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Internacional

29 de abril del 2002

Le Pen y Sharon ganan con las campañas antisemitas

El negocio del miedo
Naomi Klein
Masiosare

¿Es posible estar a favor de la independencia palestina sin adoptar una dicotomía simplista de "a favor de los palestinos/ contra Israel"? Algunos piensan que no hay que molestarse con tales "sutilezas" mientras aún sacan cuerpos de entre los escombros en Jenin. Pero cualquiera que esté interesado en luchar contra el fascismo al estilo Le Pen o contra la brutalidad al estilo Sharon tiene que lidiar de frente con la realidad del antisemitismo

ME ENTERÉ A TRAVÉS DE CORREOS electrónicos que algo nuevo estaba pasando en Washington el pasado fin de semana. A una manifestación contra el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional se le unió una marcha antiguerra, así como una manifestación contra la ocupación israelí en territorio palestino.
Al final, todas las marchas se juntaron en lo que los organizadores describieron como la más grande manifestación de solidaridad con los palestinos en la historia estadunidense, 75 mil personas, según la policía.
El domingo por la noche prendí el televisor con la esperanza de atrapar un vistazo de esta histórica protesta. Vi otra cosa: un triunfante Jean Marie Le Pen celebrando su nuevo status de segundo líder político más popular en Francia. Desde entonces me he preguntando si la alianza que se vio en las calles también puede lidiar con esta nueva amenaza.
Me parece que la convergencia que tuvo lugar en Washington ?como crítica tanto de la ocupación israelí como de la globalización con mandato empresarial? llegó con mucho retraso. A pesar de etiquetas fáciles como "antiglobalización", las protestas de los pasados tres años se han tratado sobre la autodeterminación: el derecho de los pueblos a decidir la mejor manera de organizar sus sociedades y economías, ya sea una reforma agraria en Brasil, producir medicinas genéricas contra el Sida en la India, o, por supuesto, resistir una fuerza de ocupación en Palestina.
Cuando cientos de activistas de la globalización llegaron a Ramalah para actuar como "escudos humanos" entre los tanques israelíes y los palestinos, la teoría que se había estado desarrollando fuera de las cumbres comerciales se puso en acción concreta. Traer de vuelta todo ese espíritu valiente a Washington era el próximo paso lógico. Pero cuando vi a Le Pen en la televisión, triunfante, con los brazos alzados, algo de mi entusiasmo se evaporó. No hay ninguna conexión entre el fascismo francés y los manifestantes "liberen a Palestina" en Washington (de hecho, las únicas personas por las cuales los que apoyan a Le Pen parecen sentir más disgusto que por los judíos es por los árabes). Sin embargo, no podía evitar pensar en los recientes eventos donde he estado y en los cuales la violencia contra los musulmanes es correctamente condenada, Ariel Sharon muy merecidamente maldecido, pero en los cuales no se hacía ninguna mención a los ataques a las sinagogas, cementerios y centros comunitarios judíos. Tampoco podía evitar pensar en el hecho de que cada vez que me meto a sitios de internet con noticias sobre activismo, como Indymedia.org, el cual ejerce un "abierto criterio de publicación", me enfrento a una serie de teorías de la conspiración judía sobre el 11 de septiembre, y con extractos del Protocolo de los Sabios de Sion.
El movimiento contra la globalización no es antisemita, simplemente no se ha enfrentado lo suficiente a las implicaciones de sumergirse en el conflicto de Medio Oriente. La mayoría de las personas de izquierda simplemente están eligiendo estar de un lado, y en el Medio Oriente, donde uno de los lados está bajo ocupación y el otro tiene a los militares estadunidenses detrás de ellos, la elección parece ser clara. Pero es posible criticar a Israel mientras se condena con fuerza la escalada antisemita. Y de la misma manera es posible estar a favor de la independencia palestina sin adoptar una dicotomía simplista de "a favor de los palestinos/ contra Israel", una imagen espejo de las fórmulas bien-contra-mal tan amadas por George W. Bush.
¿Por qué molestarse con tales sutilezas mientras aún sacan cuerpos de entre los escombros en Jenin? Porque cualquiera que esté interesado en luchar contra el fascismo al estilo Le Pen o contra la brutalidad al estilo Sharon tiene que lidiar de frente con el antisemitismo.
El odio hacia los judíos es una potente herramienta en las manos tanto de la derecha en Europa como en Israel. Para Le Pen, el antisemitismo es una inesperada fortuna que ayuda a repuntar su apoyo de un 10% a un 17% en una semana. Para Ariel Sharon, es el miedo al antisemitismo, tanto real como imaginario, lo que representa un arma. A Sharon le gusta decir que él se enfrenta a los terroristas para mostrar que no tiene miedo. De hecho, sus políticas son motivadas por el temor. Su gran talento consiste en entender cabalmente la profundidad del miedo judío a otro holocausto. Sabe cómo hacer paralelismos entre las ansiedades judías sobre el antisemitismo y los miedos estadunidenses al terrorismo. Y es un experto en utilizar todo esto para sus fines políticos.
El primer y familiar miedo al que Sharon recurre, el que permite que proclame que todas sus acciones son defensivas, es el miedo de que los vecinos de Israel quieren echar a los judíos al mar. El segundo temor que Sharon manipula es el miedo de los judíos de la Diáspora, de que eventualmente se verán forzados a buscar un refugio en Israel. Este temor lleva a que millones de judíos en el mundo, muchos de ellos asqueados de la agresión israelí, se callen y envíen sus cheques, un depósito para el futuro santuario.
La fórmula es sencilla: mientras más teman los judíos, más poderoso es Sharon. Elegida sobre la base de "la paz a través de la seguridad", la administración de Sharon prácticamente no podía esconder su encanto por el ascenso de Le Pen e inmediatamente llamó a los judíos franceses a que empaquen y regresen a la tierra prometida.
Para Sharon, el temor judío es una garantía de que su poder no será monitoreado y le da la impunidad para enviar tropas al ministerio de Educación palestino a robar y destruir registros; enterrar vivos a niños en sus hogares; bloquear ambulancias para que no lleguen a los moribundos.
Los judíos fuera de Israel se encuentran en un predicamento: las acciones del país que se suponía que iba a garantizar su futura seguridad los están poniendo en una situación más insegura. Sharon deliberadamente borra las distinciones entre los términos "judío" e "israelí" y dice que lucha no por un territorio israelí sino por la supervivencia del pueblo judío. Y cuando el antisemitismo crece, al menos en parte como resultado de sus acciones, es el propio Sharon el que de nuevo recolecta los dividendos políticos. Y la estrategia funciona. La mayoría de los judíos está tan asustada que ahora está dispuesta a hacer cualquier cosa para defender a las políticas israelíes. Así, en la sinagoga de mi barrio, donde la humilde fachada acaba de ser feamente marcada por un sospechoso fuego, el letrero en la puerta no dice: "Gracias por nada, Sharon". Dice: "Apoya a Israel ... Ahora más que nunca".
Hay una salida. Nada va a erradicar el antisemitismo, pero los judíos fuera y dentro de Israel podrían estar un poco más seguros si hubiera una campaña para distinguir entre distintas posiciones judías y las acciones del Estado israelí. Aquí es donde un movimiento internacional puede jugar un papel crucial. Ya se están formando alianzas entre los activistas de la globalización y los "refuseniks" israelíes, los soldados que se rehúsan a cumplir con su obligado deber en los territorios ocupados. Las imágenes más poderosas de las protestas del sábado 20 de abril eran los rabinos caminando al lado de los palestinos.
Pero se necesita hacer más. Resulta fácil que los activistas de la justicia social se digan a sí mismos que como los judíos ya tienen unos defensores tan poderosos en Washington y Jerusalén, el antisemitismo no es su batalla. Este es un error fatal. Precisamente porque el antisemitismo es usado por gente como Sharon, una lucha contra el antisemitismo tiene que ser proclamada. Cuando el antisemitismo ya no sea un negocio judío, del cual se ocupan Israel y el cabildeo sionista, se le robará a Sharon su arma más efectiva en la indefendible y crecientemente brutal ocupación.
Y, como punto extra, cuando el odio hacia los judíos disminuya, gente como Jean Marie Le Pen también empequeñecerá.
(Traducción: Tania Molina Ramírez)