|
11 de mayo del 2002
Europa más a la derecha
Eduardo Tamayo G.
Servicio Informativo "alai-amlatina"
Si Hitler y Musolini se levantaran de sus tumbas probablemente se sentirían
satisfechos por los avances conseguidos, en los últimos cinco años,
por sus seguidores y simpatizantes en Europa. Hasta hace pocos años la
extrema derecha estaba compuesta por grupúsculos nostálgicos sin
mayor incidencia social, que se dedicaban a apalear inmigrantes, a profanar
tumbas judías o a quemar albergues de turcos y africanos. Ahora, los
neonazis han ganado terreno electoral en varios países europeos e incluso
en Italia, Austria, Dinamarca, Bélgica y Holanda están gobernando
en instancias nacionales, regionales o municipales.
El avance del neofascismo se produce al mismo tiempo que los partidos de derecha
desplazan a los socialdemócratas o socialistas que hasta hace pocos años
dominaban el escenario político europeo. En 1997, en trece de los quince
países de la Unión Europea ejercían gobiernos de esta última
tendencia política. En el 2002 el panorama se ha invertido. Ocho de los
quince gobiernos son de derecha o extrema derecha, entre ellos: España,
Italia, Bélgica, Francia, Portugal, Austria, Irlanda, Dinamarca. En el
Parlamento Europeo, la derecha representada por el Grupo del Partido Popular
es mayoritario, desde 1999, controlando 232 de los 626 escaños. Especialmente,
después del 11 de septiembre la Comunidad Europea, siguiendo los mandatos
de Washington, ha puesto como prioridades la lucha anti- terrorista, el control
de las fronteras y de las inmigraciones y las restricciones al derecho de asilo.
A ello se debe agregar que algunos gobiernos, que se definen como socialdemócratas,
en nada se diferencian de los conservadores. El ejemplo más claro de
este giro es el del laborista Tony Blair que ha continuado, bajo la mascarada
de la "tercera vía", la política de capitalismo salvaje de la
conservadora Margaret Tatcher.
El caso francés
La republicana Francia se consideraba al abrigo de la amenaza parda, e incluso
cuando en el 2000 entró el ultraderechista Jörg Haider al Gobierno
de Austria encabezó la lista de países que pedían sanciones
contra la ultraderecha.
Hoy el monstruo está en sus entrañas. En efecto, el Frente Nacional,
Encabezado por el ultra-derechista Jean Marie Le Pen dio la sorpresa al obtener
en las elecciones del 21 de abril el 16,9 % del electorado, dejando atrás
al socialista Lionel Jospin y entrando a disputar las presidenciales con el
actual mandatario en funciones, Jacques Chirac. El pasado 5 de mayo, éste
último ganó en forma aplastante con un 82% de la votación,
mientras Le Pen alcanzó el 18%. Sin embargo, el fenómeno Le Pen
no puede desestimarse.
Cerca de 6 millones de franceses y francesas, se han dejado seducir por el discurso
xenófobo, autoritario y populista de Le Pen. Quienes votaron a Le Pen,
en su mayoría, provienen de sectores excluidos y marginalizados, inconformes
con la "izquierda" socialdemócrata y la derecha que se han turnado en
el poder desde hace más de treinta años y se han mostrado incapaces
de solucionar los problemas de inseguridad y desempleo.
El ex paracaidista de 74 años que formó parte del ejército
colonial francés en Argelia culpabiliza a la inmigración de casi
todos los problemas que vive el país incluidas la desocupación
y la inseguridad. Sus fórmulas para combatir estos problemas son demasiado
simplistas, sin embargo hay quienes se las creen: si hay tres millones de desocupados
es porque hay tres millones de emigrantes. Olímpicamente, Le Pen pasa
por alto que los inmigrantes frecuentemente realizan el trabajo duro que no
quieren hacer los nacionales. Opuesto a las políticas de regularización
y de integración de los inmigrantes, Le Pen propone cerrar las fronteras
("Francia para los franceses"), perseguir y expulsar a los "sin papeles" a sus
países de origen, sancionar duramente a quienes los emplean. Convencido
de la desigualdad de las razas, en el pasado fue antisemita y antijudío
y fue condenado por unas declaraciones en las que negaba el holocausto ("los
hornos crematorios son un detalle en la historia de la segunda guerra mundial"),
pero ahora, como la emigración árabe aumenta en Francia, se ha
vuelto antiislámico y hasta le hace guiños a Sharon.
La internacional de la xenofobia
Si en Francia, las impresionantes movilizaciones de millares de jóvenes
y adultos consiguieron cerrarle el paso a Le Pen (aunque el beneficiario directo
resultó el "supermentiroso" y acusado de corrupción Jacques Chirac)
esto no ocurrió, tres años antes, en Austria, donde el neofascista
Jörg Haider (Partido de la Libertad, Fpö), tras alcanzar el 27% en
las elecciones legislativas, entró al gobierno en febrero de 2000 en
alianza con los conservadores del Partido Popular, dirigidos por el hoy jefe
del Gobierno Wolfgang Schüssel.
En un primer momento, los gobiernos europeos pusieron el grito en el cielo y
hasta adoptaron sanciones simbólicas contra la presencia de la ultraderecha
en el gobierno austríaco, pero unos meses después las levantaron,
considerándolas inútiles. El gobierno conservador austríaco
está dejando sus huellas con la aniquilación de las estructuras
del Estado de Bienestar y con el impulso de las privatizaciones. Además
está cumpliendo con su promesa de impedir el ingreso de inmigrantes y
asilados.
Una política anti-migratoria como la que se viene aplicando en Austria
era la aspiración del líder xenófobo de los Países
Bajos (Holanda) Pim Fortuym, quien fue asesinado el 6 de mayo pasado presuntamente
por un militante ecologista radical. En marzo último, Fortuym había
obtenido el 34% de los votos en las elecciones municipales de Rotterdam, la
segunda ciudad del país con fuerte población emigrante de origen
árabe. El programa con el que ganó los comicios era bastante simple:
"restablecer el orden, cerrar las fronteras, integrar a los inmigrantes ya presentes".
Aspiraba a convertirse en el primer ministro en las elecciones del próximo
15 de mayo. El blanco de los dardos de Fortuym fue el islamismo, del que decía
que "era una religión atrasada y estúpida, salida de una cultura
rural, hostil a los homosexuales y a las mujeres".
En Italia, el gobierno derechista de Silvio Berlusconi también mezcla
la fobia a los inmigrantes con un discurso anti-europeo. Berlusconi, patrón
de Forza Italia, gobierna con sus socios: el ex fascista Gianfranco Fini y el
racista Umberto Bossi que controla tres ministerios. Bossi considera a la Unión
Europea como una "cueva de burócratas estalinistas, promueve la superioridad
de la cultura occidental y es partidario de bombardear las naves de los inmigrantes",
según el periódico El Mundo de España (23-04-02).
La lista de países donde la ultraderecha ha ido avanzando incluye además
a Bélgica, Alemania, Noruega, Dinamarca y Suiza. En este último
país, la Unión Demócrata de Centro (UDC) obtuvo en 1999
el 22% en las elecciones parlamentarias, alcanzando 44 de los 200 escaños.
Liderada por Christoph Blocher, el programa de la UDC guarda grandes similitudes
con el Frente Nacional de Le Pen en lo concerniente a asociar criminalidad con
delincuencia, promover una posición anti-Unión Europea, la baja
de los impuestos a las grandes fortunas y reducir las funciones del Estado a
tareas relacionadas con la justicia, la policía y las fuerzas armadas.
Nuevos temores
¿Por qué avanzan los movimientos neofascistas? En la última década,
Europa ha vivido transformaciones radicales que no siempre son bien comprendidas
y asimiladas por sus ciudadanos/as, transformaciones que están relacionadas
con el fin de la guerra fría, la globalización neoliberal, los
cambios tecnológicos, la integración europea, la desaparición
de las monedas nacionales, la supresión de las fronteras nacionales.
El director de Le Monde Diplomatic, Ignacio Ramonet, dice que en este contexto
la incertidumbre es el parámetro dominante. Y junto a ésta, las
inseguridades económicas y sociales, inseguridades frente al incremento
de la delincuencia y la violencia, frente a la instalación masiva de
inmigrantes con culturas diferentes. A la vez, aparecen nuevos temores y amenazas,
en tanto se va extendiendo la falsa idea de que, tras el 11 de septiembre del
2001, los musulmanes son terroristas y que el Islam constituye una amenaza.
Muchos electores consideran que los gobernantes no dominan la situación,
además, los "gobernantes son acusados constantemente por los medios de
comunicación de ser unos podridos, unos corruptos, unos ladrones, unos
mentirosos, y, por consiguiente, cuando mucha gente siente que el mundo se hunde,
los políticos no parecen aptos para responder al desafío" (Chat
de Ignacio Ramonet con los internautas del País Digital sobre la segunda
vuelta electoral francesa, 06-05-02).
Este es el caldo de cultivo en el que germina la semilla neofascista. Algunos
sectores excluidos, los parados, los obreros, los ancianos, jóvenes que
no ven claro su futuro creen que la extrema derecha, que plantea autoridad,
identidad, familia y nacionalismo, tiene las soluciones para los problemas de
la inseguridad y el desempleo, aunque esas soluciones contemplen el uso de medios
policiales y represivos para resolver conflictos de índole social o político.
"Estas personas no son militantes de la extrema derecha pero son electores de
la extrema derecha. Estas personas que están aterrorizadas por lo que
les ocurre esgrimen que al votar por la extrema derecha aterrorizan, a su vez,
al sistema político en su conjunto. Lo que meten en la urna es literalmente
una bomba con la que piensan hacer estallar el sistema político", finaliza
Ramonet.