Se pueden dar varias definiciones de la expresión "espontaneidad", porque
el fenómeno al que se refiere es multilateral. Hay que observar, por de
pronto, que la espontaneidad "pura" no se da en la historia coincidiría
con la mecanicidad "pura". En el movimiento "más espontáneo" los
elementos de son simplemente incontrolables, no han dejado documentos identificables.
Puede por eso decirse que el elemento de la espontaneidad es característico
de la , y hasta de los elementos más marginales y periféricos de
esas clases, los cuales no han llegado a la consciencia de la clase "para si"
y por ello no sospechan siquiera que su historia pueda tener importancia alguna,
ni que tenga ningún valor dejar de ella restos documentales.
Existe, pues, una "multiplicidad" de elementos de "dirección consciente"
en esos movimientos, pero ninguno de ellos es predominante ni sobrepasa el nivel
de la "ciencia popular" de un determinado estrato social, del "sentido común",
o sea, de la concepción del mundo tradicional de aquel determinado estrato.
Este es precisamente el elemento que De Man contrapone empíricamente al
marxismo, sin darse cuenta (aparentemente) de que está cayendo en la misma
posición de los que, tras describir el folklore, la hechicería,
etc., y tras demostrar que estos modos de concebir tienen una raíz históricamente
robusta y están tenazmente aferrados a la psicoIogía de determinados
estratos populares, creyeran haber "superado" con eso la ciencia moderna y tomaran
por "ciencia moderna" los burdos artículos de las revistas de difusión
popular de la ciencia y las publicaciones por entregas. Este es un verdadero caso
de teratología intelectual, del cual hay más ejemplos: los "hechiceristas"
relacionados con Maeterlinck, que sostienen que hay que recoger el hilo de la
alquimia y de la hechicería, roto por la violencia, para poner a la ciencia
en un camino más fecundo de descubrimientos, etc. Pero De Man tiene un
mérito incidental: muestra la necesidad de estudiar y elaborar los elementos
de la psicología popular, históricamente y no sociológicamente,
activamente (o sea, para transformarlos, educándolos, en una mentalidad
moderna) y no descriptivamente como hace él; pero esta necesidad estaba
por lo menos implícita (y tal vez incluso explícitamente declarada)
en la doctrina de Ilich (LENIN), cosa que De Man ignora completamente. El hecho
de que existan corrientes y grupos que sostienen la espontaneidad como método
demuestra indirectamente que en todo movimiento hay un elemento primitivo de dirección
consciente, de disciplina. A este respecto hay que practicar una distinción
entre los elementos puramente "ideológicos" y los elementos de acción
práctica, entre los estudiosos que sostienen la espontaneidad como "método"
inmanente y objetivo del devenir histórico v los politicastros que la sostienen
como método . En los primeros se trata de una concepción equivocada;
en los segundos se trata una contradicción inmediata y mezquina que trasluce
un origen práctico evidente, a saber, la voluntad práctica de sustituir
una determinada dirección por otra. También en los estudiosos tiene
el error un origen práctico, pero no inmediato como el caso de los políticos.
El apoliticismo de los sindicalistas franceses de anteguerra contenía ambos
elementos: era un error teórico y una contradicción (contenía
el elemento "soreliano" y el elemento de concurrencia entre la tendencia anarquista-sindicalista
y la corriente socialista). Era, además, consecuencia de los terribles
hechos de París de 187l: la continuación, con métodos nuevos
y con una teoría brillante, de los treinta años de pasividad (1870-1900)
de los obreros franceses. La lucha puramente "económica" no podía
disgustar a la clase dominante, sino al contrario. Lo mismo puede decirse del
movimiento catalán, que no a la clase dominante española más
que por el hecho de que reforzaba objetivamente el separatismo republicano catalán,
produciendo un bloque industrial republicano propiamente dicho contra los terratenientes,
la pequeña burguesía y el ejército monárquico. El
movimiento torinés fue acusado al mismo tiempo de ser "espontaneísta"
y "voluntarista" o bergsoniano (!). La acusación contradictoria muestra,
una vez analizada, la fecundidad y la justeza de la dirección que se le
dio. Esa dirección no era "abstracta", no consistía en una repetición
mecánica de las fórmulas científicas o teóricas; no
confundía la política; la acción real, con la disquisición
teorética; se aplicaba a hombres reales, formados en determinadas relaciones
históricas, con determinados sentimientos, modos de concebir, fragmentos
de concepción del mundo, etc., que resultaban de las combinaciones "espontáneas"
de un determinado ambiente de producción material, con la "casual" aglomeración
de elementos sociales dispares. Este elemento de "espontaneidad" no se descuidó,
ni menos se despreció: fue educado, orientado, depurado de todo elemento
extraño que pudiera corromperlo, para hacerlo homogéneo, pero de
un modo vivo e históricamente eficaz, con la teoría moderna. Los
mismos dirigentes hablaban de la "espontaneidad" del movimiento, y era justo que
hablaran así: esa afirmación era un estimulante, un energético,
un elemento de unificación en profundidad; era ante todo la negación
de que se tratara de algo arbitrario, artificial, y no históricamente necesario.
Daba a la masa una conciencia "teorética" de creadora de valores históricos
e institucionales, de fundadora de Estados. Esta unidad de la "espontaneidad"
y la "dirección consciente", o sea, de la "disciplina", es precisamente
la acción política real de las clases subalternas en cuanto política
de masas y no simple aventura de grupos que se limitan a apelar a las masas.
A este propósito se plantea una cuestión teórica fundamental:
¿puede la teoría moderna encontrarse en oposición con los sentimientos
"espontáneos" de las masas? ("Espontáneos" en el sentido de no debidos
a una actividad educadora sistemática por parte de un grupo dirigente ya
consciente, sino formados a través de la experiencia cotidiana iluminada
par el sentido común, o sea, por la concepción tradicional popular
del mundo, cosa que muy pedestramente se llama "instinto" y no es sino una adquisición
histórica también él, sólo que primitiva y elemental).
No puede estar en oposición: hay entre una y otros diferencia "cuantitativa",
de grado, no de cualidad: tiene que ser posible una "reducción", por así
decirlo, recíproca, un paso de los unos a la otra y viceversa. (Recordar
que Kant quería que sus teorías filosóficas estuvieran de
acuerdo con el sentido común; la misma posición se tiene en Croce;
recordar la afirmación de Marx en la "Sagrada Familia", según la
cual las fórmulas de la política francesa de la Revolución
se reducen a los principios de la filosofía clásica alemana.) Descuidar
-y aun más, despreciar- los movimientos llamados "espontáneos",
o sea, renunciar a darles una dirección consciente, a elevarlos a un plano
superior insertándolos en la política, puede a menudo tener consecuencias
serias y graves. Ocurre casi siempre que un movimiento, "espontáneo" de
las clases subalternas coincide con un movimiento reaccionario de la derecha de
la clase dominante, y ambos por motivos concomitantes: por ejemplo, una crisis
económica determina descontentos en las clases subalternas y movimientos
espontáneos de masas, por una parte, y, por otra, determina "complots"
de los grupos reaccionarios, que se aprovechan de la debilitación objetiva
del gobierno; para intentar golpes de estado. Entre las causas eficientes de estos
golpes de estado hay que incluir la renuncia de los grupos responsables a dar
una dirección consciente a los movimientos espontáneos para convertirlos
así en un factor político positivo. Ejemplo de las Víspera;
sicilianas y discusiones de los historiadores para averiguar si se trató
de un movimiento espontáneo o de un movimiento concertado: me parece que
en las Vísperas sicilianas se combinaron los dos elementos: la insurrección
espontánea del pueblo italiano contra los provenzales -ampliada con tanta
velocidad que dio la impresión de ser simultánea y, por tanto, de
basarse en un acuerdo, aunque la causa fue la opresión, ya intolerable
en toda el área nacional- y el elemento consciente de diversa importancia
y eficacia, con el predominio de la conjuración de Giovanni da Procida
con los aragoneses. Otros ejemplos pueden tomarse de todas las revoluciones del
pasado en las cuales las clases subalternas eran numerosas y estaban jerarquizadas
por la posición económica y por la homogeneidad. Los movimientos
"espontáneos" de los estratos populares más vastos posibilitan la
llegada al poder de la clase subalterna más adelantada por la debilitación
objetiva del Estado. Este es un ejemplo "progresivo", pero en el mundo moderno
son más frecuentes los ejemplos regresivos.
Concepción histórico-política escolástica y académica,
para cual no es real y digno sino el movimiento consciente al ciento por ciento
y hasta determinado por un plano trazado previamente con todo detalle o que corresponde
(cosa idéntica) a la teoría abstracta. Pero la realidad abunda en
combinaciones de lo más raro y es el teórico el que debe identificar
en esas rarezas la confirmación de su teoría, "traducir" a lenguaje
teórico los elementos de la vida histórica, y no al revés,
exigir que la realidad se presente según el esquema abstracto. Esto no
ocurrirá nunca y, por tanto, esa concepción no es sino una expresión
de pasividad. (Leonardo sabia descubrir el número de todas las manifestaciones
de la vida cósmica, incluso cuando los ojos del profano no veían
más que arbitrio y desorden.)