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16 de abril del 2002
Los límites del Imperio
Thomas Atzert
Universidad Nómada
El Imperio, como forma de poder soberano más allá de la
soberanía del Estado-nación, como figura paradójica de
una acumulación capitalistas sin fronteras, de una crisis continua y
una reconversión permanente: Toni Negri y Michael Hardt describen el
orden global actual menos como una estructura rígidamente articulada
que como una transición histórica.
La discusión crítica adopta una orientación rigurosamente
materialista en la tesis desarrollada en «Imperio», según la cual el
Imperio es un paso, una transición. En tanto que paso, no remite a un
fin o a un estado todavía no alcanzados, esto es, el orden imperial no
es una transición «a algo». El concepto evoca más bien una figura
arquitectónica. En él se asocian fragilidad y estabilidad. Esta
construcción del paso al Imperio podría remitirnos quizás
al concepto esbozado por Walter Benjamin en sus observaciones acerca de los
«Pasajes» de París, que representaban para Benjamin uno de los lugares
paradigmáticos del siglo XIX. Tampoco escapa a Hardt y Negri la reestructuración
del espacio y el tiempo que acarrea el Imperio, estrechamente vinculada a la
consolidación del dominio contra la insurrección.
La transición imperial se asienta sobre la secuencia y la concatenación
de luchas sociales de liberación en la segunda mitad del siglo XX, esto
es, de las revoluciones anticoloniales en el Tercer Mundo así como de
la revuelta mundial de los movimientos antiautoritarios, a la par que de las
luchas en el ámbito de la reproducción y de resistencia contra
la sociedad fábrica. Hardt y Negri asocian la descripción de esta
cesura histórica a la crítica de una serie de categorías
comúnmente empleadas para designar las relaciones dominantes, ya sea
como posfordistas, neoliberales o poscoloniales. La objeción a estos
conceptos estriba en que de ellos se desprende un pensamiento demasiado centrado
en formas de dominio ya pretéritas y que trata ante todo de constatar
su persistencia presente. Una perspectiva semejante se muestra además
cabalmente retrógrada en la medida en que se encamina a una «defensa»
-o, en el mejor de los casos, una «crítica»- de lo viejo. Asimismo, se
muestra partidaria, en cierta manera como Pierre Bourdieu, del Estado del bienestar
nacional o cree encontrar su referente en el trabajo asalariado ligado a la
gran industria y en los modelos presupuestarios. Sin embargo, estas relaciones
ya no son características hoy en día del capitalismo globalizado;
limitándose a éstas, se corre el peligro de caer en la añoranza
de un reformismo social al que son concomitantes el resentimiento contra toda
desviación y el rechazo de la diferencia.
En cambio, el rasgo distintivo del orden imperial consiste en que éste
expone a la sociedad en su totalidad a la valorización y la explotación
capitalistas. La formación social resultante reestructura un continuo
de producción y reproducción, que Negri y Hardt consideran como
una «subsunción de la sociedad» -y ya no únicamente del trabajo
productivo- bajo el capital. De ésta se desprende un «orden biopolítico»,
que se asienta sobre la regulación de la vida y de la población.
Este orden se esfuerza en intensificar el control sobre todos los aspectos de
la vida; pero también se esfuerza en lo contrario: en excluir a todas
las expresiones de la vida del ciclo de valorización, poniendo con ello
en tela de juicio la vida misma.
La soberanía como poder de separar un «dentro» y un «fuera», de sancionar
la inclusión y la exclusión, de «hacer vivir y dejar morir», ha
roto sus ataduras, en el orden del capitalismo globalizado, con el Estado-nación.
Antes bien, momentos de poder soberano se diseminan en las instancias y los
aparatos del Imperio. Esta diseminación de la soberanía encuentra
su correspondencia en la articulación del espacio social. En el Imperio,
segmentaciones flexibles y entrecruzadas superponen y desplazan los modernos
procedimientos de la discriminación y la representación, recorriendo
su ordenamiento y estructurando nuevas discriminaciones y exclusiones. La contienda
entre el poder imperial y las fuerzas que le resisten se juega hoy en estos
espacios sin límites.
Las modificaciones de lo social han de descubrirse en las formas de la vida
cotidiana y de la resistencia, de la producción y de los conflictos sociales.
La perspectiva que ante estas modificaciones adoptan Hardt y Negri está
regida por la pregunta acerca de las fuerzas que impulsan su dinámica,
insistiendo en la primacía de las luchas sociales con respecto a las
estrategias de dominio. En estas contiendas se muestran los límites del
Imperio. La globalización supone una reacción a la crisis de la
regulación basada en los Estados-nación, es la contrarrevolución
de épocas pasadas.
El envite es la utilización estratégica del Estado moderno, la
organización de la división social del trabajo y, en particular,
el ensamblaje de la producción de conocimientos con el poder imperial.
Lo que en el fordismo todavía podía abordarse como división
entre trabajo intelectual y manual, hoy se presenta radicalmente modificado:
el concepto paradójico de trabajo inmaterial trata de aferrar la nueva
composición del trabajo vivo, los factores cooperativos, comunicativos,
creativos y afectivos de la productividad, a la par que la considerable socialización
del trabajo intelectual. En oposición a la valorización y la explotación
capitalistas entran en escena nuevas fuerzas sociales, que Hardt y Negri recogen
en la expresión «intelectualidad de masas».
A este respecto, las estrategias de dominio apuntan a someter la nueva composición
del trabajo vivo en procesos de producción diseminados en el espacio,
informatizados y automatizados, así como en relaciones laborales precarizadas
y desreguladas. El repertorio de los procedimientos de inclusión y exclusión
comprende desde el espectáculo titulado «nueva economía y derechos
humanos», que pretende ligar a una parte del trabajo inmaterial a la dinámica
de desarrollo del capitalismo globalizado, hasta la guerra.
El pensamiento de la liberación de todo dominio se pone de nuevo a prueba
radicalmente contra el orden imperial. Hardt y Negri caracterizan como Multitud
a las fuerzas sociales de la liberación, es decir, como multiplicidad
viva y creativa, que se sustrae a una representación como pueblo, nación
o Estado. Su constitución debe acoplar intelectualidad de masas y autonomía
de la cooperación social. «Imperio» indica como síntomas de tal
constitución las luchas por la libre circulación de las personas,
las iniciativas por una renta universal incondicional y las estrategias de reapropiación
del saber y de la riqueza social o, dicho de otra manera, el objetivo del repliegue
del Imperio en la Multitud. De lo común.
Traducción: Universidad Nómada www.sindominio.net/unomada
Publicado en: «Jungle World» , (http://www.nadir.org/nadir/periodika/jungle_world/_2001/19/sub02a.htm)
Nº 19 -2 de mayo de 2001