3 de septiembre del 2002
George, el de la motosierra
El plan de Bush para los incendios forestales: talen todos los árboles
Autor: Jeffrey St. Clair, Counterpunch, 24 de agosto de 2002
Traducido para Rebelión por Germán Leyens
George W. Bush, recién vuelto de una operación de desbroce en su rancho de Crawford, desairó a la Cumbre Mundial en Johannesburg, prefiriendo un viaje a Oregón, donde prometió que iba a combatir futuros fuegos forestales atacando con motosierras los bosques de la nación y las leyes que las protegen.
En nombre de la prevención de incendios, Bush quiere aprobar que la industria maderera tale más de 1 millón de hectáreas de bosques federales durante los diez próximos años. Quiere que se haga rápido y sin ninguna interferencia de molestosos estatutos como la Ley de Especies en Peligro. Bush bautizó su plan "la Iniciativa de Bosques Saludables". Pero no es nada más que un obsequio a los grandes madereros, que le cuesta caro al contribuyente y a los ecosistemas forestales.
El discurso tocón de Bush fue una cobarde muestra de oportunismo político, comparable, tal vez, sólo con su llamado a abrir el Refugio Nacional Ártico para la Fauna Silvestre a las perforaciones petrolíferas como una forma de ayudar a que el país se recupere después de los ataques del 11 de septiembre. Ese plan anduvo chisporroteando por ahí, pero al final no llegó a ninguna parte. Pero éste sí que es seguro que llegará.
Bush está explotando un miedo primario al fuego que casi sobrepasa la ansiedad nacional sobre los terroristas. En una de las grandes jugadas maestras de las relaciones públicas, los estadounidenses han sido condicionados durante los últimos 60 años para que crean que los fuegos forestales son malos... malos para los bosques. No es por accidente que Smokey the Bear [el oso legendario que protege los bosques contra incendios] es el icono más popular en la historia de la publicidad, dejando muy atrás a Tony the Tiger o al capitán Crunch.
Pero los bosques de Norteamérica nacieron de los fuegos, no fueron destruidos por ellos. Después que los norteamericanos nativos se asentaron en el continente después de la glaciación de Wisconsin, los incendios se convirtieron en un evento aún más regular, modificando la ecología del pino de Ponderosa y los bosques de abetos del Oeste Interior y los majestuosos bosques de abetos Douglas en la costa del Pacífico.
Los fuegos forestales comenzaron a ser estigmatizados recién cuando los bosques comenzaron a ser considerados recursos comerciales en lugar de ser un obstáculo para la colonización. La supresión de incendios se convirtió en una obsesión sólo después de que los gigantes de la industria maderera reivindicaron los vastos bosques del Noroeste del Pacífico. Compañías como Weyerhaeuser y Georgia-Pacific se resistían a ver que sus propiedades desaparecieran en las llamas, así que presionaron al Congreso para que pusiera millones de dólares en los programas de lucha contra los incendios del Servicio Forestal. El Servicio Forestal está feliz de satisfacerlos, porque la supresión de incendios es una manera segura de llenar su presupuesto: junto con el poder de los grupos de presión de las compañías madereras podían literalmente amedrentar al Congreso para que les diera un cheque en blanco. [Para una excelente historia de la economía política de los fuegos forestales recomiendo "Fire in America" de Stephen Pyne],
En efecto, los programas de supresión de los incendios del Servicio Forestal (y operaciones similares de los gobiernos estatales y locales) han actuado como poco más que pólizas de seguro de incendio financiadas por el gobierno federal para las grandes compañías madereras, un continuo rescate corporativo que ha totalizado decenas de miles de millones de dólares y que no muestra signos de disminuir. Hay un antiguo dicho que el Servicio Forestal combate los incendios lanzándoles dinero. Y mientras más dinero gasta, más dinero recibe del Congreso.
"El proceso presupuestario del Servicio Forestal recompensa a los administradores de los bosques por perder dinero en ventas de madera que destruyen el medioambiente y los castiga por ganar dinero o por realizar actividades que benefician el medio ambiente," dice Randal O'Toole, un economista forestal en el Instituto Thoreau en Bandon, Oregón. "Hasta que se modifiquen esos incentivos, dar más poder al Servicio Forestal para que venda o entresaque árboles sin control ecológico, sólo creará más problemas que los que soluciona."
żAdónde se fue todo el dinero? En gran parte se utilizó para acumular una infraestructura de lucha contra los incendios que compite con la Guardia Nacional: helicópteros, camiones cisterna, satélites, aviones y una legión de jóvenes hombres y mujeres que son lanzados, a menudo descuidadamente, a las líneas de lucha contra el fuego. Cientos de bomberos han perecido, a menudo sin que tenga sentido. Para un escalofriante informe histórico sobre cómo ineptos burócratas del Servicio Forestal ponen en peligro a jóvenes que combaten los incendios, hay que leer el último libro de Norman Maclean's (autor de "Runs Through It"), "Young Men and Fire". En ese libro, Maclean describe cómo la incompetencia y el orgullo desmedido de los burócratas condujeron a la muerte de 13 bomberos en las afueras de Seeley Lake, Montana, en el gran incendio de 1949. Más recientemente, la mala organización ha llevado a que hayan muerto innecesariamente bomberos en Washington y Colorado.
Desde los años 20, el establishment de lucha contra los incendios del Servicio Forestal ha tenido orden de atacar los incendios forestales dentro de 12 horas después que el fuego haya sido avistado por primera vez. Durante décadas ha habido una política de tolerancia cero hacia los incendios salvajes. Incluso ahora, después que los ecólogos forestales han demostrado que la mayor parte de los bosques no sólo toleran sino necesitan los incendios, la agencia trata de eliminar un 99,7 por ciento de todos los incendios incontrolados. Este enfoque motivado por la industria ha causado un coste económico y ecológico terrible.
Al excluirse las quemas regulares de los bosques y pastizales, espesuras de madera seca, pequeños árboles enfermizos y broza comenzaron a acumularse. Es lo que llaman carga de combustible. Esas espesuras crearon lugares de cría para insectos y para enfermedades que desolaron las reservas forestales saludables. Los fuegos regulares, de baja intensidad, que han arrasado los bosques durante milenios han sido reemplazados ahora por incendios catastróficos que rugen con una furia que no tiene precedentes históricos o ecológicos.
Aun así la solución al problema del combustible es quemarlo, no la tala. El plan de Bush es el equivalente ecológico del saqueo de una ciudad bombardeada y de violar a los supervivientes. Lo último que necesita un bosque quemado es un asalto de motosierras, rutas de tala y pistas de arrastre, para transportar los únicos árboles en vida en un paisaje abrasado. La evidencia ha existido durante décadas. La prueba puede ser encontrada en el monte St. Helens y en el parque Yellowstone. Los bosques quemados que no han sido talados se recuperan rápido, alimentándose con los nutrientes dejados por árboles y arbustos muertos. Por otro lado, los bosques quemados que han sido talados raramente se recuperan, sino que persisten como desiertos biológicos, propensos a deslizamientos de lodo, es difícil volver a vegetarlos y son abandonados por los salmones y por las aves de bosques profundos, tales como la lechuza moteada, el azor y el mérgulo marmoleado. Existen como islas desoladas dentro del gran ecosistema.
Lo que es aún peor, lo único que logra un plan semejante es alentar a futuros incendiarios. La manera más fácil de despejar un bosque antiguo es incendiarlo primero. Veamos el mayor incendio en el Oeste este verano: los grandes incendios en Arizona y Colorado fueron iniciados por empleados del Servicio Forestal, bomberos temporeros; otro gran fuego en California fue comenzado por una operación de supresión de marihuana; los incendios en Oregón, Washington y Montana fueron iniciados por seres humanos.
En Oregón más de 18.000 hectáreas de antiguos bosques de primera categoría en las Montañas Siskiyou fueron quemadas por brigadas de bomberos del Servicio Forestal para iniciar un contrafuego para "salvar" una localidad que no estaba amenazada para comenzar. Los fuegos fueron encendidos disparando pelotas de ping-pong rellenas con napalm al bosque de gigantescos abetos Douglas. Según un cálculo, más de un tercio de las hectáreas quemadas este verano fueron incendiadas como contrafuegos por el Servicio Forestal. Es una buena noticia para la industria maderera ya que tiene la posibilidad de talar casi todas esas hectáreas por casi nada.
Lejos de actuar como un remedio, un siglo de tala sin restricciones ha aumentado inmensamente la intensidad y la frecuencia de los fuegos incontrolados, particularmente en el Oeste. El plan de Bush sólo promete que se continuará en lo mismo a un ritmo acelerado y desinhibido. Si es combinado con el calentamiento global, con sequías persistentes, y con invasiones por especies foráneas de insectos (tales como el escarabajo asiático de cuernos largos) y de enfermedades, el futuro de los bosques norteamericanos parece, por cierto, bastante sombrío.
Como era previsible, el plan de Bush fue recibido con alaridos de protesta de los grandes grupos ecológicos. "Es parte de la irresponsable agenda anti-ecológica de Bush," dijo Bill Meadows, presidente de la Wilderness Society. "La verdad es que el abandono de las leyes medioambientales no protegerá hogares y vidas de los incendios incontrolados."
Pero sólo pueden culparse a sí mismos. Ayudaron hace tiempo a establecer la base política del plan de Bush. Y ahora la administración, y sus avalistas en la Gran Madera, han aprovechado la oportunidad y han puesto en fuga a los ecologistas.
Los ecologistas han sido cómplices del chanchullo de la tala-para-impedir-incendios por motivos políticos. Primero vino un acuerdo para descartar un mandato de un tribunal federal contra la tala en la Bitterroot National Forest de Montana, hecho para pacificar al senador Max Baucus, amigo de Robert Redford, e importante démocrata. Luego, el mes pasado, vino un acuerdo parecido propiciado por el líder de la mayoría del Senado, Tom Daschle, que permite que la industria maderera comience a talar Black Hills, la tierra sagrada de los Sioux, sin ningún tipo de restricción medioambiental.
Los verdes de base advirtieron que ese tipo de arreglos con los demócratas se convertiría rápidamente en un modelo para una legislación nacional respaldada por Bush y los legisladores republicanos, que aumentaría dramáticamente la tala en todos los bosques nacionales y eximiría los clareos del cumplimiento de las leyes medioambientales. Ahora hemos llegado a ese punto.
Y no hay signo alguno de que los grandes verdes hayan aprendido su lección.
La última proposición vino por cortesía del Consejo de Recursos Naturales de Oregón y del Club Sierra. Es llamada, algo tímidamente, la "Nueva Visión Medioambiental". No hay nada nuevo en el plan, excepto que fue apoyado por una claque de grupos verdes políticamente intimidados en lugar de Boise-Cascade. Llama a operaciones para clarear (es decir talar) cerca de las casas en la interfaz entre bosques y suburbios. Es un enfoque patético y peligroso que envía dos mensajes erróneos en uno solo paquete: que el clareo reduce el riesgo de incendio y que está bien construir casas en ambientes forestales.
En realidad, no hay evidencia de que el clareo reduzca los incendios en esas situaciones y puede dar un falso sentido de seguridad, siendo que hay otras medidas que son más efectivas y menos dañinas para el medio ambiente.
"El investigador del Servicio Forestal Jack Cohen ha descubierto que las casas y otras estructuras estarán a salvo del fuego si su techo y sus jardines dentro de 50 metros de las estructuras han sido ignifugados," dice O'Toole. "Un informe del Servicio Forestal dice que hay 770.000 hectáreas de alto riesgo en el interfaz urbano-forestal, de las cuales más de 600.000 son privadas. Tratando esas hectáreas, no los 85 millones de hectáreas federales, protegerá las casas. Cortafuegos a lo largo de las fronteras de las tierras federales, no el tratamiento de tierras dentro de esas fronteras, protegerán otras propiedades privadas. Una vez que las tierras privadas hayan sido protegidas, el Servicio Forestal puede dejar que ardan la mayor parte de los fuegos en tierras federales."
Tal como están las cosas, el plan del Club Sierra sólo resultará en más talas, más subdivisiones en los boques y, previsiblemente, más fuegos. Todo organismo ecologista con conciencia debiera llamar a una disminución inmediata de las subdivisiones en el interfaz urbano-forestal, no en los bosques. No contenga el aliento. Demasiados importantes contribuyentes a los grupos ecologistas poseen grandes casas dentro de bosques que corren riesgo de incendiarse en sitios como Black Butte Ranch, Oregón, Flagstaff, Arizona y Vail, Colorado.
Por cierto, hay todavía resistencia contra estos planes. Cuando Bush llegó a Portland para oficializar su regalo a la Gran Madera, fue recibido por casi mil manifestantes. En las calles de Rose City, miembros de Earth First y activistas contra la guerra hicieron callar a gritos a Bush y sus planes para la guerra contra Irak y el medio ambiente. La policía antidisturbios llegó con su equipo tipo Darth Vader. Los manifestantes, viejos y jóvenes por igual, fueron golpeados, gaseados, y les dispararon con balas de plástico. Incluso rociaron a niños con spray de pimienta. Decenas fueron arrestados; otros fueron ensangrentados por balas y garrotes.
Es una idea de las cosas por venir. Cuando las leyes han sido suspendidas, la única opción que queda para proteger los bosques será la acción directa:
barricadas de cuerpos contra las aplanadoras, mujeres suspendidas de los árboles, campamentos improvisados en las profundas nieves de las Cascadas y de las Rocallosas.
No hace mucho, el trabajo en la tala de los grandes árboles era considerado uno de los más peligrosos. Ahora, gracias a la complicidad de Bush, Daschle y los grandes grupos ecologistas, el trabajo de protegerlos representará un peligro aún mayor.
Esos valerosos jóvenes defensores de los bosques, obligados a entrar a los bosques como una delgada línea verde contra las motosierras, deberían enviar sus pedidos de libertad bajo fianza al Club Sierra y sus cuentas médicas a la Wilderness Society. Tienen suficiente dinero.