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Junio 10, 2025
Internacional

24 de mayo de 2002

Tras la sombra de Marx

Mar�a Toledano

Pronuncio pez pero escribo cuchillo
Javier Rodr�guez Marcos

Todav�a quedan mujeres y hombres dispuestos a cambiar el mundo en lugar de interpretarlo al dictado de la norma del capital. Inciertos herederos de la Ilustraci�n y cr�ticos al tiempo con la panor�mica visi�n burguesa (y �nica) del mundo, recorren los campos de Espa�a armados con palabras, una camioneta de pancartas, tres papeles escritos a mano, ba�les llenos de ideol�gicos barrenos, una brizna de estalinismo -el necesario tinte jacobino-militar para tiempos de crisis- y los bolsillos llenos de sentido com�n y furtivos mecheros para incendiar cualquier esquina, cualquier pitillo. Poco importa la militancia o el color de sus voces. Son parte activa, imprescindible, del pueblo de Porto Alegre, el pueblo de la refundaci�n del pensar y del quehacer comunista: multitudo. Marxistas con melena de plata joven y un hilo de voz que nunca quiebra, dirigentes (le�adores de proyectos) cuya vida recuerda a los viajantes del peine y los ung�entos amarillos, subversivos hijos de la antiglobalizaci�n, cubanos negros con sonrisa de bondad e inteligencia organizativa, sabios materialistas de lo real -lentes de Benjamin- conocedores del aparato conceptual de la cr�tica o discretos mediopensionistas de la infraestructura. Juntos o por separado, poco importa, recorren el solar que nos acoge, tierra de espantos y pasodobles al sol, donde gobierna la reacci�n y regentea la canalla hablando, construyendo, describiendo, pensando en voz alta, quiz� viviendo. Como un ej�rcito de voces que se so�ara Quinto Regimiento, conozco mujeres y hombres, profesionales de la revoluci�n o revolucionarios de oficios varios, que cada dos por tres amartillan la pistola de las ideas y se lanzan a repartir fogonazos de vida cotidiana, de an�lisis, all� donde son llamados o donde sus obligaciones les llevan. Son marxistas de pi��n fijo y c�lida verdad que evoluciona. Avanzan a codazos de humo y certeza abri�ndose paso entre la reinante hipocres�a, las falacias disfrazadas de estad�stica, los maguitos de hierro y los recortes en las prestaciones sociales, tristemente pactados, quiz�, por alg�n sindicato (de servicios).

Frente al imperial desierto de los discursos huecos, claman contra el cielo y contra el orden, contra dios y sus ac�litos, contra la cultura como adorno, contra la paral�tica agon�a de la conciencia de la (ex) clase obrera. Rompiendo el aire con afiladas palabras, con ideas, con la imagen de la revoluci�n tatuada en la solapa de una vieja americana, de un discreto vestido, de una camisa de cuadros, troupe de rojos por las calles, por los desmontes y las censuradas alamedas, viajan a ninguna parte, a cualquier rinc�n, ya sea Lerma o Valladolid, Murcia, Santiago, Algeciras o Barcelona. Viajan all� donde el eco todav�a existe y no est� torturado por los charoles de la publicidad o del esperpento. Los caballos parecen negros y negros son los correajes. Marx en la mesilla y en la raz�n (nunca) instrumental. Los discursos que alientan ilusi�n, por encima de las noches grises, se acunan con ideas sencillas, mirando el rev�s de las cosas. Pese a que el muro de la mentira institucional impida ver la otra orilla, todav�a quedan marxistas de piqueta: viejos topos. Me congratulo de conocer algunos. Jinetes de acero y gasolina viven con un pie en el estribo de la ruta, amarrados a un fardo de ideas y tareas pendientes. Son, claro est�, marxistas de carreteras asfaltadas de muertos y por el camino de Marx, a la sombra de cualquier arbusto, plantan el fr�gil tenderete del discurso cr�tico, constructivo. No est� una en edad de trajinar por pedregales y senderos pero, conste aqu�, mi aliento viaja con ellos, escondido en un pliegue del morral. �

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