carmona.
En la patria de Bolívar, profundamente dividida, el odio racial y de clase crece día tras día. De un lado, millones de pobres y desocupados, de trabajadores, campesinos, estudiantes, militares patriotas y clases medias bajas en bancarrota.
Por el otro, los compinches del imperialismo:
Fedecámaras y los viejos partidos políticos corruptos, la mafia sindical encabezada por Carlos Ortega y Carlos Fernández, las clases medias entreguistas, Carlos Andrés Pérez, Teodoro Petkoff, Felipe González, José María Aznar y los militares vendidos a la CIA, como el coronel Pedro Soto y el vicealmirante Alvaro Martín Fossa.
Los ensayos golpistas del pasado 11 de abril y el 13 de octubre han dejado claro que para el imperialismo y la dominación criolla, la "democracia", el "imperio de la ley" y la "construcción de ciudadanía" son coartadas y pretextos ideológicos del más crudo hueso reaccionario. Los gobiernos de América Latina guardan silencio y los pueblos empiezan a entender que en los salivosos anhelos de "tolerancia" no caben los pobres, indios, mulatos, negros, zambos y otros condenados del capitalismo salvaje.