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14 de julio del 2002
El país más rico del mundo ha mantenido permanentemente en la pobreza a una parte de los americanos
Un secreto en las noticias: la pobreza permanente del país
Ben H. Bagdikian
ZNet en español
Podrán ser las mejores épocas o podrán ser las peores
épocas, pero ya sea en prosperidad o recesión, hay una constante
en la economía de los Estados Unidos-el país más rico del
mundo ha mantenido permanentemente en la pobreza a una parte de los americanos.
Esto no es algo accidental. Se mantiene por una acción oficial tan deliberada
como la protección dada por Alan Greenspan a la prosperidad de los bancos
y de los mercados de valores. En este caso es el escandaloso mantenimiento por
medio de nuevas leyes y regulaciones, nuevos códigos impositivos y exenciones
especiales multimillonarias a determinados impuestos para corporaciones gigantes
favorecidas. Los integrantes de esta clase permanente no son los desempleados
temporales. La mayoría de ellos rotan de trabajo. No son alcohólicos
ni adictos ni discapacitados. La mayoría de ellos trabaja. Tampoco son
inevitables por ser los temporalmente desafortunados en un mundo de economía
global cambiante. Mucho antes de la "nueva economía", y después
de ella, ninguna de nuestras naciones pares, los países ricos de Europa
Occidental, ha mantenido a una clase permanente de pobres como la de EEUU. Esos
otros países tienen políticas de prevención social.
Al enfrentarse con la pobreza persistente en el país más rico
del mundo, la mayoría de los medios gráficos y electrónicos
tradicionales de los EEUU parece tomar como un mandato las palabras bíblicas
de Mateo, "Siempre tendrán pobres". Lo hacen con poca preocupación
por el hecho de que la pobreza en medio de la abundancia del país más
rico del mundo es la excepción entre todas las sociedades avanzadas.
(EEUU es el más rico en Producto Bruto Interno y es segundo, después
de Luxemburgo, en ingresos per capita).
Los medios informativos podrán argumentar que cubren el problema de los
pobres. Y, en cierto sentido, lo hacen. Pero son típicas historias aisladas
sobre una familia desafortunada en un área de desastres o el perfil de
un valiente gerente del medio Oeste, venido a menos, dando vuelta hamburguesas
en McDonalds-imágenes simpáticas pero representadas como casos
aislados. Por ser dados a conocer solo esporádica y oscuramente es que
los EEUU, a diferencia del resto de los países desarrollados, mantiene
a una clase pobre año tras año.
Dada la relación simbiótica entre nuestros políticos nacionales
y los principales medios noticiosos, esa falla mediática tiene consecuencias.
Los lideres políticos saben que lo que los principales medios ignoran,
ellos también pueden ignorar sin problemas. Los necesitados aparecen
sólo en tiempos de elecciones en retórica estereotipada y en operaciones
fotográficas de campaña. La retórica vacía sin seguimientos
mediáticos subsiguientes ha profundizado la cómoda asunción
de que en América la pobreza es un acto inevitable de Dios. Cuando un
informe gubernamental documenta un dato de la pobreza permanente, como el documento
del Departamento de Vivienda y Asuntos Urbanos (Housing and Urban Affairs) de
1997 sobre la implacable crisis de viviendas de alquiler, es publicada durante
un día sin ser seguida con historias complementarias que remarquen el
problema, que es el proceso que produce presión política hacia
la acción. O, sino, los principales medios informativos mencionan la
crisis vinculándola con "el mercado millonario" de las casas en la Bahía
de San Francisco o en el centro de Manhattan, no con la misma crisis para familias
promedio en los suburbios de Chicago o en la partes rurales de Kansas y miles
de otras ciudades y pueblos.
La pobreza permanente podrá haber sido inexorable en los tiempos bíblicos,
cuando realmente no había comida adecuada, uso ineficiente de tierra
cultivable, rígidos sistemas de clases, esclavitud y servidumbre. Pero
el mundo actual tiene suficiente comida para todos y los países ricos
como los Estados Unidos tienen suficientes recursos como para garantizarles
a sus poblaciones suficiente comida decente, viviendas, asistencia medica universal,
empleos y pensiones. La mayoría de nuestras naciones pares hacen exactamente
esto. Tan solo los Estados Unidos ha elegido no deshacerse de una pobreza permanente.
Estados Unidos es único entre las sociedades industriales avanzadas del
mundo- Francia, Alemania, el Reino Unido por ejemplo. Ha retenido esta dudosa
excepción por tanto tiempo - casi medio siglo - que una clase pobre en
este país es vista, hoy, como normal, inevitable y, consecuentemente,
dada la despreocupación mediática, invisible.
¿Quiénes son los pobres Americanos? y ¿son realmente pobres?
Estadísticas gubernamentales ajustan periódicamente el nivel
de pobreza en el país para reflejar cambios en el costo de vida. En 1999,
por ejemplo, una familia de tres personas con un ingreso por hogar de $13.880
o menos era calificada como viviendo en pobreza. De los 32 millones de Americanos
en pobreza, 72 por ciento estaban en familias. Esto incluye a uno de cada cinco
niños americanos. Estos no son pobres porque carezcan de Cuisinarts y
BMWs. Son pobres porque carecen de suficiente comida, refugio y acceso a otras
condiciones elementales de vida en cualquier sociedad moderna.
¿Porqué permitimos esto cuando las demás naciones desarrolladas
no lo permiten? Las respuestas no son misteriosas: políticas oficiales
de vivienda, traslado deliberado de riqueza nacional hacia arriba a través
de la destrucción del impuesto nacional progresivo al ingreso, enormes
favores especiales a corporaciones, y tratamiento cínico del salario
mínimo nacional.
¿Porqué los principales medios informativos comparten la culpa?
Una demostración dramática de la participación culposa
de los medios ocurrió hace treinta años. Cuando, repentinamente,
como de la nada, aparecieron familias sin hogar viviendo en las calles. Para
la vida cívica nacional era como tener canarios muertos en la mina de
carbón. Sabemos por qué los canarios mueren en la minas: es un
aviso, ya que el gas metano mata a los sensibles canarios antes de matar a seres
humanos. Los canarios muertos de la pobreza estructural americana era la aparición
repentina de los "sin vivienda" en los comienzos de los '80.
En los '80 el número de americanos pobres empezó a aumentar considerablemente.
Para los años 1998-1999, el niño pobre promedio estaba más
abajo de la línea de pobreza de lo que lo estaba en 1979.
El cambio de 1979-1980 nos dice algo crucial. Para mediados de los '80, supuestamente
de la nada, por primera vez desde la gran depresión, grandes cantidades
de individuos y de familias estaban viviendo en la calles. Los "sin vivienda"
es un fenómeno social generalmente asociado con países como Bangladesh,
pero ahora ha sobrevivido como un elemento urbano fijo visible en este país,
el más rico de todos.
Emblemática es la falla de los grandes diarios y emisoras a la hora de
buscar la fuente de estos nuevos "sin vivienda" cuando aparecieron por primera
vez en los '80s. Más que nada los medios se refieren a los "sin vivienda"
que son alcohólicos, drogadictos o enfermos mentales. Pero siempre tuvimos
drogadictos, alcohólicos y enfermos mentales sin tener grandes números
de familias viviendo en la calles.
Un indicio de lo que ha cambiado es que los "sin vivienda" - una minoría
de la totalidad de los pobres -lo son a pesar de que, según el Bureau
of Labor Statistics, el 64 por ciento de ellos tienen trabajos, algunos incluso
dos, pero según los estándares gubernamentales continúan
siendo pobres.
Ninguna democracia desarrollada ha podido proporcionar viviendas a sus familias
de bajos salaries dependiendo para ello de la industria inmobiliaria privada.
Viviendas de bajo valor subvencionadas por el gobierno han sido halladas indispensables
si todos deben ser hospedados en casas y departamentos mínimamente decentes.
Antes de 1979, los Estados Unidos subvencionaron 200.000 de estas unidades por
año para gente de bajos ingresos. En los comienzos de los '80, durante
el nuevo fervor de transferir todo lo posible al libre mercado, las subvenciones
para viviendas de bajos ingresos fueron reducidas en un 92 por ciento. Esa es
la razón central por la cual, de repente, teníamos una clase mendigante
permanente y familias viviendo en la calle. A pocos lectores o espectadores
de noticieros televisivos se les dijo alguna vez las razones básicas
de porqué nuestros "sin vivienda" se produjeron "de la nada".
¿Porqué existió esta extraña falta de curiosidad por parte
de los medios? Era parte del tratamiento cauteloso, dado por los principales
medios, a las causas básicas de enfermedades sociales cuyos remedios
pudieran implicar un aumento de impuestos. Por el contrario, los medios generalmente
celebran lo opuesto- cualquier cosa que reduzca impuestos. Explicar el "canario
muerto" de los "sin vivienda" repentinos podría haber estimulado nuevas
cargas impositivas para subvencionar viviendas de bajos ingresos - impuestos
para el beneficio del grupo políticamente más débil del
electorado.
Existen otras fuerzas que contribuyen al problema persistente de la falta de
vivienda. Hace algún tiempo se había encontrado que la mayoría
de los enfermos mentales institucionalizados mejoraban si eran liberados a centros
locales de tratamientos en sus ciudades y recibían apoyo en dichos centros.
Así que los hospitales mentales fueron efectivamente vaciados, ahorrando
millones de dólares de impuestos. Pero todavía más impuestos
fueron ahorrados al incumplirse la promesa de destinar el dinero ahorrado a
los centros locales de tratamiento.
La mayoría de los pobres no son mentalmente enfermos. Son mentalmente
sanos, individuos y familias sin adicciones. Pero se mantienen pobres. Según
el Departamento de Vivienda y Asuntos Urbanos (Housing and Urban Affairs), HUD,
desde 1985 hasta 1993 el mercado privado para viviendas accesibles cayó
un 20 por ciento, y, según el Journal of Housing and Community Development,
sólo el 33 por ciento de los americanos calificados legalmente para acceder
a viviendas federales pueden realmente encontrar tales casas.
La edición de Diciembre de 1997 del Journal informó, "con viviendas
accesibles fuera del alcance de crecientes números de americanos de bajos
ingresos, sólo puede esperarse que la crisis de viviendas empeore...
las recientes acciones del Congreso ha empeorada más la situación
de segmento ya de familias americanas que ya estaban en situación precaria".
En 1995, había 1.3 millones de viviendas de bajos costos disponibles
para 2.6 millones de inquilinos de bajos ingresos, tal cual quedó demostrado
en un estudio del Centro de Prioridades en Presupuesto y Políticas (Center
on Budget and Policy Priorities). Aún así, en el mismo periodo,
según la Asociación Nacional de Agentes Inmobiliarios, el precio
medio para un casa de una familia aumentó en un 45 por ciento. Al ser
los departamentos de alquileres bajos poco atractivos para la industria inmobiliaria,
y con fallas en los subsidios gubernamentales necesarios para lo que el mercado
privado prefiere rechazar, el "misterio", tanto de la falta de vivienda como
de los 32.000.0000 de americanos empobrecidos, no es muy misterioso.
Además, los pobres han estado pagando, paulatinamente, porcentajes más
altos de sus ingresos en alquileres -más del 50 por ciento de su ingreso
disponible. Con la mitad, o menos, restante deben cubrirse otras necesidades
básicas, como ser comida, vestimenta y pagos de su injusta carga de más
impuestos regresivos.
Subrayando la cuestión está el vergonzoso fenómeno de un
cambio radical de riqueza personal nacional del 80 por ciento inferior de la
población al 20 por ciento superior, con una porción leonina yendo
al 1 por ciento superior. El hecho de que semejante brecha existe llega ocasionalmente
a las noticias americanas bajo la forma de una estadística cualquiera,
como si se estuviera informando sobre la cantidad de trigo cosechado en Kansas.
Los Estados Unidos tienen la brecha más amplia del mundo entre sus muy
ricos y quienes no son ricos. La brecha ha crecido año tras año,
pero ni por el talento ni por el duro trabajo de sus súper ricos. Los
trabajadores Americanos son únicos en su baja participación de
los beneficios de sus empleadores comparados con los demás países
ricos. El típico director ejecutivo de una compañía americana
recibe 34 veces lo que recibe el típico trabajador de fabrica americano,
el cual actualmente recibe (en términos de dólares absolutos)
menos que trabajadores por hora en Japón, Alemania o Suiza. Las millonarias
compensaciones a los ejecutivos corporativos no muestran ninguna relación
con la actuación de esos ejecutivos, según nuestra autoridad más
prominente en compensación ejecutiva, Graef Crystal, anteriormente en
la Universidad de California en Berkeley y ahora con Bloomberg News. El dijo,
"Empeora y empeora...Es absolutamente enfermizo".
El desplazamiento masivo de la riqueza americana hacia arriba ha sido informada
por los medios, pero sin el sentido de ultraje y alarma que preocuparían
a Linconln Steffers, Ida Tarbell, Franklin Roosevelt, o un sin número
de políticos y lideres mediáticos de eras pasadas. Aunque la actitud
general de los medios hacia los pobres parece encontrar consuelo en la resignación
de su penoso estado enunciada en el Libro de Mateo, los medios parecen menos
interesados en otra referencia bíblica, "Es más fácil para
un camello pasar por el ojo de una aguja que para un hombre rico entrar al Reino
de los Cielos..."
Otros países ricos carecen del tamaño y las causas de la pobreza
permanente americana. La respuesta es simple. Los otros países ricos
tienen vivienda, empleos, pensiones y políticas impositivas que la previenen.
La respuesta final es una fantasía inexcusable respaldada e instigada
por nuestros principales medios, los diarios que, por ejemplo, tienen "Fe de
Erratas", para errores como la publicación incorrecta del la inicial
del medio de un político. La fantasía mediática, respaldada
e instigada por políticos, ha convencido a la gente de los Estados Unidos
de una falsedad, concretamente de que somos un país brutalmente sobrecargado
de impuestos. La verdad es que de todas las democracias ricas, los americanos
son los que tienen los impuestos más bajos, incluyendo la suma de todos
los impuestos locales, estatales y nacionales. Consecuentemente, cuando la fantasía
resuena en cada campaña política -prometiendo impuestos más
bajos como una necesidad imperiosa- es aceptada como un salvataje urgente y
necesitado por la población afectada, los muy ricos. Aunque a los principales
medios les encanta encontrar culpables en problemas sociales, en este tema practican
una amnesia selectiva. Por más de medio siglo, la porción de impuestos
pagados por corporaciones ha venido cayendo radicalmente y se ha transferido
sobre familias e individuos. En 1940, las corporaciones pagaban el 40 por ciento
de las ganancias federales. En 2000 el porcentaje ha caído al 12 por
ciento.
Aunque la provisión de dinero y la riqueza nacional han crecido, en 1955
los impuestos corporativos pagaban el 6 por ciento de nuestro Producto Bruto
Interno pero ahora sólo pagan el 2,5 por ciento. Exceptuando a Japón,
que los impuestos sobre los ingresos representen el 34 por ciento de nuestro
PBI los hace los más bajos de las naciones industrializadas. La proporción
en Canadá es del 36 por ciento, en Alemania del 39 por ciento, en Suiza
del 50 por ciento. No es casualidad que la mayoría de esos países
tengan un sistema universal de salud, vivienda garantizada y beneficios sociales
más generosos que los Estados Unidos.
El impuesto federal sobre el ingreso más alto para los americanos más
ricos alguna vez fue del 70 por ciento, aunque la gente tan rica contrataba
los mejores contadores y buscaban los mejores refugios impositivos, de manera
que pocos pagaban el máximo. El nivel más alto había caído
a 39 por ciento en 2000, y en la practica está más cerca del 33
por ciento, y pocos en ese nivel teórico pagan tanto por las mismas razones
que antes. Ahora la Administración Bush desea bajarlo al 25 por ciento.
El impuesto progresivo del país está casi muerto.
Sin embargo, algunos impuestos aumentan. La pérdida de nuestro impuesto
federal progresivo ha movido, año a año, a los impuestos básicos
americanos a un tipo más regresivo, con los cuales los pobres pagan más
por sus ingresos que los ricos. En la modificación resultante del paso
de responsabilidad en la recaudación de impuestos al ingreso de Washington
a estados, condados y ciudades, estas jurisdicciones han recurrido a impuestos
a las ventas, los más regresivos de todos. En 1995, según Citizens
for Tax Justice (Ciudadanos por la Justicia Impositiva) y el Institute on Taxation
and Economic Policy (Instituto de Fiscalidad y Economía Política),
el 20 por ciento con ingresos familiares más bajos pagaba el 12,5 por
ciento de todos los impuestos estatales y locales (propiedades, ventas y honorarios)
mientras que el 20 por ciento de familias con ingresos más altos pagaba
el 8,5 de sus ingresos familiares.
Un impuesto sobre las ventas del 7,5 por ciento representa, para un trabajador
de sueldo mínimo, un porcentaje significativo del ingreso. El mismo porcentaje
de un impuesto a las ventas sobre un millonario es un ínfima parte del
ingreso total, razón por la cual, en la necesidad por beneficios, las
corporaciones y los ricos insisten con los impuestos sobre las ventas en lugar
de mayores impuestos federales a los ingresos.
El insulto final a los pobres es el salario mínimo. Las corporaciones
y los ricos pelean cada movimiento por un aumento, de la misma forma que pelearon,
en primer lugar, contra la creación de un salario mínimo. En 1970
el salario mínimo valía 29 por ciento más en términos
reales que en 2000. Según el Economic Policy Institute (Instituto de
Política Económica), en 1970 los trabajadores con salario mínimo
vivían por sobre el nivel de pobreza. En 1998 tan sólo el 19 por
ciento lo hacía.
La oposición habitual de que reduciría el número de empleos
disponibles, o que forzaría a pequeñas empresas a cerrar, no tiene
ningún sustento real. El instituto dice que un aumento del salario mínimo
nunca ha resultado en una reducción de nuestros empleos ni en el cierre
de negocios.
Los opositores al salario mínimo siempre han argumentado que se le denegaría
al adolescente que acaba de terminar la escuela la posibilidad de cómo
ser productivo. Pero en 1999, el 71 por ciento de las personas ganando salario
mínimo eran adultos.
Si el Dow Jones Industrial Average (Promedio Industrial de Dow Jones) cayera
sostenidamente durante veinte años sería primera plana y noticia
central en la transmisiones informativas día tras día hasta que
el gobierno reaccionara. El que 32 millones de personas de nuestra población
tengan sus "índices" de vivienda, alimentación y vestimenta en
caída firme por más de 30 años sólo sirve como una
historia pintoresca ocasional sobre un individuo o como fragmentos estadísticos
en la últimas páginas de nuestras organizaciones informativas
más influyentes. Una clase pobre innecesaria es algo vergonzoso en "el
líder del mundo libre" y el más rico del mismo. Una fracción
de la atención diaria de los medios al Dow, el rol de los medios en crear
el mito de los americanos sobrecargados de impuestos y la noción de una
clase pobre americana inexorable, convierten a nuestros principales diarios
y transmisoras en cómplices de una falla cruel e innecesaria en nuestra
sociedad. Corporaciones y legisladores de Washington podrán apuntar con
inútil resignación a la aserción bíblica de que
los pobres siempre estarán entre nosotros, pero la experiencia de otros
países ricos como Alemania, Francia, Canadá, Gran Bretaña,
sugiere que la respuesta está menos en el libro de Mateo y más
en el Registro del Congreso.
Ben H. Bagdikian es autor de In the Midst Of Plenty: Los Pobres en América
(Beacon Press, 1963), The Media Monopoly (6ta Ed., 2000) y otros libros. Fue
decano de la Facultad de Periodismo de la Universidad de California en Berkley.
Título original: A secret in the news
Autor: Ben H. Bagdikian
Origen: Znet Commentaries, 3-4-2001
Traducido por Rodrigo Orihuela y revisado por Fernando Soler