La recuperación de la Memoria Histórica y de las señas de identidad de la izquierda
José Mª Pedreño
" La historia de una revolución fallida no es la historia de un crimen" K. Marx.
El capitalismo, a pesar de sus contradicciones, ha llegado, en estos momentos, a ser capaz de crear un tejido social sobre el que afianzarse, esto ha sido posible por que, tras un proceso histórico de lucha de clases en el que las fuerzas sociales populares fueron derrotadas, ha creado una cultura que ha sabido transmitir a la sociedad a través de los medios de comunicación de masas - que tan bien domina-, impidiendo con ello que los derrotados puedan vislumbrar cualquier posibilidad de revertir la situación. Esa cultura, imperante en nuestra sociedad, ha generado el llamado "pensamiento único" que anula y margina todo aquello que queda fuera de los roles establecidos. Todas las áreas de conocimiento humano son puestas, a través de ese "pensamiento único" al servicio del mercado y de las estructuras económicas y de poder, cualquier conocimiento que cuestione este estado de cosas es marginado y apartado. La Literatura, La Historia, el Arte... todo se prepara y se escribe en función del mercado y de su utilidad para mantener la situación. Las clases dominantes han aprendido que el dominio cultural de los pueblos es uno de los elementos más importantes para asegurar el control político y económico.
Nuestra realidad forma parte de un proceso histórico y es el resultado de realidades anteriores, cuyas consecuencias han ido conformando todas y cada una de las actuales. Desde el capitalismo, a través de la ideología que lo sustenta en la actualidad, el neoliberalismo, también se trata de rescribir la historia, primero, para transformar sus agresiones históricas en grandes efemérides de la humanidad, segundo, para maximizar los errores de las alternativas que a lo largo de la historia han ido surgiendo y tercero, para hacer que se olviden los éxitos que esas mismas alternativas consiguieron. Quieren hacernos olvidar que las relaciones de poder existentes son resultado de la lucha de clases en la que fuimos derrotados. Todo esto forma parte de esa cultura que se nos quiere imponer, para demostrar que, fuera del modelo actual de sociedad, no existe ninguna alternativa y que sólo en su seno se puede llegar a alcanzar cierto grado de bienestar y seguridad, aunque sea a costa del malvivir y la inseguridad de otros y de nuestra propia esclavitud.
Antonio Gramsci, como teórico marxista de la lucha de clases en las sociedades de los países occidentales, apuntaba que existían tres frentes de lucha: el económico, el político y el ideológico-cultural. A continuación, planteaba que estos tres frentes eran inseparables: "La lucha económica no puede separarse de la lucha política, y ni la una ni la otra pueden ser separadas de la lucha ideológica." Estos tres frentes de lucha, inseparables, ejercían su unión, en una sola lucha, en el Partido de la clase obrera, único que podía satisfacer todas las exigencias. Para Gramsci el Partido es "El Príncipe" de Maquiavelo reencarnado en forma colectiva, concebido como estado mayor de la clase trabajadora, el intelectual colectivo elaborador de la estrategia y, por tanto, necesitado de atraer a los intelectuales a su seno, dando una importancia tremenda a la lucha cultural, marcándola en sus escritos como uno de las elementos más importantes para conseguir la hegemonía. Gramsci no concebía la toma del poder por la clase trabajadora sin un previo consenso mayoritario en la población, es decir, sin contar con la hegemonía cultural y moral. Así mismo, planteaba la situación de victoria de la burguesía como un proceso con el que se intentaba crear en la mente de la clase trabajadora, mediante el dominio cultural, la sensación de irreversibilidad de su derrota como clase, llegando a un momento, transcurrido el tiempo, en el que se deshistorizaba el proceso de tal forma que el derrotado confundía lo natural con lo real integrándose, sin tener conciencia de su situación como tal derrotado, en la sociedad del vencedor. Gramsci ponía en evidencia la importancia de la memoria histórica como elemento fundamental en la lucha cultural e ideológica, inseparable, por otra parte, de la económica y de la política. En su ensayo "La vida cotidiana en el mundo moderno", Henri Lefevbre apuntaba, como aspectos del proceso que estaba dando la victoria (momentánea) a la burguesía en la de la lucha de clases, los siguientes (tan válidos en 1968 como en la actualidad): a) introducción del neo-capitalismo (aún no se había hecho extensiva la denominación neoliberalismo), con modificaciones institucionales del antiguo capitalismo (concurrente y después monopolista), sin transformación de las relaciones de producción; b) desvío de la capacidad creadora que tendía hacia la transformación revolucionaria (obnubilando y, en la medida de lo posible, extirpando la conciencia misma de la producción en sentido amplio, en tanto que actividad creadora); c) al mismo tiempo liquidación de un pasado, de las huellas de la historia, todo ello recusado por la estrategia victoriosa (momentáneamente). El momento histórico en que Lefevbre escribió este ensayo no era, evidentemente, el que vivimos, pero, como sociólogo marxista, sus análisis le estaban llevando a unas conclusiones que, en la actualidad, se han puesto de manifiesto con más certeza que nunca, cuando esa victoria de la burguesía, que él apuntaba, se ha materializado firmemente después de la caída de los sistemas socialistas del Este de Europa. Lo que en su época consideraba aspectos de la estrategia de clase de la burguesía, en la actualidad, se han transformado en líneas estratégicas y signos de identidad de esa victoria. Con esas conclusiones se ponía en evidencia que la lucha de clases se da en tres frentes: económico, político y cultural, sin embargo, Lefevbre los estructura unificando lo político y lo económico y dividiendo lo cultural en lo creativo y lo histórico. Lefebvre vio, también y de forma clara, la deshistorización que Gramsci planteaba ante la situación de derrota. Por otro lado, la perdida de referentes reales, conforma una situación de apatía en la conciencia de las masas que, al no vislumbrar un modelo sobre el que construir una sociedad distinta, quedan desorientadas políticamente.
La recuperación de las señas de identidad de la izquierda, en estos tiempos de zozobra social, es sumamente importante. Los procesos históricos en los que ha participado a través de sus militantes no hubieran tenido el mismo desarrollo sin su concurso. El desconocimiento de la historia de la izquierda por el Pueblo Español –incluso por muchos de los militantes y dirigentes actuales- es una de las razones por las que se encuentra en crisis desde hace tiempo. Se nos ha identificado siempre con la parte más oscura de la historia, los ideólogos neoliberales nos colocan, incluso, en el mismo campo que el fascismo y el nazismo. La historia escrita por la burguesía se expone como propaganda, en los medios de comunicación de masas, poniendo sobre las siglas de nuestras organizaciones todo tipo de calumnias tendenciosas con el claro objetivo de hacernos aparecer como fracasados y no como derrotados, calificativo más adecuado a la situación en la que nos encontramos. La izquierda española ha tenido grandes aciertos y ha cometido graves errores, pero su gran patrimonio estriba en sus grandes sacrificios. Los historiadores burgueses hacen historia de nuestros grandes errores, pero no explican nuestros aciertos y, mucho menos, nuestros sacrificios, esto es un insulto para nuestros caídos y para la clase trabajadora de este País, por que la historia de la izquierda española está escrita con la sangre de miles de militantes.
La recuperación de la memoria histórica tiene tres vertientes: la humana, la histórico-cultural y la política. La vertiente humana es la más cercana para todos, es el mundo de los sentimientos, en él se encuentran la nostalgia, el recuerdo, el orgullo, el amor a los valores humanos, a la libertad, a la justicia... Según el filósofo costarricense Rodrigo Quesada Monge, "...nada es más ideológico en el capitalismo contemporáneo que la nostalgia imperial. Está repleta de símbolos, de rituales y ceremonias mediante las cuales se busca invocar las glorias del ayer, y sobre todo, impedir que las emociones, las ideas y los sentimientos que trae consigo toda aquella parafernalia, se les vaya de las manos, para no volver jamás". La nostalgia impregna cada poro de la cultura capitalista; el cine, el teatro, la literatura y sus actos públicos están teñidos de una gran costra de nostalgia. Por eso, debemos reivindicar nuestro derecho a la nostalgia como algo productivo, como parte del sueño y la utopía; supone la búsqueda del puente entre lo que fue, lo que pudo haber sido y lo que nos gustaría que fuese.
Quien cree que pudo haber cambiado las cosas tiene derecho a la nostalgia y ese sentimiento humano respecto al pasado supone un muelle de impulso para conquistar el futuro, por que la clase trabajadora no ha fracasado, sólo ha sido derrotada (momentáneamente). En esa vertiente humana cabe la situación personal de los militantes veteranos y sus familias, sus necesidades materiales y espirituales. Aquí es donde entra en escena el trabajo militante, la lucha en las instituciones por la conquista de todos sus derechos, tanto materiales como espirituales, el homenaje, el reconocimiento, la ayuda y la solidaridad de todos, desde la dirección hasta las bases. Con la vertiente histórica y cultural nos adentramos en el camino del estudio, de la investigación, de la búsqueda de la verdad, de la creación de una cultura alternativa al capital, es el mundo de la placa conmemorativa, del monumento, de la obra artística, de la literatura, del cine... La reelaboración de la historia desde el punto de vista de los derrotados en la lucha de clases, desde la óptica de la izquierda, es algo doloroso para un enemigo neoliberal que hunde sus raíces en las mentiras franquistas, usurpándonos nuestro legado histórico y político al Pueblo Español: nuestra lucha por la pequeña libertad de que éste disfruta. En la vertiente política está el estudio de la historia de nuestras organizaciones, los referentes políticos, el aprendizaje sobre la experiencia de los militantes veteranos, sobre sus vivencias, sobre su interpretación de la política y de la sociedad, el análisis de otros momentos históricos y su paralelismo con los actuales, en definitiva, el aprendizaje de la historia como tarea de formación político-cultural, entendiendo la cultura como el conocimiento propio y ajeno.
Conocer como fuimos nos ayuda a conocer como somos, a mejorar y potenciar nuestras cualidades, a aminorar o hacer desaparecer nuestras carencias, a conocer al enemigo y saber valorar su puntos fuertes y débiles.