Fuerzas armadas vs. terrorismo
Jorge Carrillo Olea / LA JORNADA
Viejo dicho, conocido en el mundo militar: las fuerzas armadas están listas hoy para luchar la guerra pasada. Para contradecir esta aseveración se han estado preparando algunas de ellas después del fin de la guerra fría, pero más definida e intensamente después del 11 de septiembre. El terrorismo, como nueva forma de guerra, ya se advertía por los teóricos en la materia, y hubo un ejemplo vivo, el primer ataque al World Trade Center, en 1993, que desde entonces se atribuyó a Al Qaeda, pero al que la administración Clinton no consideró seriamente.
Las distintas formas de hacer la guerra no son nuevas. En su momento surgieron las guerras sicológicas, QBR (química, biológica o radiológica), la de misiles transcontinentales, y surgirá, quizá, la de cuerpos espaciales no tripulados. Hoy surgió con toda su fuerza el terrorismo. Y aunque para enfrentarse a él se están dando cambios importantes en ciertas fuerzas armadas, al momento el balance les resulta negativo.
Ese verdadero monstruo en tecnología y en capacidad de desatar violencia que son las fuerzas armadas de Estados Unidos, aplicando cualitativamente todos sus recursos: satélites, portaviones, aviones de última generación, barcos portamisiles, submarinos nucleares, sólo han logrado procesar a una persona, de manera no muy clara, y detener a varios cientos de afganos en Guantánamo en una situación de total incertidumbre jurídica sobre su destino. Y Osama Bin Laden parece seguir vivo.
Otro ejemplo de malogro, aunque no violento por el momento, es el de las fuerzas armadas británicas en Irlanda del Norte, y es tema ya de varias décadas de duración. En Colombia es un problema de semántica: żes guerrilla, o terrorismo? Se secuestra por cientos, se mata por miles, se atacan y se vuelan edificios como el Senado de la República en pleno Bogotá, y al final se demuestra lo mismo: la incapacidad, que a todos lastima, de las fuerzas armadas para enfrentar el problema.
España, con su nuevo modelo, no quiere comprometer a sus fuerzas armadas en la lucha contra la ETA, confía su ejecución a las fuerzas de seguridad del Estado y judiciales. Sus ejércitos de tierra, aire y armada, como les llaman, tienen por misión apoyar su política exterior, que desea ampliar el prestigio de España en la Unión Europea, participando por primera vez en misiones de paz. De ellas, el caso más conspicuo es Bosnia-Herzegovina y Kosovo. Para ello está recomponiendo las concepciones que afectan a las fuerzas armadas, enfrentando serios problemas políticos como es la renuencia de los jóvenes españoles para servir voluntariamente, al terminar la existencia del servicio militar obligatorio. Ello ha llevado a decisiones tan extremas como es reclutar jóvenes extranjeros, principalmente latinoamericanos y magrebíes, con el atractivo de ofrecerles la nacionalidad española.
El problema no es fácil, para nada. Se han citado ejemplos, con todo respeto, en que por su alto desarrollo o vasta experiencia deberían ya haber podido descifrar el enigma. Un obstáculo, que no es menor, es que los ejércitos se rehúsan emocionalmente a enfrentar un proceso de revisión de sus convenciones tradicionales, de los ejes de su existencia. Esto tiene una explicación universal e histórica: son uno de los segmentos más conservadores de las sociedades. Las nuevas amenazas requieren nuevas capacidades, nuevos métodos, pero antes que eso requieren de una nueva y abierta forma de pensar, que abarque todo lo que un cambio implica.
Sostener como únicos los principios de la defensa de la integridad del territorio, de la independencia o de la soberanía, sobre todo esta última, con tantas interpretaciones actuales, es sostenerse en el pasado. Aceptar la identificación y efectos de los nuevos riesgos, de los nuevos retos, y actuar en consecuencia en materia de doctrina, legislación, estructura orgánica y operaciones, con las adecuaciones presupuestales correspondientes, es una tarea de magnitud tal que no es fácil de comprender y que requiere de amplitud de miras, gran flexibilidad y firme decisión. Cada país que decida comprometerse en enfrentar sus auténticos y presentes riesgos debe tener muy claros sus fines últimos por alcanzar y una gran decisión para lograrlo.
Estados Unidos ha definido al que llamó "eje del mal" como su problema y, disponiendo de una increíble fuerza y tecnología, la está adaptando para someterlo, de lo que todos somos testigos televidentes. También ha creado el Departamento de Seguridad Interior, para la defensa de sus intereses en su territorio, el que habiéndose lanzado con gran efectismo, algo debe haber entorpecido su integración, puesto que no ha dicho una palabra sobre el francotirador que mataba cotidianamente en Washington. Hay que reconocer que si la "frontera inteligente" que es motivo de preocupación para Bush está actuando con creciente eficacia, en ese mismo sentido la vulnerabilidad de los intereses mexicanos va al alza.
Ultimamente parece que la expansión de esta patología social es universal. A México, żlo alcanzará un día su propio Leviatán? Esperamos que no.