Lobo disfrazado de oveja
Por Ángel Rodríguez Álvarez
Para ser fascista no es obligado llamarse Adolfo, ser alemán y tener un partido con una swástica como símbolo, bajo el cual se realizaron los más horribles crímenes en varios países europeos en los años cuarenta.
El fascismo es ideología conceptualmente reaccionaria y práctica política caracterizada por sus métodos violentos y brutales para reprimir a sus opositores.
Cuando se menciona el fascismo a la mente de todos acuden Hitler, Goebbels y otra docena de nombres más, de quienes provocaron, en nombre de la supuesta superioridad de la raza aria y su destino manifiesto, el más grande genocidio conocido.
Desafortunadamente el fascismo no desapareció con estos personajes. Lo racional, lo más lógico sería que la humanidad lo enterrara para siempre e hiciera todo lo necesario para impedir su resurgimiento. Pareciera que las imágenes y las narraciones sobre la destrucción y la muerte que provocó fueran lo suficientemente fuertes para lograr ese efecto. Mas, no ha sido así.
En las cinco décadas y media transcurridas desde el fin de la guerra, el fascismo se ha ido recomponiendo y cobrando fuerzas hasta el punto en que ha constituido partidos y manifiesta aspiraciones electorales. En muchos lugares ya no se ocultan para expresar sus concepciones, enarbolar los símbolos originales y realizar las más brutales prácticas xenófagas.
Pero para ser fascistas en los albores del siglo XXI, tampoco hace falta tener la cabeza rapada y exhibir tatuajes con swásticas o cruces gamadas, andar en grupos callejeros quemando imágenes y banderas o provocando el terror y la muerte entre humildes emigrantes del Tercer Mundo. Hoy se puede vestir elegantemente, mostrar una exquisita educación formal y presentarse en público con inocente y fingida sonrisa, posar para las cámaras en medio de una deliciosa escena familiar, mascota canina incluida, y ser un feroz fascista.
El fascismo, como ya señalamos, es ideología y práctica política. Hoy no defiende la superioridad de una raza sobre las restantes ni un destino supremo, ahora proclama el "derecho" de una nación a defender sus intereses amenazados, no se sabe por quien, aunque solo exista la sospecha, no se sabe por qué, de que alguien, no se sabe quién, tiene intenciones de agredirlos.
En nombre de una cruzada contra el terrorismo, como si fueran ellos las únicas víctimas, Estados Unidos elabora doctrinas y más doctrinas para legalizar el derecho de realizar ataques preventivos y amenazar a quien se le antoje, empleando un lenguaje prepotente y soez, al estilo del viejo Oeste.
Las propuestas presentadas al Congreso, para lograr el respaldo legislativo y legalizar su anunciada guerra contra Irak, en solitario, si fuera preciso, tuvo un basamento ideológico que han ido conformando y exponiendo con la finalidad de buscar apoyo en gobiernos y sectores de la opinión pública con posiciones afines.
Veamos algunos planteamientos extraídos del discurso del presidente George W. Bush, pronunciado el primero de junio pasado en la Academia Militar de West Point. Ellos, sin otro comentario, nos permitirán corroborar las afirmaciones anteriores.
"Ustedes se gradúan de esta Academia en tiempo de guerra"... "Esta guerra tomará muchos giros que no podemos predecir"... "Defenderemos la paz contra las amenazas de terroristas y tiranos".
"La guerra contra el terrorismo no se ganará desde la posición defensiva. Debemos llevar la batalla al enemigo, trastornar sus planes, y afrontar las peores amenazas antes de que surjan. En el mundo en el que hemos entrado, la única vía para la seguridad es la vía de la acción. Y esta nación actuará".
"...ustedes dirigirán una fuerza militar que debe estar lista para atacar inmediatamente en cualquier oscuro rincón del mundo...", "...estaremos listos para el ataque preventivo cuando sea necesario defender nuestra libertad y defender nuestras vidas".
"Debemos descubrir células terroristas en 60 países o más"... "Enviaremos a diplomáticos a donde sean necesarios, y los enviaremos a ustedes, a nuestros soldados, donde sean necesarios".
"Al enfrentarnos al mal y a regímenes anárquicos no creamos un problema, sino que revelamos un problema. Y dirigiremos al mundo en la lucha contra el problema".
Lógica sencilla la del señor presidente. Primero creó el fantasma y asustó a todos. Después todo será más fácil: justificar ante los ojos aprobatorios de los asustados, todo lo que se les antoje.
El procedimiento no es nuevo aunque siempre eficaz, sobre todo cuando se posee el control de una bien engrasada y gigantesca maquinaria para difundir estas ideas y engañar a la opinión pública norteamericana. No hay casualidad en los resultados de una encuesta realizada acerca de un probable ataque a Irak. El 74 por ciento de los norteamericanos están de acuerdo.
Primero fue Afganistán, ahora en la mira está Irak y después... quién sabe, puede ser cualesquiera de los más de 60 oscuros rincones del mundo señalados en el discurso.