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10 de mayo del 2002
Birmania: Encarando el futuro
Shawn L. Nance
The Irrawaddy
Traducido para Rebelión por Eneko Sanz
Con hordas de reporteros apostados en la Avenida de la Universidad de
Rangún y la comunidad internacional siguiendo de cerca los eventos, la
junta militar que gobierna Birmania ha salvado las apariencias al poner en libertad,
tras 20 meses de arresto domiciliario, a la Premio Nobel de la Paz y líder
del movimiento por la democracia, Aung San Suu Kyi. Sin embargo, no todo el
mundo está convencido de que los motivos tras la liberación sean
honestos, o de que el anhelado cambio político esté próximo.
Muchos sospechan que la debilitada economía birmana ha forzado al régimen
a sentarse en la mesa de negociaciones. Con esta visible muestra de interés
por avanzar en el proceso de reconciliación nacional, el régimen
espera atraer la muy necesaria ayuda humanitaria y hacer las inversiones internacionales
más aceptables ante los ojos de los activistas en pro de la democracia
y los derechos humanos. De hecho, la liberación del lunes aparentemente
ha salvado las apariencias de todos los implicados en el proceso.
Las negociaciones que condujeron a la liberación fueron mediadas por
el enviado especial en Birmania de las Naciones Unidas, Razali Ismail. Tras
cada una de sus siete visitas previas al país, el diplomático
malayo expresó su convicción de que las negociaciones entre el
Consejo Estatal para la Paz y el Desarrollo (SPDC - la junta militar en el poder,
N.d.T.) y el partido de Suu Kyi, la Liga Nacional por la Democracia (NLD), pronto
darían sus frutos. Sin embargo, numerosos periodistas y analistas políticos
se mantienen escépticos ante el optimismo del señor Razali. Éstos
recuerdan las repetidas declaraciones emitidas en el pasado por los generales
y los mediadores internacionales sobre la inminencia del cambio político
que nunca se han materializado.
Los pesimistas, que son más numerosos que los optimistas entre los observadores
veteranos de Birmania, han sido muy críticos sobre las negociaciones
conducidas bajo los auspicios de la ONU y comenzaban a preguntarse si la nueva
ronda de conversaciones no se convertiría en otro fracaso más
en la larga lista de iniciativas que la ONU ha llevado a cabo en la región.
A pesar de todo, la liberación de Suu Kyi al menos ha otorgado a la ONU
una pequeña victoria que añadir a sus credenciales. Por ello,
los esfuerzos de Razali deben ser elogiados.
żO no? Razali, en su otro cometido como presidente y propietario del 30% de
IRIS Technologies - una compañía malaya que opera bajo los amparo
del gobierno -, ha firmado un acuerdo con la junta militar para proveer a Birmania
de 5.000 pasaportes electrónicos. Cuando, tal y como está previsto,
IRIS salga a cotizar en bolsa este año, Razali podrá señalar
su trabajo en la ONU como prueba de que invertir en el estado paria es razonable,
a pesar de que la posesión de un fax puede acarrear una larga estancia
en prisión o que Internet sigue siendo ciencia-ficción para la
mayoría de los birmanos.
Algo similar ocurre en Tailandia. Varias compañías tailandesas
ya han hecho fuertes inversiones en Birmania y no ocultan sus deseos de intensificar
las transacciones con ese país a pesar de las continuadas y severas críticas
expresadas por los demócratas tailandeses. El mes pasado, el gobierno
de Tailandia invitó al jefe del ejército birmano, el General Maung
Aye, para promover diversos acuerdos sobre narcotráfico, contrabando,
refugiados, emigración y pesca.
Pero aunque ciertos líderes en ambos países no desaprovecharon
la oportunidad de salir en la foto, especialmente el ministro de defensa tailandés
Chavalit Yongchaiyudth (quien se encontraba jugando a golf con Maung Aye mientras
Razali daba los toques finales al acuerdo en Rangún), las conversaciones
no generaron ningún resultado concreto. Junto con la liberación
de Suu Kyi, el montaje publicitario de Maung Aye ha proporcionado a los líderes
e inversores tailandeses, que tienden a ser uno y lo mismo, cierta sensación
de seguridad en el preciso instante en que aceleran la construcción de
carreteras y aumentan las ventas de materiales de construcción en el
país vecino. Los problemas de narcotráfico, refugiados, emigración
y los conflictos fronterizos, sin embargo, se mantienen irresolubles.
La liberación de Suu Kyi es un gesto bienvenido, no obstante muchos prisioneros
políticos y periodistas siguen en la cárcel, las universidades
permanecen cerradas, los acuerdos de paz con diversos grupos étnicos
son constantemente quebrantados, y no se ha dado un verdadero progreso para
abandonar el punto muerto en el que se encuentra la vida política birmana.
Pero si el fervor espontáneo tras la liberación se mantiene, las
agencias de ayuda internacional y las ONGs podrán justificar su presencia
- y sus a menudo exorbitantes salarios - en Birmania, al mismo tiempo que los
inversores tailandeses y de otras nacionalidades podrán invertir libremente
sin dañar su imagen altruista.
Pero todas las partes interesadas harían bien en contener su entusiasmo
hasta que se dé un genuino avance político. Tanto el NLD como
el SPDC han sido acusados con razón de ser poco flexibles y las firmes
declaraciones de Suu Kyi tras su liberación han hecho poco por aminorar
las acusaciones. De todos modos, el NLD, con renovado vigor y el claro apoyo
de la prensa internacional, no puede ser llamado a dar los primeros pasos hacia
un compromiso. A pesar de toda la supuesta intransigencia de Suu Kyi, los problemas
de Birmania son responsabilidad directa de los arcaicos regímenes militares
que uno tras otro se han ido sucediendo durante los últimos 40 años.
El SPDC ha jugado sus cartas astutamente liberando a "la Dama". Y ha quedado
bien, al igual que lo han hecho Razali, la ONU, los inversores extranjeros,
el gobierno tailandés, las agencias de ayuda humanitaria y las ONGs.
El tiempo dirá si se ha tratado de una operación cosmética
para presentar al mundo un SPDC de rostro más amable o un capítulo
más en la larga lucha por la democracia en Birmania.
7 de Mayo del 2002
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