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Latinoamérica

Alianza del capital y del trabajo

Heinz Dieterich Steffan

En una insólita reescenificación del desarrollismo nacionalista de los años cincuenta, una alianza entre el capital y el trabajo brasileño está ganando las elecciones en el más país más importante de América Latina. El ex-lider sindical Inácio Lula da Silva y el magnate del capital textil, José Alencar, han entrado en nupcias electorales, con el beneplácito de importantes sectores del capital financiero internacional, de la gran burguesía de Sao Paulo, de las Fuerzas Armadas brasileñas, de la iglesia católica y del movimiento sindical y popular.
Enrique Iglesias, presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), dio la bendición a la alianza asegurando en un importante periódico francés que Lula mantendrá "una política seria" y que "los mercados negociarán con él", en caso de triunfar en las elecciones. El decano del capital liberal europeo, el Financial Times de Londres, editorializó el lunes que los mercados deberían "dar una chance a Brasil y a Lula", advirtiendo que "especular con el colapso lo hace más probable". Roberto Setubal, el dueño del banco Itaú, la segunda entidad privada nacional, apoyó sin titubeos la candidatura de Lula en un foro de los pesos pesados del capital financiero estadounidense en Washington, D.C., insistiendo que Lula es más pragmático de lo que los mercados suponen y confirmando que la comunidad empresarial brasileña ya está preparada para apoyar su gobierno.
Parte de esta elite empresarial es José Alencar, senador por el Partido Liberal, vinculado a una iglesia transnacional protestante, dueño de la empresa textilera Coteminas que factura 320 millones de dólares anuales y patrón de alrededor de 18.000 trabajadores. Alencar, quién rechazó ofertas electorales de todos los candidatos presidenciales, incluyendo la del oficialista José Serra del Partido Socialdemócrata del presidente Cardoso, ha sido uno de los principales protagonistas de hacer al ex-lider metalúrgico presidenciable ante los ojos de la cerrada clase dominante brasileña y de servir como pionero de la alianza entre el Partido de los Trabajadores y el Partido Liberal.
El magnate define esta "novedosa sociedad política" en Brasil en términos de un pacto social, "donde Lula representa el trabajo y yo represento el capital. Si usted me pregunta por qué acepté acompañarlo como vicepresidente, le respondo así: en la historia de la civilización primero vino el trabajo y después el capital. Y también en mi historia personal...fue el trabajo el que construyó mi capital. Aprendí a creer y a respetar el trabajo... Mi opción por acompañar a Lula se basa en una convicción: la urgencia de Brasil de volver a la producción. Es indispensable valorizar el capital y el trabajo.
Palabras heréticas en la economía neoliberal, donde la autocracia del capital no permite que el trabajo sea considerado como un valor ético propio y donde los intereses de los grandes inversionistas y especuladores es la ley suprema que rige vidas y destinos. Más heréticas aún en un subcontinente, donde los proyectos de desarrollo nacional y popular suelen ser un boleto de ida hacia el panteón, político o no, como demuestran las experiencias de Perón en Argentina, Vargas en Brasil, Arévalo y Arbenz en Guatemala, Caamaño en la República Dominicana, Allende en Chile, el Frente Sandinista en Nicaragua y de Hugo Chávez en Venezuela.
La reacción del imperio ha sido adelantado por el Dr. Constantin Menges, exasesor de Seguridad Nacional del Presidente Ronald Reagan y especialista activo en la guerra sucia contra los movimientos populares centroamericanos durante los años ochenta. Menges, quien actualmente es profesor de la George Washington University en la capital estadounidense, publicó recientemente el estudio "Una advertencia estratégica: Brasil", donde llama la atención sobre una eventual victoria electoral de Lula. En tal caso, alerta el especialista en guerra sucia, quedaría constituido "un eje Castro-Chávez-Lula capaz de empujar hacia la izquierda a otros países sudamericanos y de establecer una peligrosa alianza estratégica con China comunista, así como con Irán e Irak, dos países terroristas". Se constituiría un gigantesco "bloque sudamericano de izquierdas" que tendría un efecto dominó en países como Colombia, Bolivia, Ecuador e inclusive Argentina.
La interrogante que mantiene en suspenso a los gobiernos y analistas latinoamericanos e internacionales es, por lo tanto, la incógnita sobre la praxis del futuro presidente Lula. "Wall Street se pregunta si el verdadero Lula es de centro o es de izquierda", formuló recientemente el más importante diario argentino la pregunta. Formulada así, no tiene sentido, porque a nadie ---empezando por los inversionistas que llevan los candidatos a la presidencia--- le importa la "verdadera" opinión de un político.
Para entender la praxis de un gobierno o de cualquier ente político hay que entender la matemática de los vectores. Sobre un gobierno, al igual que sobre un cuerpo físico, actúan simultáneamente diversas fuerzas que son vectores. Para prever el comportamiento de este cuerpo o del ente político en cuestión hay que determinar la fuerza neta o resultante de estos vectores. Los tres vectores principales (factores de poder) en el caso de Lula son: a) los intereses anexionistas de Washington a ser realizadas a través del ALCA en el año 2005, como parte del proyecto fascistoide del Tercer Orden Mundial; b) el miedo de la elite financiera global ante un colapso de la economía brasileña y, c) el proyecto de desarrollismo nacionalista de la elite paulista cuya adopción le ha permitido a Lula convertirse en el seguro ganador de la contienda del 6 de octubre.
El reaparecido desarrollismo de la burguesía de Sao Paulo no puede sobrevivir dentro del marco nacional de Brasil. Sólo puede triunfar dentro de un Bloque Regional de Poder, es decir, mediante la integración al proyecto de Argentina y Venezuela. Si Lula no encuentra el poder para enfrentar el status neocolonial de Brasil mediante una alianza de capital y trabajo a escala regional ---Brasil, Argentina, Venezuela--- la fuerza resultante de su política se plasmará en uno de los siguientes desenlaces previsibles: como continuador de la política entreguista de Fernando Henrique Cardoso, o como deja vu (reencarnación) de la presidencia de Joao Goulart.