|
3 de mayo del 2002
Las perspectivas del movimiento sindical frente a la globalización neoliberal
Kjeld Jakobsen
Servicio Informativo "alai-amlatina"
La victoria entre dos partes en conflicto no es alcanzada solamente por
el hecho de que una de ellas sea más poderosa. Los errores del adversario
también ayudan mucho. La derrota del liberalismo económico al
inició del siglo XX no se dio solamente por la oposición que sufría
sino también por sus contradicciones internas, expresadas principalmente
en la crisis de 1929, que fue tan profunda, en el entender del historiador Erik
Hobsbawn, que eliminó el liberalismo por 50 años.
De hecho, este modelo económico, que causó dos guerras mundiales,
así como el advenimiento del fascismo y nazismo, fue substituido por
otras experiencias de desarrollo como el socialismo real, la social democracia,
la liberación colonial, los "Tigres Asiáticos", la sustitución
de importaciones, entre otras. Los límites que estas experiencias tuvieron
a partir de determinado momento para garantizar el bienestar social para todos,
unido a la acumulación de riquezas, resucitaron las viejas ideas liberales
bajo nuevo ropaje y, apoyándose en el progreso de los medios de comunicación
y transportes, pasaron a ser denominadas como neoliberalismo.
Éste, por priorizar la acumulación de riqueza basada ya no en
la producción sino en la especulación financiera, liberalización
del comercio e inversiones y en la concentración de la renta, ha demostrado
más rápidamente sus límites y contradicciones. Ya fueron
alcanzadas victorias por intermedio de las movilizaciones de un movimiento social
anti-globalización neoliberal vigoroso, combinado con las contradicciones
internas del propio modelo. Dos ejemplos son el fracaso del inicio de una nueva
ronda de negociaciones comerciales en Seattle y el abandono de las negociaciones
del Acuerdo Multilateral de Inversiones (AMI), en el ámbito de la OCDE.
Aunque la existencia de democracia formal haga parte de la estrategia de legitimación
del modelo neoliberal, como ocurrió en el proceso de redemocratización
de América Latina, las graves consecuencias sociales que vienen provocando
han exigido cada vez más la aplicación de medidas autoritarias
para asegurar la imposición de su pensamiento único, que por su
naturaleza de "único" representa una postura autoritaria y anti-democrática
en sí mismo. La represión a los opositores del modelo también
ha ayudado a denunciarlo, pues, al final, lo que es bueno, no requiere ser impuesto.
Un modelo tan concentrador y excluyente como ése, no consigue evitar
sus cuestionamientos, incluso cuando se esconde tras la supuesta modernidad
representada por la globalización. Ésta se expresa en acuerdos
comerciales internacionales, coordinados por Instituciones Multilaterales Internacionales
y su discusión deja de ser dominio exclusivo de especialistas para ser
compartida también por varios sectores sociales. Principalmente después
de la crisis asiática en 1998, cuando muchos de los dogmas del modelo
neoliberal cayeran por tierra, un número cada vez mayor de personas viene
percibiendo que las promesas de desarrollo y bienestar no son concedidos por
el neoliberalismo y que, muy al contrario, la situación económica
y social se ha deteriorado, sin perspectivas de solución en el corto
plazo y que hay una relación de éso con la llamada globalización.
Las recientes movilizaciones contra los efectos de la globalización neoliberal,
en Seattle, Génova, Barcelona, entre otros, y el Foro Social Mundial
de Porto Alegre, que consiguió unir el debate político con organización
y movilización, son la respuesta más eficiente a la presente coyuntura
que exige combinar las iniciativas nacionales con una reacción más
global.
El sindicalismo en escena
El movimiento sindical también se viene dando cuenta de esto y de que
es necesario cambiar su estrategia. Los sindicatos conforman la parte más
tradicional y estructurada del movimiento social, sin embargo, por lo general
no atraen la misma atención de la prensa que otras organizaciones que
actúan en el terreno de la actual movilización antineoliberal.
Posiblemente esto ocurre porque los sindicatos representan básicamente
sectores sociales incluidos, esto es, los trabajadores con relaciones de trabajo
formales que ya conquistaron una cierta rutina de negociación colectiva
y de relaciones institucionales.
Los trabajadores construyen también su protagonismo en ese movimiento.
La huelga general en Francia contra el Plan Juppé, en 1975/76, adquirió
un carácter de solidaridad en común, por defender intereses del
conjunto de la población respecto a la seguridad social, y contribuyó
a la introducción de cambios políticos en el país, cuyos
resultados positivos se hacen presentes hasta hoy. La huelga de UPS en los Estados
Unidos, que conquistó la formalización de 10.000 contratos precarios,
fue también un golpe importante a uno de los conceptos neoliberales,
la flexibilización de derechos, así como la huelga general en
Corea del Sur, en 1997, que derrotó en aquel momento las intensiones
gubernamentales de flexibilizar toda la legislación laboral. Las recientes
movilizaciones de los sindicatos sudafricanos han dado otra dirección
a los programas de privatización y nuevamente los compañeros sudcoreanos
están en acción por el mismo motivo, ante la amenaza de privatización
del transporte público y de la energía eléctrica. Y en
días pasados, Italia fue totalmente paralizada por una huelga general
contra cambios adversos en las leyes de protección al trabajo.
Sin embargo, así como el mercado de trabajo se modificó profundamente
en los países industrializados y en aquellos que buscaban la sustitución
de importaciones a partir de la década del 30, lo mismo pasó con
el modelo de organización sindical. El modelo tradicional era típicamente
de organización de artesanos que tuvo que adaptarse al sindicalismo industrial
con el advenimiento de las líneas de producción y del "Taylorismo".
Actualmente el sindicalismo industrial provee el modelo de organización
para cualquier tipo de sindicato, sea del sector de servicios, servicios públicos
y hasta de los trabajadores de la agricultura. Hoy estamos en transición
hacia nuevos modelos productivos y se hace necesario que los sindicatos una
vez más se adapten. No podemos dejar de organizar a los trabajadores
informales, lo que puede inclusive ser facilitado con la construcción
de alianzas con otros actores sociales que ya actúan en este medio.
Esa política de alianzas, además de proporcionar un espacio político
para los sindicatos junto a los trabajadores excluidos del mercado formal de
trabajo, será fundamental también para impulsar la lucha contra
la globalización neoliberal. Algunas organizaciones sindicales necesitan
de más tiempo para que se conscienticen de esto, aunque muchas ya se
dieron cuenta de la importancia de este paso.
También hay buenas noticias
No hay dudas de que hay avances en esta lucha más general, principalmente
si tratáramos de medir la reacción de la derecha, que no es pequeña,
según nos demuestran los hechos como la formación de la coalición
antiterrorista y las agresiones militares que vienen promoviendo; la suspensión
de los derechos civiles básicos en varios países; la reocupación
de Palestina por las tropas israelíes, la elección de gobernantes
conservadores en Australia, Dinamarca y Nicaragua, con base en el discurso de
la seguridad y la xenofobia; el golpe contra el presidente de Venezuela; la
insistencia del FMI en presionar a Argentina para que siga con las políticas
económicas neoliberales, a pesar de que éstas llevaron el país
al abismo, entre otros.
Estas son las malas noticias. Las buenas son, así mismo, que el movimiento
social no se dejó subyugar. Una parte expresiva de la población
venezolana reaccionó al golpe, así como parte importante de la
comunidad internacional. Independientemente del mérito del gobierno de
Chávez, lo que estaba en juego era la democracia. El movimiento antiglobalización
neoliberal volvió a demostrar su vigor a partir del II FSM de Porto Alegre
y la reciente movilización en Barcelona. Incluso al interior de los Estados
Unidos, donde la situación está más difícil por
el trauma causado por los atentados terroristas, hay un retorno del movimiento.
Y en el Oriente Medio, a pesar de toda la truculencia aplicada contra los palestinos
y el estado de sitio existente en las áreas atacadas, centenas de militantes
de varios países se dirigieron hace poco tiempo a Palestina para manifestar
solidaridad a su pueblo agredido.
La campaña contra el ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas)
en América Latina viene también alcanzando proporciones importantes.
El contenido extremadamente proteccionista del Trade Promotion Authority (TPA),
aprobado en el congreso estadounidense, es la mayor prueba del carácter
impositivo y unilateral de la política comercial norteamericana y nos
ha dado una munición importante en el debate con nuestros gobiernos,
que insisten en proseguir con estas negociaciones, revelando lo entreguistas
que son. A partir de la resolución de Alianza Social Continental, aprobada
en octubre del 2001, en Florianópolis -Brasil, de promover una amplia
campaña continental contra el ALCA, por intermedio de debates, consultas
y movilizaciones diversas, ha habido varias iniciativas importantes. En Brasil
conseguimos reunir más de 500 personas por fin de semana, para debatir
el tema y prepararnos para el plebiscito que realizaremos en septiembre.
Lo fundamental ahora es proseguir. Tenemos toda una agenda que cumplir a nivel
nacional, continental y mundial. Hay varias propuestas hasta el momento para
realizar Foros Sociales regionalizados antes del tercero de carácter
mundial, que se realizará en Porto Alegre en enero de 2003, globalizando
aún más la lucha. Hay un crecimiento de ese proceso, cualitativamente
y cuantitativamente, lo que nos permite visualizar una luz de mucha esperanza
al final del túnel.
* Kjeld Jakobsen es Secretario de Relaciones Internacionales de la Central
Unitaria de los Trabajadores (CUT), Presidente del Observatorio Social de la
CUT y miembro del Comité Organizador del Foro Social Mundial.