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30 de mayo del 2002
Informe 2002 de Amnistía Internacional
Datos que abarcan el periodo comprendido entre los meses de enero y diciembre del 2001 en Europa
Datos más destacados del Informe 2002 de Amnistía Internacional,
que abarca el periodo comprendido entre los meses de enero y diciembre del 2001
La tortura y los malos tratos por parte de los agentes de las fuerzas de
seguridad del Estado, a menudo contra los extranjeros o los miembros de las minorías
étnicas, continuaron siendo frecuentes en Europa. Muchos gobiernos utilizaron
los atentados del 11 de septiembre para, en nombre del reforzamiento de la seguridad
nacional, tomar medidas que se tradujeron en violaciones de derechos humanos y
en mayores restricciones a la libertad de expresión, de asociación
y al derecho a recibir un juicio justo, así como en la limitación
de los derechos de los solicitantes de asilo.
La situación de los derechos humanos se deterioró en Macedonia al
intensificarse durante la primera parte del año los combates entre las
fuerzas de seguridad macedonias y los grupos armados de etnia albanesa. Se recibieron
informes sobre homicidios indiscriminados de civiles a manos de las fuerzas de
seguridad, mientras que al Ejército de Liberación Nacional, grupo
armado de etnia albanesa, fue acusado de llevar a cabo secuestros y malos tratos
de civiles. Entre marzo y agosto, más de 140.000 personas resultaron desplazadas,
principalmente de pueblos que habían quedado bajo el control del Ejército
de Liberación Nacional.
En Bosnia y Herzegovina, decenas de miles de personas que deseaban regresar a
sus hogares no pudieron hacerlo ante la total ausencia de garantías para
su seguridad personal, además de la situación de discriminación
a la que habían de hacer frente en materia de empleo, educación
y protección social. Proseguían las actuaciones del Tribunal Penal
Internacional para la antigua Yugoslavia, y las investigaciones y procesamientos
por crímenes de guerra y otras violaciones de derechos humanos en los tribunales
nacionales de Bosnia y Herzegovina y Kosovo fueron escasos, progresaron con gran
lentitud y, en algunos casos, incumplieron las normas internacionales sobre la
celebración de juicios justos. Croacia mejoró la colaboración
con el Tribunal Penal Internacional, pero Yugoslavia todavía no había
promulgado al acabar el año la ley sobre cooperación con ese tribunal.
En junio, las autoridades serbias trasladaron al ex presidente Slobodan Milosevic
a la custodia del Tribunal Penal Internacional. No obstante, seguían en
libertad, y con frecuencia ocupando puestos de poder, otras muchas personas contra
quienes el Tribunal había dictado auto de procesamiento.
Tanto las fuerzas armadas chechenas como las rusas siguieron cometiendo graves
abusos contra los derechos humanos y vulnerando el derecho internacional humanitario.
Entre las violaciones cometidas por las fuerzas rusas figuran la reclusión
arbitraria en centros secretos de detención y en fosas excavadas en el
suelo, torturas y malos tratos, «desapariciones» y ejecuciones extrajudiciales.
Las fuerzas chechenas atacaron a los civiles que trabajaban en la administración
local de Chechenia, no tomaron medidas para reducir el número de bajas
civiles durante sus ataques y mataron ilegítimamente a los soldados rusos
capturados. En otras partes de la Federación Rusa siguieron recibiéndose
informes sobre torturas y malos tratos bajo custodia y sobre condiciones penitenciarias
crueles, inhumanas y degradantes.
El Reino Unido fue el único país europeo en desplegar a menores
de 18 años en situaciones de conflicto armado. En el 2001, el Reino Unido
desplegó a jóvenes menores de 18 años en Macedonia y durante
la intervención militar en Afganistán.
Se documentaron casos de tortura y malos tratos en un gran número de países
europeos como Albania, España, Georgia, Lituania y Rumania. En Turquía
la tortura, tanto a hombres como a mujeres y niños, siguió siendo
una práctica frecuente y sistemática, la cual solía producirse
en las dependencias de la policía y de la gendarmería inmediatamente
después de la detención. Miles de presos recluidos en las prisiones
«Tipo F» permanecieron en condiciones de aislamiento prolongado que constituían
trato cruel, inhumano y degradante.
En muchos países de Europa Occidental como Alemania, Austria, Bélgica,
España, Finlandia, Francia, Italia y Suiza los extranjeros y los miembros
de las minorías étnicas, entre ellos solicitantes de asilo, sufrieron
abusos y malos tratos por motivos racistas. La policía maltrató
a personas de etnia romaní, y en muchos casos no las protegió frente
a los abusos en Bulgaria, Eslovaquia, Grecia, Hungría, República
Checa y República Federal de Yugoslavia.
Amnistía Internacional siguió expresando su preocupación
por el uso de fuerza excesiva por parte de las fuerzas de seguridad durante manifestaciones.
Incidentes de este tipo se denunciaron en España, Italia y Suecia. En Italia
se recibieron informes que indicaban que los agentes encargados de hacer cumplir
la ley habían utilizado fuerza excesiva durante las grandes manifestaciones
celebradas en Brescia, Nápoles y Génova, y que habían agredido
de forma gratuita a numerosos manifestantes pacíficos. En julio del 2001,
un agente de la fuerza pública mató a tiros a un manifestante durante
las manifestaciones antiglobalización celebradas en Génova. Mientras,
en Suecia, la policía había herido a tres manifestantes durante
una manifestación celebrada en Gotenburgo en junio del 2001.
En Bulgaria, las personas con incapacidad mental recluidas en instituciones públicas
para recibir cuidados por un periodo indefinido fueron alojadas en dependencias
muy precarias con condiciones higiénicas extremadamente deficientes. En
ocasiones se las sometió a formas crueles de confinamiento y aislamiento.
Al parecer, en algunos de esos lugares, la falta de cuidados médicos, calefacción
y alimentos adecuados parecieron contribuir a que hubiera muertes.
En el Reino Unido, la nueva legislación aprobada en materia de seguridad
tras los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos abrió la puerta
a nuevas violaciones de derechos humanos. La Ley de Seguridad contra el Terrorismo
y el Delito del 2001 se aprobó en diciembre tras menos de un mes de debate
por el Parlamento y la opinión pública. Dicha ley permite al secretario
de Estado ordenar la detención administrativa indefinida, sin cargos ni
juicio y sin acceso a ninguna revisión judicial, de cualquier extranjero
que sea considerado «presunto terrorista internacional y un riesgo para la seguridad
nacional» en virtud de pruebas secretas.
A lo largo de todo Asia Central aumentaron las acusaciones contra miembros de
la población uigur respecto a sus simpatías e incluso apoyos a los
movimientos islamistas de oposición. Los miembros de esta etnia habían
sido detenidos arbitrariamente, torturados y maltratados frecuentemente por las
autoridades de países de Asia Central, como Kazajistán, y devueltos
a China, donde tenían que hacer frente a nuevos malos tratos, torturas
y pena de muerte. Se temía que en Uzbekistán, tras los atentados
del 11 de septiembre, se incrementara la represión contra la oposición
interna del país. En Kirguizistán aumentaron las detenciones de
presuntos miembros de organizaciones islámicas prohibidas y las tensiones
étnicas se exacerbaron. Tayikistán siguió manteniendo sus
puertas cerradas para las personas que huían de Afganistán.
En algunos países se devolvió a la fuerza a solicitantes de asilo
tras ver rechazadas sus solicitudes en procedimientos carentes de las debidas
garantías. Esto fue lo que ocurrió en Suecia cuando se devolvió
a la fuerza a dos varones egipcios a pesar de que se temía que en Egipto
corrían un grave peligro de sufrir tortura y de ser juzgados sin las debidas
garantías. Según los informes, en octubre, la policía de
Bosnia y Herzegovina deportó a dos personas con doble nacionalidad bosnia
y egipcia a Egipto sin que mediara ningún procedimiento formal de extradición.
En junio del 2001, en el curso del primer juicio celebrado en Bélgica basado
en el principio de jurisdicción universal, cuatro ciudadanos ruandeses
residentes en Bélgica fueron condenados a penas de cárcel por crímenes
de guerra cometidos en el contexto del genocidio perpetrado en Ruanda en 1994.
Al finalizar el año, en virtud de este principio legal se habían
interpuesto denuncias contra dirigentes y miembros de gobiernos actuales y pasados
de más de 15 Estados extranjeros ante los tribunales belgas.
A pesar de estos progresos en la lucha contra la impunidad, Italia se negó
a aplicar una orden internacional para que se procediera a la detención
de un ciudadano ruandés residente en Italia al que se buscaba por delitos
de genocidio y crímenes de lesa humanidad.
Violaciones de derechos humanos en Europa detalladas en el Informe Anual 2002
de Amnistía Internacional
Ejecuciones extrajudiciales
Hubo ejecuciones extrajudiciales, posibles o confirmadas, en al menos 5 países.
«Desapariciones»
En 4 países se dieron casos de «desaparición» o continuaron sin
resolverse casos ocurridos en años anteriores.
Tortura y malos tratos
Según los informes, las fuerzas de seguridad, la policía u otras
autoridades del Estado infligieron torturas o malos tratos en 34 países
de la región.
Presos de conciencia
En 11 países había presos de conciencia o personas que podían
serlo.
Detención sin cargos ni juicio
Se dieron casos de detención y reclusión arbitraria o de detención
sin cargos ni juicio en 6 países.
Pena de muerte
Se dictaron penas de muerte en 6 países y se llevaron a efecto ejecuciones
en al menos 4.
Abusos contra los derechos humanos cometidos por grupos armados de oposición
Los grupos armados de oposición cometieron graves abusos contra los derechos
humanos, como homicidios deliberados y arbitrarios de civiles, torturas y toma
de rehenes, en 9 países.