7 de agosto del 2002
Sobre el señor y los vasallos
Estados Unidos en el atardecer del neoliberalismo
Tito Pulsinelli
Rebelión
"Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia a plagar America
de miserias en nombre de la libertad".
Simon Bolivar, 1826
La lista de corporaciones norteamericanas que, con o sin falsificaciones
de sus activos, admiten públicamente de encontrarse en estado comatoso
se extiende día tras día, igual que un rosario. Ya no son las
dificultades del sector informático que no jala, ni el derrumbe de la
llamada nueva economía. Ahora colapsan gigantes de la energía
como Enron, el número uno de la industria farmacéutica Merck,
el coloso de las comunicaciones Worldcom, a los que se añaden Tycon,
ImClose, Xerox, Global Crossing, Qwest Communication, Adelphia Communication,
Dynergy…
La etapa triunfal de la globalización neoliberal se agotó. Las
fantasmagorías chamanicas del crecimiento sin fin, en todas partes y
a cualquier precio, se encallaron en los arrecifes de la realidad: la economía
real y la economía de las Bolsas no son la misma cosa. En Wall Street,
la cotización de Enron andaba por las nubes, y sin embargo hoy sabemos
que era un falso clamoroso y que la compañía contabilizaba sus
deudas como ganancias. La "diferencia" la llenaban bobos que compraban muy confiados
sus títulos –es decir, pedazos de papel- que al ser convertidos en moneda
revelan ahora su disminuido valor real. Todo comienza a salir a la luz al cabo
de dos décadas de "desregulación".
Y esto se daba con la complicidad y anuencia de los llamados garantes,
las mafias que extienden documentos de solvencia económica a las empresas
y naciones, auténticos boletines de navegación de los nuevos filibusteros.
¿Qué hacían los Morgan Stanley, Merryl Lynch? y Moody's? Nada.
Ellos no se dieron cuenta de nada. Pero ¡de qué sabiduría hacen
gala a la hora de quitar y poner las famosas "A" en la clasificación
de un país, o cuando logran sacarles a los países periféricos
intereses cada día más altos, convirtiéndolos en ríos
de dólares que van a parar en las cajas de los países del G7!
Semejantes reyes Midas han logrado lo increíble: transformar a los países
"no- desarrollados" en exportadores netos de capitales.
Bush jr repite un sermón que no convence cuando denuncia la falta de
ética profesional de los ejecutivos de las multinacionales que, según
esto, habrían perdido el sentido de los valores altos y nobles. Su lealtad
no se pudo comprar ni siquiera pagándoles salarios 351 veces superiores
a la media de los trabajadores manuales e intelectuales. En 1981, o sea en los
albores del neoliberalismo, estos señores sólo ganaban
42 veces el salario promedio. El juego está alterado porque el garitero
es, al mismo tiempo, arbitro y crupier, es decir, el juez de sí mismo.
¿Cuál credibilidad puede tener, digamos Moody's, si esta empresa vale
más de 130 mil millones de dólares, y participa directamente en
el banquete de los tiburones, ciertamente no en calidad de arbitro neutral.
Las Bolsas revelan cada día más su verdadera naturaleza de nuevos
casinos de la globalización.
Wall Street vio disminuir de 65 mil millones de dólares el flujo de capitales
entre 2000 y 2001. Y en el año actual las cosas van a empeorar. El ministro
del comercio reveló que hubo una disminución del 60 por ciento
en las inversiones directas. Esto implica que el "mercado" –como les gustaba
decir- ya no tiene tanta confianza de colocar el dinero en aquella economía.
Y esto es un problema porque el déficit comercial de Estados Unidos es
crónico (4% del PIB). El país importa mucho más de lo que
puede exportar; en el mes de mayo las importacione crecieron del 1,8%, las importaciones
del 0,7%. El déficit fiscal está por rozar los 165 mil millones
de dólares. Hasta ahora se la ingeniaban drenando los capitales de las
burguesía y de los especuladores de todos los mundos, pero este mecanismo
ya no funciona. El dólar se está devaluando frente al franco suizo,
al euro y al yen. Incluso el viejo y despreciado oro rebasó el umbral
de los 300 dólares por onza. Y está bajando incluso el consumo
del petróleo.
La Federal Reserve rebajó veinte veces la tasa de interés sin
que se produjera el efecto deseado: rastrear los capitales, hacerlos circular
para multiplicarse en inversiones productivas o en la especulación bursátil.
Este viagra no funcionó: la producción se encuentra estancada
y la Bolsa ya no es la de antes. El consumo baja a pesar que los precios no
suben. Este tan alardeado aumento del 5 por ciento en la productividad norteamericana
correspondiente al primer trimestre del 2002, no se debe más que a la
reconstrucción de las reservas. Por lo mismo el desempleo no baja y hay
6 millones de ciudadanos encarcelados o entre las garras del sistema judicial.
Bush jr, se la jugó con las nuevas tecnologías de guerra y el
gasto militar. Cortó todos los presupuestos públicos menos el
militar (+13%), respondiendo así al sector que lo llevó a la presidencia.
O, como piensan algunos, el sector que –junto a los petroleros- llevó
a cabo el primer golpe de la historia norteamericana. Se supone que esta peculiar
versión del estado del bienestar según la doctrina Bush jr, tendrá
un efecto multiplicador en la economía. Pero es muy difícil que
esto suceda porque se acabó la época de las armas tradicionales.
Las nuevas tecnologías antimisil y los aviones futuristas tienen un alto
contenido informático, y producen ingresos sólo para un reducido
sector de mano de obra muy especializada. La industria bélica es de mucha
tecnología y pocos dependientes. Bush jr y su séquito de fundamentalistas
paleocristianos y sionistas, tienen en realidad el objetivo ideológico
de remplazar la disminución de productividad económico-industrial
con una aplastante hegemonía militar. En un texto entregado al Senado
el 8 de enero de 2002, el Secretario de Defensa, Rumsfeld, aclara:
"Debemos tener la capacidad de ejercer un poder de disuasión en cuatro
teatros de operación… debemos poder derrotar a dos agresores al mismo
tiempo. Y contemporáneamente debemos poder conducir una contraofensiva
y ocupar la capital de un país enemigo instaurando un nuevo régimen".
Recordemos que en la doctrina de 1991 los EU tenían el objetivo de enfrentar
sólo dos conflictos regionales contemporáneamente. No satisfecho,
Rumsfeld remata así su visión estratégica: "debemos tener
la capacidad de impedir que una potencia hostil domine regiones cuyos recursos
le permitirían acceder al estatus de superpotencia. El punto es desalentar
a los países industrializados a promover iniciativas susceptibles de
poner en peligro nuestro liderzago, y prevenir que en el futuro surja un competidor
global".
La realidad posterior a la caída del muro de Berlín no es la de
la leyenda oficial según la cual estamos viviendo en un mundo unipolar.
El país más fuerte del mundo ejerce un dominio que todavía
no llega a ser una clara hegemonía. Domino sin hegemonía. En otras
palabras, los Estados Unidos todavía no tienen la capacidad de llevar
la voz cantante en cada momento y en cada lugar del mercado-mundo. No hay mucho
que hacer contra la voluntad imperial, y sin embargo esta logra imponerse al
precio de largos procesos de mediación que ocultan las verdaderas finalidades
de las operaciones, y sólo así logran juntar algunos socios bajo
los auspicios del dios Marte.
Después de "Tormenta en el Desierto" no pudieron cosechar victorias claras
e indiscutibles, como resulta evidente de las pobres y ocasionales coaliciones
a duras penas chapuceadas por la desafortunada expedición en Somalia,
en Bosnia y Kosovo. Se trató de hegemonía compartida. Y la "gran"
coalición occidental posterior al 11 de septiembre, se reduce a la participación
activa de tres o cuatro países importantes más un par de otros,
mientras que rusos y chinos les guiñaban un ojo, esperando obtener mano
libre para aniquilar a sus respectivos separatistas islámicos. Sobre
Afganistán es mejor que hablen los hechos y éstos confirmen lo
que ya es evidente: la posesión de la capital no significa el control
de la totalidad del país, más que al precio de una onerosa, desgastante,
y arcaica conflictividad impuesta por quienes no se doblan frente a la superioridad
tecnológica. Los territorios se conquistan y se controlan con tropa terrestre:
he aquí una verdad que no gusta a los dueños de los cielos.
La superioridad aérea norteamericana es mayor a la que, en los albores
del colonialismo, logró Inglaterra sobre los mares. Se fundamenta en
un uso masivo de recursos que llegó a la paradoja de que las armas valen,
ahora, mucho más del daño que pueden hacer. Un avión cuesta
unos 25 millones de dólares y un misil puede costar un millón.
¿Cuál objetivo afgano vale más que un misil de plutonio? Existe
una enorme desproporción entre costos y beneficios que, a largo plazo,
va a pesar. No es todo: los aviones de la nueva generación tienen costos
estratosféricos: rebasan los mil millones de dólares. La carrera
por la hegemonía absoluta está proyectando a los norteamericanos
hacia objetivos ilimitados. Por el año de 2020, el globo y el espacio
sideral serán un único e inmenso teatro de operaciones. Lo malo
es que los recursos económicos sí son limitados, incluso para
los mega poderes. Esta contradicción es, en perspectiva, insanable. Recordemos
que la URSS cayó por implosión bajo el peso insostenible de los
gastos militares en la carrera con los norteamericanos.
La noción de "occidente" es, cada vez más, una evocación
cultural, una nostalgia por un sedimento histórico aparentemente común.
Pero, Japón, Afro e Indoamérica: ¿son occidentales? Estamos frente
a una categoría que no puede eliminar las contradicciones y los intereses
divergentes, que salen a flote entre los diferentes bloques geo-económicos
de la nueva realidad multipolar: Estados Unidos, Europa, Japón (y demás
subsistemas y asteroides). Todos están sedientos de petróleo y
de materias primas, además de competir por nuevos mercados y esferas
de influencia. Todos están lidiando con una clara o incipiente recesión
económica; todos tienen el problema de hacer cuadrar el círculo:
cómo hacer que arranquen los consumos, si el desempleo y la precariedad
diezman los ingresos de las masas. A esto, hay que añadir que los países
periféricos absorben menores volúmenes de bienes, por el aumento
exponencial de los intereses sobre su deuda. De las dos una: o se financia el
consumo o se paga al FMI; o se sostiene la demanda social o se subvencionan
los bancos y las industrias. Y hablan de estado mínimo: ¿mínimo
para quien?
La economía norteamericana padece de una única y solar dependencia:
la de los energéticos. La aventura afgana no es más que una larga
y lenta deriva, en pos de un suculento espacio de materias primas que se recorta
en los confines –o en las proximidades- de 3 potencias, que todavía no
están comprometidas a pleno título con la ortodoxia del "desarrollo":
Rusia, China e India. Y en aquellas latitudes se obstinan a mantenerse indisciplinados
también Irak e Irán. Este último hace alarde de un sólido
comercio con Europa y Japón, además de la cooperación militar
con Rusia.
Está claro que faltan gas y petróleo, y lo malo es que el Todopoderoso
los colocó en abundancia en tierras de infieles y "fundamentalistas".
Por colmo, las necesidades energéticas norteamericanas ya no están
garantizadas a partir de las remisas continentales. Los flujos procedentes del
Venezuela de Chavez dejaron de ser incondicionales, y es evidente que las aportaciones
de Canadá, México, Colombia, Ecuador no alcanzan. El caudal de
fundamentalismos en Arabia Saudita, y la sucesión del viejo rey Fahd,
ponen en peligro otra histórica y ciega lealtad. Tampoco alcanzan las
prometedoras y crecientes cuotas ofrecidas por Angola, lo cual implica que hay
que avanzar hacia el Santo Sepulcro asiático. La economía norteamericana
prosperó bajo una doctrina aislacionista, combinada según las
necesidades del momento, con acuerdos puntuales. Frente a las evidentes dificultades,
y en una situación de competencia cerrada, se encuentra hoy obligada
a despertar y a crear su propio bloque geo-económico.
Los EU apuestan a la anexión económica del continente americano,
a marchas forzadas, por el 2005. La Alianza por el Libre Comercio en las Américas
(ALCA), versión actualizada de la doctrina Monroe, es el instrumento
para consumar el proyecto neoliberal, recolonizando el espacio continenental
americano.
La implementación del ALCA pasa por el desmantelamiento del MERCOSUR
(Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay) y de la Comunidad Andina de Naciones,
CAN (Venezuela, Colombia, Ecuador y Perú) dos organismos regionales con
muchos años de existencia. El verbo integracionista del ALCA se fundamenta
en una apertura total de las mercancías procedentes del norte, mientras
consolida el proteccionismo para cerrar el paso al acero y sobre todo a los
productos agrícolas que llegan del sur. 187 mil millones de dólares
fueron presupuestados para subsidiar la agricultura norteamericana. Se predica
el libre mercado y se practica el más vetusto de los proteccionismos:
¿un nacional-globalismo? Y la Unión Europea no es diferente.
Por supuesto que la Argentina no va a recibir ni un centavo de nadie. Van a
dejar que agonice lentamente rumbo a una insostenible autarquía o a una
dictadura neoliberal. Destruida esta estratégica retaguardia agroalimentaria,
la crisis terminal del país se va a usar para enterrar definitivamente
al MERCOSUR. Se echará leña al fuego de la endémica guerra
civil de Colombia, hoy en las manos de la derecha radical. El país será
inflado con dinero y armas exacerbando al conflicto, y exportando asimismo desestabilización,
narcoeconomía y éxodos. ¿El objetivo? Cerrar cuentas con el CAN.
Hay que ver al Plan Colombia como el corolario militar del ALCA. Y estar concientes
de que tiene la finalidad de subyugar también al Brasil, el único
país que, junto a Venezuela, se atrevió a levantar una voz disidente.
Y es que las potencialidades y las dimensiones de su mercado interno, integrado
por los recursos energéticos y las materias primas de Venezuela, podrían
poner las bases para construir un modelo alternativo al ALCA. La realidad es
que los países del área quedaron atrapados entre el ultimátum
de Bush jr, el canto de las sirenas europeas y un modelo propio, que podría
tener al MERCOSUR como eje.
La receta que se viene anunciando es la de un imperialismo a ultranza que borre
los espacios residuales de soberanía, en particular con respecto a las
políticas agroalimentarias y a las materias primas. Si consideramos los
resultados del neoliberalismo en el área, lo que sigue es una pesadilla.
La Argentina es el botón de muestra del recetario neoliberal: de ser
el granero de la humanidad pasó a tener una tercera parte de su población
en el umbral de la pobreza extrema. Nada menos que doce regiones argentinas
institucionalizaron el trueque y, retomando la herencia de Silvio Gesell, acuñaron
monedas locales para sostener lo que queda de los servicios sociales. De paso
mencionemos que el FMI exige la anulación inmediata de semejantes herejías,
y la abolición de la ley que limita la usura.
La dolarización impuesta al Ecuador produjo un millón de emigrantes
en tan sólo dos años. Con sus mil quinientos millones de dólares
de remesas, estos emigrantes representan el segundo rubro más importante
del presupuesto del Estado. Lo mismo vale por el Perú, administrado por
un ex funcionario del Banco Mundial, un neoliberal consumado quien se ufana
de tener "un excelente química personal" con Bush jr: él exporta
braceros no mercancías. Hay una incontenible agitación social
en todas las provincias de este país andino. En la zona de Arequipa lograron
borrar la privatización de las empresas electricas.
Después de provocar crisis generalizada, endeudamiento, privatizaciones
de las riquezas nacionales y de las industrias sanas, aprietos en el terreno
de la educación, la sanidad y la investigación científica,
el ALCA, fase suprema del neoliberalismo continental, llevará a la perdida
definitiva del poder de los Estados y a una instabilidad permanente.
En el futuro inmediato el teatro de operaciones sudamericano se perfila fuertemente
polarizado, con una desbordante contraposición frontal entre los nuevos
regimenes autoritarios y los movimientos populares de resistencia. Citemos,
entre varios, al movimiento de Paraguay que obliga al gobierno a retirar privatizaciones
ya anunciadas. En Bolivia, observamos el histórico avance de Evo Morales,
el primer indígena en el continente –desde Benito Juarez y la Independencia
de Mexico- que le disputa la presidencia a un empresario neoliberal. En Argentina,
los excluidos de la economía y del Estado, inventaron formas de intercambio
y economia popular que garantizan sus necesidades vitales, al margen de las
instituciones oficiales, como lo hicieron los mutualistas en los albores del
movimiento obrero.
En este partido contra el ALCA, una función importante la van a jugar
también las fuerzas comprometidas con la soberanía nacional, y
los sectores productivos pequeños y medianos todavía empecinados
en no desaparecer, ni a transformarse en cuadros de las transnacionales.
Brasil y Venezuela serán países decisivos por el futuro arreglo
del poder en el subcontinente. Hay que subrayar que Venezuela es hoy un auténtico
laboratorio político-económico-militar, en donde se están
experimentando recetas que crean tendencias. El golpe neoliberal del 11 de abril
contra Chavez, el terrorismo financiero preventivo para conjurar la ascensión
a la presidencia de Lula en Brasil, revelan la importancia estratégica
que tienen estos dos países para Washington.
Las doctas reflexiones del gran desestabilizador financiero, George Soros, acerca
de las opciones de las clases dirigentes en el imperio romano, en donde votaban
sólo los ciudadanos de Roma y non los Estados-clientes súbditos,
son el manifiesto de las nuevas teorías de las instituciones de la casta
dominante. El pirata de Malasia explica que las elecciones brasileñas
son facultativas. Explica que existen golpes de estado aceptables y otros que
no lo son, así cómo pueden existir presidentes elegidos legítimos
y otros no. Nada más depende de con quien están: con Soros y su
casta o en contra de ellos. Parvez Musharraf está con ellos, lo cual
implica que Pakistán sea una democracia. Venezuela no está con
ellos, entonces es una dictadura.
Se concluyó la cabalgada triunfal del neoliberalismo que hasta ahora
avanzaba como el Séptimo Caballería contra los pieles rojas. Lejos
de justificar triunfalismos, el agotamiento de su empujón inicial implica
más bien que estamos en vísperas de democracias cada vez menos
representativas, más formales y autoritarias. En las áreas periféricas
nos esperan golpes de estado, regimenes neoliberales de carácter semi-dictatorial,
sociedades controladas con la mano dura de los indicadores macro- económicos
combinados con disciplinas coercitivas.
La guerra, ahora bautizada "justicia infinita", llegó para quedarse.
El G7 ratificará que, para resolver la falta de credibilidad de las instituciones
y su bajo nivel de representatividad, el Estado tiene que tomar, definitivamente,
la forma del racket. Las elecciones ya no son más que un rito de carácter
notarial para registrar la voluntad de las minorías. Los conflictos a
la vista, que algunos consideran una larga secuela de "operaciones militares
diferentes de la guerra", van a ser una mezcla de desestabilización financiera,
guerra informática, intervenciones cirujanas desde la cumbre de los cielos,
intoxicación informativa, asesinado selectivo de personalidades hostiles,
golpes bajos de naturaleza variada, etc. Para los detalles es suficiente observar
a Sharon.
Después de evaporarse la diferencia entre lo civil y lo militar con respecto
a los objetivos para alcanzar, también va a desaparecer progresivamente
la diferencia entre lo civil y lo militar en relación a los actores de
los conflictos. Y los movimientos sociales que se oponen a la barbarie serán
considerados como objetivos estratégicos, y deberán ser aniquilados
ya que son enemigos del progreso y de la ganancia.
Resistir a este caos estructurado implicará marchar por la defensa de
la comunidad humana y de su instinto de conservación. En el huracán
impredecible de los factores inmediatamente destructivos, se podrá resistir
y contraatacar sólo si logramos revolucionar los esquema de interpretación,
los enfoques, y las directivas de acción.
La iperconcentración de la masa monetaria ha llevado a la concentración
de todo: producción, investigación, información... En esta
nueva selección de la especie, basada exclusivamente en el criterio cuantitativo,
existen unas dos decenas de corporaciones que pueden imponerse incluso a los
poderes supranacionales. Muy pronto contaremos con los dedos de una mano los
grupos que van a producir automóviles, alimentación, información,
comunicación, armas, bancos... Los monopolios transnacionales son el
sol de futuro globalizado.
En la escala evolutiva, los animales que evolucionaron adoptando el código
del crecimiento cuantitativo fueron los dinosaurios. Mientras acumulaban sin
cesar mayores volúmenes de masa ósea y corpórea, garras
y poderosas colas, iban perdiendo en movilidad y versatilidad. Hicieron tierra
baldía en su entorno, trasformando a la naturaleza en un desierto. "Estos
enormes aparatos defensivos y ofensivos conocieron una derrota irreversible,
como lo demuestran sus restos encontrados en las arenas y marismas de los paleomundos.
La tendencia que busca la afirmación de su poder por medio de un crecimiento
ilimitado cuantitativo, fue vencida y abandonada"(Tagore).
En cambio las lagartijas y las iguanas llegaron hasta nosotros atravesando el
tiempo, la historia y las transformaciones, gracias a otro código de
evolución. Pequeño, no solamente es bonito, también es
más vital.
17 de julio de 2002