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11 de junio del 2002
Privados de política
Jalel Zoghlami
Jalel Zoghlami, director de Kaws el Karama (mensual tunecino prohibido, publicado por militantes de la izquierda radical). Rouge (Francia)
El referéndum tunecino del 26 de mayo ha instalado la dictadura de Ben Ali hasta el fin de sus días. ¿Cuál es la resistencia del pueblo tunecino?
El 26 de mayo, la dictadura corrupta convocó a la población a un referéndum que instalaba el poder absoluto y eterno del general Ben Ali.
Para maquillar su maniobra, este último propuso la enmienda de casi la mitad de los artículos de una Constitución ya antidemocrática y presidencialista.
Pero no hubo sorpresa: más del 98% de participación y el 99,6% de bendición a la presidencia infinita del mafioso Zine el Abidine (Ben Ali).
Frente a los comentarios gloriosos de la prensa, en un silencio pesado, las miradas y los rostros tristes de los tunecinos y tunecinas expresan su vergüenza y su cólera. El 70% de ellos tienen menos de 40 años, el 90% están alfabetizados, tienen una amplia tradición sindical. Tienen en el mundo arabo-musulmán, una reputación específica en lo que concierne a la libertad de las mujeres. Estos tunecinos discuten sobre la política internacional. Este 27 de mayo, bajo el cielo azul, tienen la muerte en el alma. La dictadura de por vida de Ben Ali les ha apartado de la vida pública y de la política.
El 12 de mayo, en un pequeño local del centro de la ciudad de Túnez, cinco partidos, así como la Liga tunecina de los derechos humanos, Attac Túnez y personalidades organizaron una concentración para llamar al boicot al referéndum. El 18 de mayo, en París, el Comité por el respeto de las libertades y de los derechos humanos en Túnez organizó nueve horas contra el referéndum. El 24 de mayo, a dos días del referéndum, siete asociaciones organizaron una reunión para difundir la idea del boycot.
Estas tres iniciativas no han movilizado ni siquiera medio millar de personas. Los partidos políticos y las organizaciones de la sociedad civil opuestas a Ben Alí están lejos de llegar al pueblo que aborrece al general y su partido-estado. Las direcciones de esta oposición organizada, que va desde los integristas a los "estalinistas" reformistas, pasando por quienes se reclaman del liberalismo, de la socialdemocracia o de los derechos humanos, están cortados de la población y de sus aspiraciones.
Los medios occidentales y El-Jazira, cuando evocan la lucha contra la dictadura de Ben Ali, no hablan más que de las capillas de la oposición. Sin embargo las manifestaciones más prometedoras de la resistencia y de la lucha contra el corrupto régimen policial se encuentran en otra parte. La juventud de la enseñanza media, de la universidad y los parados han salido a la calle en numerosas ocasiones estos últimos cuatro años para expresar su rechazo de la corrupción.
En la lucha contra las repercusiones del programa de ajuste estructural (privatizaciones, despidos, liberalizaciones de los precios de los productos básicos, flexibilidad, et.) y contra la línea burocrática, los sindicalistas auténticos, sobre todo los de la movida de la izquierda radical no organizada, llevan a cabo un trabajo paciente y comienzan a lograr conquistas. En el congreso de Djerba de febrero de 2002, impusieron reformas democráticas y una huelga general de una hora, el 26 de febrero.
Federaciones sindicales nacionales de la izquierda radical logran la organización de huelgas sectoriales y expresan su compromiso en la lucha contra la dictadura y por la democracia (correos y telecomunicaciones, enseñanza, salud pública, etc).
El 1 de mayo, las concentraciones ante las sedes de la Unión General de Trabajadores tunecinos reunieron a miles de personas. Entre las consignas más gritadas, la propuesta por el movimiento no organizado de la izquierda radical: "Ni referéndum, ni estado policial, ni privatización, ni precariedad".
La alternativa podrá surgir de las batallas del movimiento democrático llevadas desde hace más de un año por una fuerza alternativa democrática y antiimperialista. Necesitamos coraje, determinación e inteligencia, pero también un verdadero apoyo internacional para contrarrestar los apoyos a Ben Ali de Buteflika, Mubarak, de Chirac y de Bush.