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25 de abril del 2002
Un fantasma recorre Europa
Cándido
Liberación
Lo que debía ser un cambio rutinario, desganado y marcado por
una alta abstención, de figuras que el pueblo identifica como "la misma
cosa", se transformó, en las pasadas elecciones francesas, en un terremoto
político que tomó desprevenidos, al espectro político europeo
y ni qué decir a los innumerables columnistas "expertos" de los distintos
medios de comunicación. Y ahora es el momento de la hipocresía
habitual, de mirar hacia el costado para encontrar al "culpable" de que "esto
haya podido pasar aquí". Nunca a la autocrítica.
A los "catastrofistas de izquierda" que hemos escrito que la aplicación
de un modelo económico social como el que empezó a aplicarse en
los años 80, conduciría fatalmente al resurgimiento de alguna
forma de "neonazismo" para emplear una expresión que no es rigurosamente
correcta, el "terremoto" francés no nos sorprende.
Ahora todos se han lanzado a la búsqueda de las causas que lo provocaron.
Seguramente ese análisis, tan necesario, especialmente desde el campo
de las fuerzas progresistas, se quedará en la superficie. Por ignorancia
o por no querer aceptar la realidad, no se irá al fondo de la cuestión.
Ya han empezado los "ilustres pensadores", (Alain Touraine, El País 24/04)
a cargarle las culpas a "la extrema izquierda", es decir Chevénement,
Laguiller, como los que "provocaron la caída de Jospin".
La historia no enseña nada, a estos demócratas que han vaciado
sistemáticamente de contenido a la democracia. Porque también
en España, cuando Felipe González con el abandono de los viejos
ideales de su partido el Partido Obrero Socialista Español (PSOE), con
la aplicación de una política neoliberal, con la corrupción,
con la adhesión a las agresiones bélicas de Estados Unidos y con
el indigno broche de crear un "escuadrón de la muerte" para combatir
el terrorismo de ETA, le despejó el camino para el acceso al gobierno
a los "nietos de Franco", con la mediocridad personificada en José M.Aznar
a la cabeza, también se acusó a Izquierda Unida, y especialmente
a su líder de entonces, Julio Anguita, de tener la culpa.
No hay causas "únicas" para explicar lo ocurrido en Francia, que es la
continuación de lo sucedido en los últimos años en otros
países de la "democrática Europa", y lo que va a suceder, si no
se cambia el rumbo, en otros países del Continente. Pero se pueden señalar
dos grandes causas: la globalización, con su dictadura del mercado en
lo económico, el pensamiento único, la creciente erosión
de los contenidos de la democracia, el aislamiento de los ciudadanos y la capitulación
de la socialdemocracia europea ante el embate neoliberal. La marginación
de millones de ciudadanos, inmigrantes y nacionales, condenados al paro, a ser
ciudadanos de tercera categoría en su propia país ha conducido
a la frustración. No es casual que ellos hayan sido el principal aporte
de votos para Le Pen. No todos los marginados comprenden los mecanismos por
los que el sistema los condenó a la miseria. Y los medios no los ayudarán
a comprenderlos sino al contrario. Más bien les señalarán
a "los culpables", "delincuentes" fabricados por el propio sistema, y "terroristas".
Este capitulación de la socieldemocracia, tendrá consecuencias
históricas de largo alcance. Porque ella representó, al término
de la catástrofe de la Segunda Guerra Mundial, la posibilidad del "socialismo
democrático", de un rostro humano al capitalismo, una plausible tarea
que ahora se ha demostrado imposible. La socialdemocracia europea ha desmantelado
progresivamente el denominado Estado de bienestar y consecuentemente, -cada
sistema económico necesita su marco político adecuado- se "ha
cargado" también a la democracia. Basta observar la legislación
aprobada a pretexto de "combatir el terrorismo". O las durísimas condenas
aplicadas, tras brutales represiones, a jóvenes que protestaban con los
mismos métodos con que lo han hecho siempre, contra los efectos perversos
de la globalización.
Tan grave como todo lo anterior, ha sido la subordinación incondicional
de los gobiernos europeos, de derecha como de "izquierda" a la política
imperial de Estados Unidos, que en manos de políticos corruptos, ignorantes
y soberbios, amenaza incendiar el mundo.
La dualidad de los políticos europeos, respecto a la ex-Yugoslavia, Israel
y Sharon, para citar los casos más flagrantes de esa dualidad, les ha
quitado toda credibilidad moral. Hasta un genocida como Sharon se da el lujo
de despreciarlos. Las banderas de la dignidad nacional, que nada tiene que ver
con el chovinismo y la xenofobia, las han dejado en manos de demagogos facistoides
como Le Pen, los que ya existen, más los que vendrán.