Hinchando por Lula
Por Eduardo Macaluse
El sólido triunfo del PT en Brasil es un hito en la historia de los pueblos latinoamericanos. Para la región, y sobre todo para la Argentina, se abre una oportunidad de cambio en la cultura política, las relaciones sociales y el desarrollo económico. Pero debemos ser cuidadosos con las expectativas: aquí el pensamiento mágico se practica más que el fútbol. Esta influencia positiva puede evaporarse si no provocamos hechos que acompañen su orientación. Por eso, para el campo popular de nuestro país, esta coyuntura está llena de desafíos. El primero, es vencer la tentación de "copiar" la experiencia, que nació y creció en un contexto histórico y un implante político diferente del nuestro. Precisamente la riqueza del PT es no haber importado una receta. Sin embargo, hay varios aspectos de la construcción petista a los que convendría prestar atención:
a) La convicción de que ningún partido político puede gobernar para su pueblo, si no genera un entramado de fuerzas e intereses de la sociedad civil que sostenga sus iniciativas.
b) El concepto estratégico de unidad en la diversidad, basado en la participación democrática, el sentido de pertenencia, y un programa gestado colectivamente.
c) La plasticidad ideológica que les permitió, sin el lastre del dogma, tejer desde la izquierda vínculos fuertes con sectores muy dinámicos de la sociedad involucrados en las luchas sociales.
d) La relación dialéctica (y concreta) entre partido, conflicto social y teoría política.
e) La honestidad, creatividad y eficacia en gestiones de gobierno que promueven la participación ciudadana, ampliando el espacio de lo público.
f) La constitución de una coalición amplia de sentido nacional, sustentada en la conciencia de la propia fortaleza: la alianza se hizo cuando Lula y el PT son autoridad política y pueden conducir ese proceso.
Desalienta la comparación, vista desde la pobreza de la vida interna de los partidos locales, marcada más por la disputa electoral que por el intercambio con la sociedad. No obstante, los comedores, los piqueteros, la CTA, el Frenapo, las cooperativas obreras, cientos de movimientos barriales, las representaciones de la pequeña y mediana producción, son experiencias riquísimas que reconstituyen los lazos de pertenencia en los sectores excluidos, y se mueven por fuera de lo partidario huyendo del clientelismo o de la bajada de línea. A la vez, surgen liderazgos políticos de reconocida honestidad y coraje, con propuestas ligadas a los reclamos populares. Debiéramos encontrar puntos que unifiquen esta energía que, aunque no se exprese hoy electoralmente, construya desde la lucha un programa común. Hay condiciones en la sociedad para cambiar el sistema. Pero no va a ocurrir por milagro. Nadie tira abajo su casa, por inhabitable que sea, si no tiene la seguridad de construir otra mejor.
* Diputado nacional (ARI).