26 de agosto del 2002
"Sí, censuramos noticias sobre Afganistán"
La conversión de CNN a la condición de perro faldero
Kurt Nimmo
Counterpunch
Traducido para Rebelión por Germán Leyens
En una información del 15 de agosto publicada por Press Gazette
Online, Rena Golden, vicepresidente ejecutiva y directora general de CNN
Internacional, admitió la censura de noticias sobre la guerra de EE.UU.
en Afganistán. Esa censura, explicó, "no fue asunto de presión
gubernamental, sino nuestra renuencia a criticar cualquier cosa en una guerra
que era obviamente apoyada por la vasta mayoría de la gente."
No explica cómo, exactamente, se espera que el público estadounidense
juzgue la validez de la guerra de EE.UU. en Afganistán –y, por cierto,
de toda la guerra contra el terrorismo- si las organizaciones noticiosas se
niegan a suministrar información vital. En esencia, Golden admite que
la opinión pública es formada por una fuente –el gobierno- y los
medios han invalidado su responsabilidad de suministrar información adicional,
incluso contradictoria, sobre esos trascendentales temas.
Además, el jefe de CNN en Nueva Delhi, Satinder Bindra, dijo que muchos
periodistas se esforzaban "más de lo que debieran por una historia,"
poniendo así en peligro las vidas de otros periodistas que cubren la
guerra desde Afganistán y Pakistán. Bindra no comentó cómo
exactamente se puede esperar que los periodistas obtengan la información
para sus historias, o lo que constituye precisamente esforzarse "más
de lo que debieran." ¿Tal vez Bindra espera que permanezcan refugiados en sus
cuartos de hotel en Islamabad, esperando pacientemente que les lleguen las noticias
por correo? ¿O que se queden en Washington y se basen en Donald Rumsfeld como
su única fuente?
Aunque numerosos periodistas se quejaron por la censura impuesta por los militares
durante la Guerra del Golfo Pérsico, parece ahora que los medios corporativos
han decidido censurar por su propia cuenta las noticias, sin una limitación
exterior impuesta por el Pentágono. En otras palabras, los medios corporativos
se han convertido en esencia en un órgano de propaganda bastante miope
y autoritario de la administración Bush. Remarcablemente, atribuyen esta
conversión a perro faldero a un deseo de no ofender a la opinión
pública, la que, presumen de manera arrogante, es enteramente monolítica.
Pareciera que CNN es ahora la agencia noticiosa oficial del gobierno.
Como fábricas oficiales de propaganda de la administración Bush,
CNN y las otras redes noticiosas corporativas han aceptado obsequiosamente una
solicitud de la Casa Blanca de no emitir observaciones de Osama bin Laden sin
corregirlas. La Casa Blanca no perdió tiempo en obtener lo mismo de los
periódicos en relación con la impresión de transcripciones.
"En una maniobra extraña y sin precedentes," señaló Veronica
Forwood, presidente de la filial británica de Reporteros sin Fronteras,
"las cinco principales redes, --CNN, NBC, ABC, CBS y Fox News Channel— se han
dado vuelta y han aceptado el llamado a la censura de la consejera de seguridad
del presidente de EE.UU., Condoleeza Rice."
Sin embargo, durante la Guerra del Golfo Pérsico, las cosas fueron diferentes
–algunos de los medios no se ajustaron tan fácilmente a hacer el muerto
como un perro recién salido de la escuela de obediencia canina. En 1991,
Harper's, The Village Voice, The Nation, y otros, iniciaron acciones judiciales,
afirmando que la censura gubernamental era una violación de la Primera
Enmienda. Como se podía prever, los principales periódicos corporativos
y las redes de televisión se negaron a sumarse a la acción legal.
En lugar de hacerlo, como ahora, simplemente se congraciaron con el Pentágono
y obedientemente hicieron que el público tragara información censurada
y fuertemente amputada (cuando no se trataba directamente de mentiras e invenciones).
El proceso fue eventualmente descartado por un juez que no quería tocarlo
ni con un palo de 3 metros de largo. Parece que los medios de hace unas décadas
eran de un material más sólido que los de la actualidad.
John MacArthur, editor de Harper's Magazine, tuvo melancólicamente la
idea de litigar de nuevo, pero estaba lejos de sentirse optimista sobre las
posibilidades. "Podríamos procesar de nuevo, algunos pequeños
juicios, algunos partidarios de las libertades cívicas podrían
hacerlo, pero no hay esperanza alguna," le dijo a la periodista alemana Gerti
Schoen en septiembre pasado. "Será la guerra más censurada de
la historia... No será sólo censura, sino silencio." Aunque no
hemos tenido exactamente un silencio total, las noticias que gotean desde Afganistán
son, por decir lo menos, muy escenificadas y ajustadas a un mundo de manipulación.
El Pentágono está tan seguro de que tiene a los medios corporativos
en el bolsillo que en diciembre pasado lanzó una exigencia, solicitando
que los periodistas que cubren Afganistán formen parte de un grupo exclusivo
y autorizado, conocido de otra manera como un "pool de prensa". El concepto
del pool de prensa fue inventado en 1983 cuando EE.UU. invadió Granada.
Fue actualizado en 1991 durante la Guerra del Golfo Pérsico después
que editores como MacArthur comenzaron a quejarse de la censura militar. La
relajación de las reglas del pool de prensa en diciembre, sin embargo,
no impidió que los militares negaran el acceso a la zona de operaciones
a los periodistas. El 6 de diciembre, cuando soldados estadounidenses fueron
alcanzados por una bomba extraviada al norte de Kandahar, los reporteros gráficos
fueron encerrados en un almacén por los infantes de marina para asegurarse
de que no tomarían fotos de los soldados heridos.
Más recientemente, el acceso de los medios a la masacre de la fiesta
de matrimonio en Uruzgan fue enérgicamente limitado. Cuando periodistas
en Kabul presentaron una solicitud para unirse a los funcionarios encargados
de la prensa en la base aérea Bagram –para viajar en helicóptero
al lugar- los militares rehusaron con determinación el permiso necesario.
Sólo dos periodistas viajaron con los investigadores de EE.UU. a aldeas
cerca de Deh Rawud— uno fue un reportero del periódico de las fuerzas
armadas de EE.UU. Stars and Stripes, y el otro fue un cameraman de la
Associated Press Television Network. El funcionario jefe de EE.UU. encargado
de los medios en Bagram, el coronel Roger King, informó a los que quedaron
atrás que no tenían derecho de acceso al trabajo de los reporteros
del pool. La declaración de King fue una contradicción de las
propias reglas del Pentágono para el pool de prensa. Como resultado de
esta decisión, tardó cuatro días hasta que información
sobre la masacre del matrimonio en Uruzgan llegara al público. Más
adelante los colaboradores de las Naciones Unidas presentaron afirmaciones,
acusando a los militares de cambiar las reglas del pool de prensa para limitar
el acceso al área y así destruir evidencia, una acusación
denegada naturalmente por el Pentágono.
Pero la guerra del Pentágono contra la cobertura mediática en
Afganistán no se limita a los reporteros y a los equipos de noticias
en el terreno. En octubre, mientras los mandamases estaban activamente preparándose
para la guerra, utilizaron dinero público, en montos nada de miserables
de 2 millones de dólares por mes, para asegurarse derechos exclusivos
a todas las imágenes de alta calidad de Afganistán de los satélites
espía comerciales. Durante un debate de política sobre la puesta
en circulación de imágenes satelitales, se presentó la
idea que el Pentágono podría derribar los satélites comerciales
si no se les permitía controlar las imágenes. A pesar de todo,
el Pentágono decidió en diciembre que no continuaría el
contrato exclusivo. Considerando la reciente admisión de CNN de que ajusta
las noticias en deferencia a las sensibilidades del pueblo de EE.UU., el acceso
a la fotografía satelital es algo debatible –la probabilidad es que en
todo caso no las publicarían.
Parecería que los estadounidenses tienen que ser protegidos de las duras
realidades de la guerra –o, lo que es más probable, como en el caso de
Vietnam, contra su aversión visceral a ella, como en el caso de Vietnam-
también cuando se trata de documentales. Cuando el director irlandés
Jamie Doran presentó su controvertido documental –"Masacre en Mazar"-
en Europa, ni un solo periódico o red de televisión importante
de EE.UU. presentó la historia- lo que esencialmente resultó en
un bloqueo informativo en Estados Unidos. El film de Doran documenta las repercusiones
de la masacre de cientos de combatientes talibanes en la prisión Qala-i-Jangi
en Mazar-i- Sharif. En el documental, se muestra a los prisioneros muertos con
sus manos atadas detrás de las espaldas. Testigos oculares describen
la tortura y la matanza de unos 3.000 prisioneros que después fueron
enterrados en el desierto. Aunque el Pentágono ha negado toda complicidad
en la tortura y la masacre de los prisioneros de guerra, muchos parlamentarios
y defensores de los derechos humanos europeos han pedido una investigación
independiente de las atrocidades. El abogado de los derechos humanos Andrew
McEntee dijo que está "claro que existen presunciones de hecho de serios
crímenes de guerra, cometidos no sólo desde el punto de vista
del derecho internacional, sino según las leyes del propio EE.UU." Sin
embargo, CNN, Fox, NBC, CBS, et al, decidieron no presentar una cobertura del
film o anunciar la posibilidad de una investigación. Más tarde,
sin embargo, cuando la historia de la masacre se hizo demasiado importante para
ignorarla, recibió un grado de cobertura limitada en Estados Unidos.
Afortunadamente, la prensa en Gran Bretaña y en Europa tiene un historial
excelente en la cobertura de historias que los medios de EE.UU. han ignorado
consecuentemente (y deliberadamente) a pedido del Pentágono y de la administración
Bush. Gracias a Internet, esas historias pueden ser leídas por estadounidenses
que no tienen acceso a los periódicos extranjeros. Tanto el Guardian
como el Independent de Gran Bretaña publican noticias alternativas
(disponibles en la red) –y publican también informes y editoriales de
periodistas galardonados como Robert Fisk y John Pilger. Esas son historias
y opiniones que el New York Times jamás llegaría a tocar.
Ya no vivimos en un mundo de información herméticamente sellada.
Para aquellos estadounidenses ansiosos de verdad de informarse –y aquellos disgustados
porque sus noticias son esterilizadas y autorizadas por el Pentágono
y por presidentes no elegidos –hay más de unas pocas fuentes de información.
23 de agosto de 2002
Kurt Nimmo es un fotógrafo y diseñador multimedia en Las Cruces,
Nuevo México. Su correo es: nimmo@zianet.com