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15 de julio del 2002
EE.UU: Timbas paralelas
Jorge A Bañales
Los montos involucrados y la forma en que grandes corporaciones de Estados
Unidos han ocultado pérdidas y exagerado ganancias son frutos merecidos
de la misma trampa que ha hundido a Argentina, vapulea a Uruguay y tiene a Brasil
a los tumbos: la economía entendida como timba financiera.
En diciembre de 1996, justo en la mitad de lo que sería una
década de expansión económica de Estados Unidos sin precedentes
en tiempos de paz, el presidente de la Reserva Federal y gurú de la política
monetaria Alan Greenspan escandalizó a los alegres especuladores con
su frase "los mercados viven una exuberancia irracional". Por entonces, el índice
Dow Jones andaba por los 6.430 puntos, y en enero de 2000 llegaría a
los 11.700 puntos.
Hacia 1996, también, florecía la especulación con los bonos
de los llamados "mercados emergentes": los nuevos casinos financieros que gozosamente
abrieron los países de América Latina y los que aderezaron más
bonitos los países del sudeste asiático.
Los "mercados emergentes", entre los cuales Argentina pronto se convirtió
en una de las bacanas más buscadas, compitieron por los favores de los
capitales golondrinas con las mismas coqueterías que, en los "mercados
maduros", sacudieron a las empresas de la "nueva economía". La exuberancia
de comillas se debe, precisamente, a que con etiquetas novedosas hicieron sus
zafras las mañas más viejas y los engaños más gastados.
Las maquinaciones de los mercados financieros suelen resultar confusas, o aburridas,
para la mayoría de la gente, pero hay una razón para que todos
entendamos ahora esos malabarismos: por virtud de la privatización de
los sistemas de jubilación son ahora millones y millones de personas
las que, por opción propia o empujón del sistema, invierten en
acciones, bonos y otros instrumentos los ahorros que, supuestamente, alimentarán
su vejez.
La estafa global ya no descalabra sólo a los pocos apostadores de hace
algunas décadas, sino que deja en la miseria a naciones enteras, incluidos
millones de trabajadores en los países ricos, y los remezones que causa
traen convulsiones sociales y guerras.
INFELICES ILUSIONES
El eje en los casos de WorldComm, Enron, Xerox, Global Crossing, Quest y el
otro millar de grandes empresas estadounidenses que en los últimos años
han ocultado pérdidas y exagerado ganancias mediante ingeniosos métodos
contables, es el mismo que atrajo capitales a los mercados emergentes: el mito
de los dividendos siempre crecientes.
El caldo de cultivo ha sido, en Estados Unidos, el establecimiento de planes
de jubilación privados, que se inició en la década del
70 y tuvo su impulso mayor bajo la presidencia de Ronald Reagan. No es accidental
que desde Washington el dúo dinámico del gobierno y el fmi haya
propagado el evangelio de esta privatización: con ella se empuja a cientos
de millones de ciudadanos comunes a la especulación financiera. Hoy,
en Estados Unidos, el 70 por ciento de los hogares tiene inversiones especulativas
por un monto de 11,5 billones de dólares. La promesa era que, en lugar
del anticuado sistema de jubilaciones administrado por el gobierno -el seguro
social-, los trabajadores tendrían más beneficios en la vejez
aceitando con sus propios ahorros la maquinaria del capitalismo.
Lógicamente esto creó la burbuja especulativa que fue tan notable
en la segunda mitad de la década del 90. Lógicamente, también,
para atraer hacia sus acciones los dinerillos de los millones de nuevos incautos,
las empresas entraron en la puja por mostrar ganancias crecientes, siempre crecientes,
crecientes sin límite, y cada vez más rápidas.
"Millones y millones de estadounidenses se convirtieron en obsesos del mercado
de valores", escribió Daniel Yergin, comentarista principal y productor
ejecutivo de la serie de Public Broadcasting System sobre los mercados globales.
"La política pasó de moda. El dinero se puso de moda. La especulación
día a día se puso muy de moda (ayudada por el acceso inmediato
a los mercados que proveyó Internet). La gente creyó que estaba
invirtiendo; en demasiados casos, estaban timbeando."
El capitalismo triunfó sobre el comunismo y pareció haber superado
su debilidad histórica, los llamados "ciclos económicos" de alzas
y bajas. Con todo el mundo para su retozo, y "chiflao" por su belleza, el mercado,
ese ente al cual los ideólogos de la ortodoxia triunfante atribuyen virtudes
mágicas, se olvidó de que todo lo que sube, baja, y que todo lo
que se infla, se desinfla.
Las omnipotentes leyes del mercado sagrado causaron pecados hoy comprensibles
como los de WorldComm y Enron. En muchos casos los analistas y calificadores
de crédito hicieron sus cálculos de a cuánto deberían
ascender las ganancias de tal o cual compañía, y aun cuando la
tal compañía hubiera tenido un buen desempeño, si no alcanzaba
la cota vaticinada los especuladores se desilusionaban y vendían las
acciones.
El pinchazo empezó en 1997 con la debacle financiera en Japón
y Corea del Sur, que dio coletazos en Rusia, Hong Kong y América Latina.
Fue una señal de alarma, apenas seis meses después de la admonición
de Greenspan. Pero la especulación financiera siguió siendo una
droga fascinante.
Fue poco después que empresas como Enron y WorldComm empezaron con trucos
contables de los que ahora nos enteramos. Aunque cada una de ellas aplicó
diferentes métodos, el propósito fue el mismo: mostrar a los accionistas
ganancias crecientes para mantenerlos sujetos.
La inestabilidad de los mercados financieros internacionales tuvo otro efecto:
la percepción de que el mercado realmente sólido, con reglas de
juego claras y verificables, era Estados Unidos, la única economía
que transitó sin parpadeos la recesión global. Más y más
capitales vinieron a este país creando lo que hoy es un déficit
en cuenta corriente que equivale al 4 por ciento del producto bruto interno
y a mil millones de dólares por día. Otro resultado de esa percepción
fue el fortalecimiento del dólar, la moneda segura, sólida, confiable
y universal.
Por supuesto, los "mercados emergentes" más fieles a la ortodoxia usaron
sus propios mecanismos para impedir que alzaran vuelo los capitales golondrinas.
En la mayoría de los casos se hizo ofreciendo intereses y ganancias cada
vez más altas, porque total los pueblos pagan, y en muchos casos -véase
Argentina, Uruguay- eligen y reeligen a los gobernantes que mejor versean requiebros
modernos.
CÓMO ME ENGRUPISTE
Enron fue a la bancarrota después de que se destaparon sus mentiras,
y ante los tribunales le acompaña la firma Andersen y Andersen, auditora
prestigiosa que ayudó en la cocción de los libros contables. WorldComm
reconoce que ocultó pérdidas y ensanchó ganancias por unos
4.000 millones de dólares. La nueva firma auditora de Xerox descubre
que no fueron 3.000 millones de dólares, sino casi 6.000 millones los
que figuraron como ganancias falsas durante los últimos cinco años.
Estados Unidos, que en 1997 no sólo borró el déficit presupuestario
que había cargado durante tres décadas, sino que obtuvo superávit
en los últimos tres años de presidencia de William Clinton, ha
vuelto a caer en déficit crecientes que crean su propio imán sobre
los especuladores: de alguna manera se financia el endeudamiento nacional. El
verde billete del Tío Sam se aproxima a la paridad de cotización,
por primera vez en dos años, con el euro cuyo nacimiento se recibió
de este lado del Atlántico con una mueca de desprecio. En el último
trimestre la cotización del dólar ha bajado un 10 por ciento frente
al yen y el euro después de siete años durante los cuales la cotización
de la moneda estadounidense aparentemente sólo tenía una dirección,
hacia arriba.
La desconfianza que ahora moja a los tan ponderados mercados de capitales de
Estados Unidos y sus sistemas de auditoría -debidamente libres de regulaciones
estatales de acuerdo con los deseos de la ortodoxia- lleva a muchos capitales
extranjeros al éxodo, y debilita al dólar.
La burbuja especulativa de la década pasada no fue novedosa, sólo
más hipnotizante. Algo similar había ocurrido en el siglo xix
con las acciones de las empresas ferroviarias de Estados Unidos, y en los años
1920 con las acciones de la rca que pasaron de un dólar a 600 dólares
en pocos años, tal como las acciones de WorldComm subieron de diez dólares
en 1988 a 65 en 1998, para cotizarse ahora en seis centavos hasta que el índice
Nasdaq suspenda el listado.
"En todos los casos, se supuso que los árboles crecerían hasta
el cielo", comentó Yergin. "Cuando terminó la fiesta, resultó
que había mucha más deuda que lo imaginado, un endeudamiento que
llega a niveles imposibles de manejar. Y también en las ocasiones anteriores
hubo contabilidades picaronas."
Un estudio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económico -el club de los países ricos- advierte que las consecuencias
económicas a mediano plazo de los ataques terroristas del 11 de setiembre
podrían ser mayores que lo inicialmente previsto. Los temores para el
futuro incluyen los trastornos en el comercio mundial y las comunicaciones,
y la reaparición de los déficit gubernamentales.
Estamos en tiempos de guerra, y no es accidental que los gobiernos se coaliguen
para mejorar sus policías.