Colombia: Comenzó lucha de masas contra Uribe
Por Héctor Mondragón / ZNet
Un proyecto de reforma laboral que suprime el pago de dominicales y horas nocturnas;
uno de reforma pensional que aumenta por tercera vez la edad de jubilación
y las cotizaciones; y un decreto que de la noche a la mañana redujo en
un 30 por ciento los ingresos de los empleados oficiales, causaron la ira de
los trabajadores y sus sindicatos, que decretaron ir a la jornada de protesta
del 16 de septiembre y una huelga de 24 horas de los trabajadores del estado.
El programa del Gobierno es: más trabajo con menos salarios y menos plazas
de empleo. Es llevar al extremo la política de los últimos 10
años, inaugurada con las leyes 50 y 100 de las cuales fue ponente el
actual Presidente y que aprobadas con el pretexto de disminuir el desempleo,
lo duplicaron.
Pararon las petroleras, los aeropuertos, los juzgados, la salud, los servicios
domiciliarios, las administraciones, especialmente la del Distrito Capital.
Los establecimientos de educación cerraron a las 10 de la mañana
y profesores y estudiantes se sumaron a las marchas, primeros prohibidas luego
permitidas, que solamente en Bogotá convocaron a 150 mil personas y fueron
muy grandes en Cali, Barranquilla, Pereira, Pasto, Barrancabermeja y otras ciudades.
Apenas un mes antes la directiva de la Central Unitaria de Trabajadores había
votado 32 a 30 en contra de secundar la movilización nacional campesina
programada para ese día. El Consejo Nacional Campesino CNC analizaba
que el nuevo gobierno continuaría la política neoliberal que ha
destruido la agricultura nacional, multiplicado las importaciones de alimentos
y concentrado la propiedad de la tierra en latifundios, mediante el desplazamiento
forzado.
Los campesinos siguieron adelante con los preparativos de la movilización,
al comprobar que el gobierno de Uribe insiste en el ingreso al Alca, amenazando
aun más la producción agropecuaria nacional; propone eliminar
la acción judicial de tutela para defender rápidamente los derechos
colectivos, económicos, sociales, ambientales y culturales; adelanta
una política de guerra que multiplicará el desplazamiento de campesinos;
ordena fumigar los pequeños cultivos de coca y amapola y desea liquidar
los institutos nacionales agropecuarios que han sobrevivido, comenzando por
el de reforma agraria.
En el nivel nacional, únicamente los petroleros (Uso), los trabajadores
de la salud (Anthoc) y los estudiantes, secundaron inicialmente el llamamiento
del CNC, que fue acompañado también por la Asociación para
la Salvación Agropecuaria, movimiento que agrupa campesinos, pequeños
y medianos empresarios rurales y que llamó a una jornada de protesta.
Regionalmente en cambió se perfiló lo que sería después
una realidad en todo el país: en Cauca, Valle, Huila y el eje cafetero
surgieron movimientos sindicales, estudiantiles y populares prepararon en conjunto
con los campesinos la protesta desde el comienzo.
El 16 de septiembre el Consejo Nacional Campesino movilizó más
de cien mil campesinos en 15 departamentos. En Cundinamarca la movilización
prosiguió hasta el día siguiente; mientras en cuatro puntos del
Tolima y la capital del Chocó se mantuvo 4 días y en Cauca seis
y en el Huila siete. Pero los campesinos no estuvieron solos: tuvieron la masiva
compañía del movimiento sindical que le cedió al CNC el
primer lugar en la multitudinaria marcha de Bogotá. El gobierno de Uribe
le había declarado la guerra a los trabajadores y la chispa de la protesta
campesina prendió en toda la nación.
El gobierno recurrió a los métodos más sucios para impedir
esta protesta. La ministra de Defensa Martha Lucía Ramírez declaró
que los dirigentes sindicales y campesinos recibían "órdenes de
la guerrilla". Acto seguido el Ejército recorrió casa por casa
en zonas agrarias para advertir a los campesinos que no debían marchar
y ofrecer recompensas por los líderes de la movilización y además
detuvo a algunos de ellos. Los paramilitares amenazaron a las comunidades que
se atrevieran a participar y procedieron a quitar los víveres a quienes
marchaban, cosa que también hizo el Ejército, que además
allanó casas en Espinal (Tolima), valiéndose de los decretos de
"Conmoción Interior" para buscar "una peligrosa arma terrorista": la
comida para sostener a los campesinos movilizados.
Veedores internacionales invitados por los campesinos pertenecientes a su organización
internacional Vía Campesina, a sindicatos belgas y a organizaciones
no gubernamentales llegaron a acompañar la movilización. Dos asturianos
que estaban acompañando a los campesinos de Chalán (Sucre) fueron
deportados, otro español que estuvo con los campesinos de Tolima fue
expulsado. Los belgas fueron detenidos y después del escándalo
internacional que causaron las deportaciones de los españoles fueron
liberados.
La ira del gobierno se descargó contra los controladores aéreos,
jueces y bomberos, cuya huelga fue declarada ilegal y objeto de sanciones. Pero
la mayor saña fue demostrada contra los campesinos del Cauca a quienes
se privó de agua potable, causando intoxicaciones, se atacó con
cargas de antimotines causando 27 heridos, se les detuvo dirigentes que están
desaparecidos y se les atemorizó con paramilitares.
El 20 de septiembre en Bogotá un encuentro popular reunió a todos
los sindicatos, a organizaciones campesinas y a numerosas organizaciones barriales,
de lucha por la vivienda y movimientos cívicos. Unánimemente decidieron
presentar al gobierno un pliego único de peticiones y realizar, si no
son atendidas, una huelga general o " paro cívico nacional". La
exitosa y reprimida movilización campesina ha terminado y una oleada
de movilizaciones populares se avecina.
Un estallido como el argentino se avizora en el horizonte debido a los anuncios
de nuevos impuestos (ya se había decretado días antes uno especial
de guerra), la crisis fiscal, el exceso intolerable de deuda pública
y externa y de su servicio; indicadores todos de un país cuya economía,
según el propio Director de Planeación Nacional, está "como
el Titanic".
Sin siquiera atender el llamamiento preventivo de las organizaciones populares
para que se corrija la fatal política económica, el Gobierno declaró
las dos primeras zonas de dictadura militar, en las cuales el gobierno efectivo
recaerá en un almirante y un general y se restringirá con permisos
la entrada y salida de personas. Las dos zonas tienen sello petrolero y albergan
los contratos de Chevron, Cepsa, Harken, Repsol y Occidental.
El Presidente Uribe, parodiando al Matatigres de Costaguana [Colombia
en el Nostromo de Joseph Conrad], sin percatarse que el país está
a punto de despedazarse gracias a la plata de los inversionistas transnacionales,
"tranquiliza" a estos inversionistas y les dice: "No tengan cuidado. Sigan con
sus pozos petroleros, su palma africana, sus privatizaciones, su libre comercio
y sus megaproyectos, que en un santiamén derrotaremos a los subversivos,
¡Sí señores, hay que dejar el miedo, a desarrollar el país,
a trabajar, a trabajar!".