Las propuestas que se salen del guión de la globalización neoliberal son tachadas inmediatamente de "utópicas" por los representantes de los poderes económicos. Sin embargo, les gusta mucho decir que el movimiento por una globalización alternativa (ellos dicen "movimiento antiglobalización") no tiene propuestas, o, si me apuran, no tiene propuestas "realistas" (ellos no diferencian entre "realismo" y "conformismo").
Veamos: resulta que en mi nómina me descuentan casi una cuarta parte del sueldo. No me quejo, ya que entiendo que los impuestos tienen como finalidad sufragar los gastos públicos necesarios para elevar la calidad de vida de los ciudadanos. Sin embargo, ¿qué ocurre con un señor, o señora, que especula con el cambio de monedas y que amasa de esta manera una fortuna considerable? Pues que "se lo lleva crudo," ya que no existe un impuesto que le obligue a contribuir mínimamente al mantenimiento de los gastos públicos necesarios para asegurar servicios como la sanidad, la educación, las prestaciones sociales por enfermedad o desempleo, etc. ¿Es justo esto? Pues bien, la tasa Tobin propone gravar con un 0,1% las transacciones de divisas. O sea, un dólar por cada mil ¿Ridículo, no les parece? Pero es lo suficiente para que los poderes económicos se opongan con uñas y dientes. La propuesta no es de ningún loco, sino de un economista premio Nobel. Así que se espera de él que haya tenido en cuenta su viabilidad. El caso es que andando el tiempo, el Foro Social Mundial reunido en Porto Alegre hace unas semanas asumió esta propuesta.
Se calcula que el impuesto supondría una recaudación de más de 200.000 millones de dólares anuales en el mundo (un día laborable circulan libremente más de dos billones de dólares). La cantidad recaudada podría muy bien destinarse para ayuda al desarrollo de los países necesitados. Menos de la mitad bastaría, según cálculos de la ONU, para satisfacer necesidades tan básicas como el acceso universal al agua potable, la sanidad, la educación y el cuidado del medio ambiente.
La defensa de los derechos económicos, sociales y culturales de la población mundial tiene unos costes cuyo cubrimiento hay que asegurar mediante medidas fiscales redistributivas.
Y la propuesta de la tasa Tobin da en la diana. Por eso, los defensores de los derechos humanos tenemos que apoyar la iniciativa de ATTAC de pedir al gobierno español, que ostenta la presidencia de la Unión Europea durante este semestre, que impulse la propuesta de una Eurozona Tobin. Europa tiene un peso económico indudable en el mundo y arrastraría muy probablemente a otros países posteriormente. La implantación de este impuesto depende exclusivamente de la presión ciudadana, de ahí la importancia de divulgar por todos los medios posibles la iniciativa. Pensar que otro mundo es posible no es utópico; es un legítimo y modesto sueño de los que no nos resignamos a la pesadilla neoliberal.
Pedro López López es Vicepresidente de la Asociación Pro Derechos Humanos de España.