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16 de abril del 2002
Entrevista con Naomi Klein
Buscar "la mugre detrás del brillo"
Tania Molina Ramírez
Masiosare
Su libro No Logo, se volvió un bestseller -libro de cabecera de activistas
de izquierda y objeto de morbo de mercadólogos y publicistas- y va por
los 700 mil ejemplares vendidos en 20 idiomas. Pero ella está cansada
del papel que los medios y "el movimiento" le han dado y quiere volver al trabajo
que la llevó a ser una autora de "éxito": escuchar, ver, indagar,
seguir la ruta de los vicios del capitalismo global y las estrategias de resistencia.
O, como decía de manera más sencilla su abuelo, a "descubrir la
mugre detrás del brillo"
***
¿Quién se hubiera imaginado que esta periodista canadiense de
32 años, que lleva más de dos años hablando ante auditorios
repletos de estudiantes por todo el mundo, que ha sido estrella en foros como
el Mundial Social de Porto Alegre e incluso en seminarios empresariales, le
teme a una cámara fotográfica?
Klein, a quien el diario inglés The Times cataloga como "una de las personas
más influyentes en el mundo menor de 35 años", es muy tímida.
Le incomoda el papel de gurú. Prefiere escuchar a hablar, ver a ser vista.
Escuchar, ver e indagar, tal como hizo durante cuatro años cuando realizó
una minuciosa investigación en Canadá, Estados Unidos, Gran Bretaña
y Asia sobre "las marcas como un estilo de vida, los abusos laborales y la resistencia
contra las trasnacionales".
El fruto de ese peregrinar fue No Logo. En diciembre de 1999, cuando el libro
estaba en imprenta, las cámaras de CNN mostraron las batallas campales
en Seattle durante la reunión de la OMC, y el mundo "descubrió"
lo que aquella periodista-activista de 29 años llevaba documentando desde
1995. Naomi saltó a la fama de la noche a la mañana. Se volvió
una especie de profetisa, aunque ella más bien siente que el movimiento
la "arrastró", pues lo único que hizo fue seguir un hilo que conoció
con sus amigos de la universidad.
Después de la McProtesta
Naomi está muy contenta. El pasado 29 de marzo, día en que la
canadiense viajó a México, del otro lado del planeta, en Australia,
decenas de refugiados aprovecharon una de las jornadas de manifestación
convocadas por defensores de los derechos de los inmigrantes para escapar del
centro de detención de Woomera. "¡Es este el tipo de acciones que necesitamos!",
exclama con entusiasmo.
Frente a una taza de té de hierbabuena -para ahuyentar una incipiente
gripa producto de cinco intensas semanas de trabajo en Argentina- en una cafetería
de Polanco, la periodista explica, con voz pausada: "Hoy muchos activistas sienten
que no hay nada después del activismo y se preguntan, ¿qué sigue?
Está muy bien brincar de cumbre en cumbre -cosa que ya se volvió
un ritual- haciéndoles la vida de cuadritos al FMI y al Banco Mundial,
los cuales tienen que reunirse cada vez más lejos y en secreto, pero
eso no basta para que haya cambios profundos".
Y explica: "Para retar una estructura tienes que estar luchando a favor de algo,
tu lucha debe tener un sentido práctico (como lo tuvo en Australia),
cosa que mucha gente siente que ahora está ausente".
"Las manifestaciones no son en sí mismas un movimiento. Sólo son
la expresión vistosa de los movimientos cotidianos, enraizados en las
escuelas, los lugares de trabajo y los barrios. O al menos eso deberían
ser ... Algo está muy mal cuando las protestas están aisladas
de las preocupaciones cotidianas urgentes. Significa que el espectáculo
de mostrar un movimiento se está confundiendo con la tarea menos glamorosa
de construir un movimiento", escribió el año pasado en un artículo
en el cual advertía sobre el peligro de caer en las McProtestas.
El drogadicto
De niña, Klein escuchó muchas veces esta explicación: "Vivimos
en Canadá y no en Estados Unidos porque aquí no tienes que ser
rico para enfermarte y puedes hacer documentales y el Estado paga". La familia
Klein se había establecido en Montreal -donde ella nació- porque
su padre se rehusó a combatir en la guerra de Vietnam.
Sus dos padres trabajaron en el sector público, él en el sector
salud y ella hacía documentales feministas y sobre el movimiento pacifista.
Ahora ambos viven en Vancouver, donde el recién electo gobierno de derecha
cortó un tercio de los recursos del sector público. El pasado
30 de marzo, Naomi habló con su padre, en proceso de jubilarse, quien
le dijo: "Estoy mirando cómo el trabajo de mi vida entera se va por el
caño, todo lo que construimos es desmantelado".
La experiencia familiar alimenta las convicciones de Klein: "El capitalismo
actúa como un drogadicto, y ahora, por la recesión, está
sin droga, así que no importa cuánto cambie su discurso, es más
violento porque necesita nuevos mercados".
¿Cuáles mercados? "La propiedad intelectual y la vida", asegura Naomi.
Todo, dice, es objeto de privatización.
Cambiar de sentido
Por más que lloró y suplicó, la niña Naomi nunca
tuvo una Barbie. Para sus padres hippies era una cuestión de principios.
Ahora, Naomi es una de las más agudas críticas de las marcas -tema
que ha tratado, no sólo en su libro de 543 páginas, publicado
en español por Paidós el año pasado, sino también
con regularidad en sus colaboraciones en el diario canadiense The Globe &
Mail, el inglés The Guardian y La Jornada- Y es que, ¿quién mejor
para desenmascarar lo que hay detrás de las marcas que alguien que aún
hoy se confiesa deslumbrada con los escaparates de las avenidas de Nueva York,
pero que además tuvo un abuelo que le aconsejaba: "Siempre busca la mugre
detrás del brillo"? (Su abuelo, Philip Klein, fue animador en Walt Disney
y lo despidieron por organizar "la primera huelga" en los estudios de esa compañía).
En No Logo, Naomi alerta sobre cómo las trasnacionales convierten a las
marcas en un estilo de vida, sobre cómo integran la cultura y los valores
a las marcas. Después de publicado el libro, dice, este proceso simplemente
se profundizó: "No sólo hay cada vez más grupos de música
y programas patrocinados por empresas, sino que éstas crean programas,
como una película de animación que está por salir, Food
Fight, inventado por compañías de alimentos".
***
En este "mundo regido por las marcas", la mayor de ellas, dice Naomi, es USA.
Tras el 11 de septiembre, "nacionalmente, la marca USA fue todo un éxito,
aunque internacionalmente haya sido un fracaso. El lema en Estados Unidos es:
'Lucha contra el terrorismo, ve de compras'; es un retorno al lenguaje de la
guerra fría".
"Los seres humanos necesitamos darle sentido a nuestra vida -sigue Klein-, ahora
lo obtenemos a través de nuestros tenis y, desgraciadamente, de la guerra".
Así, para Naomi, lo que hace falta no es decirle a la gente "no compres
tenis Nike", sino darle otro sentido a la existencia. ¿Dónde buscarlo?
"En la comunidad", asegura. No en el sentido geográfico, sino como un
vínculo entre personas con los mismos intereses y sueños.
Como miembro de una familia de migrantes (sus abuelos llegaron a Estados Unidos
provenientes de Rusia y sus padres emigraron a Canadá ?"vivir en Toronto
es como un accidente"?), Naomi sabe de lo que habla. "Si no hay un sentido de
comunidad en tu vida buscas sustitutos a través del consumismo, del patrioterismo".
Hay, además, otra razón de peso para apoyar lo local, agrega Naomi.
"El poder financiero mundial sólo puede enfrentar a unos cuantos adversarios,
no a muchos chiquitos. La diversidad es un enorme obstáculo para la oligarquía
económica y política. Si lo local es fuerte, el neoliberalismo
tendrá problemas para crear un solo modelo global".
El logo de No Logo
Naomi se negó a registrar No Logo como una marca, aún cuando la
editorial le dijo que debía hacerlo ("¡Yo quiero que la gente lo use!",
contestó).
Pero se acaba de enterar que en Italia hay una compañía de alimentos
que patentó No Logo. También se puede comprar en ese país
carátulas para teléfonos celulares No Logo.
¿Qué va a hacer al respecto? Nada.Incluso, recibió una carta del
abogado de una compañía de ropa que decía que la iba a
demandar porque ellos tenían la patente de No Logo y ella estaba violando
su registro. "Le conté a un periodista, quien llamó a la empresa,
y después la compañía se disculpó conmigo y me preguntó
que si no quería entrarle al negocio con ellos", platica y se ríe
divertida.Pero no sólo las empresas usan No Logo, Naomi cuenta que en
la Universidad de Toronto, donde estudió literatura, los estudiantes
tienen un Día de No Logo.
Un libro "con vida propia"
Todo por ser "mala alumna". Naomi se había salido de la escuela sin terminar
la carrera. Decidió regresar. Pero conoció a un grupo de estudiantes
que hacía campañas contra la invasión del espacio público
por las marcas.
En aquel tiempo ya publicaba artículos; escribió sobre estas acciones
y decidió seguir el tema de la creación de las marcas. Hasta que
resolvió hacer un libro. Y volvió a dejar la escuela.
El año pasado ganó el Premio Nacional de Libro de Negocios, patrocinado
por PricewaterhouseCoopers y el Banco de Montreal.
Este es uno de los reconocimientos que Klein ha compartido con Avi Lewis, un
periodista de la televisión pública de Canadá, a quien
conoció en 1996 cuando fue a entrevistarlo y con quien se casó
en 1998. "Durante años me saludó cada mañana con una taza
de café y un bonche de recortes de la sección negocios". También
la acompañó a sus viajes a Indonesia.
"Cuando comencé el libro, no sabía si estaba cubriendo escenas
marginales y atomizadas de resistencia o el nacimiento de un movimiento potencialmente
amplio. Transcurrió el tiempo y vi que un movimiento se formaba ante
mí, y el libro cobró vida propia, se volvió parte del movimiento",
contó Klein a Masiosare el año pasado, cuando vino a presenciar
la llegada de los zapatistas al Zócalo capitalino.
***
No Logo es texto de cabecera no sólo de los jóvenes politizados,
sino también de los empleados del otro personaje central de la obra:
los "monstruos corporativos" que se han unido para imponer "un gobierno planetario
de facto".
Naomi ha recibido numerosas invitaciones a seminarios donde la mayoría
de los asistentes son empresarios o trabajan en mercadotecnia. "Saben que algo
está sucediendo y lo quieren comprender", dice.
William G. Davis, ex presidente de Ontario, felicitó a Klein por la calidad
de su trabajo durante la ceremonia del Premio Nacional de Libro de Negocio y
en la página de PricewaterhouseCoopers se lee: "No Logo es una atractiva
combinación de un amplio trabajo periodístico y de provocativas
anécdotas personales contadas con sentido del humor por Klein. Ella rastrea
las razones detrás del crecimiento del activismo antiempresarial y explica
las razones por las cuales este emergente movimiento mundial es una fuerza que
debe ser tomada en cuenta".
Ha habido compañías que le han pedido asesoría, lo cual
divierte mucho a Naomi, quien nunca ha aceptado las ofertas.
Claro que no todos los empresarios la quieren, pero tampoco les es indiferente.
El semanario The Economist dedicó los artículos principales de
su edición de la segunda semana de septiembre de 2001 a criticar a "la
Biblia de los globalifóbicos". La portada era una copia de la tapa del
libro de Klein, pero en lugar de No Logo, los británicos escribieron
Pro Logo.
El sur también existe
"Fui a Argentina porque pensaba que ahí se estaba llevando a cabo una
revolución contra el neoliberalismo. Y era cierto", cuenta Naomi, quien
también ha colaborado en The Nation, The New York Times, Toronto Life,
The Village Voice, Newsweek International, New Statesman, Ms., The Baffler y
Saturday Night.
En Buenos Aires pasó cinco semanas con los piqueteros. Ahí volvió
a constatar que el movimiento contra el neoliberalismo no es exclusivo del norte:
"El problema de llamarle 'movimiento' es que oscurece el hecho de que la resistencia
activa contra el neoliberalismo es más fuerte en el sur".
Otro problema con el nombre, dice Klein, es que "más que un movimiento,
lo que hay es un estado de ánimo, de impaciencia, de coraje".
"En los lugares privilegiados del norte (e incluso del sur) hay un puñado
de ONG y grupos estudiantiles que se ponen la etiqueta de 'el movimiento'",
lanza. En Canadá hay ONG que dicen 'somos parte de un movimiento global,
hemos leído todos los artículos en internet, estamos en las mismas
listas de correos', pero en México están los que organizan trabajadores
en las maquiladoras y los que intentan parar el Plan Puebla Panamá".
Lo que se necesita, asegura, es "muchísimo diálogo entre los movimientos
sociales, conocernos". El foro de Porto Alegre se ha vuelto "el lugar para estar",
pero "la gente de Canadá que va al foro no es la que hace acción
directa (los pescadores o los granjeros indígenas), sino las cabezas
de las ONG y los académicos".
"Las conexiones realmente emocionantes son las que puede haber entre los piqueteros
y los activistas de Soweto, entre los activistas mexicanos y canadienses contra
la 'frontera inteligente', eso es explosivo".
***
En Argentina volvió a sus andanzas de investigadora. Y tras estar separada
durante largas temporadas de Avi, ahora vuelven a trabajar juntos.
Sudáfrica y el "apartheid económico"; Canadá y proyectos
como el sindicato de usuarios del transporte público; México y
el Plan Puebla Panamá, serán algunas de las experiencias que documentará.
Su enfoque, como en No Logo, estará "en los mecanismos para reapropiarse
de la esfera pública".
Este año, Klein presentará un nuevo libro con una selección
de sus artículos. Pero fuera de eso se dedicará a lo que realmente
la apasiona: escuchar, ver e indagar. O, como decía su abuelo, a "descubrir
la mugre detrás del brillo".