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Análisis sobre el desarrollo del movimiento asociativo de las mujeres en África
El futuro de África
Esther Navío
Rebelión
Mudlala puede ser el nombre de una joven africana de 20 años que
ahora mismo vive en alguna aldea de su inmenso continente. Si nacer en África
supone ya una serie de sufrimientos y carencias insalvables, nacer mujer es
una doble maldición. No obstante, hay razones de peso para afirmar que
las mujeres son el futuro de África.
Es probable que Mudlala ya esté casada, pues la mitad de las mujeres
africanas contraen matrimonio antes de esa edad, y que apenas sepa leer y escribir.
En el África subsahariana, sólo un 56% de las niñas accede
a la educación primaria, frente al 65% de los niños.
En los 48 años de vida que las estadísticas pronostican a Mudlala
habrá parido 8 o 10 veces en unas condiciones médicas lamentables,
que explican las altas tasas de mortalidad materna. También verá
morir a algunos de sus niños antes de que cumplan 5 años por enfermedades
tratables y curables de contar con los medios adecuados. En muchos casos esos
medios no son más que agua limpia y una nutrición suficiente.
Mudlala sabe esto y se afana en sus labores en el campo. Se dedica, como el
75% de las mujeres africanas, a labores agrícolas de subsistencia, precarias,
con herramientas y técnicas desfasadas, en las que conseguir muy poco
cuesta mucho.
Sin embargo, de aquí procede el 80% de los alimentos que se consumen
en África. A pesar de esta importante contribución, las mujeres
africanas sólo poseen el 1% de la tierra. Su esfuerzo se ve pagado con
tasas de pobreza superiores a las de sus compañeros varones, porque las
actividades a las que destinan todo su tiempo (cría de animales, artesanía,
tejidos, cuero, comercio, además de la agricultura) tienen un rendimiento
escaso. Los hogares dirigidos sólo por mujeres son más pobres
que aquellos en los que los principales ingresos proceden de un hombre. Además,
el número de hogares dirigidos por mujeres ha aumentado en la última
década hasta suponer un 25 %, debido a la emigración y la guerra.
De esta acumulación de barreras e injusticia comienzan a brotar la solidaridad
y la esperanza, que van conformando un poderoso movimiento asociativo a lo largo
y ancho del continente. Las innumerables asociaciones creadas por y para mujeres
en los últimos años se desarrollan en ámbitos muy distintos
(la producción agrícola, la pobreza urbana, la lucha por los derechos
sexuales y reproductivos, la protección de las mujeres en la guerra...),
pero todos comparten un mismo objetivo: unirse para convertir los obstáculos
en puntos de apoyo, para transformar la humillación y la marginación
en dignidad, la discriminación en igualdad.
Así, en el ámbito rural las mujeres se han reunido en pequeñas
cooperativas y organizaciones. Con las cuotas que pagan cada una de las asociadas,
constituyen unos pequeños fondos que sirven para comprar nueva simiente,
fertilizantes...
que refuerzan las actividades ya existentes, mediante la ampliación de
los fondos de rotación o aumento de las superficies, o permiten acceder
al cultivo a mujeres que antes no podían. Los efectos positivos de estas
actividades sobre la producción, y en consecuencia, el nivel de vida
de las comunidades, no pueden ser ignorados. El protagonismo de estas cajas
de ahorro colectivas es muy destacado en el África Occidental, donde
el poder económico de las mujeres es considerable. Es el caso de las
"fish-mummies" de Ghana, que controlan por completo el comercio de pescado de
la zona. Pero no son las únicas. Se puede citar también al Grupo
Esusu de Liberia, el Grupo Ilina de Guinea Ecuatorial, el Grupo Cooperativa
Agrícola de Mali...
La obtención de créditos propios es una actividad importante,
pero no la única. Hace falta ingenio y dinamismo para emplear bien esos
fondos. Por eso las mujeres piensan en cómo construir un pozo -que les
ahorre las caminatas de varios kilómetros al día-, su propio molino,
su mercado... O en cómo fabricar jabón a partir del karité,
un árbol presente en todo el Sahel, como ha hecho un grupo de Hunde,
en Burkina Faso. O procuran comercializar la gastronomía local, siguiendo
el ejemplo de un grupo de 20 mujeres del noreste de Benin con el cuscús
de ñame.
La organización en sindicatos es una actividad que también se
está fortaleciendo. En 1990 nació en Costa de Marfil el Sindicato
Nacional de Mujeres del Sector No Estructurado (SYNAFSI) que ayuda a grupos
de comerciantes y granjeras para formar sus cooperativas y las representa ante
las autoridades locales. Ha conseguido ser reconocido por la Central de Sindicatos
del país, y espera beneficiarse de esa asociación a través
del acceso a los fondos del sindicato, con los que adquirirán máquinas
descascarilladoras de arroz, secadoras de pescado o moledoras de mandioca. Ya
han logrado llevar agua potable a los mercados y pavimentar sus suelos. Por
desgracia, la respuesta de las autoridades gubernamentales ha sido hostigar
a algunas de las afiliadas.
La persecución de las mujeres asociadas no es una excepción. Immaculee
Birhahka fue arrestada y torturada en enero de 2000, por ser presidenta de PAIF,
una organización que desde 1992 lucha para concienciar a las mujeres
de la República Democrática del Congo de su situación y
animarlas a reclamar sus derechos. Para ello, realizan campañas de sensibilización
a través de los medios de comunicación, conferencias, seminarios...
Immaculee y sus compañeras están intentado unirse con otros grupos
de mujeres de Ruanda y Burundi, países donde la violencia habitual hacia
las mujeres se multiplica debido al conflicto bélico.
Otra 'guerra silenciosa' que asola el continente africano es el sida. De los
36 millones infectados en todo el mundo en el año 2000, más del
70% se encuentra en el África Subsahariana. También en este frente
las mujeres padecen más. No sólo porque tienen el doble de posibilidades
de ser contagiadas por cuestiones físicas, o porque tienen pocas posibilidades
de negarse a mantener relaciones sexuales que presuman peligrosas, sino porque
vuelven a encontrarse con el estigma de ser mujer y soportan una marginación
mayor que los varones infectados. Esta actitud conspira contra el control de
la epidemia, pues hay que contar con la mujer para poder cortar la transmisión
de madre a hijo. Por ello, son imprescindibles organizaciones como "Mujeres
en Lucha contra el Sida en Kenia" (WOFAK, por sus siglas en inglés) que
atiendan específicamente a las mujeres.
Las iniciativas de las mujeres no se agotan en los campos mencionados. Otros
impulsos importantes son poo ejemplo: el Comité Interafricano sobre prácticas
tradicionales que afectan la salud de las mujeres y que denuncia, entre otra
cosas, la ablación; la asociación de mujeres nigerianas, que se
enfrenta a las interpretaciones fundamentalistas de la ley islámica;
la Red Nacional de Mujeres por la Paridad en Benín, que reclama la participación
igualitaria de las mujeres en la política... El futuro del desarrollo
en África tiene entre sus columnas vertebrales el movimiento asociativo
de las mujeres. Un movimiento que avanza y cumple objetivos fundamentales en
la salud, la economía y la cultura, a pesar de los prejuicios, la discriminación
y las amenazas a las que se ve sometido.
* Periodista