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Tom, Dick y Harry
Uri Avnery
Traducido para Rebelión por Germán Leyens
Los tres más brillantes
escritores de discursos de George Bush prepararon el discurso del Presidente
del jueves pasado. Apodémoslos Tom, Dick y Harry.
La tarea de Tom era asegurarse de que el discurso no ofendiera al lobby pro-israelí
(tanto al judío como al cristiano-fundamentalista). Dick cuidaba de que el discurso
correspondiera al estilo del Presidente y a sus alturas intelectuales, logradas
sobre todo de las películas de vaqueros. Harry provenía del Departamento de
Estado y estaba a cargo de salvaguardar los intereses de EE.UU., que, después
de todo, también debieran tener algún lugar en un discurso presidencial.
"El Presidente debe intervenir," dijo Harry. "Este asunto comienza
a volverse peligroso para nosotros."
"¡Terroristas! ¡Hay que eliminar a todos los terroristas!" gritó Dick.
"¡Los gobiernos árabes están en un estado de pánico!" informó Harry.
"No se lo pueden imaginar. Hay manifestaciones tumultuosas en todas partes.
Podrían fácilmente perder el control. El Presidente tiene que detener a Sharon
antes de que suceda."
"No exageres," rogó Tom. "En realidad no es tan grave. Todos
esos gobernantes árabes viven de nuestras dádivas. El dinero les es mucho más
importante que lo que está sucediendo a los palestinos. Saben que un pequeño
gesto del lobby judío bastará para que el Congreso les quite los miles de millones."
"¡Todo el que no esté con nosotros es un terrorista!" gritó Dick.
"¡Hay que eliminar a los terroristas! ¡Están asesinando el futuro!
"Cuando las masas árabes se levantan, no es asunto para reírse," argumentó
Harry. "Si los fundamentalistas derrocan el gobierno de un país árabe,
digamos Jordania, toda la gente buena en el mundo árabe caerá, uno tras el otro,
como piezas de dominó. Ya no bastan las buenas palabras. Hay que decirle a Sharon
que se detenga."
"OK. ," suspiró Tom.
"Pero hay que darle unos días más. Una semana o dos."
"Eso se puede arreglar," asintió Harry. Digamos: el Presidente envía
a Powell al Oriente Próximo, y mientras tanto Sharon puede continuar. Powell
no irá de inmediato, tiene que hacer sus maletas. El general es muy pedante
y empaquetar le tomará una semana. En el camino tiene que hacer visitas de cortesía
a sus amigos, otra semana. Mientras tanto Sharon puede matar a todos los palestinos
que se le ocurra.
"Así que estamos de acuerdo," resumió Tom. "El Presidente llamará
a un cese de las incursiones, pero no dirá 'inmediatamente' o 'ahora'. Eso le
dará a Sharon todo el tiempo que necesita, y nuestros judíos se quedarán satisfechos."
"¡Pero debemos asegurarnos que no mate a Arafat!" recordó Harry. "Eso
sería terrible. ¡Incitaría a una insurrección general en todo el Oriente Próximo!"
"¡Terrorista1" gritó Dick. "¡Arafat es un terrorista! ¡Ha escogido
el camino del terrorismo! ¡Ha traicionado el futuro del pueblo palestino! Ha...
"
"Tenemos un problema," interrumpió Tom. "Sharon está ansioso
por matar a Arafat. Quiere ajustar una cuenta personal. Su general, cómo se
llama, Mofaz, quiere 'enviarlo' directo al Paraíso."
"Dios mío," gruñó Harry, "¡Eso causaría un desastre! Nuestras
embajadas serán atacadas con bombas en todo el mundo. Ningún avión podrá volar
seguro."
"Tal vez se pueda arreglar," pensó en voz alta Tom, "enviaremos
a Zinni para que se reúna con Arafat. Después habrá un incidente, los israelíes
tratarán de arrestar a las personas 'buscadas' en la oficina de Arafat, habrá
tiros, y Arafat será matado accidentalmente. Nadie podrá acusarnos."
"Tal vez," Harry dudaba. "Pero la reacción podría ser violenta
y llevaría a un aumento de los precios del petróleo. Eso sería desastroso para
nuestra economía, así como para las de Europa y Japón. Nuestra gente no se interesa
para nada por los palestinos muertos, pero cinco dólares más por un galón podría
liquidar a Bush en las próximas elecciones."
"¡Terrorismo!" agregó Dick. "¡Aumentar los precios del petróleo
es terrorismo contra el Mundo Libre!"
"Lo más importante es que el Presidente no diga ni una sola palabra buena
sobre Arafat," instó Tom. "Debe maldecirlo. Tiene que decir que Arafat
tiene la culpa de todo, incluyendo su propia reclusión. ¡Ni una sola palabra
buena sobre Arafat! ¡De otra manera los judíos se enojarán mucho!
"O.K." Harry estaba de acuerdo. Pero por su parte, el Presidente tiene
que untar un montón de sensiblerías sobre la dignidad árabe, la humillación
en los puntos de control, y lo maravilloso que es el Príncipe Abdullah. Eso
hará que esos aburridos europeos se callen la boca. Debe hablar del Estado Palestino
y de congelar los asentamientos."
"No hay problema," aceptó Tom, "siempre que hable de eso como
una visión para un remoto futuro. Mientras tanto Sharon llenará el país de asentamientos
y matará a los dirigentes palestinos."
Harry cambió de tema. "Hay el asunto sirio. Fuentes de la CIA nos han dicho
que Sharon está preparando un tremendo ataque contra ellos. Está sólo esperando
que Hezbolá le ofrezca una provocación adecuada."
"Bien. El Presidente dirá algunas palabras duras, pero no demasiado duras,
sobre Siria. Eso nos servirá de coartada si Sharon verdaderamente los ataca."
"¡Terroristas!" Dick contribuyó su grano de arena. "¡Todos los
sirios son terroristas! ¡Hezbolá también! ¡Y los tipos de al-Aksa, y Hamás y
esa organización ¿cómo se llama?! ¡Todos! Todos los árabes son terroristas."
6 de abril de 2002