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16 de abril del 2002
El nuevo chance de Chávez o el último chance de Chávez
Emir Sader
Servicio Informativo "alai-amlatina"
Cómo sale, cómo vuelve y cómo hace para continuar un
presidente latinoamericano hoy
América Latina vive al borde de un ataque de nervios. Primero
en Paraguay, después en Ecuador, en Argentina y ahora en Venezuela, se
suceden presidentes en pocas horas, demostrando la inestabilidad institucional
de los países del continente y el carácter gelatinoso del tipo
de sociedad resultante de las transformaciones de los últimos que prometían
estabilidad y seguridad.
En el caso de Venezuela, ¿por qué Hugo Chávez cayó, por
qué volvió y qué energía tiene aún para continuar?
Hugo Chávez fue electo con 70% de los votos populares, denunciando -con
razón- a las élites del país como un todo por la "farra
del petróleo": dilapidaron la riqueza del petróleo con precios
altos, sin industrializar, sin liberar a Venezuela de vivir bajo los sobresaltos
del "oro negro". Se apoyó en ese caudal, sin organizarlo, en la cohesión
de las FF.AA. y en la elevación de los precios del petróleo; para
la cual su propio gobierno fue uno de los responsables, por la actuación
de su ministro Alí Rodríguez, actual coordinador general de la
OPEP, que consiguió reimponer una política de cuotas, que llevó
a la elevación de los precios del petróleo. Con esos recursos,
el gobierno de Chávez implementó políticas sociales redistributivas,
reformó la constitución del país, se sometió a sucesivas
elecciones y plebiscitos, respetando todos los cánones de la democracia
liberal.
Esas transformaciones no llegaron a los polos fundamentales de poder en la sociedad
venezolana. La prensa mantuvo un sólido frente de oposición, transformándose
en el centro articulador de resistencia al gobierno, el único espacio
de expresión del gobierno eran las intervenciones de radio y televisión
del propio Chávez. Este tampoco consiguió penetrar en la estratégica
empresa estatal de petróleo, cuyos técnicos y sindicalistas siguieron
vinculados a las centrales sindicales tradicionales, ligadas a los partidos
derrotados por Chávez, principalmente Acción Democrática.
Las transformaciones estructurales comenzaron a ser diseñadas por Chávez
en un paquete de medidas aprobadas por el Parlamento, que comenzaban con una
profunda reforma agraria, pero se extendía a una serie de otros campos,
inclusive el petrolífero y el pesquero. En ese momento la situación
externa e interna ya había comenzado a cambiar para Chávez. Conforme
la economía norteamericana pasó de la expansión a la recesión,
el precio del petróleo comenzó a bajar. Por otro lado, el boicot
empresarial interno se acentuó, con fuga de capitales y con cierres de
los establecimientos productivos.
Por otro lado, por su estilo militar -"bonapartista", en los términos
de los análisis clásicos-, Chávez se fue aislando, abriendo
varios frentes de choque al mismo tiempo. Fue perdiendo apoyo de grupos partidarios
que habían estado al inicio con él, fue chocando directamente
con la jerarquía de la Iglesia Católica -que desde el comienzo
le fue abiertamente hostil- y fue perdiendo apoyo popular, a medida que la situación
social interna se fue deteriorando por la reversión de los factores económicos.
El frente opositor
Las movilizaciones contra él se acentuaron a partir del paquete de diciembre,
siendo dirigidas básicamente por el frente unido de la gran empresa,
que funcionó como comando general opositor, articulando las entidades
empresariales, los funcionarios de la empresa estatal, la jerarquía de
la Iglesia Católica, el descontento generalizado de la clase media y
contando con apoyo externo de Washington. A medida que Chávez perdía
apoyo dentro de su coalición -llegando actualmente a tener apenas la
mitad de los parlamentarios-, se sumaban grupos disidentes del propio gobierno,
mientras que su base de apoyo, especialmente los sectores más pobres,
favorecidos por sus políticas, permanecían desorganizados, sin
capacidad de expresarse.
La huelga de la empresa de petróleo fue el detonante de un enfrentamiento
decisivo. Chávez no podía permitir la suspensión de la
producción, que ahogaría económicamente a su gobierno de
manera definitiva y, al mismo tiempo, los funcionarios de la empresa no toleraban
a la nueva dirección nombrada por el Presidente, porque podría
significar perder el control de los recursos fundamentales del país y
dejarlos bajo dirección directa de Chávez.
Al mismo tiempo en que buscaba corroer el poder de Chávez en su eje económico
estratégico, la oposición comenzó a obtener resultados
al conseguir apoyos -aunque inicialmente marginales- dentro de las FF.AA. Estas,
junto con el petróleo y el desempeño personal de Chávez
eran los elementos esenciales de la legitimidad de poder de éste. A medida
que Chávez se debilitaba, la oposición pasó a promover
golpes de cacerolas cuando él hablaba en cadenas oficiales y conseguía
movilizar cada vez mayor cantidad de gente -de 150 a 500 mil personas, según
las fuentes de evaluación-.
Golpe y contragolpe
El golpe fue dado por la alta oficialidad de las FF.AA., después de las
muertes en la represión de la manifestación del jueves, algunas
víctimas directas de las tropas oficiales, otras claramente víctimas
de francotiradores, que todo indica fueron apostados por sectores militares
de oposición. El gobierno que le sucedió fue precipitadamente
al pote, sin respetar ningún trámite institucional y revelando
muy abiertamente el contenido empresarial que tenía -por la nominación
de un gran empresario como presidente y por la presentación inmediata
de un programa para la empresa de petróleo- que incluía la suspensión
de la venta a Cuba, el alejamiento de las políticas de la OPEP, la aproximación
con los Estados Unidos, en una dinámica que ciertamente apuntaría
para la privatización de la empresa.
Las movilizaciones populares demoraron un poco, demostrando cómo la base
de apoyo de Chávez era poco organizada, pero cuando comenzaron, fueron
generalizadas por el país, tomando el Palacio de gobierno; al mismo tiempo
que los militares fieles a Chávez se rebelaban, el Parlamento se reunía
y reivindicaba el derecho del vicepresidente a asumir el gobierno y la OEA,
por unanimidad, condenaba el golpe y reafirmaba el derecho institucional del
gobierno de Chávez. El empresario recién posesionado presidente
renunció, fue detenido, Chávez retornó, con un discurso
que combina disposición de readecuar su gobierno, pero al mismo tiempo
castigar -mencionando a la gran prensa- a los responsables por el golpe.
Perspectivas
¿Qué energía tiene aún Chávez para gobernar? Eso
dependerá, en primer lugar, de su capacidad de transformar su proyecto
de un proyecto para las mayorías populares a un proyecto para el conjunto
del país y, al mismo tiempo, de golpear los ejes del golpismo que ya
demostró que puede derrocarlo. En segundo, del aliento de la oposición,
del tiempo que requerirá para retomar iniciativa y de la capacidad que
aún tenga para volver a la ofensiva.
Dependerá también de aquellos sectores con que contaba Chávez,
que ahora tendrá ciertamente su margen de maniobra disminuido en relación
a los mandos de las FF.AA., al Parlamento y a la empresa petrolera. Probablemente
su proyecto original se agotó, incluso porque él suponía
una polarización clara entre masas populares y élites, que desembocó
en formas de enfrentamiento, con que Chávez no podrá contar más,
si quiere reciclar su imagen hacia la de un dirigente capaz de negociar sus
proyectos con amplios sectores.
Por otro lado, tanto las élites tradicionales cuanto el propio Chávez
se dieron cuenta de la sólida reacción popular y militar. Resta
saber qué lecciones sacarán de ella. Chávez ya hizo un
gesto negociador, aceptando la renuncia de los dirigentes de la empresa de petróleo,
que él mismo había nombrado y que había sido objeto de
la huelga contra su gobierno. Sin embargo, conforme fue multiplicando choques
en su base de apoyo, el equipo de Chávez se fue reduciendo a sectores
más duros, menos propensos a la negociación. Este papel puede
ser asumido por Domingo Rangel, luz de su ministerio, izquierdista de los años
60, por Aristóbulo Istúriz, actual Ministro de Educación
y por Alí Rodríguez, actual presidente de la OPEP.
Las próximas semanas indicarán si las heridas del proyecto de
Chávez continúan sangrando y su muerte fue apenas aplazada o si
su capacidad de curar las heridas y dar nuevo oxígeno al proyecto que
lo llevó al poder hace tres años, perdió aliento, quizá
terminó, pero consiguió una prórroga. El marco continental
le es favorable, el precio del petróleo debe subir. Será por lo
tanto en el plano interno, en la capacidad de organizar sus bases de apoyo,
de dividir la oposición, sancionando a los más directamente vinculados
al golpe y negociando con los otros, manteniendo el contenido de su proyecto,
envuelto sin embargo en un formato capaz de ganar consenso conforme pasa el
tiempo y no adversarios, como sucedió en los últimos meses.