12 de octubre del 2002
Plan de gobierno para América del Sur
Heinz Dieterich Steffan
Un fantasma recorre América Latina: el fantasma del desarrollismo
democrático. Enterrado en los años cincuenta en Argentina, Brasil,
Chile y Perú, mediante cruentos golpes de Estado, reaparece ahora en
la escena sudamericana con el triunfo electoral de Inácio Lula da Silva
en Brasil.
El impacto es mayor en dos polos del sistema: en Washington, porque teme un
efecto dominó en todo el área de la Patria Grande; y en Argentina,
donde la clase política y la elite económica pensaban haber superado
la tormenta popular del 20 de diciembre, que derrocó al gobierno neoliberal
de Fernando de la Rúa. Para sofocar la tenue esperanza de un nuevo intento
latinoamericanista hacia la independencia real, Washington apretará probablemente
"las tuercas" desestabilizadoras en Venezuela, para quebrar lo que denomina
el eje "Castro-Chávez-Lula".
En Argentina, la clase política y los movimientos populares todavía
no han entendido del todo las implicaciones del fenómeno brasileño,
porque su interpretación en términos estratégicos ha sido
deficiente. Pero el hecho indiscutible es que la probable victoria de Lula genera
dos efectos fundamentales sobre la escenografía política de la
pampa húmeda: a) irrumpe vigorosamente en la estéril discusión
y politiquería electoral de una clase política, cuyos líderes,
entes colectivos e instituciones siguen tan corruptos y alejados del pueblo
como antes del estallido social del 20 de diciembre, planteando de nuevo el
problema de su legitimidad como conductores del país; b) permite a los
movimientos sociales una alternativa más allá del circo electoral
que los partidos preparan para marzo del 2003.
El problema de los movimientos populares en Argentina es el siguiente: para
cambiar su miserable situación de vida tienen que autoorganizarse en
torno a un proyecto histórico y, paralelamente, neutralizar y/o conquistar
sectores del Estado. Las elecciones de marzo del 2003 son una fecha importante
en la disputa por el Estado, pero no existe una fórmula electoral que
represente a la voluntad de las mayorías y, mucho menos, que tenga un
programa de gobierno que pueda cambiar la situación de la nación.
Votar por los partidos políticos existentes significa, votar por el continuismo
neoliberal. Abstenerse de votar es equivalente a dejar el Estado en manos de
las fuerzas que han causado el desastre actual. La ruptura de este circulo vicioso
sólo es posible mediante la asimilación, ampliación y modificación
del factor brasileño, a través de un Plan de gobierno para los
Estados de la América del Sur, en una gran alianza de clases y sujetos
sociales, tal como Lula la logró en el Brasil.
Los puntos programáticos de este plan de gobierno son los siguientes.
1. El punto de partida de todo cambio es el Bloque Regional de Poder (BRP) ---la
Patria Grande de Simón Bolívar--- que parte de la ampliación,
profundización y democratización del Mercosur. Debido a la globalización,
el Estado nacional ya no tiene la fuerza para defender los intereses de las
mayorías en la arena internacional. El mínimo de poder necesario
para elevar la calidad de vida de los excluidos es el Bloque Regional de Poder.
2. La estrategia económica de este Bloque es el Desarrollismo Democrático
o el capitalismo proteccionista de Estado que practican los Estados Unidos,
la Unión Europea y Japón. Es la única vía de desarrollo
que la ciencia y la historia económica conocen para salir del subdesarrollo.
No hay otra vía factible.
3. La protección de este mercado interno, que inicialmente abarcará
a Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay, Venezuela y, probablemente Ecuador y
Cuba, incluye el fomento estatal sistemático de cuatro polos de crecimiento:
1. La pequeña y mediana empresa; 2. Las cooperativas; 3. Las empresas
estratégicas del Estado y, 4. Las empresas transnacionales latinoamericanas.
4. Esa estrategia económica requiere a nivel mundial cerrar las cuatro
venas abiertas de la Patria Grande que son: 1. La deuda externa; 2. El proteccionismo
del Primer Mundo; 3. Los términos de intercambio desiguales; 4. La fuga
de capitales. El Bloque Regional de Poder tiene que usar la deuda externa y
su capacidad adquisitiva como poder de negociación con la elite del G-7,
para imponer los requisitos funcionales necesarios para volver a una economía
de crecimiento sostenido en la Patria Grande.
5. El desarrollismo democrático a nivel nacional-regional responde a
una necesidad inmediata; es una medida de emergencia ante la gravedad de la
situación de las mayorías. Para trascender esta inmediatez, requiere
la integración de elementos de la democracia participativa, es decir,
de la civilización postcapitalista, para no quedarse pasmado en una estructura
del pasado, como es la sociedad global capitalista. Entre esos elementos se
encuentran: a) la ratificación anual plebiscitaria del presupuesto nacional
por los ciudadanos; b) la entrega y el mantenimiento de diez canales de televisión
por el Estado, a los sectores más importantes de la sociedad civil; c)
la vinculación jurídica penal y civil de la propaganda de los
candidatos y partidos electorales; d) la sustitución del Senado por una
Cámara legislativa, conformada conforme a la estratificación social
de la sociedad según sus deciles de ingreso, para que las mayorías
---que son pobres--- tengan una influencia efectiva sobre el aparato legislativo
del Estado.
Con estos criterios del único proyecto popular posible en América
Latina que el triunfo de Lula ha puesto en la agenda del día, los movimientos
populares deben medir a los programas y protagonistas de los partidos políticos
y negarles el apoyo y el voto, si no cumplen con él; afianzando, al mismo
tiempo, su propia organización y fuerza y, si es necesario, generar su
propia organización política, para no dejar el Estado en manos
de personas que no lo usan en beneficio de la voluntad general, sino como parte
de un negocio privado.