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16 de abril del 2002
Algunas lecciones del 11 de abril
Nidia Díaz
Granma
No nos llamemos a engaño, el alevoso y artero golpe de Estado
contra el gobierno constitucional de Venezuela el pasado 11 de abril no fue
contra Hugo Chávez, fue contra la democracia justa y participativa, esa
a la que la oligarquía y el gran capital le temen como el diablo a la
cruz.
La insurrección mediática que servilmente lo acompañó,
y que controla el monopolio informativo y distorsionado de cuanto allí
ha sucedido y sucede, trata de engañar al mundo satanizando al líder
del proceso bolivariano y responsabilizándolo de la fractura de la institucionalidad
en el país andino.
El objetivo de la contrarrevolución venezolana y sus instigadores de
Washington, fue hacer abortar el proyecto republicano que Chávez construye
con el concurso de las mayorías que aprobaron en referéndum popular
e hicieron suya la Constitución Bolivariana.
Al amparo de ese texto constitucional se libra una lucha sin cuartel contra
los viejos males que arrastra el país y que son expresión de un
modelo de sociedad antagónica a la democracia representativa, madre de
la corrupción, el fraude, el latrocinio de los fondos públicos,
la exclusión social, el individualismo, la discriminación racial
y el entreguismo al imperio.
Es un proceso que, habiendo llegado al poder por los mecanismos y estructuras
melladas del sistema, se niega a aceptar como destino manifiesto el modelo de
"democracia" que el mundo neoliberal y unipolar ha dispuesto para los pobres
y desamparados de la Tierra como único válido y permitido.
Estamos hablando de un gobierno constitucional que es resultado de la voluntad
popular libremente expresada en las urnas en 1998 y que un año después
volvió a validarlo con su voto, en medio de un ejército de observadores
internacionales que escudriñó hasta la saciedad, sin encontrar
un solo resquicio al fraude mientras enfrentaba una feroz campaña de
mentiras y manipulaciones por parte de los grandes medios de comunicación,
dentro y fuera del país.
Hugo Chávez fue dos veces a las urnas, refrendó la nueva Carta
Magna porque aquella sobre la que él juró ante su pueblo el 2
de febrero de 1999, estaba moribunda.
Y este viernes, los golpistas pretendieron sacarla de su tumba y con ella a
quienes fueron desterrados por el pueblo al basurero de la historia; esos mismos
a quienes los cubanos conocimos bien y que son los terratenientes, los banqueros,
los financistas, los grandes comerciantes, pero entre los que no hay un negro,
un obrero, un campesino sin tierra, un simple maestro.
Son los mismos que el viernes último, con las caras desusadas por el
tiempo, aplaudieron hasta el delirio cuando en un por cuanto se eliminaba el
nombre de República Bolivariana de Venezuela.
No podía ser de otro modo. Bolívar nunca hubiera estado entre
las filas de "esas fuerzas vivas", soportes de una sociedad decadente, porque
Bolívar luchó por el futuro de prosperidad de la América
Latina y estas que se congregaron en Miraflores en el convite del golpe representaban
el oscuro pasado de una Venezuela que demostró ante el mundo y la Historia
que definitivamente quedó atrás.
El golpe contrarrevolucionario del 11 de abril en Venezuela, fue la más
acabada expresión del revanchismo y del odio que engendran la reacción
y el fascismo, los que nada tienen que ofrecer como no sea la fuerza de la sinrazón
y la venganza contra los que se empeñen en hacer valer los derechos del
pueblo.
Esa es la lección del golpe blanco del 11 de abril en Venezuela, como
también lo es el regreso del presidente constitucional, Hugo Chávez,
por la batalla decidida de los venezolanos en las calles. Es como si la Historia,
de vez en vez, nos abriera sus páginas para que no olvidemos lo estudiado.
Tanto es así que estas jornadas venezolanas que culminaron en la victoria
del pueblo contra la reacción nos evocan aquellas setenta y dos horas
en que nosotros, los cubanos, hicimos morder el polvo de la derrota a aquellos
que, como en Venezuela, intentaron de manera sangrienta hacer abortar nuestro
proceso revolucionario.
Los golpistas de ayer como los de hoy se equivocaron. Abril nunca cederá
sus días a la traición y al entreguismo. Abril, en Cuba y en Venezuela,
será siempre y para siempre, el mes de la victoria.