La resistible instauración de la sociedad del miedo
Agusto Zamora
El Mundo .
Como quien lanza un nuevo producto al mercado, EEUU viene anunciando desde hace meses, urbi et orbe, su decisión de atacar Irak. Una campaña propagandística de magnitud planetaria quiere convencer al mundo de que Sadam Husein es una amenaza absoluta y que debe ser borrado de la faz de la tierra. Para alcanzar su objetivo, EEUU y su acólito británico preparan una aterradora parafernalia militar y exigen la sumisión del mundo y la cooperación de la vecindad árabe, con la cual Irak está en paz. Incluso Kuwait normalizó relaciones con su otrora invasor. Aunque el objetivo formal es derrocar al tirano, el real es poner al tercer productor mundial de petróleo bajo control de EEUU, como están los demás países árabes, con la excepción menor de Libia y el estratégico Irán -¿siguientes en la lista?-. Como ocurriera en 1999 con Milosevic y en 2001 con los talibán, la saturación propagandística sustituye a la inteligencia y el militarismo a la sensatez. .
En esta época de derrumbes y genuflexiones, lo que aterra no es que EEUU anuncie con anticipación una nueva guerra sino la desfachatez con que la prepara, atropellando sin sonrojo la legalidad internacional. Sorprende también la tibia oposición existente, así como los argumentos esgrimidos. .
No se debe atacar Irak, dicen los pocos críticos, porque puede desestabilizarse la región. Ninguna o escasas referencias al derecho esencial de cualquier pueblo a la paz y seguridad. Tal pareciera que, después de la agresión contra Yugoslavia y la guerra fulgurante contra el Afganistán medieval del mula Omar, nada conmueva. Y así, ante la preocupación de pocos y la indiferencia de tantos, la guerra se aposenta otra vez en la vida internacional, profundizando su paisaje de desigualdades y humillaciones. .
Aunque sepa a anacronismo o hipocondría, es pertinente recordar que la Carta de Naciones Unidas -que todavía sigue vigente, aunque sólo se cuente con ella para falsearla- prohíbe la amenaza y el uso de la fuerza en las relaciones internacionales, salvo lo previsto en la misma. También, que el orden jurídico considera la guerra de agresión un crimen contra la paz internacional y que agresión es el primer uso de la fuerza armada de un Estado o grupo de estados contra otro y que no se admiten las guerras preventivas ni el derrocamiento de gobiernos. .
No habría que olvidar tampoco que el Estatuto de la Corte Penal Internacional (CPI) incluye dentro de sus competencias el crimen de agresión y que la Corte Internacional de Justicia (CIJ), en su sentencia en el caso del Canal de Corfú (1949), expresó que el respeto a la integridad territorial de los Estados es la piedra angular de las relaciones internacionales. .
La amenaza contra Irak es tanto más relevante cuanto que no responde a una acción aislada, sino que forma parte de una weltanschauung, una concepción del mundo desde perspectivas de poder puro y hegemonía.No de otra forma podría entenderse la decisión, de EEUU, de atacar Irak aun en contra de Naciones Unidas y sin más aliado que Gran Bretaña. Esa misma perspectiva ayuda a entender decisiones como la de retirar a EEUU del tratado creador de la Corte Penal Internacional, el rechazo al Protocolo de Kioto sobre cambio climático, al Tratado de Prohibición Total de Pruebas Nucleares, al Protocolo de Verificación del cumplimiento de la prohibición de armas biológicas y al Protocolo contra la Tortura, para referirnos a los últimos esfuerzos por construir un mundo menos incierto. .
Ello sin olvidar su pretensión de que se reconozca inmunidad total a sus soldados en el exterior. En sentido contrario a ese esfuerzo, EEUU denunció el Tratado ABM sobre misiles balísticos vigente con Rusia, decidió construir el escudo antimisiles, que provoca tumbos en Rusia y China, e incrementó un 14% su presupuesto militar -el más alto de las últimas décadas- y que supone casi el 40% del gasto militar mundial. .
Más grave incluso, su nueva doctrina militar contempla ataques nucleares contra enemigos menores y el desarrollo -y uso- de más armas químicas, biológicas y bacteriológicas. La doctrina nuclear de Bush fue calificada por el secretario de Defensa de Kennedy, Robert McNamara, como «increíble y peligrosa» para el mundo. Ambos hechos serían caras distintas de una misma política.Por una parte, EEUU ratifica con ellos la decisión de no admitir limitaciones a su poder imperial y de relativizar aún más la obligatoriedad de las leyes internacionales. .
Por otra, la voluntad de asegurar por tiempo indefinido su supremacía global, dotándose de la mayor capacidad destructiva de la historia humana. En medio, guerras rápidas, localizadas, asimétricas y con mínimas bajas propias, contra enemigos inermes, vencidos a un costo altísimo de destrucción, que le permiten dibujar un nuevo mapa geopolítico del mundo, arrinconando a Rusia y China, los únicos rivales potenciales en este panorama de países en ruina, coaccionados y temerosos. .
La perversión de Naciones Unidas, quizás el principal logro surgido de la II Guerra Mundial, junto al derrumbe de los principios de no intervención y de prohibición de la amenaza y uso de la fuerza, son hechos que marcan el mundo postsoviético. El quebrantamiento de la organización mundial ha provocado la usurpación por EEUU y la OTAN del monopolio de la fuerza, que la Carta de la ONU otorga al Consejo de Seguridad, pretendiendo EEUU reducir a la ONU a mero instrumento legitimador de políticas ilegales. El derrumbe del Derecho Internacional ha retrotraído al mundo a parámetros prevalecientes antes de 1945, donde era común que las potencias imperialistas aplastaran a los pequeños estados.Una conducta que quiso enterrarse en los albores del mundo surgido de la II Guerra Mundial, como recogiera la Carta del Atlántico, suscrita por EEUU y Gran Bretaña en 1941. .
En dicha Carta, las potencias aliadas sostenían la necesidad de establecer «una paz que proporcione a todas las naciones los medios necesarios para vivir con seguridad dentro de sus propias fronteras, lo cual afianzará la seguridad de que todos los hombres en todos los países puedan vivir libres del temor y de la necesidad». .
Después de lo acontecido en Yugoslavia y Afganistán, y de la agresión en ciernes contra Irak, vis á vis la Carta de 1941, resulta dramático comprobar cuánto se ha hecho retroceder al mundo desde 1991. A tenor de las nuevas reglas, los pueblos que carezcan de capacidad destructiva y que estén en la mira del superpoder, sólo podrán optar entre destrucción o sumisión, privados como han sido de sus derechos. Y los que aspiren a preservar su independencia deben entrar en una vorágine armamentista, igual que ocurría en los previos de la II Guerra Mundial. .
Los años del mundo bipolar fueron de múltiples conflictos y guerras, algunas tan terribles como la sufrida por Vietnam. Pero no es menos cierto que raras veces un país quedaba inerme en manos del agresor. Vietnam o Cuba contaron con sólidos respaldos que les permitieron sobrevivir al acoso sufrido, mientras en Afganistán la URSS naufragaba ante la rebelión apoyada externamente. .
La Europa comunitaria ejercía un papel moderador en el mundo -no el patético de comparsa que tiene hoy-, como el jugado en Centroamérica, en la crisis de los años 80. La ONU era una fuerza motora que ayudaba a contener la agresividad de las grandes potencias, siendo un poder ella misma. Su presencia en las crisis internacionales le ganó la inquina de EEUU, que no cesó en su afán de desacreditarla.El Movimiento de Países No Alineados era punto de referencia y foro obligado en el empeño de los países pobres por no verse arrastrados en las disputas entre superpotencias. .
Aquel mundo polifacético y dinámico ha sido barrido en estos 11 años, para ser sustituido por otro arbitrario, darwiniano y monocorde. El debate ha desaparecido por arte de magia, para ser sustituido por banalidades y pavores. Los foros internacionales han sido orillados y, en un mundo huérfano de derechos, la inseguridad se ha hecho norma. .
Ningún país débil está a salvo de la vorágine destructora en marcha. O bien son amenazados con guerras mediatas o inmediatas (como Irak, Irán, Libia, Siria, Corea del Norte), o bien deben rendir sus economías al saqueo de las multinacionales, bajo amenaza de sanciones económicas, abiertas o encubiertas, dirigidas por ese tribunal inquisidor que es el FMI. O aceptar resignados la presencia de fuerzas extranjeras que controlen el país, como ocurre en medio centenar de estados. Un mundo condicionado por el miedo, donde hablar de derechos humanos o soberanía se ha hecho tabú, causa de burla o ritual de catacumbas. .
Solamente los países ricos o con poder nuclear parecen sentirse a resguardo de la arbitrariedad reinante. Sólo ellos pueden invocar, con posibilidades de éxito, el Derecho Internacional para preservar derechos violentados. Por eso resulta pertinente recordar las invocaciones de la ley internacional hechas por España, la UE y la OTAN ante la acción ilegal de Marruecos al ocupar manu militari la isla de Perejil, pues tanto la UE como la OTAN participaron en la atroz agresión contra Yugoslavia y avalaron la guerra contra Afganistán. .
De ello se colige que la ley internacional vale cuando conviene a los ricos y deviene irrelevante si se trata de estados malditos o cuando un país aspira a defenderse frente a los poderosos.Pocas diferencias de fondo con el mundo anterior a 1945, donde el Derecho operaba para arrancarle obligaciones al débil, pero rara vez a la inversa. .
En 1935 Hans Keller publicó, en Berlín, un libro titulado El Derecho de las Naciones. Adiós al Derecho Internacional, en el que defendía un Derecho Internacional basado en las necesidades de Alemania. Carl Schmitt, siguiendo a Keller, sostuvo que Gran Bretaña, EEUU o Francia aplicaban un «legalismo vacío», sin relación con los temas vivos de la política mundial. Según Schmitt, era la voluntad del Reich, derivada del poder del pueblo, lo que constituía la fuerza más concluyente en las relaciones internacionales.Hoy es EEUU el que acusa a los otros países del mundo de defender un legalismo inútil. .
Hay quienes, por temor, obediencia o complicidad, se sumen en la permisividad o la ceguera, creyendo que de esa forma apaciguarán a las fuerzas destructivas en marcha. Lo mismo pensaron Daladier y Chamberlain en la Conferencia de Múnich de 1938, cuando cedieron a las exigencias de Hitler creyendo que así evitarían la guerra.No entendieron que el afán de poder es insaciable y no descansa en su delirio de imponer la dominación total. .
Tucídides, en fin, señaló en su Guerra del Peloponeso, que la causa de aquella guerra había sido «que los atenienses, al acrecentar su poderío y provocar miedo en los lacedemonios, les obligaron a entrar en guerra». Y este es un mundo poseído por el miedo que buscará, en más armas cada vez más destructivas, remedio al miedo que provoca EEUU. Los países ricos construyen estaciones espaciales y clonan ovejas, pero sus impulsos básicos siguen en las cavernas. No parecen cambiar. Tampoco entender. .
Augusto Zamora es profesor de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales en la Universidad Autónoma de Madrid.