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2 de mayo del 2002
El golpe, las imágenes y las palabras
Antonio Maira
Cádiz rebelde
I. La conspiración interna
La "libertad" de información es hoy en día la principal
reclamación de los EEUU frente a los regímenes que consideran
indeseables u hostiles. Esa exigencia aparece, insistentemente, en las leyes
Torricelli y Helms-Burton, dirigidas contra Cuba, y ha sido igualmente reiterada
en todas las acusaciones lanzadas contra el presidente democrático de
Venezuela, Hugo Chávez, cuyo "concepto de la democracia" no gusta a Washington
según anunciaba semanas antes del golpe, George Tenet, director de la
CIA y, como tal, Jefe de la Congregación de la Doctrina de la Fe en "occidente".
Una persecución en la que acosa el perseguido
Contra Chávez tal denuncia se completaba con la afirmación
de que en el país se había desatado una persecución de
los medios de comunicación críticos con la revolución bolivariana
y de los profesionales esforzados en la búsqueda y transmisión
de la verdad. Sin embargo, un recorrido en la red por la hemeroteca de los principales
periódicos del país demuestra, sin lugar a dudas, el casi absoluto
monopolio de la información ferozmente antichavista. Una persecución
absolutamente ineficaz, al parecer, la del "dictador" Chávez.
Pero no es la ferocidad y la absoluta falta de objetividad la única característica
de la producción informativa en Venezuela. Tal producción
no sólo expresaba una crítica política extrema sino completamente
uniforme, lo que pone en cuestión su función democrática
y su carácter representativo. No olvidemos que el presidente Chávez
y la revolución bolivariana han sido reiterada y rotundamente elegidos
en varios procesos democráticos absolutamente limpios.
Los medios de comunicación venezolanos han demandado un golpe de estado
con una saña inaudita, con una irresponsabilidad criminal ante los posibles
costes humanos masivos de una operación como ésa, y con total
falta de objetividad informativa y de respeto democrático y constitucional.
Además de evidenciar su cualidad de instrumento de la élite venezolanos
emplearon procedimientos que revelaban un absoluto desprecio por la inmensa
mayoría de la ciudadanía de Venezuela.
Quien quiera comprobar todo esto no tiene más que tomarse la molestia
de ojear el amplísimo conjunto de medios de comunicación disponible
en la red, empezando por "El Nacional", "El Universal" o "Globovisión".
Para todos los sistemas legales occidentales anteriores al 11 de septiembre
el comportamiento de los medios venezolanos podría ser calificado
fácilmente de criminal. Si se aplicaran los criterios antiterroristas
vigentes ahora en las "democracias occidentales" sus propietarios y directores
estarían enjaulados en la base estadounidense de Guantánamo.
En Venezuela se clarifica la exigencia de los EEUU
Lo asombroso, realmente, es que la impunidad con la que los medios de comunicación
han promovido un golpe contra una constitución aprobada por más
del 70% de los ciudadanos ha sido absoluta.
No ha habido más represión que la que "aterroriza" en estos días
a Rafael Poleo, editor de la revista "Zeta" y del diario "El Nuevo País".
Este individuo entra y sale con total libertad de Venezuela, alardeando de su
participación en el golpe, amenazando con reiniciarlo y permitiéndose
el lujo de insultar al presidente de una manera increíblemente soez(1).
Todo ello a pesar de que, según sus propias declaraciones y las de su
hija Patricia Poleo –una de las referencias mediáticas del golpe- levantó
acta de la primera reunión del estado mayor golpista y era uno de los
encargados de redactar el "Acta fundacional" del nuevo gobierno.
Los EEUU presentan como pieza básica de la "democracia modelo" la existencia
de "libertad de prensa". Sin embargo, está meridianamente claro que la
exigencia no tiene nada que ver con la libertad de expresión y comunicación
y con el derecho a la información, sino con la privatización de
los medios o, lo que es lo mismo, con la concesión de un monopolio en
el campo de la información y de la creación de la opinión
pública a los grandes grupos económicos. Sólo la élite
económica puede tener voz y medios para fabricar "opinión pública".
Los medios de comunicación son un eficacísimo instrumento de poder
de los grandes grupos empresariales.
Unidad de objetivo: tumbar a Chávez
En Venezuela, la actitud de los grandes medios de comunicación durante
los últimos años, su participación desenmascarada en una
larga campaña desestabilizadora, sus llamadas a "tumbar a Chávez"
en las jornadas anteriores al 11 de abril, la cobertura -mucho más entusiasta
que informativa- del proceso de ruptura constitucional violenta operando los
medios en una red de discurso único, y el silencio sobre la reacción
popular cuando la Junta golpista fue derrotada, permite hablar de golpe empresarial-mediático-militar.
Los medios de comunicación, con un trabajo que va mucho más allá
que la complicidad, prepararon sistemáticamente el ambiente, llamaron
a la ruptura violenta del orden constitucional en nombre de la "democracia",
presentaron los intereses de la oligarquía como intereses de todos, negaron
la potestad legislativa del Congreso venezolano, proporcionaron la coartada
inmediata para que un golpe planeado se presentase como una exigencia humanitaria,
encubrieron la naturaleza fuertemente reaccionaria y antidemocrática
del decreto ley promulgado por la junta, festejaron y azuzaron los inmediatos
allanamientos, apaleamientos y detenciones efectuados por la junta golpista,
y ocultaron la progresiva y masiva reacción popular y militar contra
el golpe.
Trabajaron en cadena de "todos lo mismo" para proponer, transmitir y celebrar
el "golpe providencial". Continuaron ejerciendo una libertad de prensa según
el modelo imperial para identificar como democracia recobrada la liquidación
por una junta golpista de una constitución aprobada por más del
70% de los venezolanos, la detención del presidente más votado
de América y su sustitución, vía "decreto-bando golpista",
por el presidente de la federación de empresarios, la disolución
de todos los poderes públicos y el cese de todas las autoridades electas,
y la implantación de un régimen "provisional" de poder personal
que en principio se auto legitimaba durante un año. Jalearon los allanamientos
inmediatos y las detenciones –con apaleamientos en algunos casos- de parlamentarios,
alcaldes, ministros y ciudadanos corrientes, de una operación de caza
y captura que tenía todo el aspecto de ser el comienzo de un baño
de sangre fascista. Por si fuera poco, también en cadena de "todos lo
mismo" hicieron escarnio de las víctimas mientras duró la "fiesta
democrática" que definen para estos casos los manualitos de la CIA.
También en cadena –esta vez de silencio- ocultaron el ejercicio de democracia
directa y de alto riesgo que hizo el pueblo venezolano con manifestaciones populares,
masivas y múltiples, para restaurar su constitución y rescatar
al presidente.
El escándalo de la impunidad
Lo más asombroso de todo es, como ya he señalado, que una
conspiración pública, flagrante y documentada como ésa,
se realiza tanto en la fase preparatoria como en la operativa con la más
absoluta impunidad. No sólo los dueños y los responsables de los
medios no han sido detenidos y procesados acusados de golpismo, sino que todos
los demócratas del "consenso washingtoniano" clamarían al cielo
si lo fuesen.
Sólo el pueblo venezolano, sublevado contra Pedro Carmona y su Junta
fascista, identificó a las empresas de comunicación como enemigos
y ocupó algunas de ellas en las jornadas del 13 y del 14 de abril.
La exigencia imperial de "libertad de prensa" quiere decir, por lo tanto, dos
cosas: monopolio empresarial de la información y carta blanca a los medios
monopolizados. Tal es la estructura de comunicación y formación
de la opinión pública en nuestras sociedades globalizadas.
La "información veraz" enemiga intolerable
El significado de la reclamación de "libertad de prensa" que lanzan
los Estados Unidos ante cualquier grieta en el monopolio de los medios de comunicación
por grandes empresas privadas, puede ser entendido en el contexto ejemplar del
proceso de golpe militar en Venezuela. No debe olvidarse, para entender la importancia
que sobre el control social tienen los medios de comunicación, algunos
hechos muy significativos. Uno de ellos es aquella reacción histérica,
de las mismas empresas de comunicación que perdieron la careta durante
la fase final de un golpe evidentemente fascista, ante la insistencia de la
revolución bolivariana en proclamar un derecho a "la información
veraz".
La información veraz, lo sabe la oligarquía venezolana y el gran
patrón de todas las oligarquías que devastan en mundo, los EEUU,
es un enemigo intolerable para el sistema.
II. La conspiración exterior
El ejemplo de un medio "democrático": "El País" y el golpe
Los sucesos de los últimos días en Venezuela han producido
el desenmascaramiento masivo de gobiernos, fuerzas y dirigentes políticos,
personajes públicos y, sobre todo, medios de comunicación. El
panorama en el conjunto de las "élites sociales" de nuestras sociedades
presuntamente democráticas es absolutamente desolador. El factor externo
del golpe, su aceptación internacional, tuvo mucho más éxito
que los apoyos internos en Venezuela. Y eso a pesar de que las medidas inmediatas
del gobierno golpista fueron realmente escandalosas, la oligarquía venezolana
tomaba el poder sin enmascaramiento alguno: nombramiento como presidente del
país al de Fedecámaras, la asociación de empresarios, definición
inmediata de un estado de excepción y de una dictadura extrema.
Conspiración mediática y simpatías golpistas
Una peculiar "corrección política", compartida por casi la
totalidad de las élites democráticas de occidente, aconsejó
a todos los medios de información la no utilización de la palabra
"golpe de estado".
El presidente Aznar hizo votos por la inmediata restauración de la paz
pública después de que el triunfo aparente del golpe y la promulgación
de un decreto-ley que establecía una dictadura desenmascarada, convirtiese
ese deseo en una recomendación de sumisión al nuevo poder. El
ex presidente González justificó inmediatamente el golpe al denunciar
en las horas siguientes al mismo la "dictadura de Chávez".
Todos aceptaron y reprodujeron, para mantener a salvo sus simpatías por
el gobierno "de facto", la cínica versión sobre la masacre ante
el Palacio de Miraflores del día 11 y su importancia como detonador inevitable
del golpe, aún cuando los hechos demostraban un planeamiento completo
de los incidentes, y las informaciones independientes o contradictorias advertían
que los disparos procedían de los mismos sectores que estaban violando
la legitimidad democrática de Chávez. Todos reprodujeron, sin
duda aparente ni averiguación alguna, la versión difundida por
el conjunto de medios de comunicación privados que trabajaron en cadena
para unificar y controlar la información, y aportar el elemento mediático
del golpe.
"Rebelión democrática" frustrada
En El País del 17 de noviembre, el corresponsal en Venezuela Juan
Jesús Aznárez realiza un "meritorio" esfuerzo para exculpar a
la mayoría de los promotores del golpe empresarial-mediático-militar
que tuvo lugar en Venezuela el jueves 11 de abril.
La estrategia es sencilla y altamente eficaz.
Se trata de inventar una segunda voluntad perversa que sustituyó a la
voluntad del "movimiento cívico militar" que destituyó a Chávez.
Esa segunda voluntad, que al parecer no se hizo presente durante los meses de
agitación golpista continua que vivió Venezuela, emergió,
oscura y siniestra, en las horas siguientes al derrocamiento de Chávez.
De este modo queda exculpado el golpe mismo, desgraciadamente deformado por
algunos de sus agentes, "miembros de la extrema derecha y el Opus Dei. En realidad,
la primera voluntad sería la de una "rebelión civil" a la que
el País no calificó nunca de golpe de estado.
En un artículo titulado: "Venezuela: por qué fracasó el
golpe", con una desvergüenza y una técnica manipuladora insuperables,
el insigne periodista introduce motivaciones, justificaciones y actitudes distintas
entre los autores del golpe. Una parte de ellos –los responsables del fracaso
final que lamenta claramente Aznárez- suplantaron la voluntad de los
otros: "sus promotores entraron en colisión unos con otros. Se impusieron
la derecha y el revanchismo, el sector que redactó un decreto-ley que
arrasó con la Constitución Bolivariana y determinó el alejamiento
de los militares moderados y del principal sindicato de trabajadores".
De este modo, los actos que identificaron con claridad las intenciones democraticidas
de los golpistas: no sólo la derogación de la Constitución
aprobada en referéndum por una enorme mayoría de los venezolanos,
sino también la disolución de la Asamblea legislativa, la eliminación
de los poderes Judicial y Electoral, y la de todas los demás instituciones
representativos nacionales, estatales y locales, incluida la asunción
de todos los poderes por un gobierno auto nombrado, son atribuidos a determinados
sectores. También a esos advenedizos de última hora se asigna
el propósito, anunciado inmediatamente, de gobernar por decreto durante
un año (es sabido que casi todos los golpes se inician con declaraciones
expresas de provisionalidad, amplísima, por cierto, en este caso). "Trescientos
sesenta y cinco días" deletreó, cifra a cifra, el capo empresarial
y presidente golpista Pedro Carmona, no se sabe si para alardear y aterrorizar
contando uno a uno los días negros, o para disimular un poco el enorme
plazo fatídico.
La intención de Aznárez, siguiendo la línea informativa
del País, es muy clara: hay que salvar lo fundamental del golpe. "Las
intenciones del líder empresarial, empleado de Venoco, se demostraron
diferentes a las de la mayoría de venezolanos presentes en las masivas
movilizaciones de los últimos meses contra la revolución y belicosidad
del comandante de paracaidistas".
Mientras triunfa el golpe
Salvar lo fundamental, claro está, después de que el golpe
ha fracasado. Con anterioridad a este hecho, El País lo apoya con el
brutal decreto-ley de excepción incluido. El día 13 de abril menciona
a ese Pedro Carmona, tan denostado ahora, de una manera mucho más atractiva:
"presidente de la junta cívico-castrense que conducirá a Venezuela
hacia unas nuevas elecciones a corto plazo", y proclama sus buenas intenciones:
"prometió una democracia 'amplia, pluralista, de fuertes valores democráticos',
diferente –aclara por cuenta propia El País- a la practicada por
Hugo Chávez".
Este mismo día sigue castigando, como autores y responsables de todos
los desórdenes, a los defensores de la legalidad democrática violentada
por el golpe, cuando menciona como prioridad del nuevo gobierno "el desarme
de los grupos incontrolados del oficialismo". Pero eso no es lo más escandaloso
en esa jornada informativa. Falseando descaradamente informaciones procedentes
de organizaciones humanitarias el periódico sigue afirmando en titulares:
"Los tiroteos de grupos chavistas causaron hasta 24 muertos". Y su corresponsal
Luzmila Vinogradoff(2) insiste: "Ni el luto de los caraqueños por los
primeros 16 mártires de la democracia, muertos a balazos el pasado
jueves por manifestarse en la calle contra el ex presidente Hugo Chávez...".
El País se identifica plenamente con el golpismo tal como viene.
La intención final
Esos sectores duros que aísla Aznárez para defender el carácter
"democrático" del proceso de desestabilización, son también
para El País posterior al 14 de abril los responsables exclusivos de
las detenciones, allanamientos, persecuciones con las que se inició inmediatamente
la nueva fase política, así como de la estricta censura informativa
con la que se intentó mantener engañado al pueblo venezolano y
a la opinión pública internacional.
Es importante no limitar las intenciones de El País a una simple justificación
a posteriori del derrocamiento del presidente Chávez. Nada
de eso. La estrategia del periódico, cuyos instrumentos son J. J. Aznárez
y la inefable Luzmila Vinogradoff, no conduce únicamente a afirmar la
"buena voluntad democrática" de la mayoría del equipo que según
sabemos ahora provocó los enfrentamientos del jueves día 11 y
los utilizó como coartada para un golpe de estado.
La intención final es la de proteger a los grandes agentes desestabilizadores
y mantener activa la dinámica del golpe.
Trabajadores en Fedecámaras, trabajadores con Fedecámaras
Fabulosa la versatilidad de "El País" -eufórico con el golpe
entre el 12 y el 14 de abril- cuando presenta a la patronal Fedecámaras
como una organización que "engloba a diez millones de trabajadores".
Antológico.
Ahora, días más tarde, se trata de una operación de salvamento
y recuperación de las organizaciones y dirigentes del "golpismo constitucional".
Uno de esas organizaciones es la CTV, el aparato sindical vinculado a la Alianza
Democrática de Carlos Andrés Pérez y a sus prácticas
corruptas en las que han participado durante largos años. Fueron, desde
el principio, enemigos declarados del gigantesco movimiento popular que denunció
la corrupción escandalosa del bipartidismo AD-Copei, y que derivó
en el triunfo de Chávez. Sólo integra al 18% de la fuerza laboral
y sus dirigentes ejercen bajo sospecha de fraude en las últimas elecciones
sindicales. Han colaborado directamente en el golpe y han colocado de presidente
al representante de la patronal Fedecámaras, miembro muy destacado también
de una de las oligarquías más reaccionarias de América
Latina. El secretario general de la CTV, Carlos Ortega, compartió con
Carmona el objetivo de la huelga general: el derrocamiento de Chávez.
Aznárez excluye también a Ortega de toda responsabilidad en el
bochornoso gobierno de 48 horas y en el establecimiento de una dictadura sin
paliativos. Como prueba aporta una crítica del dirigente sindical al
decreto ley que definió el "nuevo régimen": "Atenta contra el
derecho y la libertad del movimiento obrero". Casualmente, Ortega hizo estas
declaraciones cuando la revuelta popular masiva contra los golpistas y la negativa
a obedecerles de varias guarniciones militares, hacían inevitable el
retorno de Chávez a la presidencia de Venezuela. Lo del máximo
dirigente sindical fue una auto exculpación apresurada y oportunista.
Como la de tantos "golpistas blandos".
Desde El País, uno de los eslabones de la red mediática del golpe
fuera de Venezuela, Aznárez sostiene la burda simulación de los
dirigentes del sindicato. "La alianza contra Chávez establecida por
la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV) y la patronal Federación
de Cámaras (Fedecámaras), dirigida por Carmona, quedaba hecha
trizas al publicarse, la noche del viernes, el primer decreto-ley de la presidencia
de facto instalada un día antes, mientras en la calle crecían
las protestas y la insurrección de los batallones leales al jefe de Estado.
La CTV no había sido consultada, y su secretario general, Carlos Ortega,
se sintió traicionado".
Una buena fuente
Aznárez sostiene su teoría del golpe duro que frustra traicioneramente
las mejores intenciones de un "movimiento cívico-militar democrático",
en las declaraciones de Patricia Poleo, directora del periódico venezolano
"El Nuevo País" y, para más garantía de objetividad informativa,
"Premio Rey de España de Periodismo". Nada menos.
Ocurre sin embargo que Patricia es una representante destacada de esa oposición
mediática furibunda, que ha escandalizado por su agresividad, su utilización
ilimitada de la injuria y su absoluta identificación con la oligarquía,
a todos los observadores imparciales. Patricia Poleo es componente, insigne
también, de esa cadena conspirativa que hizo trabajar a los medios de
comunicación como una red disciplinada de discurso único, elemento
fundamental del golpe de estado.
Patricia Poleo, que proporciona el valioso dato de que "En todas las reuniones
–se refiere a los golpistas- se habló de que la junta que debía
asumir la transición debía contar con el componente empresarial,
el laboral y el militar", y que acusa a Pedro Carmona de engañarles
a todos, es hija de Rafael Poleo –papá que edita su periódico-
uno de los teóricos y primer Notario General del Reino de Carmona.
Las conclusiones de todo esto son alarmantes. El País no solamente actuó
como un elemento de la red mediática que preparó el golpe militar
en Venezuela –hace unas semanas el mismo Aznárez comparaba a Chávez
con Idi Amín y con Mussolini- sino que está haciendo todo lo posible
para sostener la "legitimidad democrática" de los agentes y del propio
proceso de desestabilización que ha conducido al golpe de estado.
Nada de esto es demasiado extraño si tenemos en cuenta dos de los elementos
fundamentales en la política informativa de El País en relación
con este país latinoamericano: uno de ellos es la "legitimidad imperial"
que tiene el golpe contra Chávez. Tal legitimidad es un elemento director
para ese periódico. El otro son las relaciones empresariales del Grupo
Prisa en América Latina. Sin olvidar la histórica relación
entre Felipe González y Carlos Andrés Pérez, uno de los
políticos más corruptos del continente y agente privilegiado de
la conspiración antidemocrática en Venezuela.
Notas
1- El País, 26 de abril: "Chávez está en libertad provisional".
En esta entrevista, Poleo –quien es presentado amablemente por José Comas
como testigo de "primera fila" del golpe- maneja todos los lugares comunes del
fascismo latinoamericano, aderezados con una chulería y una brutalidad
verbal casi inauditas.
2- El día 24 de abril "Canal +" -otro producto del grupo Prisa- emitía
un programa especial de producción propia: "El último show de
Chávez", cuya dirección en Venezuela había sido realizada
por L. Vinogradoff. Una de las "heroínas" del programa era Patricia Poleo
hija de Rafael. Las otras dos: Marianella Salazar y Mharta Colomina –quien quiera
echarle un vistazo a su currículo y a sus promotores pueden visitar la
página http://www.mujereslegendarias.org.ve/ . El guión,
salvo la parte final que se había adaptado levemente a los sucesos del
13 y 14 de abril, parecía hecho para justificar un golpe de estado triunfante.
El nombre de Patricia Poleo apareció en una nota manuscrita de Pedro
Carmona en la que se relacionan los posibles ministros y altos cargos, abandonada
en la fuga del palacio de Miraflores, puede consultarse en http://www.cadizrebelde.com/
sección Hemeroteca Internacional o en http://www.antiescualidos.com
http://www.cadizrebelde.com/