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LO QUE VIENE
¿Guerra civil?
Por Claudio Uriarte
Los elementos clásicos de una guerra civil parecen estar en posición en Venezuela: una sociedad polarizada, un ejército quebrado. El experimento golpista del empresario Pedro Carmona no pudo sostenerse, y lo que decidió su ruina fue el ejército. Más precisamente, el primero de los 12 puntos que el general Efraín Vásquez enumeró ayer como condición para el respaldo del arma a Cardona: el "establecimiento de una transición con respeto a la Constitución Nacional y las leyes de la República". En esta frase, lo que importa más es el respeto a la Constitución y lo que importa menos es el establecimiento de la transición, porque si se respeta la Constitución queda claro que no va a haber ninguna transición. De este núcleo significativo es que se derivan los dos puntos siguientes: "2) revisión y modificación del decreto del 12 de abril, por el que Carmona disolvió al Legislativo y al Poder Judicial, y 3) restitución de la Asamblea Nacional (legislativo)". Si todas estas condiciones se cumplían, nada podría impedir verosímilmente el retorno al poder de Hugo Chávez Frías, que no había renunciado y no se proponía hacerlo: la totalidad de la "transición" era ilegal, tanto más con un Parlamento dominado por las fuerzas del chavismo. Ese retorno de Chávez es lo que estaba consumándose anoche, detrás de los cañones.
Hay que entender que la famosa Constitución Bolivariana –"el muchachito", como solía apodarla Chávez con orgullo de padre– estuvo absolutamente en el centro de la relación de fuerzas militares una vez que la sospechosa junta encabezada por Carmona decidió borrarla de la historia. Ya que Chávez había instalado en ella una explosiva concesión que iba a ser muy difícil de retirar: la entrega a las Fuerzas Armadas de un rol político y capacidad deliberativa. En el momento en que la junta se puso contra la Constitución, el grueso del Ejército –el arma que más había sostenido a Chávez en el pasado– se puso contra la junta. Pero eso lo encerró en una nueva contradicción, porque los generales que ayer dieron vuelta la situación no eran otros que los que ayer apuntaron contra el efímero Carmona. Es decir: seguían estando contra Chávez, pero su defensa del rol que les otorgaba la Constitución obligaba a defender un proceso cuyo desemboque lógico era la vuelta de Chávez. El general Vásquez intentó emparchar esa contradicción lógica con su punto número 11: "Garantizamos la seguridad, trato y respeto al teniente coronel Hugo Chávez Frías y su grupo familiar, y respetamos la petición del teniente coronel de salir del país de forma inmediata". Era, claro, una solución ideal, pero dependía del hecho de que el teniente coronel efectivamente quisiera salir del país en forma inmediata. Lo que, conociendo a Chávez, no era terriblemente probable, sobre todo cuando el teniente coronel tuvo todo el día de ayer para ver cómo sucesivas unidades del ejército se iban soliviantando contra el mamarracho legal consumado el viernes.
Sin embargo, ni el retorno ni la salida de Chávez ahuyentan el espectro de la guerra civil. Es decir, los levantamientos militares y populares prochavistas de ayer no borran el levantamiento popular y luego militar antichavista de anteayer, en que 50.000 personas se lanzaron a Caracas para pedir la cabeza del presidente y la represión culminó en 12 muertos y 90 heridos. La furia de parte de la población contra Chávez es real, y se mide en un nivel de violencia creciente en medio de una sociedad en que la mayoría de la población está armada.
El mayor peligro en Venezuela se deriva del hecho de que ningún actor militar puede arrogarse el dominio de una decisiva superioridad de fuerzas sobre el otro. El chavismo dentro del ejército no bastó para impedir el arresto de Chávez y la constitución de la espuria fuerza de gobierno del doctor Carmona, pero el antichavismo tampoco fue suficiente para impedir que esa junta volara por los aires. Algo parecido se repite en el plano político: de acuerdo a las últimas encuestas tomadas antes de la caída de Chávez, el ex teniente coronel disponía de alrededor de un 30 por ciento en las encuestas, pero sus dispersos opositores no pasaban mucho más alládel 10 por ciento. En la hipótesis de una convocatoria a elecciones, lo más probable es que Chávez volviera a ganar, aunque gravemente disminuido respecto a sus triunfos históricos y, lo que es más grave, después que se cruzó la línea de sangre.
Por eso, un cálculo frío indica que la crisis no está en vías de resolverse sino de profundizarse. Y que, en una situación de empate permanente, el único factor de desempate puede ser la confrontación armada.