El PT confía en su fuerza para hacer campaña tras la campaña
Los militantes son la última fuerza El cálculo de Luiz Inácio
Lula da Silva es que entre dos y tres millones de militantes se volcarán
a la calle con insignias del PT, para aprovechar que son el único partido
con simpatizantes activos y pueden influir en los votantes hasta último
momento.
Lula se beneficia de la estructura partidaria del PT, la única fuerza
nacional implantada.
Por Martín Granovsky
"Olelé, olalá,/ Lula, Lula, Lula/ Lula va a ganar",
cantaban unas 200 personas en la avenida Paulista, que divide el centro de la
ciudad. Subido a un mojón de cemento y sostenido por tres simpatizantes
varones y una simpatizante mujer, pero con solidez de matrona, el senador Eduardo
Suplicy recomendó a los alaridos movilizarse hasta el domingo. El Partido
de los Trabajadores daba así el impulso final para su gran objetivo de
los últimos días: que mañana a las cinco de la tarde Luiz
Inácio Lula da Silva emerja como ganador en primera vuelta.
Suplicy, el ex marido de la intendenta petista de San Pablo, no daba alaridos
por gusto. Tampoco el diputado Aloisio Mercadante, a su turno subido al mismo
mojón frente al museo Assís Chateaubriant.
–Es que anoche terminó oficialmente la campaña electoral, y no
podemos usar megáfonos porque eso es técnicamente ir contra las
normas –dijo el diputado y candidato a senador, que necesita nada menos que
siete millones de votos y luce bigotazo como para competir en Italia.
Mercadante y Suplicy fueron la principal atracción de una caminata de
20 cuadras por el centro que en realidad es un modo elegante de seguir haciendo
campaña sin hacerla.
–Somos como el equipo que llega bien al final –dijo a Página/12 Marco
Aurelio García, veterano encargado de las relaciones internacionales
del PT y actual secretario de Cultura de San Pablo–. Cuando los demás
se cansaron, nosotros tenemos resto y estructura.
A diferencia de los otros, que se basan en empleados rentados, el PT recurre
en estos casos a una estructura de militantes de dos o tres millones de personas.
Las caminatas forman una de las estrategias. Doscientos o trescientos militantes
empiezan rodeando a los candidatos, cada uno con varias banderas que llevan
la imagen de ellos, y apuestan a que la gente preste atención y en algún
caso se sume. Ayer pasó. Pese al sol duro, terminaron la marcha, siempre
por la vereda, siempre respetando los semáforos para no irritar a los
conductores, potenciales votantes de clase media, muchos más de los que
había al principio. Al final cada uno parecía un equeco. Una sola
persona podía tener una bandera de Mercadante en una mano, otra del candidato
a gobernador Genoino en la otra, una estrella roja autoadhesiva del PT en la
solapa, una pegativa de "Lula, un presidente decente", otra de "Ahora
es Lula" y unos cuantos formularios con numeritos para saber cómo
votar electrónicamente mañana desde las 8.
"Brasil, urgente/ Lula presidente", era uno de los gritos más
frecuentes de la parte rítmica. La otra sonaba más bien horrible,
porque consistía en que uno de los oradores llamaba a agitar y la gente
iba repitiendo cada frase. Ejemplo:
Orador: –¡Y vamos a llenar San Pablo de banderas, recorriendo calle por calle
de punta a punta!
Militancia (con buenísima memoria): –¡Y vamos a llenar San Pablo de banderas,
recorriendo calle por calle de punta a punta!
O sea, nada digno del pueblo de Gal Costa y Caetano Veloso.
Los otros partidos fueron más cautos. Un coche de Quercia senador pasó
con un parlante casi susurrando la candidatura. Los petistas chiflaron y aullaron.
Unos de Serra presidente se cruzaron y fueron tolerados, quizás porque
era notorio –caras amargas por el calor, y ningún calor político
propio– que eran empleados y bien podían votar por Lula. El oficialismo
usa los colores de Boca, y San Pablo tiene un tono azul y amarillo que Braccamonte
sin duda envidiaría.
La apuesta del PT es reforzar lo que llama "boca de urna", que no
son las encuestas sino la campaña boca a boca hasta último momento.
Los seguidores de Lula aprovecharán su cantidad superior de militantes,
en unapolítica donde solo el PT tiene bases, para llegarse hasta cada
centro de votación y ganar voluntades de último momento.
Curiosamente, no tienen miedo del voto electrónico.
–Siempre se puede hacer fraude, pero era más fácil antes que ahora
-dijo un miembro del comité de campaña, que funciona a media hora
del centro, en Vila Mariana, un curioso lugar que es el paraíso de los
hospitales privados, las clínicas, los comercios de venta de bisturíes
y farmacias de un tamaño que harían las delicias de cualquier
hipocondríaco. No hay fiscalización. Todo consiste en tener confianza
en el tribunal electoral. Y hay que tener mucha confianza, porque el presidente
es un ex ministro de Justicia de Fernando Henrique Cardoso, quien incluso fue
el padrino de su segundo matrimonio. Por el sistema electrónico, cada
voto va directamente a la computadora central, cosa que al menos en los papeles
debería hacer casi automático el recuento de mañana.
Sin encuestas nuevas, Lula seguiría con el 49 por ciento de los votos
válidos emitidos, con el resto repartido entre Serra y los minoritarios
Anthony Garotinho y Ciro Gomes. Los dirigentes del PT están contentos
con el resultado del debate del jueves a la noche por televisión. Página/12
publicó como dato saliente que todos eligieron de blanco a Serra y de
ese modo quitaron un problema a Lula, que no tuvo que atacar tanto y, sobre
todo, no fue atacado. Los miembros del comité de campaña coincidieron
con esa visión. Como ahora ningún hecho espectacular parece capaz
de mover el amperímetro de la intención de voto, confían
en su poder de movilización final. Y si no, tres semanas más,
porque al menos hoy ninguna encuesta da a Lula perdiendo en segunda vuelta.