Una de las acepciones de "relativo" es la que dice que algo no tiene nada de absoluto sino que depende de otra cosa. La cualidad de relativo se llama "relativismo". Con esta aclaración podríamos interpretar las posiciones del gobierno de Bush junior antes de las elecciones en Alemania y las de Schroeder durante los últimos días de su campaña electoral y después de su triunfo en relación con el planeado ataque estadunidense a Irak.
La socialdemocracia de nuestros días difícilmente podría ser considerada de izquierda, pues en general ha apoyado desde el poder políticas semejantes a las que ha seguido la derecha por cuanto a privatizaciones de empresas públicas (incluso en Alemania), disminución del gasto social, regulación de la economía, empleo, etcétera. Sin embargo, y dado el avance de la derecha aliada con la derecha extrema (la ultraderecha), particularmente en Europa, el triunfo de Gerhard Schroeder se puede considerar como el triunfo de la izquierda, del centro-izquierda si se prefiere, y como una ruptura de la tendencia electoral en el viejo continente al evitar, aunque sea con poco margen, el triunfo del derechista Stoiber. Recuérdese que de los gobiernos de 15 países de la Unión Europea 11 son de clara derecha, más el de Blair en el Reino Unido que, siendo laborista, se ha alineado a la derecha incluso subordinándose al gobierno actual de Estados Unidos. Alemania, ahora, ha pasado al pequeño grupo de gobiernos no derechistas, junto con Grecia y Suecia.
El triunfo de Schroeder, aliado con los Verdes, ha sido interpretado por el gobierno de Estados Unidos como una afrenta a sus políticas imperiales, ya que el canciller alemán reelecto ha sido el único de todos los gobiernos aliados a Washington que se ha expresado en contra de su política de guerra, en este caso contra el régimen de Saddam Hussein. El halcón Donald Rumsfeld acusó al socialdemócrata alemán de haber envenenado las relaciones entre los dos países por haberse manifestado en contra de un ataque militar a Irak. Faltará ver si el canciller alemán se sostiene en sus posiciones una vez que ha pasado la elección.
La política internacional de Bush, aunque nos parezca demencial, va en serio. Ningún presidente de Estados Unidos había declarado antes que su país es el "supremo poder" del mundo, ni tampoco que el que no estuviera con él en su supuesta lucha contra el terrorismo estaría contra él. Y este solo dato incorpora relativismos que no podemos pasar por alto: en estos momentos el gobierno de una potencia mundial, como es el caso de Alemania (la tercera economía del mundo y parte importante del Grupo de los Siete), es progresista por el solo hecho de oponerse a las pretensiones imperialistas y criminales de Bush.
El relativismo en la coyuntura actual es de gran importancia para cualquier análisis de la situación mundial. El mero hecho de que Bush haya dicho (en un documento al Congreso de su país) que no existe "intención de permitir que algún poder extranjero alcance la enorme delantera que Estados Unidos ha logrado desde la caída de la Unión Soviética hace más de una década…" (La Jornada, 21/09/02), lleva a pensar que la URSS, aunque no haya sido socialista, jugaba un papel de contrapeso a los afanes expansionistas de su más grande opositor. Y esto sin olvidar el siniestro papel de los gobiernos de la Unión Soviética en Hungría, en la antigua Checoslovaquia, en Afganistán y en su política interior contra los disidentes.
Si acaso es cierto que Schroeder ganó las elecciones porque una mayoría del pueblo alemán consideró que el canciller defendía sus intereses frente a Estados Unidos (véase La Jornada, 24/09/02), entonces podríamos obtener una conclusión a mi juicio muy importante: que los gobiernos formal o realmente democráticos hicieran plebiscitos para saber si los pueblos apoyan las políticas imperiales y guerreras de Estados Unidos y la subordinación de sus gobiernos al poder y los intereses de Washington. Quizá un plebiscito sobre este tema dejaría muy mal parado a nuestro secretario de Relaciones Exteriores (que no es canciller aunque así se autonombre), cuando declaró que "todos los países se inclinan ante Estados Unidos por una u otra razón, y México no será la excepción". (La Jornada, 19/09/02). Este sería el plebiscito que importaría y no tonterías relativas como la del segundo piso en el periférico y el viaducto en la ciudad de México.